Armando Rojas Guardia en Caracas, 2013. |
Lunes, 10 de
Julio de 2017 11:36
“Lo que parece singularmente humano no es la conciencia o el libre
albedrío, sino el conflicto interior: los impulsos contradictorios que nos
dividen”, desliza el británico John Gray en “El alma de las marionetas”… A partir de algunas bifurcaciones existenciales, Armando Rojas
Guardia (Caracas, 1949) compuso una sinfonía de experiencias plurales y únicas
alrededor de esa condición lábil, siempre en construcción, que nombramos “lo
humano”.
“El deseo y el infinito” (Diarios 2015-2017) es el primer diario
publicado (primero en Internet y luego en Seix Barral) por Armando Rojas
Guardia (ARG), quizá la voz más potente de la lírica venezolana contemporánea.
“Concibo el diarismo como un subgénero del ensayo. El que a mí me interesa
busca no desnudar el anecdotario íntimo de mi día a día, sino las resonancias
conceptuales que me provocan los hechos que vivo. En ese sentido, me interesa
la trama conceptual que borda los hechos que protagonizo”, indicó el autor, durante una breve entrevista que le realizamos en el
Café Provenzal, en el Este de Caracas.
Este diario no exhibe la intimidad de Rojas Guardia. Sin
embargo, nos acoge, con su prosa poética, en la primera fila de su
conciencia espiritual. Transitamos el mundo visible, las sensaciones, las
percepciones y las formaciones volitivas que conforman las pasiones contra las
cuáles luchó (y lucha) el diarista. La oración, Caracas, Dios, Charlie Parker,
el chavismo como retroceso, la homosexualidad, el dolor, Nietzsche, la música,
la locura, Cristo, Bach, Montaigne, la realidad, la meditación, Beethoven,
el cosmos, son algunas de las ramificaciones que recorremos y, de las
cuales, no regresamos ilesos.
La tradición diarística venezolana es de reciente data. Aunque Rufino
Blanco Fombona publicó “Diario de mi vida” en 1929, no fue sino hasta el
siglo XXI que el género reverberó en nuestros escritores. Alejandro Oliveros
(“Tristes cuidados”, 2002 / “Variar vida y destino. Diario literario” 2003) y
Rafael Castillo Zapata (“Travesías: Diarios de viajes. La relación infinita,
1990-2010”, 2012) inauguran una senda que sigue sumando voces; Alejandro
Sebastiani (“Derivas”, 2013); Ricardo Ramírez Requena (“Constancia de la
lluvia. Diario 2013-2014”, 2015) y Victoria de Stefano (“Diarios 1988-1989. La
insubordinación de los márgenes”, 2016). Rojas Guardia, nos indicó, se inscribe
dentro de esta nueva corriente que detalló y ponderó, “son diarios de mucha
importancia estética, literaria y espiritual”. No obstante, en Rojas Guardia el
diario es una “modalidad de filosofía narrativa”, un artefacto de parpadeantes
alertas azules y rojas, de invitaciones y de advertencias al lector, no pocas
veces aferrado a los márgenes exteriores de sí mismo.
— Escribes sobre el peligro de “des-almarse”, de ser un
des-almado… indicas que es “el desafío permanente inscrito en esta órbita
existencial”. Es como una alerta al lector de mantenerse en conexión con su
interioridad, por lo menos así la percibí…
— ARG: ¿Por qué doy un taller que llamo “Introducción
a la experiencia mística? ¿Cuál es la justificación para darlo en este momento
del siglo XXI? Los místicos son los maestros de la interioridad. Los místicos
hacen más que demostrar, ellos muestran que en el hombre hay un polo
interior irreductible, un abismo interior que hay que reconocer, cultivar y
disfrutar; para hacerlo, hay tres requisitos: silencio, cierto margen de
soledad y capacidad de disciplina. Hay que tratar de reconectar con nuestro
mundo interior en un momento histórico donde todo, compulsivamente, nos
externaliza. Si los místicos tienen razón, nosotros tenemos que aprender a
reconectarnos con esa insondable dimensión interior, con nosotros mismos desde
lo profundo. El diario es una epifanía de ese encuentro con nuestro mundo
interior.
