Tada Chimako (Japón, 1930 - 2003) |
Tada Chimako
Poemas de
Fuego de artificio
(1936)
FUEGO DE ARTIFICIO
Se burla, en torno agudo, de la eternidad
arpegio rojo, dorado y estridente.
Helechos hambrientos de desilusión:
la floreciente histeria de una noche.
SUEÑO MATUTINO
La aurora levantó sus rosados dedos.
Los pajarillos comenzaron a cantar.
Pero las ramas aún seguían dormidas.
¿Cuántas notas musicales se habrán incrustado
en el nuevo éxtasis de los pájaros?
Con la verde serpiente trepando por su cuerpos,
las ramas, en secreto, soñaban con el viento.
YO
Estoy felizmente plantada
en la tierra, como un repollo.
Si me quitan con cuidado las palabras
que me envuelven enseguida
comprobarán que no existo.
Sin embargo, también tengo raíces…
EL CANTO DE KAIRÓS
Con la mirada fija, mordiéndome los labios,
atravieso
el universo inmutable.
Nadie me ve acercarme.
Con mis largos mechones al viento,
soy esa rapidez.
Más bien, una distancia que desvía.
Sólo después que paso, todos me notan
y desde atrás me llaman.
Nunca me doy la vuelta,
no detengo mi pie
por ningún ruego.
Piensan que en mi carrera
no hallaré obstáculos.
Pero me asombra mi propia piedad.
Acelero, me voy,
evocando sólo remordimientos
en medio del universo.
Sin embargo, la gente no sabe
que yo, eso que llaman la Buena Suerte,
soy un remordimiento en fuga.
NIEVE NOCTURNA
Si te acurrucas y cierras los ojos
como bestia que hiberna,
la nieve cae, amontonándose en los techos grandes y pequeños,
la nieve cae, amontonándose sobre tus cobijas,
la nieve cae, amontonándose sobre tus párpados.
Y cae la noche, amontonándose sobre la noche.
LA EDAD DE HIELO
Los glaciares se acercan. ¡El dolor de sus líneas
perpendiculares!
Purificamos las constelaciones, y por las noches
quemamos osamentas y esperamos.
Poemas de
La arena del gladiador
(1960)
DE UNA MUJER EN UNA TIERRA DISTANTE
1
En este país no enterramos a los muertos. Los encerramos como muñecas en cajas de cristal y los colocamos en nuestras casas.
Las personas, especialmente las más cultas, de familias antiguas, viven rodeadas de multitudes de muertos dignos. Nuestras salas de estar y los salones, incluso nuestros comedores y nuestras habitaciones, están llenos de nuestros antepasados en vitrinas. Cuando las habitaciones se llenan demasiado, usamos las cajas como muebles.
Donde yace mi bisabuela de veinticinco años, hermosa y enterrada bajo las flores, alineamos los tazones de la sopa nocturna.
2
No cantamos a coro. Cuando cuatro personas se reúnen, tejemos cuatro melodías diferentes. Esto es lo que llamamos una relación. Tales encuentros son siempre una especie de enredo. Cuando estos enredos se sueltan, nos dispersamos en cuatro direcciones, a veces con alivio, a veces avergonzados.
3
Escribí que nos dispersamos en cuatro direcciones, pero no quise decir que simplemente volvemos a casa, alejándonos unos de otros como rayos de luz irradiados desde una sola fuente.
Cuando ya no hay necesidad de vernos, nos dispersamos en cuatro direcciones diferentes, pero ninguno de nosotros quiebra nunca el horizonte con sus huellas.
Debido a que las personas tienen miedo de que sus pies abandonen la tierra, damos la vuelta un paso antes de llegar al horizonte. Así, después de treinta años, esas caras que deseábamos ver ya nunca más entrarán en nuestros campos de visión.
4
En este país, todos temen al mediodía. Durante el día, los muertos están demasiado muertos. Bañada por la fuerte visión del sol, nuestra piel se eriza y nos estremecemos.
Cuando las noches, vastas y sordas, vastas y ciegas, descienden con un tamaño lo bastante grande como para llenar las distancias entre nosotros, nos quitamos los corsés y respiramos con alivio. Cuando se acuestan a dormir en el fondo de la oscuridad, parecen casi tan contentos como los muertos que nos rodean.
