Pintura de Orestes Bouzon |
Autor: Juan Gelma
Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,
como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del, alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.
A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.
Nunca fui dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.
Autor: Jaime Gil de Biedma
La nostalgia del sol en los terrados,
en el muro color paloma de cemento
- sin embargo tan vívido - y el frío
repentino que casi sobrecoge.
La dulzura, el calor de los labios a solas
en medio de la calle familiar
igual que un gran salón, donde acudieran
multitudes lejanas como seres queridos.
Y sobre todo el vértigo del tiempo,
el gran boquete abriéndose hacia dentro del alma
mientras arriba sobrenadan promesas
que desmayan, lo mismo que si espumas.
Es sin duda el momento de pensar
que el hecho de estar vivo exige algo,
acaso heroicidades - o basta, simplemente,
alguna humilde cosa común
cuya corteza de materia terrestre
tratar entre los dedos, con un poco de fe?
Palabras, por ejemplo.
Palabras de familia gastadas tibiamente.
Autora: Fina García Marruf
(Para las dos
de la tarde, solamente.)
«Alcanza la siembra de caña de primavera ritmo
promedio de quinientas caballerías diarias», dicen los titulares de hoy. Parche
seco y trompetas. «La siembra de caña de primavera», preludia el grupo de los
bajos del coro, iniciando una Fuga, «un ritmo, un ritmo...» contracanta el
grupo de la izquierda, y al fondo, las voces femeninas, agudísimas, «quinientas
caballerías diarias!» —mientras reinicia su crescendo: «Alcanza la siembra de
primavera...» el grupo tenor.
«—Habrá que quitar algunas palabras de este
editorial», dice el Director de Coros. «¿Cómo poner una sigla, o la palabra
«respectivamente» en la letra de una canción?» «—En la letra sí se puede», apoya
el Asistente, «pero no en el ritmo. Ahí sólo entra lo que es corto y preciso
como una orden. El ritmo es como el sol, o el latido del pulso: no acepta antes
ni después. "Una gran tarea económica" es cosa que se dice sobre esa
tarea, pero no es ella misma. ¿Cómo cantar
"estabilizar" o "procesado"? Hay palabras obreras y
otras reinas. Pero la música está
debajo, como la miel. En ella no entran sino las cosas mismas. "Tan,
tan", dice el martillo, y el bisílabo reloj. "Toc-toc", le dice
el pájaro carpintero al tronco del
roble, y el pajarín binario picotea
"tuit, tuit". "¡Un ritmo
promedio, promedio, un ritmo!"»
«—Lo
de menos es la sigla» —dice el otro.
«Hay algunas que parecen nombres de personas, como Ingrid o Alfred, otras hay
que no hay genio que las meta en un danzón: de acuerdo. El asunto es mirarlas,
no como una cifra abstracta sino como un apodo en una reunión de familia: algo que
se sobreentiende, como la madre que dice al amigo que toca la puerta "él anda
por ahí...", sin necesidad de decir el nombre completo de su hijo. También
la molécula es una síntesis, y lo es un rayo de luz.»«—Ah, oportunista! Pillín!
La música es otra cosa! Tiene que "sonar", ¿entiendes? La música no
se lleva bien con opiniones sino que se anda
entre las cosas. Gusta de lo que tiene sustancia, y tiene peso: y luego
combina, chiquea, la luna, o tus ojos, mi bien. Los poetas no somos doctores.
Nos parecemos más al obrero que hace alguna cosa: harina, pan. Que opinen
otros. Cómo se toca "acción negativa o positiva"? Cómo se palpa
"respectivamente"? A qué huele "en tanto que"? Pedacitos de
palabras, gramatiquerías, andadores para que eche a andar la frase, y no palabras
que anden solas. Meta esos "por cuantos" abogadillos en una canción!» «—La caña, la caña de primavera!»
«—Un
error, compañero», dice otro, casi asambleario. «¿Es que no leí yo una canción
en la Gaceta que decía cosas así como
"programado", "diverso", "establecido", y un
poema en que se hablaba de "áreas de cultivo", que puede cantarse
como un aria y por qué no, y hasta "índice" y
"cuantificable", que es algo que hace un ruidito de lo más agradable
de máquinas de escribir y de aire frío, que se siente uno después de oírlo como
si se hubiera graduado, y sin estudiar, de matemáticas? Palabras como para leer
sentado —usted no ha cogido mucho sol, ni sabe del resisterio, amigo!—, palabras de esas largas que terminan
en "d", como "solidaridad", o "constitutivo"».
