Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Ensayo: Cumbres borrascosas. Desde el punto de vista del psicoanálisis de Miguel Ángel Hernández Rascón

 

 

Emily Brontë (Reino Unido, 1818 - 1848) (retrato pintado por su hermano Branwell)

 

La novela victoriana se caracterizó por ser un reflejo de la vida burguesa de la Inglaterra a mediados del siglo XIX. Un romanticismo pesimista aún tenía la mayor influencia en los artistas, pero las esferas dominantes contrarrestaron esas fuerzas con una literatura ligera y poco conflictiva. Había que frenar de cierto modo el pesimismo que embargaba a la gente desde el estallido de la revolución industrial. Por ello se escribieron largas historia de amor con conflictos y tensiones bucólicas donde los héroes y los villanos eran planos y predecibles; las mujeres conservaban su virtud si eran buenas y las villanas tenían como precio de su vida licenciosa una muerte terrible. Había pocos autores conscientes de la poca iniciativa de sus obras y con excepción de Charles Dickens y Walter Scott, la novela victoriana fue una constante de autores poco propositivos, actualmente extintos.

Charlotte, Emily y Anne Brontë, hijas de un pastor de la iglesia anglicana, establecido en el condado de Yorkshire, publicaron sus primeras novelas en 1847 utilizando los pseudónimos de Currer, Ellis y Acton Bell respectivamente. De las tres obras (Jane Eyre, Cumbres borrascosas y Agnes Grey), solo la de Charlote tuvo éxito, y año y medio más tarde la autora de Jane Eyre era la única superviviente: Emily había muerto el 19 de diciembre de 1848, y Anne el 28 de mayo de 1849.

Para muchos, el año 1847 fue uno de los más importantes en la historia de la novela inglesa. Con la publicación de La feria a de las vanidades, Jane Eyre y Cumbres borrascosas, la narrativa inglesa victoriana aportaba notas auténticamente originales a un género que había estado en decadencia desde la muerte de Walter Scott en 1832. El mismo subtítulo de la obra Thackeray (“Una novela sin Héroes”) indicaba la intención del creador de La feria de las vanidades de romper con ciertas convenciones del género: El final feliz con boda, la justicia poética hacia los personajes, la idealización de los protagonistas, etc. La historia de Jane Eyre, que Charlotte Brontë publicó el mismo año supuso la presentación de la evolución de un personaje desde la infancia hasta a la madurez, además de introducir una nota de protesta femenina que la crítica más conservadora encontró ofensiva. Pero aunque la originalidad de La feria de las vanidades y Jane Eyre en el contexto de la época es indudable, fue Emily Brontë quien produjo con su primera y única obra un texto irrepetible dentro de la narrativa inglesa. Emily Brontë debe así su posición en la literatura inglesa a una novela que fue calificada por la crítica de la época de “extraña”, “salvaje”, y “tosca”. Según Pilar Hidalgo (Catedrática de la Universidad de Málaga) el órgano conservador que se encargaba de la censura escribió: (…) tan abominablemente pagana que ni el lector más vicioso será capaz de digerirla. A la crítica por el uso de maldiciones y juramentos en la novela que hoy resultan inofensivos se añadió la dificultad que suponía para comprensión de algunos diálogos el empleo realista del dialecto de Yorkshire. Pero sin duda la sorpresa, y en algunos casos el rechazo que produjo la primera lectura de Cumbres Borrascosas se debía a la misma historia que la novela presentaba.

Si partimos del psicoanálisis, la obra no es más que una consecuencia de la autora. Emily Brontë vivió en una época de conservadores. Su padre como pastor de la iglesia anglicana, se encargó de imponer severas normas de disciplina a todas las mujeres de la casa y aun cuando Emily vivió un tiempo en Bruselas a la edad de veinticuatro años, su vida estuvo arraigada en Yorkshire, en lo que parecía un encierro en parte autoinfligido y en parte por una obligación que tenía para con su hermano menor Branwell Brontë. La personalidad de Emily, según sus biógrafos era la de una persona “intransigente y poco efusiva, pero de una abnegación ejemplar”; esto no puede bastar para tratar de desenmarañar su mente, pero si nos da una idea de los “motivos” que la impulsaron a escribir en la forma en la que escribió.

