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lunes, 31 de agosto de 2015

Vergüenza


Autor: Gilberto Aranguren Peraza



Niño desplazado en la frontera Colombo - Venezolana









Rumbo al centro no olvidan alabar a Dios.
Aunque él se escondió un rato entre las tumbas
¡está jugando! ¡está jugando!
dice el niño con un carro entre los dedos.

Juntos hemos bebido  
en este cuenco harto de desilusiones
entre lechos y viajes  
con aguas abanicadas
ya sea por el miedo
ya sea por la esperanza.

Sus vasos rotos jamás perdonarán 
esta traición;
sus bocas enfurecidas 
en medio del río
sublime de esta injusticia
rompen el pantano con sus dedos de almendra.

Atrás viene la voz
es la oscura lengua del demonio
escribe en el aire
escribe en la frente
y en el altar sagrado del hermano.

Clavan estacas en la tierra para hundir
sus huellas con rabia y ahogo
para no olvidar las amadas  
pasiones ancestrales
vestidas de fluidos y de canciones infantiles.

En los patios los niños observan
la danza de la partida
sus palabras son pechos de lluvia   
mientras los verbos  
arrancan el silencio de las valijas
llevadas  a cuestas.

Pero la lógica del Creador se ausenta
y vuelve el niño a gritar
¡está jugando! ¡está jugando!

Y las hinchadas madres hacen un hueco en sus manos
por última vez beben
golpean las piedras
cruzan la hierba del camino
recogen las huellas 
cansadas de tanto mirar el polvo
y dejan los años hasta desaparecer
en una larga fila de ojos fantasmales.

De este lado nuestras almas convertidas
en pasaporte secreto de estas horas oscuras
esperan el candelabro de la derrota
para ello cuidan la ciudad sin tiempo
para abrigar el regreso
por el mismo lado
y con las mismas corrientes 
por donde un día partieron. 

Porque los seres de acá tocaron las fibras
porque cuando tumbaron sus casas
no se abrieron los libros
ni se escucharon las oraciones
ni siquiera respetaron la callada despedida
sólo se escuchó una risa mientras el llanto
hablaba en el camino

no queda otra cosa
en medio de las marismas:  
andar con vergüenza
y pedir perdón por la tragedia.