Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Carlos Suñer (Seis días en el fondo del mar)



 
Carlos Suñer

Poeta: Carlos Suñer

El poemario de Carlos Suñer “Seis días en el fondo del mar”, editado en Caracas, Venezuela, por Public – Arte, es por demás una propuesta extraña: Una poesía desafiante, altanera, feroz, y a su vez eternamente tierna. El poeta nos obliga a venerar al poema como si fuese un dios aparecido en las páginas. Hay páginas que nos hablan de dios y de dioses. Es una mezcla de sensaciones, y en esta noción de integración nos encontramos con un poemario que juega entre la métrica vanguardista y la prosa tejida por delicadas metáforas. A su vez, están presente temas de muy alto nivel de análisis, que son comprendidos en medio de las versátiles realidades que vivimos, dado que es un texto en su conjunto, que responde a diversas realidades, pero a su vez a una realidad, única y esperada por todos, la libertad. No como fantasía, si no esperanza noble de cualquier mortal. Otro hilo conector de la poesía de Carlos Suñer es la espiritualidad, en su acepción necesaria que busca responder a la oscuridad de estos momentos de historia Aquí, una muestra de ello.     

Libro: Seis días en el fondo del mar

POEMAS DE CATÁLOGO DE RESTAS Y DESASTRES

Catálogo de restas y desastres

Mi fortaleza,
mi última línea,
 mi frontera con el vacío
 ha caído hoy.
                                              Rafael Cadenas


Los caminos que prometían ítacas gloriosas
y mujeres con olor a mango
fueron borrados de los mapas y de las memorias
en una carga suicida de sentido común.
Aquellos amores nonatos
buscando orificios en almas de piedra
terminaron abortados
   en violentas masturbaciones clandestinas.

Dioses sordos    de brazos cortos
pedían y pedían,
nunca ayudaron
    mejor estábamos solo con las figuras de piedra.

Esparcida nuestra prostituida dignidad
el pellejo a salvo
cuarenta y cinco solamente el fin de semana
matemática de la desolación.

El perro con corona expulsa al cerdo
vestido de seda,
el hambre sigue sin escandalizar
ocupados todos en poner
títulos rimbombantes al pavor.

¿Cuál es tu plan B?
Aquellos no lo necesitan
acaban de llegar a la fiesta.

Politeísmo

Entre todos los nombres de mi madre
no está Emily Dickinson.
Tal vez una premonición
no todos estamos hechos de cielo.

Fuego en el bosque
colores prohibidos
dios de los dioses menores.

Un signo: Me fui a la tierra
     dios del insomnio
     dios del silencio.

Cinco líneas en el patio de los mártires
me rindo, todo o nada
     dios del agua oscura
     dios de las pequeñas caricias
     dios de la esmeralda en las alas

dios de los agujeros negros
dios de los adverbios
dios de las pequeñas islas
dios de Emily Dickinson
dios de los organismos unicelulares
dios que soñó el insomnio del río.

Fuego en el bosque
luz azul de un sol submarino
       me rindo
llueve de nuevo
y siempre duele.

Dios pasando sobre la tierra
¿por qué ésto no para?

Así que esta es la despedida:
   Un himno
porque solo decimos la verdad cuando cantamos.

Playlist
Alguien dibuja el día por nosotros.
Alguien me ama hoy, secretamente.

Armando Rojas Guardia


El único instante en que estuvimos solos

recuérdame como un momento
   el primer respiro después del coma
o seis días en el fondo del mar

mira el aire
 la larga primavera
  los últimos alrededores conocidos

el tiempo se detiene
cualidad humana
hasta luego, solitario
sé confortable, criatura

horas mágicas
tu mano en la mía (con cuerdas)
oscuridad brillante
una canción para nuestros padres
déjame reposar
sexto día
la luna está baja
    catástrofe y cura
es natural preocuparse
nieve y luces
     catástrofe y cura

manos temblorosas
tren solitario
baile lento

tu mano en la mía
séptimo día
bienvenidos fantasmas
   al fondo del mar


Master Plan



anestesiar el tiempo                                        
colapsar la luz
llegar a algún lugar y arrancarse el alma

sangre en los techos
relojes y fuego en la luna

el creador debe tener un guión
        esto debe ser el principio
de algo hermoso

no me odies
me hago más extraño cada minuto
en este valle de reyes soy Lázaro
y solo llevo esmeraldas y ceniza
últimos ritos de la inocencia

esta es tu última oportunidad de escapar
o de ahogarte conmigo
porque lloverá por un millón de años más


Canon
A Leo Álvarez
La luz se descuida en el abrevadero
deja la puerta abierta
promete pasadizos
revela signos.

