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martes, 21 de julio de 2015

Escasez





Autor: Gilberto Aranguren Peraza

“Lo que no hay
primero brilla como una estrella altiva
después se va apagando
en el espacio vacío consolador y puro
de lo que hay.

Cintio Vitier
Escasez

La escasez voltea la esquina
para instalarse en el mirador.
Brilla a oscura con una suave sonrisa
enrojecida por el tiempo
cuando se camina tras del otro.
La fila es una torre de rocas apiladas
convertidas en mansos acordeones.

El hombre con su arma
domina en su silencio
el viaje a lo inesperado
porque la boca de la noche
es el vacío del espectáculo de la nada.

Todos sospechan el final
lúcido de nostalgias
y vagas conversaciones.
El ejercicio es un fluido de máscaras
donde la ciudad esconde
a los niños dormidos en la memoria.
Por ello la entrega es un ocaso litúrgico
de equivocaciones y sorpresas
donde se desnuda un suspiro ancestral
socavando el tiempo perdido

y la tristeza

compañera larga de la cola
se escurre a través del mimbre
como lámpara encogida
aguardando la alegría de los rostros
cuando lo deseado
se adhiere a las manos
en medio de la lluvia.

jueves, 16 de julio de 2015

Las voces de la tarde




Autor: Gilberto Aranguren Peraza


Desamparadas y con aires fantasmales   
las voces de la tarde
afligen las cenizas de la eternidad.
Acarician la lluvia como amantes
y olvidan la maldad
del secreto de las ánimas breves
adoradoras del fuego del pasado.
Los murmullos llevan sin piedad
sus pieles verdes
entregadas a los bosques con nidos alegres
olorosos a pómulos de leche materna
mientras la calma matriz de las ausencias
asegura las piedras para el día último
antes de la reconciliación.
¡Van sin rumbo!
parecen torpes
caminos rasgados
de vestiduras y sombras.

domingo, 12 de julio de 2015

Mateo, 21 33 – 45

Arnulfo Romero (1917 - 1980)


Autor: Gilberto Aranguren Peraza

“Jesús agregó: ¿No han leído cierta Escritura?
Dice así: La piedra que los constructores desecharon
llegó a ser la piedra principal del edificio; esa fue la
obra del Señor y nos dejó maravillados”.

Mateo, 21, 42




Con el mismo horror de los cuentos
el lobo entre árboles y senderos de habitaciones
huele la sangre de muchos siglos.
Como un tonto se refugia  
entre cruces de verdes
cantos eucarísticos.
En silencio y atolondrado
por un idioma irreconocible
mata al hijo del dueño
pero este se levanta como polvo de palma
en mitad de la tragedia
y aquel
junto a su manada
se acuesta tranquilo
pensando cómo su tertulia de balas
de tan sólo 114 dólares
agoniza en el pecho
del buen pastor.
   
Desesperado por el odio
suda lo grande de la envidia
su tristeza enorme
es una sabana
de piedras abrumadas
convertidas en cenizas
ellas siguen siendo gobernadas
por la incertidumbre de la conciencia.