Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Gerdú de Emma Aquino

Las espigadoras de José de La Barra

Gerdú, Gerdú ... si te descuidas, en menos de lo que crees se te cuarteará el rostro, casi no podrás ver aunque desorbitados tengas los ojos; al andar, tus pies arrastrarán por el suelo el ruido de una interminable lija; tus manos serán de hueso, tus brazos de hueso, tus piernas de hueso; el lustroso cabello que ahora tienes se habrá desecho en los caminos, se hará blanco y escaso: tu boca se volverá un manojo de vergüenza y se esconderá hacia adentro; y tu espalda, dolerá y dolerá ... Y lo peor de todo, es que no habrás hecho nada; serás una partícula más en el polvo de cualquier parte. Gerdú, ¡¿Qué estás haciendo contigo?! Te estás hundiendo en voces que rompen tímpanos, alabas a iconos que nada inventa, cada día deshaces más tus nervios, te reúnes con copias, con sombras, con cables y hierros. 
Gerdú, huyes de la gente, traicionas a tu alma y a tu cuerpo. ¿Y tus hijos? ¿Vas a matarlos sin que hayan nacido? Mírate, ¡Mírate! Hace frío y estás bañado en gotas de inconciencia. ¿Quién podría amarte en ese estado? Sabes bien la respuesta. 
Atrévete a discurrir a analizar un poco todo lo que te digo. Olvídate del tiempo y piensa como no lo haces desde que un ente sagrado de madera descansa dulcemente en tu cuello ¿recuerdas? . . .deslizabas una líneas adecuada por su cuerpo y gemía de placer, de dolor, de paz ... 
¡Vuelve a ser el mejor! ¡Vuelve a ser más que los demás! Aléjate de eso que no sabes vivir. Dale la espalda a las bestias, a ese horrible rebaño de mentiras y miedos que se ocultan en sueños dementes... 
Gerdú, sólo siete días; sé que como yo, saldrás de la tormenta de agujas, del remolino de mentiras, de ruidos que hicieron añicos mis oídos. Estás a tiempo, sé que puedes, sé lo que vives y voy a ayudarte. 
Acércame el bastón y llévame a mi habitación que mi espalda duele tanto que parece abrirse a la mitad. Ven, hijo mío, guíame que desde hace años mis ojos sólo dejan de arder en las noches para ver todavía menos. 
Gerdú, son solamente siete días. Yo te ayudaré a no depender más de nada. Te enseñaré a darle la espalda al polvo maldito, al rebaño de bestias y a la tormenta de agujas... 

(Este cuento fue escrito por su autora la profesora Emma Aquino, por los años 80 del siglo pasado, y fue publicado por vez primera en la Revista Rótulo, publicación semestral auspiciado por el Instituto Pedagógico de Caracas. El editor de este espacio publica el texto por su sencillez y su capacidad de encantar en la medida que se lee, además es un homenaje a la memoria y al recuerdo de los días vivido. Donde esté Emma Aquino, siempre en la espera de que siga creando texto tan bueno como estos)
 

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”