En destellos codificados
el jeroglífico se rinde,
sus muros han caído.

Te arrodillas
a tomar el botín
tiempo detenido.

A fuerza de clicks
se te olvida
tu cámara de pandora
te ha mirado siempre,
no ha dejado de contar tu historia.

Al final siempre es eso:
Contar una historia
    aunque duela.

Dame una piel

tus nombres son concretos:
       depredadora de iglesias
       santificadora de lupanares

te revelaste contra tus arquitectos
con una sentencia continua
             a unos cobijo    a otros intemperie
      a todos racionas la visión del paraíso

así enseñas
      el poder está en la resistencia
         en no llamar la atención
             saber esperar

                       sucumbir al tiempo sin testigos


ahora te pido una piel poderosa
que espante el frío mientras me desmorono
dentro del oleaje de esta carne vieja

te sigo nombrando sin saberlo


antes de irme te devolveré todo
       hasta el último soplo de aire
        ese aire único con licencia en tus dominios


Maldición del concreto

transcurro en tu búsqueda
maldiciendo el concreto

me confunde
mezcla tu voz y tu eco
te esconde de mi apetito

espero el gran derrumbe
la honra de la deuda con el planeta
cuando se devolverán las piedras a la piedra
la arena a las riberas
el hierro a las minas

sueño que ese día los nidos se construirán
con almas
nuestros ojos volverán a ser poderosos
y el viento libre

sin embargo
el poeta advierte      es muy tarde

no lo veremos
                                   nada subsistirá al derrumbe


hombres    concreto      hierro
hace tiempo son uno
en la ciudad de mis demoliciones

Función nocturna

Quiebro la noche en dos inventando una hora nueva. La acorralo entre las tres y las cuatro, esperando que brote la espesura. Los sueños se cansaron de ser centella y se visten hoy de roca lenta. El silencio siembra espejismos en la voluntad. En la noche las leyes del mundo no funcionan igual: todos los ángeles son malvados, toda carne es turgente, toda sangre es negra. Un mar blanco de crustáceos guerreros surge a borbotones de las entrañas de máquinas incomprensibles, acompañando mi carga, blandiendo sables rojos verdes y azules, trazando en el aire consignas de guerra. Escupo amenazas dobles de muerte porque te confundo con tu sombra, que imperturbable, guarda dentro un último recurso de redención, listo a ser jugado en una filiación secreta. El aire trepida y se arquea esperando el chasquido del látigo que quiebra el recuerdo del arca y del cáliz, semillas de esta campaña que se sostiene ahora en un delirante universo que no se apoya en ningún lugar. Aparecen ciudades imposibles que doblo y desdoblo, buscando quedar siempre cerca de ti, sin importar que corras, deslizándome contigo hasta lo profundo de sueños que moran dentro de otros sueños. Una tropa de árboles me sigue, avanzando convencidos en dar la vida para llegar a tu oscuro santuario, donde esperas detrás de la nieve, seguro en tu delirio, que este universo abigarrado te pertenece. El espacio viscoso que nos separa pone siglos a las balas que lo cruzan, mientras que yo, elegido para salvar el mundo, me doblo en impertinente burla a inútiles leyes físicas, y esquivo los proyectiles como a una idea abominable. A punto de proferir el más preciso y letal de todos los conjuros, y fija la vista en el trompo tambaleante, la inoportuna urgencia nocturna llama de vuelta, lo disuelve todo sin compasión, y te salva. Lástima.     Será en otra ocasión.

Oración

Las distancias pierden sentido
sobre todo en una tibia tarde
pero de noche, al pie de la lámpara
toda la tinta es grito,
la cuerda tensa es grito
y el grito es cordero
corderos clandestinos

nuestras manos se han secado
de tanto llamar al padre
no hemos parado de llamar al padre
el que esperaba detrás de estos dioses disfrazados
que nos temían
que nos envidiaban
que nos dejaron esperando
vestidos de blanco
mientras el padre verdadero
miraba complacido
a sus ángeles espías
huyendo despavoridos
con sus cabezas en llamas
y eco en sus estómagos
tratando de armar paraísos con palabras
esquivando la peste a duras penas
esperando en medio del polvo
que dio a luz una ciudad completa
bendita y maldita al mismo tiempo
a imagen y semejanza de todo lo nombrado
que fue más frazada que puñal
que sonrió al vernos esperar
y recordar la primera palabra
y orar
y prestar atención
porque escucharemos
nuestro verdadero nombre
cuando seamos llamados de nuevo

