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Ensayo: En diálogo con VOCES DEL CUERPO de Maguy Blancofombona

Maguy Blancofombona (Caracas, 1945)
 

En diálogo con VOCES DEL CUERPO

o la MUTACIÓN PERENNE 

de Maguy Blancofombona

 

Acompañada por la Editorial Eclepsidra, la poeta venezolana, nacida en Caracas, Maguy Blancofombona trae a la luz su último libro titulado VOCES DEL CUERPO. Al día de hoy la escritora se encuentra residenciada en la ciudad de París, Francia.

En VOCES DEL CUERPO vemos a Maguy, nuevamente, regresar a la dicotómica experiencia de la relación humano – animal. Es la viva imagen del centauro. Es el camino a la humanización, por ello su afán de alcanzar el orden, el orden en su mundo interno y en el mundo que la rodea: “ordenando los espacios”, como dice uno de sus versos. Ese ordenamiento humano y sincero lo alcanza en la integridad de su ser con los sonidos, a sabiendas de que ese camino le es difícil a cualquiera, porque el ritmo cambia según el estado:

No logré el orden del mundo

Sino en la integración corporal

De mi ser con el sonido

El ritmo es de difícil acceso


La poesía de Blancofombona se muestra cargada de una necesidad de cambio de piel, o sea de una mutación perenne: “Poco a poco mi piel se fue pigmentando”, dice, y su cuerpo, con muchos sonidos, busca adherirse a la piedra como único refugio posible ante la pérdida de la humanidad, y ante esa decadencia que la rodea la roca la sostiene. Por ello, el regreso a la Caverna platónica representa el reinicio de su voluntad para hacerse persona en la mutación: “volverme agua, aire, fuego, tierra/ser pulpo, mariposa, serpiente”, son imágenes de cambios de sustancias, es la substanciación, es una forma de comulgar con el mundo. Es su comunión. La metamorfosis experimentada en los versos de VOCES DEL CUERPO brinda atisbo, algo meditativo, acerca de una postura nihilista que, a simple vista, pareciera ser desesperanzadora, pero no es así, más bien es reconstructiva ya que los procesos que sugiere en la medida que se lee el poemario se descubre que la transformación es un medio también reconstructivo.

Por otro lado, los textos de VOCES DEL CUERPO revelan imágenes y colores propios de su libro anterior RONDA DE ANIMALES, en este texto habla de los ciervos que se acercan de forma precipitada, aquí ya los ciervos llegaron a ella, y ella se siente tan libre como el trotar de un ciervo, es un cambio de piel. Todo esto responde al sentido propio de la naturaleza en ella. Ella es la naturaleza a la que intenta dominar, y esta naturaleza se manifiesta en los pájaros que intentan decirle algo y que a ella le cuesta comprender por eso apaga “el concierto para ver si con un solo sonido logra entender el mensaje”, y cuando lo entiende se sorprende percibiéndolo como un augurio. Esta imagen del ave agorera o el ave que adivina en VOCES DEL CUERPO, nos conduce a pensar que la única manera de entender a la naturaleza, comprendida ésta como el conjunto de seres vivos donde se incluyen los mismos seres humanos, es dejando de ser “humano”. Tanto en la imagen del ciervo que trota como en la del ave que trae mensajes la autora revela un estado propio e íntimo de encarcelamiento, de manera que la única forma de experimentar la libertad es mediante la mutación o transformación, ya que es imposible percibir a la naturaleza como algo fuera del sí mismo, al contrario, se descubre a un ente interno que nos acompaña por siempre y que nos hace uno, es la imagen de la Unidad y de la Unicidad.

