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sábado, 27 de agosto de 2022

Los muchachos del jardín

 

 

 

Tres mujeres y un hombre en el bosque de Hugo Boettinger (Chequia, 1880-1934)

Gilberto Aranguren Peraza

 

Los muchachos del jardín 

 

 

 

Tenían las tetas afueras, y con ellas

viajamos por los hierros de las ventanas

 

¿recuerdas cuándo nos aproximábamos a la madrugada?

 

Mirábamos cómo se vestían y salían

a trotar en los jardines

para calmar el sudor de la tierra

 

mientras tanto los charcos dejados por la tempestad de la noche

utilizaban al viento para trenzar fábulas

 

entre sonrisas y murmuraciones.

 

copyrigth©gilbertoarangurenperaza

 

viernes, 26 de agosto de 2022

Un grito sagrado

 

 

Consolación de Edvard Munch (Noruega, 1863 - 1944)

Gilberto Aranguren Peraza

 

Un grito sagrado

 

 

Transitaba yo solitario por encima de  

lápidas desvalijadoras de rostros. Poseía los

pies acalambrados y llevaba entre escombros

las estatuas dejadas sobre las cenizas

 

todo estaba tatuado de árboles acechando la deshonra

mientras las aceras dominaban

la oscuridad.

 

Observaba las trampas deshojadas con furia y valentía.  

Y veía cómo tus mentiras abrían la puerta.

 

Con facilidad me inducías a la fiesta, mientras 

recogía en pliegues una serie de miradas

dejadas por tus ojos

de almendros.

 

Y un grito sagrado asombraba a los perros,

mientras entretenidos jugábamos con los lápices.

Éramos bestias convertidas en mascotas

 

yo me lavaba siempre la cara, porque era necesario

quitarme de encima el sudor

de quien como amo de avenidas

de tierra

y sangre

 

decidía sostener la tarde.

 

copyrigth©gilbertoarangurenperaza

miércoles, 10 de agosto de 2022

Cuando se olvida

 

 

Un hombre importante con blusa de Gustave Caillebotte (Francia, 1848 - 1894)

 

 Gilberto Aranguren Peraza

 

Cuando se olvida  

 

 

Hoy vi a un hombre sonreír. Reía

bajo la sombra de un mundo oloroso

a frutas. Era un viajero de círculos

con una carga de llaves para abrir

los planes de la inocencia.

 

El pobre estaba hecho de olvidos y de manos

sacudidas. Tenía en sus bolsillos un enigma

coagulado como un vacío emigrante dejado

por cada paso dado en silencio de una esquina

a la otra.

De una calle

a la otra,

mientras interpretaba las miradas dejadas

por unos ojos escondidos detrás de las cortinas

desgarradas en una ventana cualquiera.

 

Con sus brazos cruzados y con el desamparo

de sus ojos en tributo a las tierras sagradas

colocaba un nutrido campo de trigo sobre su ombligo

tan frágil como su rostro de carretera

 

dejando la posibilidad de la aparición de una lámpara

en el secreto de su cuerpo

abierto, ahí donde susurran años de labios

como gotas disipadas en el cristal

ajado en la soledad de su locura.

 

Su piel era una alegría de muñecas

sobre todo cuando deslizada en la lluvia

lamentaba las señales de la noche

y con prisa retornaba a la abrigada sorpresa

dejada por las razones ocultas

en la quietud asustada de su silencio.

 

Ahí permanecía dispuesto al viento del sur

con su barba grande como la montaña

donde brotan las voces cuando lloran ahogados

los cuentos de la ficción espiritual

y el miedo a recordar.

 

Entonces se descubre el recinto de la decapitada ansiedad

de un hombre avergonzado con palabras de polvo

descansando en la orilla de su memoria.

 

copyrigth©gilbertoarangurenperaza