5
La vista de hojas tiernas nos asusta. ¿Quién puede decir que esos pequeños brotes que levantan sus rostros sobre las ramas no son nuestros propios pezones? ¿Quién puede decir que las suaves y dobles hojas de hierba que se extienden desde la tierra húmeda no son los labios ligeramente abiertos de un niño?
6
En primavera, cuando el verde comienza a invadir nuestro mundo, no hay lugar para refugiarnos afuera, por lo que nos escondemos en los rincones más profundos y oscuros de nuestras casas. A veces estiramos el cuello desde nuestro escondite, entre nuestros hermanos muertos, y contemplamos el hemisferio verde que se hincha en un instante ante nuestros ojos. A la mayoría, nos atormentan unas décimas de fiebre, vivimos con termómetros bajo nuestros brazos.
¿Sabes lo que significa ser mujer, especialmente ser mujer en este país, durante esta primavera?
Cuando tenía quince años, convertirme en mujer me daba miedo. Cuando tenía dieciocho años, ser mujer me parecía algo repugnante. Ahora, ¿cuántos años tengo? Me he convertido demasiado en una mujer. Ya no puedo volver a ser humana; esa época se ha ido para siempre. Mi cabeza es pequeña, mi cuello largo y mi cabello terriblemente pesado.
7
Podemos sonreír muy bien. Nuestras sonrisas son tan afables que parecen reales. Sin embargo, si por casualidad no logramos sonreír, caemos en un estado terrible. Nuestras mandíbulas se aflojan y nuestros rostros se desintegran en muchos pedazos.
Cuando esto sucede, nos cubrimos la cara con nuestros pañuelos y nos retiramos. Encerrados a solas en una habitación, esperamos en silencio hasta que vuelva nuestra mueca natural.
8
Durante nuestras comidas, a veces un insecto negro y brillante se lanza en diagonal sobre la mesa. La gente sabe perfectamente de dónde viene este insecto gigante. Cuando se desliza entre la ensalada y la barra de pan, la gente se queda en silencio por un momento, luego continúa como si nada.
Ese insecto tan conocido no tiene nombre. Es porque nadie se ha atrevido a hablar de eso.
9
Tres veces al día, todos los grandes edificios hacen sonar las sirenas. Las escuelas primarias, los teatros e inclusos las estaciones de policía sueltan un largo gemido, como el de una bestia encadenada todo el día que sufre de un terrible tedio.
No importa en qué parte de este país uno se encuentre, no se puede escapar de este sonido; ni siquiera si estás enamorada, ni siquiera si se está asomado a las profundidades de un telescopio.
Si, hay muchos telescopios en este país. Siempre hay un espléndido telescopio en los principales cruces de la ciudad. A la gente de aquí le gusta ver cosas fuera de su propio país. Todos los días, muchas personas, mientras miran a través de la lente de uno de estos telescopios, mueren atropelladas por los autos.
10
Cuando el tenue aroma de la marea flota sobre el viento en la ciudad, la gente recuerda que este país también tiene mar. Sin embargo, ese mar no está ahí para que podamos navegar, sino para encerrarnos. Las olas no están allí para llevarnos; ellas siguen con su movimiento eterno, así que nos resignamos.
Como olas que se encrespan, suspiramos profundamente. Bostezamos, arqueándonos hacia atrás y bajamos, abatidas, nuestras cabezas. Nos derrumbamos en el suelo, extendiendo nuestras faldas sobre las dunas…
11
Ignorantes de todo esto, los barcos comerciales cargados de productos desconocidos atracan en el puerto. La gente habla en idiomas desconocidos; rostros desconocidos aparecen y desaparecen. Ah, ¡cuántas veces he cerrado los ojos y me he tapado los oídos para evitar el sonido de las sirenas mientras despedía a mi corazón desde el puerto a bordo de uno de esos barcos!
LEYENDA DE LA NIEVE
Y entonces, por fin, comenzó a caer la nieve,
después del viento, la lluvia y la arena.
Parando todos los relojes del pueblo,
la nieve se acumuló lentamente
sobre las torres maliciosas,
sobre las murallas de la desconfianza,
sobre las marcas de ruedas en el barro negro.
Envuelto en un capullo de nieve,
el pueblo se convirtió en leyenda.
Una tumba de blanca piedra pómez llena de agujeros
perforados por espíritus como noctilucas…
(No importa cuán enfermo y consumido esté,
lo viejo se vuelve hermoso con la muerte).
