Louise Glück (USA, 1943) |
Poemas de
Noche Fiel y Virtuosa
de Louise Glück
Traducción: Andrés Catalán
Una Aventura
I
Una noche, a medida que me dormía, me di cuenta
de que ya no quería saber más de las aventuras amorosas
que tanto tiempo me habían esclavizado. ¿No más amor?,
murmuró mi corazón. A lo que respondí que muchos
hondos descubrimientos
aún nos aguardaban, con la esperanza, al mismo tiempo,
de que no se me pidiera
nombrarlos. Pues no podría nombrarlos. Pero creer que
existían…
¿Seguramente valdría de algo?
II
La noche siguiente trajo el mismo pensamiento,
esta vez en lo tocante a la poesía, y en noches sucesivas
otras muchas pasiones y sensaciones fueron, del mismo
modo,
dejadas de lado para siempre, y cada noche mi corazón
se quejaba de su futuro, como un niño al que se le priva
de su juguete favorito.
Pero estos adioses, me dije, son ley de la vida.
Y una vez más hice alusión al vasto territorio
que se abría ante nosotros a cada despedida. Y con esa
frase me convertí
en un glorioso caballero que cabalgaba hacia la puesta de
sol, y mi corazón
se convirtió en el corcel que montaba.
III
Estaba, como comprenderás, adentrándome en el reino
de la muerte,
aunque por qué este paisaje era tan convencional
no sabría decirlo. Aquí, también, los días eran muy largos
mientras que los años eran muy breves. El sol se hundió
tras la montaña lejana.
Brillaron las estrellas, la luna creció y menguó. Al poco
se me aparecieron los rostros del pasado:
mi madre y mi padre, mi hermana pequeña; no habían,
parecía,
terminado de decir lo que tenían que decir, aunque ahora
podía escucharlos porque mi corazón callaba.
IV
Llegados a este punto, alcancé el despeñadero
pero vi que la senda no descendía al otro lado;
en su lugar, tras allanarse, continuaba a esta altitud
hasta donde alcanzaba la vista, aunque poco a poco
la montaña que lo sostenía se fue desvaneciendo
y me encontré cabalgando a paso seguro por el aire;
alrededor, los muertos me aclamaban, la alegría de
encontrarlos
se diluía al tener que responderles.
V
Si antes fuimos carne intacta,
ahora éramos niebla.
Si antes fuimos un objeto con sombra,
ahora éramos sustancia sin forma, como evaporadas
sustancias químicas.
Relincha, relincha, decía mi corazón,
o tal vez, renuncia, renuncia: no era fácil saberlo.
VI
Aquí finalizó la visión. Estaba en mi cama, el sol de la
mañana
se alzaba satisfecho, el edredón de plumas
formaba blancos montones sobre mis piernas.
Habías estado conmigo:
había una marca en el segundo almohadón.
Habíamos escapado de la muerte…
¿o era esta la vista desde el despeñadero?
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