Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Klingsor a Edith


 
Hermann Hesse (Calw, Baden Wurtemberg, Imperio Alemán, 1877 - Tesino, Suiza 1962)

 Tomado del cuento: "El último verano de Klingsor"
Klingsor a Edith

Querida estrella del cielo de verano:
¡Qué bien me has escrito y con cuánta razón! Tu amor me llama con dolor, como una eterna pena, como un eterno reproche. Pero vas por buen camino si me confiesas a mí y a ti misma cada sensación de tu corazón. ¡No califiques ningún sentimiento de pequeño, de indigno! Todos son buenos, muy buenos, incluso la envidia, incluso los celos, incluso la crueldad. Nosotros sólo vivimos de nuestros pobres, bellos y magníficos sentimientos. Y cada vez que somos injustos con algo, apagamos una estrella.
No sé si amo a Gina. Lo dudo. No haría ningún sacrificio por ella. Después de todo no sé si puedo amar. Puedo desear y puedo buscarme en las demás personas, sondear en busca de eco, ansiar un espejo, puedo buscar placer, y todo ello puede parecer amor.
Nosotros dos, tú y yo, vamos por el mismo laberinto, por el jardín de nuestros sentimientos, que, en este desagradable mundo, se han quedado insatisfechos. Y cada uno a su manera nos vengamos de ello en el horrible mundo. Pero queremos realizar alguno de los sueños, porque sabemos cuán rojo y dulce sabe el vino del sueño.
Sólo ven claramente sus sentimientos y la «trascendencia» y consecuencia de su actuación las personas buenas, seguras, que creen en la vida y que no dan ningún paso que no puedan seguir aprobando mañana y pasado mañana. Yo no tengo la suerte de contarme entre ellas. Siento y actúo como alguien que no cree en el mañana y que considera cada día como el último.
Querida y esbelta mujer, intento sin fortuna expresar mis pensamientos. ¡Son siempre tan muertos los pensamientos que se expresan! ¡Dejémosles vivir! Noto profundamente, y te lo agradezco, que me comprendes, que algo en ti me es afín. No sé cómo se puede anotar esto en el libro de la vida, no sé si nuestros sentimientos: amor, voluptuosidad, gratitud, compasión, son maternales o infantiles. A veces considero a las mujeres como viejas libertinas expertas, y otras veces como muchachuelas. A veces me seduce con más fuerza la mujer más inocente, otras veces la más lasciva. Todo lo que debo amar es bello, es sagrado, es infinitamente bueno. No se puede medir el porqué, cuánto tiempo, ni en qué medida.
No te quiero sólo a ti, tú lo sabes, ni tampoco quiero sólo a Gina; mañana y pasado mañana querré otras imágenes, pintaré otras imágenes. Pero no me arrepentiré de ningún amor que haya sentido, ni de ninguna sabiduría o tontería que haya cometido por su causa. A ti te quiero quizá porque te pareces a mí. A otras las quiero porque son tan distintas de mí.
Es tarde, la luna está sobre el Salute. ¡Cómo ríe la vida, cómo ríe la muerte! Arroja esta tonta carta al fuego y arroja al fuego.

a tu Klingsor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Inquietud

Verano

Pescadores en una tarde de verano de Michael Peter Ancher (Dinamarca, 1849 - 1927) Gilberto Aranguren Peraza  Verano   Nunca había sentido ...

Entradas Inquietantes

Poesía Inquietante

Itinerario. LIbro de Poesía. De: Gilberto Aranguren Peraza

Itinerario. LIbro de Poesía. De: Gilberto Aranguren Peraza
En nuestro día a día, perdemos de vista las cosas sencillas de la vida, el autor Gilberto Aranguren, a través del género poético, construye imágenes que conforman la interioridad de su mundo, le da importancia a cada aspecto de su vida y elige con cuidado aquello que le parece valioso y que pueda marcar totalmente la diferencia, él sabe que hay un mundo en su interior invisible para los demás y que cada evento exterior representa una ventana a su interior, ¡sus poemas son su reflejo!

LIBRO ITINERARIO

Si deseas acceder a la compra del Libro ITINERARIO, ya sea en papel o en e-Pub puedes hacerlo haciendo uso del siguiente link:

Libro: Los ruidos de la Casa

Libro: Los ruidos de la Casa
La casa es un tejido de ruidos

Los ruidos de la casa

LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”