El placer, el paraíso en minúsculas y la liberación
de la mancha a erradicar
En sus Diarios, Rojas Guardia propone recuperar “el paraíso” como
una categoría ética, pero en minúsculas, que se pueda llevar en el bolsillo,
que se pueda vivir y disfrutar en lo cotidiano. Afirma el diarista,
“desde hace mucho tiempo me adhiero a las éticas eudomonológicas . Las
éticas para las cuales la vida humana se caracteriza fundamentalmente por ser
una búsqueda de la felicidad. Y, ¿qué es la felicidad? El bienestar espiritual,
psíquico y corpóreo del hombre. La felicidad es un placer superior. Demócrito,
los cirenaicos, Epicuro, Lucrecio, Montaigne, Spinoza, y, a su manera, Albert
Camus y Nietzsche son fundadores de una ética eudomonológica. Para este
tipo de ética hay que lograr la realización, en nuestra vida, del paraíso, pero
con minúsculas, no el mitológico paraíso con mayúsculas”.
— Postulas, entonces, un hedonismo, a pesar de los
recurrentes ataques a esta corriente.
— ARG: Bueno, yo creo en un hedonismo sensato. Es el
de Epicuro y el de Spinoza. Epicuro plantea que hay tres tipos de placeres, el
placer natural y necesario, como por ejemplo la comida, el vestido y el techo;
el placer natural pero no necesario, que para él es la sexualidad y el placer
ni natural, ni necesario, que es la búsqueda compulsiva del prestigio, de la
fama, del honor. Para Epicuro hay que tratar de ceñirse al placer natural y
necesario y desechar los otros. ¡Claro! Él no había leído a Freud (risas),
decir que la sexualidad es una placer natural pero no necesario, hoy nos luce,
por lo menos, inadecuado conceptualmente. Pero el hedonismo de Epicuro quiere,
en última instancia, administrar el sufrimiento en función de la consecución de
un placer sensato.
La valorización del cuerpo en el mundo moderno, la superación de la
visión de éste como la cárcel alma y la proliferación de prótesis que expanden
su alcance han hecho, según Rojas Guardia, que
“se revalorice el placer como un derecho humano inobjetable. El placer
ya no es visto como una amenaza, como una seducción tentadora que nos extravía.
Yo creo que esa visión moderna del cuerpo y el placer se conecta con lo mejor
de la tradición bíblica. En el Evangelio no hay un solo versículo donde
aparezca Cristo menospreciando el cuerpo, el mundo y el placer. Incluso, en el
Evangelio de Juan hay un episodio, que a lo mejor no es histórico, pero tiene
una gran eficacia simbólica, según el cual el primer acto taumatúrgico de
Cristo consistió en convertir el agua, destinada a los rituales de
purificación, en vino, en el marco de una fiesta bodas. La consecuencia obvia
de ese pasaje es que se termina la edad antropológica obsesionada por la mancha
que hay que erradicar a través del ritual del sacrificio y de la expiación.
Allí empieza el momento del vino, que es el símbolo de la alegría, del gozo”.
Para Rojas Guardia, Cristo no fue un populista, no fue un demagogo, no
propugnó una oclocracia (un gobierno de muchedumbre), “propone una soberana
libertad ante el apego esclavizante hacia el amor propio”… Esa aseveración nos
dona un Jesús contemporáneo, sin las deformaciones de las religiones y cultos.
Inquirimos, ¿hay espacio en este momento para un Jesús en estado originario,
previo al marketing de las religiones?
— ARG: Yo creo que sí. Creo que la teología
contemporánea, tanto protestante como católica, ha logrado resucitar la
fisonomía más original del Jesús evangélico. Hay un gran teólogo católico, Hans Küng, que afirma que es ahora, a finales del siglo XX y
comienzos del XXI, que estamos en capacidad de captar lo más original y lo más
auténtico del legado de Jesús. Porque nos hemos liberado de todas las trabas,
de todos los bloqueos que en siglos anteriores nos desvirtuaban la frescura
original de la figura de Jesús.