¿Dónde quedó la reconciliación?
El pueblo humano olvidó su peso
y envío una precaria floración
sobre un único tallo tembloroso
desplegada sin pausa, pétalos blanco tras pétalos blanco,
(como una herida profunda y suave
vuelta escenario para lo sagrado).
¿Dónde quedó la plegaria?
Después del viento, la lluvia y la arena,
por fin la nieve empezó a caer
cubriendo noches blancas con días blancos,
interminable.
Poemas de
Universo de la rosa
(1964)
Lyserg Säure Diaetyl Amid
Es un mundo lleno de cada uno de estos puntos y líneas microscópicas que
no pueden ver sus ojos, por eso aquí, precisamente, el volumen y la
densidad están en razón inversa.
Nicolás de Cusa
PRÓLOGO
Una rosa:
en ella están todos los registros y matices del escarlata.
Los pétalos de color degradado son "cadenas del ser",
conectan el cielo con la tierra, el futuro al pasado.
Bajo por esta escala musical en glissando
y atisbo entre los pliegues de incipientes pétalos
al primigenio ser de ojos múltiples, fuente de movimiento,
una araña inmortal que teje su tela infinita…
UNIVERSO DE LA ROSA
Una rosa: universo rotando alrededor del siempre abierto centro
de la flor.
Sus pétalos se liberan de la densa oscuridad escarlata,
siete capas, ocho capas … no paran de extenderse hacia el aire
celestial y enrarecido.
Y de repente, nace un remolino
del fondo de la rosa.
- Las palabras que envuelven a la flor como un cáliz
no aguantan la tensión y de pronto se quiebran,
echando la cabeza hacia atrás y llorando.
(¡Los ojos múltiples de los pétalos, inyectados en sangre!)
Las entrañas de la rosa son sierpes enroscadas.
Un resplandor de floridas escamas,
el aroma del polen que arde lentamente
(propagando las manchas solares)
Millones de muertos enterrados en este corazón floral
se extienden como un abanico, superpuestos en orden,
recobran lentamente su color y se alzan uno a uno.
¡Entonces un enjambre de insectos coralinos
brotan de ocultos pliegues entre oscilantes olas
y trepan por el atolón color carne!
Dentro de este universo de la rosa, que se extiende incesante,
¿qué existencia podría ser una balanza?
(Colocad un espejo de bronce pulido
ante vuestra alma cubierta de polen).
Esta flor que en mí nace me da a luz.
Cuando sigo su escalera en espiral, pisando la escala musical del
color,
incontables mariposas salen volando de la maleza de mi pelo
y su excesiva fragancia me ciega.
Mientras tanto, la araña,
una gigantesca araña, abre sus patas radiales sobre mí.
¡Oh remolino! Un embudo que recoge todos los barcos
y los absorbe en su abismos morado.
Mientras el agua gira lentamente
¡se abre una red de golpe para capturar
todo su banco de peces voladores!
Entonces, en total oscuridad,
la rosa que se ha sacudido las palabras marchitas
se levanta sobre Libra, inclinada hacia el alba,
y ruge mientras hace temblar todos sus pétalos.
Epílogo
El universo es un suceso efímero.
Todos los sueños son breves
y el de Dios también.
En este momento, el infinito se oculta como el néctar de la rosa.
En la restaurada vida cotidiana también
cada fragmento parece abigarrado.
El sueño aguanta muchas explosiones.
Mis huesos estarán decorados con rosas.
Poemas de
El pueblo de los espejos o
El Bosque de Ojos
(1968)
ESPEJO
El espejo es siempre un poco más alto que yo,
se ríe un momento después de que me río.
Me sonrojo como un cangrejo
y recorto lo sobrante con unas tijeras.
*
Cuando acerco mis labios, el espejo se empaña
y yo me desvanezco detrás de mis suspiros
como un aristócrata detrás de su escudo
o algún gánster detrás de sus tatuajes.
*
Este espejo es un cementerio de sonrisas.
Viajero, cuando vayas a Lacedemonia,
cuéntales que hay allí una tumba
pintada de blanco, con grueso maquillaje,
dentro de la que sopla el viento solitario.
CAJÓN DE ARENA
Aquí, el niño es Dios. Construye montañas, excava ríos y
ahueca lagos. Con sus manos, amasa pequeñas bolas o
frágiles saturnos de tierra.
