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Bettina Pacheco (Venezuela, 1951) |
Bettina Pacheco
Poemas del claustro
I
Desde que los míos partieron
pálida y artera
asoma su mejilla enjuta.
En un ir y venir
persistente acosa.
¡Cuánto tuvimos que esperar
para asumir su transparencia!
La eternidad de un instante
bastó para descubrir
todo el amor
en las cosas que dejaron.
Él, un sombrero
ella, una flor, una vela
y una llave
para clausurar mis puertas
las del encierro elegido
en este más acá de la condena.
II
Envuelta en las gasas
de la temprana mañana
la avecilla trina su inocente melodía
a poco de partir.
A nadie despierta
más bien arrulla
los sueños tardíos
del que nada espera.
Solo el obligado arribo
del cercano otoño,
de la estación de los sepias
y violetas encarnados,
comprende los augurios
del claustro elegido.
Para cuando las hojas recobren
su acostumbrado equilibrio
muchos fuegos se habrán apagado
de tanto acudir
a las mismas llamadas.
Nada pasa
Solo es la vida
confiada y constante
como el agua de la fuente
que surte y se estanca
Oh, soledad, si pudiera morar contigo
John Keats
III
Te invito al café de la tarde
sentadas las dos en silencio
como siempre.
No sé si escucharás lo mismo que yo
el refunfuñar del viento
el ondular de las cándidas olas
o el paso del ángel
con su dedo acusador.
¡Oh soledad!
Ya que viniste
quédate conmigo
ya no te temo.
Pasaron los días bulliciosos
hoy solo me queda un velo blanco
un pergamino
y un tintero derramado.
¡Oh soledad!
Quédate conmigo
no te aburrirás
te lo aseguro.
Festejos de papel y tinta
nos acompañarán por siempre
en esta orilla de la eternidad.
IV
Se posó sobre mi frente
un rayo no invitado
derrumbó certezas
y me derribó de las alturas.
Solo bastó una luz
un fogonazo
unos segundos
para presentir mi destino
de caminante incinerada.
©Bettina Pacheco
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