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viernes, 31 de marzo de 2023

Desde la insignificancia

 

 

Modelos inspirados por la lluvia de Anna Lois White (Nueva Zelandia, 1903 - 1984)

 Gilberto Aranguren Peraza

 

Desde la insignificancia

 

Sigo en el mismo lugar de costumbre sin embargo

abro el libro. El de siempre por supuesto.

Desde aquí

observo cómo la lluvia seducida por la ventana rota

deja caer gota a gota una especie de luces brillantes

 

encima del sombrero de uno de los cuidadores.

Al fijarme

detenidamente en este acontecimiento descubro

en el vidrio roto un minúsculo trocito de vidrio

sobresaliendo

de la abertura, siendo desde ahí donde me llega

la brevedad

de la luz: desde la insignificancia.

 

Siempre acostumbrado a ver el mundo

desde lo grande y simplemente es descubrir

a los pobres abrochándose las chaquetas mientras

los perros,

vaya perros, con retazos de impermeables

se acuestan

al lado del primer árbol encontrado a su paso.

Todo está estacionado en la Plaza.

 

La señora de al frente de mi ventana hace

una mueca

soberbia, mientras mira con desgano a la lluvia.

Pareciera deshacerse en el piso con el agua

porque se asoma con asombro.

 

Sin embargo las horas se asoman tan igual

como la señora: dejando a las seis una sombra

excesivamente molesta. La tarde cubierta de neblina

despide al día lleno de incertidumbres

dejando

a la lluvia cumplir su ciclo nuevamente

 

dentro de mí.

 

copyrigth©gilbertoarangurenperaza

 

 

sábado, 18 de marzo de 2023

Ellas

 

Tres muchachas de Amrita Sher-Gil (Hungría, 1913 - 1941)

Gilberto Aranguren Peraza 

 

Ellas

 

 

Cuando niño conocí, por cosas del destino,

el inmaculado caminar de unos senos desprendidos

por las acequias. Recuerdo sentado en el porche

cómo se refrescaban con el agua ante el calor

de la tarde. 

Nada sabía del sexo de los virus ni de las bacterias.

Sólo era ojos y asombros en una ventana.

Unas damas muy distinguidas, tres de ellas detenidas

en una esquina del callejón, preocupadísimas

por la condición de los microorganismos, creían

en el sexo microbiano y con el miedo en sus axilas

se preguntaban:

¿Dónde está su sexo?

 

La sospecha invadió todo el recinto, cuando

enramadas

despertaban y se acercaban con cautela al sexo

de las células. Las

pobres estaban confundidas con sus cabezas rapadas

y llenas

de flores rojas. Fue cuando definitivamente prefirieron 

las migajas de la brisa y se escondieron entre

las sabanas

porque vieron a la luna detenerse en la puerta y

las descubrió 

desnudas, y sorprendida se despidió con la mano

en la boca.

 

Ellas quedaron sentaditas en la cama y

ahí echaron raíces

y se obligaron a vivir en la incertidumbre

y aguantaron por muchas

noches el placer infinito

 

alojados en sus cuerpos.

 

copyrigth©gilbertoarangurenperaza

miércoles, 8 de marzo de 2023

Conjuro

 

Conjuro de Eugenio Hermoso (España, 1883 - 1963)

 

Gilberto Aranguren Peraza 

 

Conjuro

 

Anoche vi cómo una vela reflejada en la ventana

de vidrio, abría al encenderse. Fue cuando el grito

saltó

en la sala y nuestros corazones se inflamaron

como la vela.

Todos observábamos asombrados al virus, al lápiz

y a la tinta pintando las paredes de piedra.

 

Me tomaste de la mano mientras las horas despedían

lo dejado por el aguacero cuando las gotas

en el techo

se estrellaban como metras en un juego de raya.

Un niño apareció de repente y nos denunció

por dejarlo abandonado en la habitación

cargando

pieles mientras encerrado dormía con placer.

Sólo despertó ante el anuncio de la lluvia y se sentó

en el callejón construido en la sala

con nuestros cuerpos.

 

El corredor de la casa servía muchas veces

para guardar

ideas avergonzadas: las metíamos en los ladrillos

nunca

frisados y luego nos olvidábamos de ellos con

la llegada

de las hormigas y de las cucarachas. Aun así todo

estaba cubierto

de poesía, porque cuando golpeábamos las paredes

los versos

comenzaban a cruzarse y el café en la cocina

impregnaba

con su aroma las tardes. Después venía el colarlo

muchas veces

hasta perder su color.  

 

Cuando dejaba de llover nos recogíamos a ver

cómo llegaba la calma y la vida se convertía

en un camino

de agua y viento. Mi madre sabía deshacerse

de la muerte

porque conjuraba con lentas pisadas y con

su cansancio

toda lucecita aparecida

y escondida entre la hierba. 

 

copyrigth©gilbertoarangurenperaza