Al absorber un poco de agua, la arena crujiente se vuelve cada
vez más dúctil, como el barro en manos de Jehová.
Pequeños homo faber llenan su universo rectangular con sus
propias creaciones. Y nunca se parecen tanto a Dios como
en ese momento en que, sin rastro de arrepentimiento,
destruyen las figuras que han creado.
COLUMPIO
La ontogenia imita a la filogenia. Los niños que oscilan en los columpios reproducen a nuestros peludos ancestros tal y como eran, colgando de las lianas.
Para el niño que no puede manejar el columpio, aunque saque torpemente su derriére, doble las rodillas y sacuda sus brazos hacia atrás y hacia adelante, este juguete, hecho de tablas y cadenas, representa el mundo que no hará lo que él dice. Sin embargo, cuando el columpio finalmente comienza a moverse como el niño quiere, su rostro brilla con todo el orgullo y la alegría de un conquistador.
El verdadero deseo de los columpios no es sólo moverse pendularmente en forma de abanico, sino formar un círculo completo. Pero a pesar de que ese humilde estribo manchado por suelas de zapatos sueñe con trazar un círculo perfecto en el vacío, se balancea de adelante hacia atrás entre los límites de esa trayectoria de abanico.
Hay otro deseo aún más secreto que el columpio no puede justificar, pero que se mantiene constante: volar a lo largo de la tangente que atraviesa las profundidades de la bóveda celeste, guiado por la fuerza centrífuga.
Todavía sedientos de vuelo, los pies empujan hacia adelante, se extienden más y más, pero las manos sujetan firmemente las gruesas cadenas que conectan la periferia del mundo con su centro.
Poemas de
Falsa crónica de otros tiempos
(1971)
SOMBRA
Un oscuro elefante
que vivía en un bosque oscuro
fue a beber a un estanque
mientras Buda miraba.
Un oscuro elefante
de un bosque oscuro
llegó al estanque
y se bebió
la temblorosa imagen
de la luna.
Un oscuro ciervo
de un bosque oscuro
también vino a beber al estanque.
Él también se bebió
la imagen de la luna.
Buda se inclinó
y recogió la luna en la palma de su mano.
Yo también bebería
si eso iluminara un poco
mi corazón.
……………….
Más de dos mil años
después de muerto Buda
sus restos han sido dividido sin límite.
Tres pisos, cinco pisos, siete pisos…
Las pagodas elevan hacia el cielo
un sinfín imaginario de tejas…
Como una persona brillante
que vive ahora en una ciudad de luz,
¿a qué estanque irías
si te han robado la noche?
Cuando saques el agua,
¿qué visión de la luna hallarás
en la palma de tu mano?
Yo también bebería
si eso ensombreciera un poco
mi corazón.
MAÑANA O MAR
El mar se parece a la mañana,
una mañana totalmente extendida y arqueada.
Los pájaros, dispersos como isletas,
salpican con un ritmo de staccato.
Alientos que estremecen la corteza terrestre,
noticias exageradas sobre la expedición
de sueños ahuasados que van en la corriente.
Las blancas semillas emplumadas
se dispersan, inquietas.
Ay, ¡con qué facilidad se disuelven
en la luz!
Todo se deshoja.
Los recuerdos están desnudos y ciegos:
huellas inimaginables.
Este día no tiene con qué emparejarse,
es tan vigoroso que no sé qué hacer.
La mañana se parece al mar.
Poemas de
Rociada
(1975)
El agua tibia
se queda en la tetera
Abandonada,
e incuba lentamente
un rencor de agua fría.
*
Con la cuchara
curvada en forma
de espejo cóncavo,
recojo para luego
tragármelo, mi ojo.
*
Agua de otoño
fluye sobre mis cejas;
en los bajíos
de mi sueño del alba,
un cangrejo escarlata.
*
Ese narciso
se arrima a otro narciso
como si fueran
los únicos muchachos
en todo el universo.
*
Pequeñas gotas
de agua envuelven el chorro
de la cascada
un destello de luz
al final de la noche.
Poemas de
Fogata Ceremonial
(1986)
LA MUJER DEL HILO
De pie en la pequeña entrada de un laberinto o del mundo,
una mujer baja la mirada y mira su palma:
una encrucijada que atardece en sus manos…
Mientras su mirada vagabundea por las puntas de los dedos,
la mujer, por fin, encuentra
¡sus huellas digitales! Son como el laberinto.