Osmosis

este aire resguardado
sabe a tregua cósmica

pensaste que todas las caras del dado
     marcaban seis

y sin embargo

sigue la marcha indetenibíe
             
               sigue la osmosis de la carne a la piedra

Para ganarte a la poesía

de los dioses y de los héroes
se hablará hasta que las cosas pierdan su nombre

yo prefiero contarte pequeños secretos
     con urgencia de exorcista
hablarte de lágrimas suicidas
     saltando ciegas desde mis ojos

¿cómo presentarte el maltrecho mundo que habito?

el mapa que te puede guiar
no te servirá para la navegación
es intrincado y confuso
como el manojo de nervios
de un cadáver que se exhibe

la poesía es la única astronomía correcta
para atisbar universos personales
     para separar colapsos siderales
de llantos infantiles

hoy
mientras otros hablan de dioses y de héroes
yo solo te ofrezco un poema
       un telescopio primordial


hoy
yo solo quiero ganarte a la poesía


POEMAS DE AÑOS FEROCES


Años feroces

El mundo fue una vez tibio y lento
gobernado por pájaros y ángeles
nacidos de la punta de los dedos.


Después crecieron inexplicables las ciudades
robándole caminos al viento
temiendo la ira de dioses adolescentes
multiplicando como peces
los rincones oscuros.

Alquimistas, prisioneros
la muerte se convirtió en oficio inevitable.

Llegaron años feroces
tiempos nacidos en el desasosiego
       marcados por náuseas del alma.

Años devoradores de pájaros
       asesinos de ángeles.

pero un día

saliste del mar

             brillante y salada
dejando un rastro de cangrejos y estrellas
con un conjuro en cada dedo.

Nos mostraste mapas prodigiosos
        fórmulas para cruzar tiniebla y ruinas.

Nos entregaste alfabetos como semillas
convertiste piedras en llaves.

Nos has dibujado una astronomía razonable
has cabalgado el asombro y el terror.


poesía

la domadora de los años feroces

El río

Solo esto vale la pena contar:
Se acabaron las palabras
y los muertos no callan
porque nadie conoce el color del borde

lo demás es un río que nos pasa
envidiando al fuego
añorando un final legendario

no hay mejor suerte con el cielo
apenas nos queda
un puñado invicto de meteoros
huyendo como moscas
   silbando hielo

la suerte de los forasteros es borrar los nudos
y hacer espacio
para que lleguen otros mundos donde clavar bandera
       y esperar con paciencia otros forasteros

la fiesta seguirá lejos de casa
     colillas, copas     una chaqueta olvidada
y entonces

a salvo de torbellinos y polvo

reconstruiremos estos alrededores
con una canción de cuna

será un reino más ligero, si eso es posible

en definitiva
no nos sirvió comprar mitologías extranjeras

                      aquí nos bajamos
     
       The show must go on

Caudillos

Tú o yo. Sin grises. No han cambiado los caudillos. Siguen cazando guerras de independencia que se asoman intactas desde el fondo de su sangre. Al otro lado siguen preocupados por sus cifras y prebendas, pero todas las suelas huelen igual. Nada ha cambiado, aunque nos crispemos viendo hundirse una patria que no se sujeta cómoda a un nuevo siglo que decidió no esperarla más. Sin grises. Sin convicción, la certeza nos trepa: Aquí todo será arrasado. Solo ha de quedar uno. Y los caudillos se siguen sucediendo, con más suerte unos que otros, esperando todos que pare la música, la mano en la silla. Caudillos de un lado y del otro. Y todos habrán de morder algún dedo, porque nada ha cambiado, eres tú o yo. Y estos tiempos, que se arriman peligrosamente a épocas de texto escolar, tendrán una caricatura por epitafio: vivieron de la caza, la pesca y la recolección.

WI-FI


Que tendrá de moderna o de vida, esta vida moderna, si el garrote sigue mandando en las calles y en las redes, y la sangre no para de huir, aunque tu ojo afilado hasta electrones desnude. En estos tiempos de banda ancha y tolerancia corta, tendremos que darles antenas a los pastores, que las almas rondan disfrazadas de frecuencias y atormentan en apariciones binarias. Al final todo se resuelve en un trazo: vida en línea, pero sin pasarse de la raya, la línea del partido y la fila para mendigar, duras líneas todas para separar tu hambre de mi festín, y al final siempre una línea plana, limpia de todo resto humano, anunciando el abandono irreversible.

