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lunes, 23 de enero de 2017

Temblorosa


La máquina temblorosa de Paul Klee


Autor: Gilberto Aranguren Peraza


El barro al borde de la memoria
angustia el suave baño
embadurnando los secretos
mientras se almendran los amantes.

Hunden sus raíces 
en el río conmovido
e imaginan a la llanura
exiliada en sus ojos.

Mientras la penumbra desnuda
las pieles en los juncos
con la sangre abriendo las puertas
y el delta es un detalle en la cama.

Porque de nada sirvió volar desprevenido
por los caminos llenos de palmas
convertidas poco a poco
en lámparas de la noche temblorosa.

miércoles, 11 de enero de 2017

Después de ser conquistados

Mujer mirando por la ventana de Salvador Dalí


Autor: Gilberto Aranguren Peraza


Entusiasmada y desnuda
el alma cuelga los aros
en las orejas de las coincidencias sagradas.

Los cabellos suavizan la mañana
atada a la tristeza
las horas del diluvio
el recuerdo con el sol
el amparo
el resto del jardín.

A Dios se le ocurrió asomarse en la ventana
mirar los picos
limpiar las plumas
secar la humedad
de los cuerpos
después de ser conquistados.

domingo, 1 de enero de 2017

De espalda



Espalda Masculina de Luis Fracchia


Autor: Gilberto Aranguren Peraza

Estuvo mirándolo con ojos abiertos y asustados, con la cabeza sostenida en los brazos cruzados manteniendo una cálida relación con la mesa y con la luz colocada en un infinito supuesto por donde el hombre transitaba. El cabello ensortijado caía, inescrupulosamente, en todo el borde del rostro, mientras observaba estupefacta la ida precipitada. Encontró el reloj que un día visitó su cuerpo con entusiasmo y sin vacilación alguna, mientras tanto el tiempo centenario daba pasos ondulados en ese instante repleto de ansiedades. Su espalda era la figura imaginada que encontraba siempre de aquel famoso de Hollywood, no recordaba con precisión, pero no era como por ejemplo Brad Davis o Brad Pitt, no sabía por qué los padres de otros continentes colocaban esos nombres tan extraños a sus hijos. Con razón, muchos pasan siendo desconocidos. Pero para ella, que miraba al hombre posesionarse del destino, el desconocimiento era solo un motivo voraz de una circunstancia anciana, de esas que llegan tarde al movimiento de la vida. Más allá, divisó el perfume que un día colocó expandiendo su olfato por todo su cuerpo; y de pronto, apareció la mujer, flaca e imaginativamente hedionda a un pachulí que ahora era cosa del pasado. El cine abría sus puertas y un hombre arrebataba un bolso a la señora que llevaba la cartera amarrada a las costillas para que nadie osara quitársela. Los gritos espantaron al vago y el bolso se fue en sus manos por una calle desconocida. Un niño miraba a un hombre darle un beso a una mujer, era probable que la dama fuese la madre y esposa del hombre. Un señor salía de un almacén con una cara de felicidad llevando en sus manos una bolsa grande, tal vez era el artefacto que siempre quiso tener y que al fin, después de tanto ahorrar, lograba comprar. Seguía alejándose y ella sólo miraba la espalda, ese era el cuerpo de Michael Caine cuando hizo Funeral en Berlín; no, mejor era el atlético de Paul Newman en la Gata sobre el tejado caliente; pero, y si fuese la espalda de Greta Garbo, en la Mujer divina o la de Ingrid Bergman caminando hacia el avión en Casablanca, suspirando cada vez que recordaba que el negro Sam tocaba As time goes by ¡Vaya, Humphrey Bogart, el tiempo no pasará para ti! Un joven corría detrás de una chica con lentes estúpidos, pero el guapo se veía feliz al acercársele. Una señora tomaba el brazo de un hombre y se acercaban, llevaban prisa, parecía que fuesen a una cita médica.

Después de dos horas mirando el mundo se le olvidó, de manera definitiva, el rostro del hombre que la había abandonado. Sólo recordaba que su espalda era igual a los imaginarios del cine, y con esa imagen se levantó del café y se fue a caminar por la ciudad...