Saca un alfiler del pliegue de las sombras
y va devanando su huella digital.
La mujer se convierte en un carrete vivo.
- Llévese este hilo, señor extranjero;
le servirá de indicador seguro
cuando deje de ser usted mismo.
- Siga por la curva del cuerno del toro;
encorve su orgullosa mirada, hacia adentro,
con los pasos del baile enmascarado.
- Ese camino estará conforme con la voluntad divina;
en la isla los toros tienen el color del Dios
y el tiempo se arquea hacia donde se curva su grueso cuerno.
El hilo ensangrentado se fue desenrollando.
Tras perder todas su huellas digitales,
la mujer se convierte en pura coartada.
El horizonte se alza
y queda atrapado en el centro de una caracola.
Se vuelve a levantar, salpicando, en la oscuridad…
El estruendo del mar en espiral
llega al otro laberinto de la mujer, que ha comenzado a
transparentarse:
al fondo de su oído interno color de madreperla.
En el fondo más oscuro del tiempo, el hombre mira:
han convertido el barco volcado en un altar.
(Lo que allí sacrificaron seguro no fue al minotauro).
- Reconoce este barco, ¿verdad?
Es el que lo trajo a esta isla
o el ataúd de mi alma.
El dolor ha cesado, ya dejó de sangrar.
La mujer mira, ante el gran arrebol matutino,
cómo el mundo levanta su pesada máscara
luego que ha terminado la hora del baile.
YAMANBA
Con tábanos que hablan el lenguaje humano,
vive en estas montañas,
recolectando piedras inocentes
y construyendo inútiles estupas.
(Eso es jugar al karma con la arena).
Sus ojos tiene el color de ámbar.
Arranca cada noche ciempiés de la pared
y los encierra en botellas de aceite.
(Dentro de diez años, una vez disueltos,
dejarán un aceite clarísimo
del mismo color que mis ojos).
A veces saca un símil de la sombra
y se disfraza como verdolaga.
Lleva cinco décadas en esta montaña,
consultando con los tábanos.
(¿Me quitaré ya la capa?)
Mariposas del color de la hojarasca
regresan al suelo color de hojarasca.
La mujer, del color de un cadáver,
amasa la tierra, del color de un cadáver,
para hacer una muñeca andrógina.
(En cien años nos habremos desmoronado,
vueltas arena, ligeras y limpias
la muñeca y yo).
Entonces alguien recogerá esa arena
para construir otro juego de karma.
Una mañana, cuando el cielo se aleje de la tierra,
esta cigarra se desprenderá de su cáscara y volverá al viento.
En cualquier caso, presento una flor como ofrenda.
El lirio negro florece
liberando su débil y fétido aroma.
Capa mágica: si te la pones, te convertirás en una anciana, y si
te la quitas, rejuvenecerás.
Poemas de
A la orilla del río
(1998)
DE DIENTES DE DRAGÓN SEMBRADOS EN LA TIERRA
Como plantas de cebada que echan brotes,
estos hombres, completamente armados,
crecen de dientes de dragón sembrados en la tierra.
Compiten mientras se alzan
poco a poco del suelo.
Las puntas de sus lanzas resplandecen
a la sombra de verdes espigas de cebada,
y sus ojos siempre vigilantes brillan
debajo de sus yelmos.
Aparece un pecho con una armadura,
luego un escudo grueso.
La enemistad y el miedo forjados en bronce
también cobran vida con estos hombres.
Sus piernas, gruesas y recubiertas por la armadura,
están casi listas para liberarse del suelo.
Pero ¿quedará tiempo para
que estos hombres peleen y se maten?
Sobre las cabezas de estos hombres nacidos de la tierra
el cielo ha terminado de afilar su gran hoz
y blande ya una luna creciente.
A LA ORILLA DEL RÍO
Desde algún lugar miro
cómo personas que no pesan son trasladadas
de esta orilla a la otra:
cruzan sólo una vez.
El agua es clara, de una fina textura viscosa.
El remo del barquero no salpica.
Aunque los pasajeros quizás son almas,
cualquier indicio de alma parece haberlos abandonado.