Hay muchos paralelismos entre la condición de encierro que sufren los personajes de Cumbres borrascosas y la condición que vivió Emily al estar a cargo de su padre y de su hermano Branwell, quien es uno de los puntos de partida en los que se basará su “inspiración” (el texto se ubica en Yorkshire lugar donde vivía Emily por lo que solo habla de las cosas que conoce). Branwell era el hijo menor de la familia; joven pendenciero y alcohólico que gustaba del opio; pintor frustrado que tuvo más de una ruptura amorosa que lo llevó al colapso. Era muy común que Emily le cuidara durante toda la noche, después de que él llegara ahogado de ginebra entre los años 1845 y 1848. En esos años fue cuando escribió Cumbres borrascosas, al parecer, según sus biógrafos, durante las noches de vigilia en las que cuidaba a Branwell. Al igual que la de sus hermanas, la salud de Emily fue siempre muy delicada, condición que se agravó debido a los desvelos y el ayuno que sufría a consecuencia de la constante angustia que le provocaba Branwell. Emily murió el 19 de diciembre de 1848 (unos meses después de la publicación de Cumbres borrascosas) de tuberculosis a la temprana edad de 30 años, tras haber contraído un resfriado en septiembre en el funeral de su hermano. Fue enterrada en la iglesia de San Miguel de Todos los Santos en Haworth, West Yorkshire, Inglaterra.

Branwell era entonces, para Emily, Pulsión de vida y Pulsión de muerte. Por una parte ella desea la conservación y el mejoramiento de su hermano, con quien mantiene una alteridad muy marcada en cuanto a temperamento y actitudes, ya que dicha conservación le serviría como un impulso de autoconservación y mejoramiento para ella misma; al mismo tiempo su hermano es una pulsión de muerte debido a que al encaminarse a su interior provocó su autodestrucción y al encaminarse al exterior, dicha pulsión dio como resultado agresividad. Sin embargo, la agresividad provocada por la pulsión de muerte está reflejada en la obra Cumbres borrascosas como uno de los mejores ejemplos de dichas pulsiones en el arte. Emily vacío toda su agresividad en el texto y es por ello que es tan mordaz.

Aun cuando para muchos, en el análisis formal del discurso literario, el autor, su vida y su personalidad deben ser dejados a un lado para objetivar el análisis, en el texto de Emily Brontë, tal parece que es su vida y su personalidad las que son el vehículo de la creación y el hecho de que sea su primera y única obra, acentúa mucho más esta propuesta. El parecido entre los pasajes lúgubres e inhóspitos que presenta el texto y que presenta la vida de Emily es sorprendente. Ella recurre al único medio que conoce: El encierro en su casa en Yorkshire; y es su imaginación tan fértil, la que comienza a crear personajes con síntomas neuróticos e histéricos como un reflejo de los síntomas que a su hermano, padre, hermanas y a ella misma aquejaban. En Cumbres borrascosas tenemos el problema de alcoholismo de Hindley Earnshaw tras una pérdida amorosa, así como las largas enfermedades que postraban a Catherine Earnshaw a prolongados descansos; es como si los sucesos acontecidos con su hermano, encontrarán un eco en su obra. No es una biografía, ni un diario o bitácora, al contrario, la autora tiene el genio de transportar muchos de los hechos concretos de su vida diaria en personajes y situaciones ficticias totalmente ajenas a su realidad familiar (la familia Brontë mantenía lazos muy estrechos y al parecer solo Branwell era la “oveja negra” que mantenía el caos en una casa donde había orden). Los psicoanalistas afirman que, para protegerse de la angustia, las personas recurren a mecanismos de defensa como la represión, la proyección, la negación, la intelectualización y el desplazamiento, entre otros. Cuando se observan patrones crónicos de mala adaptación que simulen una neurosis, es posible que se trate de un trastorno de personalidad. Para la autora de Cumbres borrascosas, la angustia que le provocaba de hermano Branwell le fomentó estos mecanismos de defensa, que excitaron la creación de dos de los personajes más importantes de la literatura inglesa: Heathcliff y Catherine.