«—Pero esa no termina en "d", compay», dice un machetero de ojos
listos. «—Bueno, es lo mismo. Me gustan las palabras largonas y de cuatro sílabas
de esas que usan los que hacen presentaciones, en que uno cruza trechos largos
sin ver nada sólido, sino ideas un poco confusas, y al final, el fogonazo que
te despierta y enardece hasta el aplauso. No abro un libro yo o voy a un acto
para oír las palabras que usamos nosotros todos los días.» «—Giros coloquiales,
eso se llama así, y ahora se usa», apunta un estudiante de espejuelitos de la
nocturna. «—Bueno, giros de esos. A mí
no me parecen bien. Uno no compra una revista o lee un poema para encontrarse
ahí lo mismo que le dice a uno Cheo todas las mañanas, o contesta al que le
pone mala cara en la guagua, sino para
oír cosas finas, como una poesía que se sabía mi madre de memoria,
porque ella no sabía leer, y yo tampoco la entendía muy bien, pero que me hacía
pensar que algún día, yo estaría en un lugar así, limpio y bonito.»«— Siembra
de primavera, alcanza la...»
«—Todo
está muy bien, compañeros. Hay gustos y gustos. El caballo anda en yambos y el
ferrocarril en anapestos. Aunque yo prefiero decir "locomotora",
porque me suena a algo así como a motor loco fogoneando por los campos de
noche, y no carril de hierro que los
atraviesa, implacable. Motor que echa fuego, eso es el arte. Hay palabras que
tienen todavía la leche materna en los labios, y otras pesadas y puestas fuera
de nuestro alcance, como retropropulsión.
Y no que a mí me gusten como al
compañero las palabras porque sean largas o cortas. Las hay largas con alma de
pobre, como "cafetera", y cortas que son resecas e incoloras como
"sección" o "nivel". No discuto su necesidad o su
importancia. Pero yo soy músico. Y los músicos somos como los zapateros,
obreros manuales también. Yo no doy opiniones, ni las oigo, para hacer un
zapato: me pongo a hacer un par.» «—cosas, cosas reales o soñadas, pero no
llanuras de conceptos, sin relieve ni color.» «—Desarrólleme el parecido de un tacón y un estrambote.» «—Búrlese lo
que quiera. Pero por qué tengo que oír a los
que nunca han hecho un zapato cómo debo yo hacerlo? ¿A que no se lo
dicen a un físico o a uno que hace casas? Pues yo también soy un técnico. La
técnica no es lo complicado sino lo sencillo. No lo que entorpece y traba el
movimiento sino lo que lo hace "cantábile". Una oficina en que se
trabaja bien presenta siempre un aspecto menos ruidoso y apresurado que otra en
que se maltrabaja. A trabajo mejor, economía mayor de esfuerzo. A uno le parece
que uno también podría bailar en puntas cuando ve una buena compañía de ballet.
El trabajo bien hecho no es el que nos pide más esfuerzo, sino más lucidez. Un
perezoso, que no entiende un problema, se esfuerza muchísimo más que otro que
ve su solución desde el primer momento. Lo valioso en el trabajo no es el esfuerzo exigible sino el fruto logrado. Una
técnica supone un esfuerzo ya
hecho, no por hacer. Es invisible, como
la gracia en un pas de deux clásico.
Los aparatos pesados, como las palabras pesadas, son a una técnica nueva como
las antiguas maquinarias de los relojes primitivos a los modernos y útiles: cosas que tienen piezas de más,
sílabas de más, y aún la comparación no es buena, pues nada podía ser más bello
que aquellas antiguas maquinarias, relojerías misteriosas, con algo intermedio
que no se entendía bien. No lo complicado, que
puede ser bello, sino lo inútil, es lo que impide el movimiento. Menos
palabras o interminables horas oyéndolas, interrumpiendo el ritmo. Yo no me meto en el trabajo de
los otros. No digo al que dirige un plan
de huevos que meta ahí una contradanza. Él sabe lo suyo. Y que cada uno escoja
luego, según su hora y su necesidad, la cesta rebosante de la cena, o el reposo
de la música.» «—Hay que escribir como habla
el pueblo.» «—El pueblo habla así
porque no aprendió a escribir: le gusta como habla el otro. Cuando sepa, hablará
de otra manera. No lo influya.» «Pero no
perdamos tiempo en palabras: hay que trabajar.» «—Alcanza la siembra de
primavera nuevo ritmo promedio de quinientas caballerías diarias, alcanza la siembra,
alcanza, alcanza la siembra de primavera!»