Como atrapados en un profundo sueño,
sus bocas cuelgan, ligeramente abiertas
no necesitan agua del río del olvido
a lo mejor perdieron todos sus recuerdos.
Esas ancianas se parecen a mi madre
así que a lo mejor yo también me parezco a ellas,
de pie, con la boca ligeramente abierta…
Parecido cercano, como entre dos sueños.
Me pregunto de qué lado del río los contemplo…
Mientras, una libélula se posa en el timón
y mide el peso de esta inmensa tarde con sus delgadas alas.
HACIA LA ÚLTIMA PARADA
Cada vez que despierto, el paisaje ha cambiado.
¿En qué dirección fluye el tiempo?
Hacia delante y hacia atrás, brillan los rieles de mercurio.
- ¿Dónde vas a bajar?
- En la última parada.
Los hierbajos crecen gruesos y salvajes, me quedo dormida
enroscada entre los suaves rayos del sol,
con la cola del sueño en la boca.
(Quizás después de todo, la cabeza no es el comienzo
ni la cola el final).
Parece como si aún no hubiera nacido
y el mundo es traslúcido más allá de la cáscara del huevo.
Muy lejos, suena un despertador.
De quién es esa mañana,
los huevos se rompen todos a la vez,
competencias entre equipos alegres, niños rojos y blancos.
Cuando se dispara la pistola de arranque
un coche fúnebre espera en la puerta del colegio.
Me llevan dormida…
Cada vez que despierto, el paisaje ha cambiado.
El aire está repleto de mariposas
que vistas al revés se vuelven hojas muertas,
y al dispersarse dejan un vacío,
un rugiente túnel de vacío.
- ¿Dónde es la última parada?
- ¿Tú tampoco lo sabes?
LABERINTO
Viajo por calles de la ciudad donde está prohibido girar a la derecha
y giro sin cesar hacia la izquierda
en dirección al centro del laberinto,
guiada por semáforos parpadeantes
girando una y otra vez hacia la izquierda
(porque esa es la dirección de la muerte).
¿Dónde estaba? ¿En un hospital enorme?
¿Dislocando las articulaciones del lenguaje
mientras giraba una y otra vez a la izquierda
aferrada a vendajes desplegados
en grandes márgenes blancos
o a carreteles de hilo
que alguien me entregó?
¿Dónde estaba? ¿En un santuario sagrado
donde un solo cuerpo reclinado
en medio de malentendidos perifrásticos
sobre un altar esterilizado
esperando el bisturí
cubierta sólo por varios parches
lo bastante grandes para un ojo?
¿Matarla o revivirla?...
(¿Aquellas voces hablaban de mí?).
¿Se permite que aquellos
que empuñaron el cuchillo una vez
regresen, vuelvan en el tiempo?
Entonces ¿giran a la derecha una y otra vez?
Vamos dando vueltas y más vueltas.
(Pero es demasiado tarde para el mundo:
el sistema circulatorio ya está
contaminado con la enfermedad).
DESDE LAS VENTANAS DE UN VIAJE
(EN MÉXICO)
El Caracol
El observatorio conocido como El Caracol
apunta su ojo de piedra medio derruido hacia los cielos.
Hace tiempo, quienes escalaban esta construcción majestuosa
para leer la sagrada escritura de las estrellas
tenían frentes anchas y planas,
gruesas narices aguileñas y la piel bronceada.
El Caracol les enseñó
que el Tiempo es una espiral.
- El tiempo es la danza de las nebulosas giratorias,
un remolino parado sobre el rizo de los dioses.
El maíz está sembrado en la tierra,
las estrellas están sembradas en el cielo.
-Debemos cosechar cuando llegue el momento.
Y así empezaron a contar
titilantes estrellas que se multiplicaban cada vez
que pensaban que habían terminado.
Pero lo que contaban con mayor cuidado
eran los días transcurridos desde el comienzo del mundo.
Aunque casi infinita
su tarea fue contar el tiempo
no en años o en siglos sino en días
(Un error y el mundo podría colapsar
junto con los días apilados precipitadamente
sobre una espiral en forma de caracol).
Contaron y rezaron con fervor
y desde las profundidades del ojo inyectado en sangre de
El Caracol
vieron hasta los confines de la tierra
con cintas de carga sobre sus anchas frentes
y los cuerpos brillantes de sudor
cargaron el peso del tiempo inmemorial
y sus dioses de piel bronceada.
