Gabriela Franco (Argentina, 1970)
Gabriela Franco
***
IV
—Tomar la negativa,
contradecir. Anteponer no
es el camino más largo, el rodeo.
Asegurarse de no ir
por la recta vía. Forzar
el pensamiento, la dicción. Ser
dicha y movimiento, corriente
común, inesperada
***
VI
—¿Llamar a las cosas
por su nombre? ¿Como si
la distancia fuera río y no
hay que decir lo que se puede, tener
lo que se tiene, las palabras
erradas? ¿La verdad?
¿La verdad a medias, a
medida? Desbocarse por
mesura
***
IX
—Separar para después juntar. Así
dice el poeta y la poeta
hace. Elude lo que sigue, lo que cae
de maduro. Canta, no calla, se desplaza,
descarta, se anega si hace falta.
Pero no canta
lo cantado. Separa el trigo
del trigo. No se deja caer
en la tentación, sino que tiende
la ropa al sol: desdobla y une
la prenda, ata
a tientas, sostiene
el fluir
***
XIV
—Tampoco se trata de quedarse
muda. Es un albur
que la exigencia, el denuedo, lleve
al silencio. Un tiro
por la culata, la expresión
herida, sin consuelo, pero
gráfica. No se trata de no
tomar riesgos. Más bien asomarse
al bosque, permanecer
en el claro, apuntar palabras
al blanco
***
XXXVIII
—Hablar en vano, devanar
el seseo, una rebanada de cordura,
un cordel que engorda la
ilusión. ¿Es mucho
pedir? ¿Extraer
del agua la niebla,
de la palabra la noche?
Salir al fresco, dar
conversación, una pitada,
entreverarse y soltar al aire
un arabesco, esa joya
del humo
***
XX
—Es un hecho: el acontecimiento
(aunque podría, quizá, pasar
por nimio, o no alcanzar a
ser visto u oído), para quien
esté disponible, será
un temblor, algo similar a
la más tangible experiencia.
Como un golpe, o hito: imborrable.
Descubrir o ir al encuentro
de la palabra
justa
***
XLVII
—No hay una cosa por otra, sino
la cosa en sí. La ceniza ahora
no es una diferencia, es
el acontecimiento. La piedra
en su mínima expresión. La
repetición, pulida
hasta el cansancio. Los restos
que dicen hubo
calor
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