El deshielo de febrero de Charles Burchfield (USA, 1893 - 1967) |
FEBRERO
Gilberto Aranguren Peraza
I
Te acuerdas de febrero
siempre maduraban los limones
el aire jugaba con los tallos de los helechos
los ácidos maduros impregnaban
su olor los viejos corredores.
Por las mañanas bajaba el frío
venía junto al viejo
a escondidas se quedaban
acurrucados en el porche
las nubes esperaban el mediodía
para bajar hasta nosotros
quienes almorzábamos con cerezas
durante la tarde.
El cielo quedaba azulito
la luz daba vueltas sobre la tierra
las ramas del naranjo
se batían cual mujer en danza sagrada.
Los ocasos eran de los gorriones
picoteaban el aire y se reían
mientras veían llegar la noche
con sus lámparas.
Así eran los días
como foto sin marco
colocada junto a tu cama
a la espera de ese algo
con reliquias y temblores
para olvidar fácilmente
cómo la vida se convertía en adioses
era alegre despedir
a quienes se iban sin intención de volver.
II
Pero el mes pasaba tranquilo, no se entusiasmaba
con nada.
Envuelto en una matriz
de seda y hojas.
Se convertía en lo más frágil del año.
Se dejaba llevar con la tranquilidad de los días de fiestas.
Mientras la soberbia y la intranquilidad
no dejaban rastros en mí
de la paciencia.
Por eso hacía ejercicios
para ahogar la obstinación y el frío
recordatorio de fracasos y ruedos mojados
rondando por los cabellos
como fantasías,
un día como Calvario, y otro
como el lugar de Salvación.
Era todo una secuencia de inciensos
borrados en una tarde
roja y perdida en esta ventana
por donde se mira cómo se escapan
los espíritus cuando se despiertan
después de un largo período de oscuridad.
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