Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Ensayo: Que la persona termine su ciclo vital en paz y no con miedo de Gustavo Löbig Martínez

 

 

Gustavo Löbig Martínez (Venezuela, 1962)

 

"Que la persona termine su ciclo vital en paz y no con miedo"

 

Gustavo Löbig Martínez

 

Segunda y última parte del post de junio (2023):

 

… “Muchos viven con un torturador en la cabeza que les quita energía vital, causándoles sufrimiento, infelicidad y enfermedad. Para silenciar al torturador usted debe convertirse en el observador de sí mismo, reconocer cualquier patrón de pensamiento repetitivo, estar alerta cuando vuelva a oír esos viejos discos que han sonado en su cabeza durante años (eran los 90 y solo existían discos de acetato y compactos, no los iPod y iPhone). Cuando escuche esa voz no se juzgue ni condene lo que oye, porque hacerlo significaría que la misma voz ha vuelto a entrar por la puerta trasera. Esa voz es la de su ego, la imagen mental que se ha fabricado de quién es usted basada en su condicionamiento personal y cultural. También debe estar alerta a la voz de su cuerpo-dolor, formado por la memoria de todas sus experiencias dolorosas y las de otros que ha hecho suyas, un cuerpo energético de baja vibración que se alimenta de los resentimientos y sufrimientos del pasado y de la ansiedad que viene de pensar en el futuro. Esas dos voces dentro de nuestra cabeza son capaces de volvernos locos. Pero cuando no nos identificamos con ellas, sino con la parte nuestra que las reconoce, creamos una distancia que se llena de conciencia; y cuando esta observa cada momento del presente, despierta. Así llegamos a saber quiénes somos realmente en el aquí y el ahora”.

Por aquel tiempo yo creía que una conciencia despierta era una mente libre de condicionamientos y con un fuerte sentido moral, no el medio para llegar a saber quién soy en verdad. Por eso, en la ronda de preguntas que cerró aquella charla de Tolle, levanté mi mano y luego el resto de mí de la silla y le dije lo siguiente, después de ensayarlo en mi cabeza para que no sonara grosero ni desafiante: La mayor parte de la humanidad pasa hambre o vive circunstancias muy dolorosas, y aunque observa y sufre su situación en tiempo presente y día tras día eso no eleva su conciencia, más bien creo que ver su sufrimiento la bloquea, embrutece y degrada.

Tolle volvió a clavar en mí sus pequeños ojos claros y amplió lo que ya había dicho:

“Para ganar conciencia en circunstancias normales o difíciles no juzgues ni analices lo que ves, sientes o sucede. Distánciate del problema, contempla el pensamiento, siente la emoción, observa la reacción. No las conviertas en una falla o carencia personal. Entonces sentirás algo más poderoso que cualquiera de las cosas observadas: la Presencia serena que está detrás de tus contenidos mentales, de tus miedos y creencias aprendidos. Ese observador silencioso que vive en tu interior es tu ser verdadero, esa atención constante es la esencia de tu misión en esta vida. Al actuar desde el observador interno podrás diferenciarlo de tu ego y desenmascarar a este. Identifica también tu cuerpo-dolor y qué lo activa, acepta que está ahí pero no pienses en él, no revivas rencores ni recuerdos dolorosos, no lo refuerces. Cualquiera que viva identificado solo con su cuerpo y con su mente está desconectado de su ser real y tendrá al miedo como su constante compañero”.

No quería polemizar con alguien tan amable, pero mi realismo práctico replicó: Eso de verme como una presencia superior a mi realidad humana me suena a fantasía o autoengaño mientras yo no compruebe que esa presencia existe. Y si ella existe, ¿quién soy yo? Luego retomé mi punto: Todos sabemos que este mundo está hecho un desastre, por eso vivimos siendo reactivos ante el presente, atados al pasado, acumulando cosas y planificando para el futuro, porque todos tenemos miedo. Hasta los malvados y corruptos obran como lo hacen porque están llenos de miedo. Lo que usted propone para despertar la conciencia no lo veo factible, la mayoría de la gente no puede sentarse a observar cómodamente el presente pues bastante trabajo tiene con sobrevivir y lidiar a diario con penas e imprevistos; además, no entiendo cómo una conciencia despierta podría acabar con tanto sufrim… ¡D´ou!

Freddy Krueger cayó en su silla convertido en Homer Simpson. Tolle sonrió.