Por otra parte, el texto nos revela también un modo de despedida, en el poema XIII se nos dice:

De mis hombros han comenzado

a crecer nuevos huesos

se alargan todas las noches

de día no los veo

me dicen que son cartílagos nocturnos

y que en alguna madrugada

podré volar con ellos

¿Es un augurio?, más bien representa la reiteración necesaria de la mutación, y de entender que el cambio permanente es un acercamiento a la muerte. Esto se percibe cuando se lee el poema XV, donde aparece la caída como un proceso que solo termina con la muerte, porque la vida es un abismo sin fondo donde se cae y cae sin detención, y en la medida que el Ser va cayendo, “en cada vuelta una transformación en cada precipicio un salto interminable”, entendiéndose que cada vuelta que se da en este abismo, que representa la vida, mutamos hasta el cambio definitivo. Así, prácticamente, termina la primera parte del libro. Un aspecto importante en la imagen del “abismo”, porque representa no solo la muerte, sino también la vida, por lo que la vida y la muerte son una sola esencia o como se diría en la jerga cotidiana: cuidado si no es lo mismo.  

Encontramos en los textos un reclamo ante la necesidad humana de escucharse a sí mismo, un soliloquio que busca la voz interna, una voz que ayude a la comprensión del sí mismo. Una voz que contribuye a la fragilidad que representa la vida, por lo que vemos que ésta no se detiene en la tierra como forma de Ser en sí misma, sino como un acontecimiento particular. O sea, aunque la persona deje de existir, la vida continúa aun siendo frágil, no dejando de ser jamás una continuidad propia de la naturaleza.

Otro aspecto relevante de los textos es que en los mismos se define, de muchas maneras, al cuerpo. Tanto en el poema XX como el poema LII, el cuerpo se plantea en dos contextos distintos, en el primero como residencia de sonidos, voces, himnos y movimientos, es el cuerpo que se transfigura, que posee espíritu y que a su vez es una frontera; en el segundo, se percibe a un cuerpo más etéreo, endurecido por el tiempo, pero que no deja de ser frágil, por lo que aparece nuevamente la imagen del abismo como el espacio por donde transitamos sin retorno:

El cuerpo se cierra

pero si le alcanza el tiempo

y si el espacio se despeja

sale rodando

y no se detiene nunca más   

Reconoce también la fragilidad del cuerpo, y lo frágil que resulta estar en un cuerpo, sobre todo cuando se envejece, por ello señala algunas evidencias de esta fragilidad: “abro orificios para ubicar mis ojos/perdí el cabello con el tiempo/también las cejas, pero las delineé.”  (Poema XXXI). El cuerpo se mantiene en una constante crisis, está en conflicto, debido a su descomposición paulatina en la medida que los años pasan, pero añora otro cuerpo, como si este, el que hoy posee no fuese la continuación del otro, por eso dice en el poema XXIX:

El cuerpo ya no es el mismo

mejor no es suficiente

añoro el otro, el combativo

él quedó en el olvido

el cuerpo que se prepara

y que algún día regresará

para no irse jamás

Es interesante descubrir también en los textos las formas sencillas que tiene la autora para ironizar acerca de su situación y de sus pérdidas referidas al cuerpo: “Me quedan tres pestañas en el párpado derecho/y si se me desaparece el cabello/llamaría a Andy Warhol”; la tangibilidad del cuerpo, de su cuerpo, hace posible esta ironía. Esta forma de expresión referida a su cuerpo (materia) se ve impactada en sí misma con la idea que hace referencia a la fragmentación como un deseo inconsciente de la desarticulación; frases tales como: “rebanan mi cuerpo con una sierra”, “es difícil estar a salvo con tantas rebanadoras” “de cuál espejo somos un fragmento”, son indicios de la necesidad de la integración, ya que pareciera vivir procesos que buscan la desintegración, podría ser considerado también un llamado de auxilio ante el constante abismo que representa la mutación. Por ello, surge la imagen de la sierra como el artefacto que corta y desfragmenta el cuerpo arrugando el alma. Tanto la desfragmentación como el desequilibrio, que son dos asuntos diferentes, ya que la primera alude a la desintegración, al “volvernos polvo”, y la segunda hace referencia al caos, al desorden. En el caos se puede reiniciar la vida con nuevos acontecimientos y decisiones en la búsqueda de un equilibrio armónico, pero en la desintegración es necesario la aparición del ave fénix que permita el resurgir de las cenizas, o sea la recomposición del cuerpo, hecho imposible por el mismo sentido que tiene la materia como materia misma. Cada vuelta que da el cuerpo en el abismo experimenta una dimensión caótica o en desequilibrio que nos conduce, al final, a la desintegración definitiva, y de eso se tratan los textos de VOCES DEL CUERPO: la de escuchar aquellos sonidos que nos conducen, en el abismo (la mutación perenne), hacia la desintegración total.

