El enfermo de Félix Vallotton (Suiza, 1865-1925)
Convalecencia
Autor: Gilberto Aranguren Peraza
Lo pensé. Así se los dije cuando nos reunimos
aquella tarde.
Ya estábamos hastiados. Lidiamos todos
con la enfermedad,
pero no podíamos los cinco. Nos agotamos tanto
de la enferma como de nosotros mismos. La ayuda
era fundamental. No la aceptamos
porque dioses
nos creímos
frente a esta adversidad
creyeron
en sus posibilidades. Yo nunca creí
en las mías. La convalecencia
se llevó la vida de cada uno de nosotros.
Muchas cosas se pierden
cuando atendemos el dolor.
Nadie escapa de este ciclo: El sacrificio
por el herido y la alimentación del enfermo.
¿Recuerdan cuándo su cabello lavábamos
en la inmovilidad de su cuerpo? Sin darnos cuenta
la muerte nos susurraba al oído.
Entre nosotros hubo temor. Miedo a tocarla, por ejemplo.
Solo hubo una persona quien la lavaba y limpiaba,
otro le daba de comer
y otro la miraba.
Nunca faltó aquel, quien en ausencia de su valentía,
alimentaba el coraje con un pollo asado.
No hubo recompensa ¿Para qué? Al final nos miramos
todos juntos en el mismo espejo
y descubrimos cómo esos años montados
en su cama sirvieron para apagar
y cancelar
cada tramo de nuestras existencias. Mientras
su postración se convirtió, poco a poco, en una cajita
donde cada vez asomados nuestros rostros
aparecían los demonios delatándonos.
Ojalá tengamos, cuando así lo disponga el destino,
a alguien cuidándonos
en nuestras convalecencias.
copyrigth©gilbertoarangurenperaza
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