La comprensión me hirió como un rayo. Capté que quien habló por mi boca no fue el realismo práctico sino mi ego a la defensiva. Por primera vez lo reconocí desde un rincón de mi mente libre de miedo, un rincón donde nunca me había parado, y aunque entender en qué consiste una conciencia despierta no es lo mismo que tenerla, sentí que di un paso importante hacia ella. Y pude ver con claridad cómo los peores males del mundo surgen de la conciencia dormida de la mayoría de la gente.

La humanidad busca ser continuamente feliz sin lograrlo, no importa lo que haga ni lo que tenga, por eso vive convirtiendo este mundo en un infierno, lastimándose a sí misma de mil maneras diferentes, siendo reactiva ante su propia obra, desmintiendo a diario su pretendida racionalidad, propiciando su propia extinción con el deterioro ambiental y el mal uso de la tecnología, engañándose con escapismos y mentiras, y actúa así porque su inconsciencia la mantiene ciega y llena de miedo hacia la vida y la muerte, haciendo de ambas dos territorios separados, desconocidos e incomprendidos.

Ese súbito darme cuenta hizo provechoso hasta hoy aquel único encuentro mío con E.T. Y no me refiero al extraterrestre, aunque todos hayamos venido de otro mundo a este con la misión de descubrirnos. Luego de volver a tomar asiento me perdí las siguientes intervenciones del público porque estaba escuchando mi propia reflexión, hasta que una señora con acento colombiano y olor a pachulí (lo recuerdo clarito) se levantó de la silla junto a la mía, preguntó cómo era posible conformarnos con observar sin reaccionar ni buscar la felicidad habiendo tanto drama en la vida, y Tolle le contestó:

“La razón de ser de las personas, las cosas y las circunstancias no es hacernos felices, sino hacernos conscientes. La mayoría de la gente está enamorada de su propio drama. Su historia personal es su identidad. El ego dirige su vida. Todo lo que cree ser se sostiene sobre ese trípode: drama, historia personal, ego. Por eso cualquier búsqueda que haga de felicidad, de respuestas, de soluciones o de sanación generalmente fracasa y se convierte en parte del drama. Observar y aceptar el contenido de cada momento presente va borrando el drama en nuestra vida porque le quitamos su sustento en el pasado o en el futuro. Si no prestamos atención al presente en realidad no estamos viviendo, no experimentamos el fluir de la vida. Ese es el poder del ahora.”

Hay una profunda sabiduría, generadora de conciencia, en la decisión diaria de dedicar unos instantes a observar la vida sin juzgarla, en vivirla con gratitud sin oponernos inútilmente a su fluir. En todo drama hay mucho desperdicio de energía por negarnos a aceptar el cambio constante e inevitable, tan temido por nuestra vulnerabilidad. Esa resistencia, esa lucha contra lo que no queremos que sea como es, ciertamente nos da motivos para vivir, pero también genera casi todo nuestro sufrimiento, y lo cierto es que la mayor parte de ese sufrimiento es mental e innecesario.

La propuesta de Tolle se resume en ver la vida desde una perspectiva más observadora que reactiva, o seguir sufriéndola como siempre. Lo que dice impacta, pero debe ser rumiado como hace una vaca con su bocado de hierba para ser bien comprendido, mientras uno lo reflexiona permaneciendo quieto como un árbol. Por suerte puedo hacerlo porque amo a todos los árboles, a la mayoría de los animales, entre ellos las vacas, y a unos cuantos humanos.

En la libreta donde anoté lo que más me gustó de la charla encontré guardadas las dos fotos con mi pinta de Kruger que pongo acá y un par de ideas que tuve durante aquel destello de lucidez que me facilitó Tolle y comparto con ustedes tal como las escribí: 1- Gano conciencia si soy el testigo de mi actividad mental, no el juguete de mi mente. 2- Como el actor que sabe que está haciendo una película, he de verme como el protagonista de mi vida sabiendo que soy más grande que ella y sus circunstancias. Nota: hablar de esto con O.

(O. era Olga De Lima, mi mejor amiga en esa época y durante veinte años, una monja que ya murió).

Por suerte las palabras de Tolle en esa conferencia aparecen casi textualmente en su primer libro, como descubrí luego cuando lo compré en Venezuela, porque en Canadá solo lo vendían en inglés y yo no heredé ni pizca de la facilidad para los idiomas de mi abuelo paterno que sí tienen mis sobrinos; al leerlo recordé aquellas preguntas y respuestas y las copié por si servían algún día, que llegó ahora. Resumen su filosofía práctica y sencilla, la cual corre como el agua limpia de un río alimentado por distintas fuentes.