Autor: Freddy Castillo Castellano (1994)
(sextina)
No sé bien si se trata
de un capricho
o de otra forma
musical Su ausencia
es un estilo fugado de
mi sueño
que espera una luz de
esa mirada.
Se trata también de
este desnudo
corazón, consciente en
su desvelo.
¿Qué busca aquel que
en el desvelo
mueve su mano a ritmo
de capricho,
preguntándole a algún
desnudo
astro, si en las
noches de ausencia
otras manos convocan
la mirada
que todavía se escapa
de su sueño?
Porque también se
trata de un sueño
persistente y febril
en su desvelo,
que persigue con
fervor una mirada,
una mirada que brote
del capricho
(o del deseo de
conjurar la ausencia)
y cante sola desde el
papel desnudo.
A ratos interrogo en
el desnudo
folio donde respiro,
callo y sueño.
Y como un vago signo
de ausencia
que se cubre, aflora en el desvelo,
bajo las alas del
frágil capricho,
el lejano fulgor de su mirada.
Pero es un
espejismo la mirada
en el espejo letal de
tu desnudo
oficio, una nota más de ese capricho
que engaña de
nuevo con el sueño.
No es posible salir de
ese desvelo
de arideces rituales
y de ausencia.
La poesía adviene como
ausencia
y a pocos prodiga su
mirada.
Un lezamiano súbito en
desvelo
a veces esplende en el desnudo
horizonte del despierto sueño
y luce, al fin, saciado mi capricho.
Mas, su capricho es
ser la ausencia
y se borra el sueño y
la mirada
y me vuelvo desnudo a mi desvelo.
Autor: Cintio Vitier
Esa energía infinitesimal
que desaparece en la explosión
La inacabable explosión de las galaxias más lejanas
Ese modo que tiene de subir
el rubor a tus ojos
Lo que no es sueño ni vigilia
palabra ni silencio
La mañana en que podré salir
ilusionado de la muerte
La luz
El agua Regia
Autor: Pablo Neruda
Esa energía infinitesimal
que desaparece en la explosión
La inacabable explosión de las galaxias más lejanas
Ese modo que tiene de subir
el rubor a tus ojos
Lo que no es sueño ni vigilia
palabra ni silencio
La mañana en que podré salir
ilusionado de la muerte
La luz
El agua Regia
Autor: Pablo Neruda
Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,
dotado de corazón singular y sueños funestos,
precipitadamente pálido, marchito en la frente
y con luto de viudo furioso por cada día de mi vida,
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente
y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría
un oido que nace, una angustia indirecta,
como si llegaran ladrones o fantasmas,
y en una cáscara de extensión fija y profunda,
como un camarero humillado, como una campana un poco ronca,
como un espejo viejo, como un olor de casa sola
en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores
- posiblemente de otro modo aún menos melancólico -,
pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,
las noches de sustancia infinita caídas en mi dormitorio,
el ruido de un día que arde con sacrificio
me piden lo profético que hay en mí, con melancolía
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, un nombre confuso.
Autor: Jorge Luis Borges
Mirar el río hecho de tiempo y agua
Y recordar que el tiempo es otro río,
Saber que nos perdemos como el río
Y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
Que sueña no soñar y que la muerte
Que teme nuestra carne es esa muerte
De cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
De los días del hombre y de sus años
Convertir el ultraje de los años
En una música, un rumor y un símbolo.
Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
Nos mira desde el fondo de un espejo:
El arte debe ser como ese espejo
Que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios
Lloró de amor al divisar su Ítaca
Verde y humilde. El arte es esa Ítaca
De verde eternidad, no de prodigios.
También es como rl río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que el mismo
Y es otro, como el río interminable.
Autor: Vicente Huidobro
Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas.,
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea,
Y el alma del oyente queda temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata.
Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Mas no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.
Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema;
Spolo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.
El poeta es un pequeño Dios.
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