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Poema Ego de Astrid Salazar

 

 

Astrid Salazar (Venezuela, 1984)


Astrid Salazar

 

Ego

 

 

Esta otra que soy

habita en una editorial.

Duerme arropada de libros

y souvenirs de la memoria.

La mirada de ella

es la otra mitad de mí.

Y es ese 50 %

quien escribe estas líneas.

Ella

destruyó instituciones

hizo de lado los tabúes.

No pidió permiso para su vuelo.

Ni mucho menos para su canto.

Ella

quien insiste en repetir el error

para, desde algún bar, llorarlo siempre.

Es Astrid.

No hay un solo tropiezo,

ni una sola metida de pata

que no me pertenezca.

Toda esta ruina que soy

es mi mejor edificación.

No hay otro arquitecto.

No existe otra persona

capaz de merecer estos pedacitos de mí.

Y si alguna vez, pronuncié algún nombre

fue porque yo quise nombrarlo,

rey, conde o plebeyo.

Fui yo

quien vendió las entradas VIP.

Fui yo

quien puso la alarma

para despertar el día, a la hora exacta

de la pena.

Acá no entró nadie sin su pase.

No hubo arroceros.

Creí en la dedicatoria del libro

en el poema debajo de mi almohada

en la canción hecha con mi nombre y apellido.

Creí en el para siempre

como en el hasta que nos dure.

Caminé a escondidas por ser la bruja malvada

pero, también fui princesa de todo el reino.

Estuve en las nubes

y me dejé caer en las brasas.

Estrellé mi cabeza contra el asfalto

y la sangre que aún corre entre las grietas

la veo pasar. Y como si no me doliera. Vivo,

cosiéndome la herida.

Porque no supe quedarme donde me querían

ni hija

ni esposa

ni amante

ni mucho menos, madre.

Me lo dejé, muy en claro, como lista de mercado pegada a la puerta de la nevera.

Y, aquí estoy, casa 83 de La Esperanza.

Barro las huellas, las guindo al sol.

Echo sal en cada uno de los rincones,

haciéndole caso a mis latidos

que son como el croar de una ranita en su estanque.

Y aunque todo me haya salido de la patada.

No llevo la culpa de seguir a otros.

No tuve manual

pero lo escribo a diario

e hice el mejor brebaje

para que el amor me exterminara.

Lo confieso. Muero en cada sorbo

pero voy sin deudas

como Astrid. La Cartonera.

Perdonándome.

 

©Astrid Salazar

 

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