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lunes, 22 de diciembre de 2014

La sombra




Autor: Gilberto Aranguren Peraza

Recorrió la estancia como si estuviera en un patio de aceras. Era la oscuridad del día y su luz provenía del reflejo ocasionado en el cielo, su condición no era totalmente negra. No era más oscura que aquella que vieron de la luna. Sólo el brillo de una luz reflejada en el piso llenaba los huecos que dejaban los pasos y, tranquilamente, se detuvo en el umbral hasta que el día avisaba de la despedida. Una paloma, que triste andaba, se paró precisamente en lo que podría ser el ojo, movió el color hasta espantarla. Fue cuando por fin la noche entró en el claustro como lo hacen las brisas que llegan y suavizan las espaldas, y en silencio despertó hasta hacer que la tarde se rindiera. Definitivamente. Para entonces, había dejado la huella. La obscuridad y ella se convirtieron en un instante.
Un hombre caminaba cabizbajo en el fondo del recodo, por allá en el camino. Solo, era presa fácil de quien mutilada por la oscuridad había perdido la personalidad. De noche nadie poseía figura, sólo sé es un recorte de muñeco que pasea por el mundo. Un estallido de dolor colmó el camino y se vio desaparecer en el fondo, mientras que la hierba escondía a un ser que se debatía entre la vida y la muerte con un puñal en el costado.   

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