En homenaje a Rubén Ackerman
Publicado en el Diario La República en Lima – Perú el
día 14 de noviembre de 2107
El
mismo día que Rubén Ackerman debió recibir el premio accesitario del Festival
de la Lira de Cuenca, Ecuador, murió de un infarto al corazón. Había viajado
más de 20 horas desde su Caracas natal: primero pasando por Panamá, luego
Quito, para llegar a la cálida capital de la provincia de Azuay. Esa misma
noche lo conocí en el recital de poesía que dimos en la restaurada Escuela
Central: alto, sereno, ciertamente un poco hosco, pero fraternal y solidario en
la poesía. Tenía 67 años y era su primer libro: un recorrido por la migración
de los judíos alemanes a Venezuela y la historia cargada de “ausentes” que
construyeron una vida diferente lejos del nazismo y los prejuicios: “Seremos
pasajeros/ ligeros/ alados/ Partiremos con ellos en el atardecer/ Volaremos sin
dudas, sin desencanto/ con la melancolía de tus ojos/ con el arrebato rabioso
de nuestro sueño intacto…” (Vendrán).
Durante
el almuerzo estuve conversando con Ackerman sobre la shoa, Hanna Arendt, Peter
Sloterdijk, Maduro, la crisis venezolana, la pobreza y las carencias en
Caracas, la poesía de Paul Celan y la imposibilidad de ser un superviviente
(Celan se suicidó después de sobrevivir a Strassenbau). En una de esas
conversaciones me confesó que “siempre postergaba todo”. Quizás una explicación
a ese primer libro a los 67 años. El poeta mexicano David Huerta, presidente
del jurado del festival, nos comentó que Ackerman le preguntó: “¿entonces mi
libro es bueno?”. Tanta sabiduría y tanta inocencia concentradas en un solo
hombre.
Finalizado
el almuerzo del jueves 9 de noviembre, terminó sus dos vasos de whisky, se paró
de la mesa “para fumar un cigarrillo” y no volvió más. Antes, en la mañana
durante el recital en el Museo de las Conceptas, se acercó para decirme que le
gustó mi poema sobre Máxima y me dio su correo para que se lo envíe. He leído
sin parar su libro de poesía que, tras este acontecimiento, cobra otro sentido:
“Rezar/ rezar por ti/ rezar sin ti/ rezar sin fe/ ¿Recordarte con palabras?/
Con estas palabras que ahora viajan como nubes,/ desde ninguna parte, hacia
ninguna parte/ buscándote/ ¿Quién eres detrás de esa vieja fotografía donde
sonríes?/ ¿De qué extraña materia está hecho tu silencio?”
Todos
quienes nos encontrábamos en el Festival de Poesía de la Lira de Cuenca
permanecimos aturdidos ante la noticia. El gran poeta venezolano Armando Rojas
Guardia, a quien Ackerman quería mucho y había asistido a sus talleres de
poesía, dijo: “Quiero empezar afirmando que Rubén falleció en medio de un minuto
esplendoroso de gloria personal, rodeado del respeto y el cariño de los
diecisiete poetas hispanoamericanos invitados al Festival y, lo que es aún más
significativo, del reconocimiento internacional a la calidad estética de su
poesía: los miembros del jurado que premiaron su libro […] ponderaron
públicamente la excelencia lírica de Los Ausentes y esa opinión elogiosa se la
dieron a conocer personalmente al mismo Rubén”. Creo que Ackerman se convertirá
en un poeta de culto. Como diría otro de mis preferidos:
Solitarios
son los actos del poeta / como aquellos del amor y de la muerte.
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