Clamor

La mano acaricia suavemente el vidrio esperando el espacio para la plegaria. Contribuya, es para la lucha, la lucha contra las drogas, luchamos por liberar el barrio. En ese momento se unen la flor y el estiércol, el poema y el eructo, todo en un mismo clamor. La juventud blanda, que cree suya la cornucopia, se derrama ocasionalmente, más allá de las mejillas, en medio de disertaciones fáciles sobre naufragios patrios, arcas ultrajadas, y la quimérica necesidad de futuros forasteros, todo ante los ojos piadosos de fortunas progenitoras, amasadas bajo el tutelaje de senescales complacientes, dedicados con desvelo a la fertilización de balances vernáculos. Se sueña con otras ciudades porque no se quiere recordar que existe un mundo distinto más allá de los palacios. Arriba en la selva de zinc y de antenas, la memoria es barrida por alquimia barata que embrutece y quema, pero que perdona a ratos, y la lluvia llega de vez en cuando, a cobrar la impertinencia de que la vida sea mercancía en remate, con precio marcado en plomo. La situación económica se reduce al movimiento telúrico de aparatos digestivos que sueñan días sin balas, porque no saben que existe un mundo distinto más allá del barro. Separados por montones de ceros, todos han olvidado que al final de la partida, el rey y el peón vuelven a la misma caja.

Puñal


Detenido al fin el río de acero, la estalactita asesina impuso la geométrica tiranía sobre la naturaleza blanda e incierta, sobre el reino flexible y húmedo de tu contenedor. La carne y los humores se separan impotentes ante el poder superior del invasor. En el colapso, se aferran al latido, surcados ahora por un agresor inexorable vacío de odio y de compasión. Ha caído la última defensa, y aunque no se paladea el abismo todavía, la hiedra roja se cuela entre las paredes y se esconde debajo de las rodillas vencidas.

Gran pez

Ir y venir dentro de este gigante, que se pudre acostado fuera del agua, te enseñó a no navegar en línea recta, a no ser presa fácil de las hormigas. Aprendiste a no seguir los caminos frecuentes, en los que se confunden árboles y peregrinos empalados.
No recordamos cuando se secaron los mares dejando un rebaño de peces agonizantes. Desde lo alto puedes ver todavía sus escamas multicolores. Aun así, sucumbes al engaño. Te crees a salvo, y el refugio por el que lloras agradecido, te disuelve lentamente en una digestión áspera e interminable, lentísima evocación de terribles épocas, en las que se escondió nuestra humanidad en medio de una nube de gases asesinos. Somos incómodos y por eso nos destierran. Tarde o temprano, terminaremos siendo una escama del gran pez.

Tránsito
Tiempos de horror en que la sangre habita
Obligatoriamente separada
De la linde natal de su terreno.
 Rafael Alberti

en estos tiempos estridentes
acontecemos entre ladridos en la espalda
      y promesas carnívoras

huimos de la jauría
resbalando entre ojos venenosos
       encallando en titánicas ausencias
              empujando un corazón que late fango

con el alma cosida al cuerpo
descubrimos un camino
entre el esmalte y la ceniza

de tanto esfuerzo
      los niños se nos han secado

de tanto esquivar colmillos
       terminamos con el alma domesticada


de tanto morir
aprenderemos a resucitar

Nada queda por decir

Nada queda por decirle a la mujer que se desprendió de un trozo de vida a cambio de un futuro lejos, comprado con el poco dinero que quedaba, y que la dejó transitando esta erosión obscena con una mezcla de inercia y esperanza, cada día más inercia que esperanza, entretenida pensando en lo a salvo que vive hoy su hijo en el destierro. Nada queda por decirle a ese hombre que recorre este corral vacío, a la espera del milagro que lo lleve a toparse con la medicina que su muchacho necesita para no borrarse definitivamente, pensando en que no le faltará valor para robarla, porque lo que si le falta es dinero, le falta desde hace mucho. No queda nada por decir, que valga por más de unas horas, que el precipicio ha doblado la espalda y la demolición de esta patria dejó de suceder en cámara lenta, porque la poca esperanza que quedaba se va gastando a la espera de una meteorología compasiva. Nada queda por decirle a ése, que pensé yo en algún momento podría recibir una minúscula inspiración del legendario anciano con el que comparte nombre. Nada queda por decir, porque acabarán con todo, quedará el suelo incombustible y poco más, ni palabras van quedando, ni siquiera a ellos les van quedando mentiras. La compasión murió hace mucho, y la decencia es hoy un cuento de camino. Habrá que refundarlo todo desde la ceniza y el paréntesis. Nada queda por decir, porque me avergüenzo de traicionar mi esperanza comatosa. Nada queda por decir, porque los buenos no lo son lo suficiente, y los malos lo son demasiado.