TABACO
Enrolla unas hojas anchas y secas,
las reparte entre los miembros de la familia.
Los hombres, las mujeres y también los niños
rodean el horno,
agachados,
empinan el trasero
y fuman su cigarrillo.
Hasta que la luz vertical del sol
yace horizontal
y se olvidan del tiempo
y disfrutan la dulce placidez familiar.
Sobre el agujero del ventilador
en el techo,
vela por ellos el dios del "espejo humeante".
SAL
Hay mercado de sal
bajo los mangales de ramas extendidas.
La sal cruje en el puño de un hombre ancho de hombros.
Saca abundante sal de su costal de lino
con una calabaza
y la cambia por un cuchillo de obsidiana
(para abrir la garganta en el sacrificio),
la cambia por un cinturón con rayas moradas
(para estrecharle la cintura a su esposa);
la cambia por trece lustrosos cauris
(para que nazcan trece hijos, que es número dichoso)
Después que todos se han ido,
arranca del árbol un mango todavía verde
y lo muerde con cara de acidez.
Entonces
aguza con fuerza los cristales grises
que han quedado en el fondo del crepúsculo.
AGUARDIENTE
Respetando el mundo vigesimal,
llamas a los dioses de los veinte días:
caimán, que representa el día de la tierra;
vivacidad, que representa el día del viento;
noche de espíritu maligno, el día de las casas;
el día de maíz;
que los días se sienten en círculo.
Ofrendas una vela a cada día
y al terminar de encender las veinte velas
te sientas en el centro del círculo
a beber aguardiente de maguey.
El líquido transparente que penetra en la lengua,
el dios que se desliza por la garganta como serpiente de agua
y te quema el estómago como un dragón de fuego.
Baja deslizándose y se te sube luego a la cabeza
para acalorarte aún más la cara bronceada.
Sacude las veinte velas
y hace girar todo alrededor de tus ojos.
Tu mismo eres el eje
de los veinte días, del fuego, de los árboles y del universo
hasta que finalmente te desplomas.
Que grande es este dios que así hostiga al universo
para derrumbarlo por completo.
Que te alaben
con el dragón del aguardiente.
SERPIENTE
Un ocozoal levanta su cabeza
de la pared del templo.
Abre de par en par la boca
y brota un rostro humano rodeado de colmillos.
¿Se lo habrá comido?
No, justo está por nacer
de la garganta de esa serpiente de veneno mortal
alguien aquí enterrado.
Otra vez, tiene la misma cara
y el mismo destino;
mantiene cerrados los ojos de piedra
bajo el ardiente sol de la memoria.
DEDO
-Cuando sembré el maíz,
planté también un dedo,
me reveló, en secreto, una niña
con hilos de colores en el pelo.
- Va a brotar un bebé;
un bebé humano
o si va bien, un pequeño jaguar
con ojos de jade,
para cuando la panza del mes
se hinche y se deshinche tres veces.
Teje sin descanso una cesta
para poner la cosecha en la tierra,
mueve con destreza su mano sin meñique
y alterna entretejiendo el día y la noche
en las rollizas hojas de palma.
DOS PERSONAS
Un viejo y un niño están sentados
a la puerta de una casa con techo de hojas de palma.
Son como un par de estatuas de distinto tamaño.
Tienen la frente plana, la gruesa nariz alta;
seguro pertenecen a la misma tribu.
El niño de sesenta años después
y el viejo de sesenta años antes.
Sentados en la puerta
los dos observando.
Los conquistadores que impusieron el fusil y la cruz,
la diosa de maíz a quien colgaron al casco de su caballo,
la cascabel que sale a rastra del templo destruido,
y ahora, buses que pasan llenos de turistas, dólares y cámaras,
el "año I caña" que vuelve justo a tiempo
a pesar de todo esto.
*
En un pueblo cercan,
he visto a estos dos tallados sobre una piedra del tamaño de un
mango
y colocados en una tienda de souvenirs.
El "dios viejo" del fuego
y el joven "dios de la lluvia",
que para soportar las miradas curiosas,
no tuvieron más remedio que convertirse en piedra.
El viejo y el niño, callados y encogidos, se sentaban en un
estante de la tienda
y el miraban el "tiempo",
que pasaba fluyendo
como agua oscura, como arena,
y a veces, como sangre viscosa.
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