Por: Gilberto Aranguren Peraza
Una brusca
sensación de olvidos
en el breve
tiempo de la vida
se convierte en
almohadas
que traspasan
los limites
de un dolor que
un día fue aire y fuego.
El pasado
vestido de música
mira
estupefacto el recinto de la muerte
con la voz
desviada hacia el agua que cae
inconscientemente
en la piel que
un día
fue tenso y
abierto.
El amor
montado en
hombros
otorgó al que
cuida la responsabilidad originaria
de la bondad
que una vez juró en
la puerta
agarrado a la
eternidad
con la mano en
el silencio
dejando que el
sepulcro reciba
con alegría de patios
a una paloma
posada en la ventana.
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