 

Heathcliff y Catherine

 

Son, sin lugar a dudas, el baluarte en la obra de Brontë, no solo por su fuerza y su valor artístico, sino que en ellos se encierran todos los síntomas de la autora, síntomas que proyectó de manera sincera y por lo cual podemos conocerla más profundamente.

Si tomamos en cuenta que el principal interés de Freud se centró en lo que denominó neurosis de angustia, descrita en torno a un estado de elevada excitabilidad del paciente expresada como "espera angustiosa" sobre la que el sujeto elabora expectativas funestas de futuro basadas en simbolismos, podremos entender mucho de lo somatizado por el personaje Heatcliff, que a su vez es una proyección de la autora. Para Freud el paciente posee un caudal de angustia que permanentemente se va depositando en forma de miedos, fobias, ataques de angustia, etc. Heathcliff vive en total angustia y toda esta angustia esta en virtud de su contraparte; su Némesis: Catherine, que es la representación de la histeria.

La histeria es una afección psicológica que pertenece al grupo de las neurosis y que padece el uno por ciento de la población mundial. Se encuadra dentro de los trastornos de somatización y se manifiesta en el paciente en forma de una angustia al suponer que padece diversos problemas físicos o psíquicos. En tanto que neurosis, no se acompaña nunca de una ruptura con la realidad ni de una desorganización de la personalidad. El cerebro histérico no está enfermo, pero ciertas regiones son, manifiestamente, sede de una actividad anormal, y determinados circuitos parecen encontrarse transitoriamente bloqueados por una especie de parálisis funcional. Partiendo de esta descripción técnica de la histeria, podemos fundamentar que lo que padece Catherine Earnshaw es un severo cuadro de histeria. Hay una ruptura que ella sufre con la realidad e inclusive una enfermedad psicosomática que la conduce a la muerte. Ambos personajes se complementan debido a sus cuadros somáticos (neurosis-histeria) y desarrollan a lo largo de la obra una relación amor-odio de la que no se pueden deshacer jamás.

Aunque el matrimonio de Catherine con Edgar Linton se fundamenta en el amor y no en el odio, la profunda diferencia que existe entre la pareja había quedado prefigurada en la declaración de Catherine a Nelly en el capítulo nueve, donde se nota un síntoma característico de un cerebro histérico; una persona que no se siente completa con nada:

 

-Mi amor por Linton es como el follaje del bosque. Me doy cuenta de que mudará con el tiempo, como el viento muda los árboles. Mi amor por Heathcliff se parece a las rocas eternas que hay por debajo; no son precisamente una fuente de gozo visible, pero son necesarias: Nelly, yo soy Heathcliff. (Brontë.2000. p 65.)

 

La relación de Catherine y Heathcliff ocupa el centro argumental y temático de la obra, y es posible que la sensación de extrañeza que la novela produjo, y que en nuestra época ha sido el origen de múltiples interpretaciones, se deba en gran parte a la peculiar naturaleza de esta relación. Heathcliff es descrito a lo largo del relato como un animal o un demonio, incapaz de sentir emoción alguna. Catherine es una mujer hipócrita, frívola y caprichosa que parece no tener corazón mas que para consigo misma. Lo único que mantienen en común es una relación enfermiza y patológica que los seguirá por el resto de sus vidas; inclusive no puede ser descrito como un amor, sino como un odio anómalo que los obsesiona, sobre todo a Heathcliff. La simbiosis que hay entre ellos se debe a que Heathcliff en su cuadre neurótico vera en Catherine el motivo principal de su deseo; Catherine en su condición histérica, se sentirá incompleta con Heathcliff y buscará el objeto de deseo en Edgar Linton (aunque bien pudo ser alguien más), pero siempre regresará con Heathcliff debido a este círculo amor-odio ya establecido.