Un aspecto que llama la atención en uno de los textos es la aparición del enano, el texto apunta hacia una situación de desequilibrio corporal, nos hace recordar al enano de Nietzsche en Zaratustra, quien se detiene en el portón del infinito y a su espalda deja al pasado y al frente está el futuro los dos son el infinito, y en el lugar donde se encuentra está el instante o sea el presente. Tan igual, como en el texto de Nietzsche, la autora pareciera estar detenida en un umbral sosteniéndose en el enano, en alguien más bajo que ella, caerse sería desfragmentarse nuevamente. Siendo preferible mantenerse en alto, aun ante lo macabro de las muecas mostradas por el enano.

Es interesante descubrir las distintas voces que se revelan a lo largo de todo el texto:

la voz de la transformación o de la mutación, señalada con la necesidad de “ser pulpo, mariposa o serpiente” (Poema VII);

la voz del dolor arraigado en la noción intersubjetiva de que el dolor es único, nadie siente igual que el otro, cada dolor es diferente y ella lo siente de una forma particular que le permite definir el recorrido por donde el dolor se desliza como si fuera un ser con destino propio y preciso, porque llega a un lugar y no continúa, se regresa con el único objetivo de separar el cuerpo:

“el dolor desciende del lado izquierdo

se detiene en la rodilla

no quiere bajar más

se regresa una y otra vez

repitiendo el recorrido” (Poema XXVI)

la voz de las huellas dejadas por el tiempo, las cuales se confunden “entre viejas escorias / y aletas verdosas”;

la voz de la descomposición, descrito en la idea del cuerpo en estado de crisis tanto por el dolor como por la misma descomposición que viven los seres vivos;

la voz de la violencia evidenciada en la violencia contenida, en la familiar y en la reprimida, mostrada en diferentes versos;

la voz del sufrido o la voz de la persona que sufre, el cual se va mostrando en todo el texto, como una epifanía, haciéndose ella misma la samaritana, la que es capaz de curar sus propias heridas e incluso pagarse a sí misma la posada para su recuperación;   

la voz del cuerpo frente al augurio dejado por la naturaleza, con la llegada de las aves;

la voz del horror, señalada en el texto XXXIII, cuando dice: Oí la sierra desarticular mi cadera/fraccionarla en partes/olía a carne fresca/a sangre que goteaba”.

Todas estas voces se concatenan, algunas aparecen de forma sorpresivas, otras están muy claras desde el principio y se sostienen en todo el texto.

Por otra parte, la autora hace referencia a una desconexión entre su cuerpo y su YO, siendo lo mismo una desconexión entre su vida íntima – espiritual y la materia; la existencia corporal le reclama, pero le es imposible acordar con ella el equilibrio o la disciplina como forma equilibrada de existencia.

En el último tramo del libro VOCES DEL CUERPO, la poeta trasciende, sale de su cuerpo. El cuerpo se manifiesta como un colectivo, no como la unicidad. Se preocupa por aquello que está fuera del cuerpo:

“La tierra se llena de gente

la gente huye del horror

busca en el agua otra forma de vida

pero la vida es un cuerpo desmembrado…

 

Con un inmenso dolor

Europa se acuclilla

respira con dificultad”   

Le duele el mundo, ella y el mundo son un solo cuerpo, y aquí la voz se muestra de otro modo, con una fragilidad que revela un temor infinito porque siente que el espacio para la existencia se agota. Como sospecha, en uno de los versos señala la posibilidad de una esperanza al decir: “los cuerpos suben desde el abismo” (Poema LXVII), como si fuese una resurrección.  

Maguy Blancofombona con este poemario hace un intento de reintegración del “sí mismo”, después de haber vivido la experiencia de la fractura, no solo corporal, si no también psíquica, la cual la persigue, tal vez hasta el último momento de su vida.

 

Gilberto Aranguren Peraza

En Santiago, a los siete días del mes de diciembre de dos mil veinticuatro

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