Nombres propios

Tu breve linaje nos enseñó a esquivar el señuelo, a transcurrir entre intenciones oscuras que pretendían emboscarnos en cada esquina del camino. Insondables voluntades han arrimado desde el comienzo la trampa, sembrando en el tiempo todos los nombres propios. Déjalos enterrados, cubiertos de silencio; no dejes que saliven ni sumen burla. No te escribas en la piel; descarga todos los talentos y vuelve al verbo de fuego con lo único que tienes: Hambre y sed, porque el miedo a morir ya te fue arrebatado cuando te seccionaron el alma en un charco de saliva. No pidas a tu pueblo cardumen, ciegos esperan el sacrificio que amaine la embestida de la sombra. Ellos no lo saben, pero pronto seremos rellenados con olvido en los confines de este corral.

El filo de la hierba

A salvo del vendaval, palpas inútilmente la sien buscando el brillo lejano de tu estirpe exquisita, señora de este reino de hierro, piedras y fuego, donde todas las sillas parecen tronos, donde todos los muros recuerdan a Jano. Las pistas del enigma las deberás buscar en los tobillos, en los tuyos, no en aquellos que llevan la intemperie sobre la piel. A esos, el filo de la hierba les ha cortado hace tiempo las cadenas.

La sabiduría de los árboles

la ciudad tiende un cerco a los árboles rebeldes
secretamente quiere imitarlos
        creciendo hasta el cielo

los árboles no se inmutan
saben desde siempre
       el perdón de la gravedad
debe comprarse
hay que hacer una ofrenda
hay que renunciar a casi todo
       incluso a la libertad

los árboles aprendieron
       hay que abrazar la tierra
       prometerle que nunca la abandonaremos


la ciudad no conoce la sabiduría de los árboles
        no sabe que el suelo es la mitad

la ciudad no tiene intenciones
de moverse suavemente hacia los lados
pretende mantenerse firme
          erguirse para rasgar el cielo
                            eso es desafiar a los dioses

los árboles en cambio    son agradecidos
saben que crecer
es un don reservado
        por los dioses a sus criaturas

así que la dudad pagará algún día por su arrogancia


Manada (I)

Nos pierde la lujuria del por ahora, separados por inmensidades milimétricas, invitaciones a la fiesta ligera del alcohol y de la carne, que siembran laberintos donde los gritos de auxilio se deslavan perdidos. El signo de la suma anestesia. Nos guían cabestros disfrazados de macho alfa. Les han soldado el cuello para que no volteen y se rebelen contra la trinchera y el gas. Les han vendido un Olimpo de papel y letras verdes, una mitología del poder mediante la colección. Arrancaron de cuajo el árbol del bien y del mal, y en su lugar se yergue una antena poderosa que les hace sabios y les pudre los ojos y las piernas. Los elegidos han caído en una trampa sutil y letal: los mantienen navegando solitarios, empeñados en la imposible tarea de desterrar las sombras. Se inmolan desolados, y el rebaño es incapaz de ver la torre de humo que se eleva, no como plegaria, sino como dedo acusador, que se detiene en lo alto y dice: esta voz no es otra cosa que el eco de todas nuestras voces. Es un gran misterio la identidad del que tramó esta hábil celada. Mientras tanto, ajeno a la emboscada, nuestro breve ejército se desangra en la frontera del poema, preguntándose si así acaba esto, sin música, después de tanta música.

Juicio

Poco has aprendido: Apuntalas tu miope perímetro con obituarios que tomas por poemas. Con tozudez ptolomeíca reinas en un minúsculo sistema plagado de vasallos satelitales que buscan desesperados ser iniciados en el arte de descifrar la belleza de la palabra. Te orbitarán hasta encontrar un astro más brillante. Los verdaderos cataclismos siderales, de los cuales escribes, te son lejanos; sigues buscando inmensidades en los charcos, mientras fuera de tus órbitas héroes verdaderos ponen carne y sangre sobre la piedra.

Esto he aprendido: que duermo para evitar ser desmembrado transitando intestinos anónimos; que me esperas cada noche, en cada esquina, buscando que el corazón me resbale en un charco negro; que eres como yo, un cordero asustado, atravesando desnudo un bosque de coral muerto. He aprendido que el oro y las monedas con que te vistes, no evitarán la fuga de tu sangre, siempre fugitiva. Ahora sé, que en el borde del abismo, alguien suena un diapasón que rompe la costra de las velas, vomitamos el miedo, y a salvo de ceremonias engañosas, sorteamos los rincones de la oscuridad.

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”