Luego de que Oprah lo entrevistó e hizo famoso, Tolle siguió mostrándose por los mass media prácticamente igual que cuando lo vi aquella vez; y aunque ya lleve años cobrando por sus conferencias y asesorías nunca ha querido lucrarse formando una empresa millonaria como han hecho Deepak Chopra, (al que también he visto y oído en persona, pagando bien cara la entrada) y tantos otros gurús de moda que han calado poco o nada en mí.

En todo caso, a medida que la conciencia despierta podemos identificarnos con quienes están pasando por lo mismo, sentir también su hambre de querer saber más sobre lo trascendente, entender qué motiva la conducta irracional nuestra y la de los demás. Cuando comienza a despertar nuestra conciencia se nos abren los ojos del alma, y descubrimos secretos y maravillas donde antes solo veíamos lo trivial y cotidiano. Surge el asombro ante lo grande y lo pequeño, se valora una flor como se disfruta la noche estrellada de nuestro cielo o el de Van Gogh, se nos hacen vitalmente necesarias la belleza y la solidaridad. Casi todo lo que entiendo sobre cualquier tema trascendente lo debo a los aportes del mencionado despertador alemán de conciencia y a otros como él, gente poco adaptada a esta sociedad mercantilista, escapista y enferma. Y se los agradezco inmensamente, pues yo no tengo la brillantez intelectual necesaria para que se me ocurran las reflexiones que hacen de tales personas unos maestros espirituales.

También he ganado algo de lucidez leyendo ciertos libros y hallando coincidencias entre ellos. En los cuatro Vedas del hinduismo, escritos hace 8000 años, el Yajur Vêda contiene mucha de la doctrina formulada por Jesús sesenta siglos después. Algo de verdad debe haber en textos tan separados por la geografía, la cultura y el tiempo, cuando enfocan de manera similar el sentido de la vida humana. Y es interesante reflexionar acerca de por qué solo unas cuantas personas, muy pocas a lo largo de la historia, se dan cuenta de cuál es el mejor camino para recorrer esta vida y eligen seguirlo, señalándolo para guiar a los demás viajeros, mientras la mayoría opta año tras año y siglo tras siglo por la senda del mayor sufrimiento y, en muchos casos, de la autodestrucción.

Despertar y expandir la conciencia es un trabajo personal, más provechoso en términos evolutivos que el culto a cualquier deidad. Las religiones se mantienen gracias al culto rendido a un dios separado del creyente porque saben que siempre es un alivio compartir la propia carga con otro ser, sea real o imaginario; pero las prácticas religiosas se basan en rituales, decretos y oraciones que no pasan de ser costumbres y apariencias sociales, o actividades de autosugestión y autoengaño, o manifestaciones de una superstición que esclaviza. Con los años, muchos nos vamos alejando de los ritos externos para profundizar en nuestro interior.

Entretanto, y para todos, regresan miedos antiguos. La religiosidad aprendida en la infancia por imposición de los adultos retorna como misticismo. El primer miedo aprendido, el miedo al abandono propio del infante, se reactiva en el anciano. El miedo al cambio, surgido durante la pubertad por las modificaciones hormonales, vuelve como miedo a las enfermedades y achaques de la vejez. Esta, ante la proximidad de la muerte, revive el miedo del niño pequeño hacia la oscuridad y lo desconocido.

Lo ideal es que la persona termine su ciclo vital en paz y no con miedo. Cada uno de nosotros forma parte del ciclo de la vida en esta época y está destinado a trascenderlo, pero solo si lo respeta. En cuanto a la vulnerabilidad, existe para permitirnos el conocimiento y la práctica del amor incondicional; honrémosla en la naturaleza, en nuestra carne y mente tan frágiles, en cualquier solicitud de ayuda y en el pudor de quien no la pide para no parecer débil o verse rechazado. Apoyemos también la belleza; aunque tenga la fragilidad de lo temporal, es parte de la verdad y esta jamás caduca. Nos vemos el próximo primero de julio con los hermosos temas propuestos por Gladys Maldonado y Milagros Pulido. Me despido con el saludo franciscano: Paz y bien.

copyrigth©gustavolöbigmartínez

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”