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jueves, 24 de febrero de 2022

Tómame por el dedo

 

 Tómame por el dedo

Autor: Gilberto Aranguren Peraza  

 

 

La jarra blanca de Amadée Ozenfant (Francia, 1886 - 1966)

 

En mi casa hay miles de jarrones

un perro llorón por las noches

una sonrisa pegada en la pared izquierda

una almohada en el salón de nieve

y un cuarto de estrellas

lleno de grillos.

 

En la sala y sin tapujos

bésame el dedo de algodón.

 

Pienso en las sandalias dibujadas

en la pata de la cama

en las sabanas arrastrándose en el piso

y en la oscuridad detallada en el libro.

Mi amor si pudieras

bailar la noche entera

con una minifalda parisina.

 

Porque el abrazo en la alfombra

al lado del televisor y la lámpara de protón

pasea intranquilo con delicados pasos

en la sombra de la palma

rodeada de los ruidos

de los golondrinos en la ventana

pendientes de quien se escapa.

 

Por eso mi amor bésame

en este dedo de alambre.

 

En mi casa hay pisos de tierra

donde pían las aves

una trinitaria muy triste

cubriendo la pared de gris

en el tejado el joven de al lado

vigila el desnudo de su hermana.

 

Mi amor tómame por el dedo

dejado en el cabello de tiras de cartón.

 

Estaré sentado en el porche

montado en la hamaca de luna

esperando la salida de una sonrisa

tuya escondida en el escaparate

armado al lado del portón

por donde miras cuando me desnudo.

 

Y en la sala encendida 

se sientan las gerberas 

frescas y almidonadas

con los gatos helados por la noche

 

Mi amor se me ha quedado el dedo

enredado en los hilos del mantel. 

 

copyrigth©gilbertoarangurenperaza

sábado, 19 de febrero de 2022

La llegada de una misiva

 

 

La carta de Charles-Louis Baugniet (Bélgica, 1814-1886)

La llegada de una misiva

 

Autor: Gilberto Aranguren Peraza 

 

Estupefactos quedamos con la apertura

de aquella carta. Una de tantas

de las habitadas en el buzón.

Hicimos el ejercicio de las miradas

y de las muecas, mientras escuchábamos

el raro contenido de la misiva.

 

Aquella extraña correspondencia desdibujaba,

con sus ojos

nuestras caras de cartón y almidón. Al lado

de una sensación nauseabunda

invasora de los rígidos cuerpos .

 

En los bordes del papel

una tranquilidad extensa. Adolorida por cada

extremo dejado por la violenta

manera de doblar cada palabra

y esconderla, sin escrúpulos, en el sobre.

 

Las escaleras: convertidas en una larga pasión,

fueron el único camino hacia el salón de los ventanales.

Por ahí, escapamos del ruido dejado por la lectura

 

mientras absortos presenciábamos:

en el piso los instrumentos de reparación,

al fondo las máquinas y los sencillos artefactos.

en la mesa una caja con las sorpresas del día

 

y el polvo

 

en el centro de los muebles.

 

copyrigth©gilbertoarangurenperaza