En el capítulo XVI, la criada Nelly sale de la casa de los Linton para ver a Heathcliff, que esperó pacientemente toda la noche para tener noticias de Catherine. Nelly le dice que Catherine ha muerto:


(…) Se extinguió su vida en apacible sueño... ¡Ojalá que su despertar en el más allá sea tan agradable!

-¡Ojalá despierte entre tormentos!- rugió con terrible vehemencia, pateando y gimiendo, víctima de una crisis fulminante de insuperable pasión-¡Ha mentido hasta el fin! ¿Dónde está? ¡Allí no…; en el cielo, no!

¡No se ha extinguido! ¿Dónde está? ¡Ah, dijiste que no te importaban mis sufrimientos! Pues yo voy a rezar una oración…, a rezarla hasta que la lengua se me embote: ¡Catalina Earnshaw, ojalá no halles descanso mientras yo viva! Dijiste que te había matado ¡Ódiame entonces! Las sombras de las victimas persiguen a sus asesino dicen; y yo lo creo. Ya sé que hay fantasmas que yerran por el mundo. ¡Estate siempre conmigo…, toma cualquier forma…, vuélveme loco…, pero no me abandones en este abismo en el que no puedo hallarte! ¡Mi Dios, es indecible! ¡No puedo vivir sin mi vida! ¡No puedo vivir sin mi alma! (Brontë, 2000. p 132)

Es obvio el cuadro de angustia que se desborda en una euforia neurótica ante la pérdida del ser amado. Heathcliff, se trastorna después de este suceso de tal forma, que su vida estará permeada por el odio hasta el final de sus días. Pero de este diálogo es el que nos permite ver la compleja relación nuerosis-histeria y los vínculos de amor-odio que mantienen los personajes.

Pero lo interesante no es aquella psicología ficticia (recordemos que ambos son personajes ficticios y solo responden a la realidad que les dé el discurso literario), sino la psicología de la autora. Para Emily Brontë las dos fugas a sus angustias están plasmadas en las complejas personalidades de Heatcliff y Catherine.

Heathcliff por una parte representa ese lado sombrío y hostil que no poseía la autora. El ser diabólico y eufórico que destruía en vez de construir; lo dota de una independencia tal, que incluso su vida antes de entrar a la casa de las Earnshawn y durante su desaparición de tres años es desconocida y no está atada a nada; él es ese símbolo de libertad indómita; un ser que puede irse en el momento que le plazca, y a donde le plazca, pero que se mantiene en un constante retorno, más por una obsesión que por voluntad. En Heathcliff se encuentran muchos de los deseos de lucha de Emily.

Catherine es la contraparte de Heathcliff, por lo que es la contraparte de los deseos de Emily. En ella proyecta una mujer altiva y caprichosa que hace con la vida de la gente lo que ella quiere, sin importarle dañar a terceros. Solo vive para satisfacer sus deseos inmediatos (Catherine ama a Heathcliff y a Edgar Linton según la ocasión; pero bien pudo haber amado a otro), cosa que jamás podría vivir la autora debido a los constantes desvelos que sufría por cuidar a su hermano y a su padre, además del encierro que vivía en Yorkshire. Emily Brontë no conocerá la vida amorosa, pero podrá imaginar una.

Cumbres borrascosas es una obra en la que podemos leer el alma de una mujer que está sometida a una vida simple y monótona, pero en cuya imaginación albergo todo un mundo de seres increíbles, grises y pasionales que entretejen una enorme telaraña de odios y venganzas. Pero lo que más nos deja ver el texto en cuanto los deseos y la imaginación de esta artista: es una historia de amor, una que tal vez imaginó para ella misma y que nunca pudo vivir debido a su práctico encierro, a su vida familiar y a su corta existencia. Al menos nos dejó su obra para conocerla.

 

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