— En los Diarios, sintetizas la plenitud que ahora
vives bajo el signo de lo “reconciliado”. Aseveras que éstos quieren ser “la
minuta de una inédita reconciliación conmigo mismo”. ¿Cómo fue ese trayecto
reconciliatorio?
— ARG: El deseo y el infinito revela la
bitácora de un viaje. Un viaje desde el yugo de la culpa, desde la negación tanática del deseo, desde la represión y el rechazo
del placer hasta la liberación de la alegría. La alegría del que asume,
corporalmente, el disfrute de la vida, de lo que llamo en el diario la bondad
ontológica del mundo. Eso es algo que hay que afirmar, incluso Camus que era un
ateo riguroso lo formuló lapidariamente, ‘el mundo es bello y fuera de él no hay
salvación’. Él estaba afirmando la bondad ontológica del mundo. Yo creo, desde
mi fe bíblica, que el mundo es bueno y el mundo es bello. En el primer capítulo
del Génesis se lee ‘y vio Dios cuanto había hecho y era muy bueno’ (1:31).
— Cioran escribió en sus Cuadernos, “El fondo de la
desesperación es la duda sobre uno mismo”; y Franz Kafka asegura que ”cuanto
más tiempo se duda ante la puerta, más extraño se vuelve uno”... Los Diarios,
¿propician dudas o certezas?
— ARG: Yo creo que la duda acompaña a toda
conciencia moderna. No es casual que la filosofía moderna se abra con el “Discurso
del método” de Descartes, que plantea la duda metódica. Yo escribí, a
comienzos de los noventa, un librito que se llama “El Principio de
Incertidumbre”, allí planteo que es necesario sumergirse en el talante
existencial de la incertidumbre para acceder a la verdad. A mí me parece que la
fe conoce, dentro de su dialéctica interna, el momento de la duda. Hay una
frase en el Evangelio que a mí me impacta mucho, y que a Unamuno lo impactaba,
‘creo Señor, pero ayuda a mi incredulidad’ (Marcos 9:24). Esa especie de
paradoja, creo que acompaña a toda conciencia adulta.
“Nos gobierna el pasado”
En los diarios hay al menos tres entradas que se detienen en la realidad
actual de Venezuela. Hoy, al publicar esta entrevista, la sociedad civil
cumplió 101 días de protesta activa en la calle contra el gobierno del
presidente Nicolás Maduro, que ha sido respondida, desde el régimen, con una
Violencia de Estado atroz, no sólo a los manifestantes (91 asesinados y 1400
heridos según Amnistía Internacional), sino a personas inocentes que han sido atacadas en sus casas, en
centros comerciales y hasta en clínicas privadas. Enfrentamos a “un gobierno
inepto hasta la insensatez, que todos los días viola la legalidad democrática y
que solo está sostenido por el poder militar desnudo” asevera ARG en los Diarios,
quien se confiesa imposibilitado de abandonar Caracas, esta ciudad
“caótica, pero nunca trivial”, donde habita en una suerte de “des-tierro
interior”.
“Al hablar de chavismo, como lo hacemos hoy, no caemos en la cuenta de
que estamos, automáticamente, evidenciando un retroceso, una regresión
histórica. Junto con el militarismo (ramplón, ignaro y hamponil) y el
estatismo, este caudillismo entroniza un triángulo anacrónico. Nos gobierna el
pasado”, página 173.
Al pedirle a Rojas Guardia que ampliara el alcance de la frase “nos
gobierna el pasado”, afirmó sin dudar que “el chavismo es una resurrección
del caudillismo. El caudillismo ha permeado buena parte de la historia
republicana de Venezuela, quizá por ello Arturo Uslar Pietri dijo que las dos
pasiones que mueven a Venezuela son el mesianismo y la igualdad. El mesianismo
porque tendemos a esperar una figura carismática que nos redima y nos salve. Es
una vieja tendencia de la psicología colectiva del venezolano. Desde el
comienzo de nuestra vida republicana se fueron alternando el paecismo, el
monaguismo, el crespismo, el guzmancismo, el gomecismo… No tenemos que
repetirnos por siempre, podemos tomar conciencia de esas tendencias nefastas de
nuestra psicología y tratar de corregirlas”.
Tres rutas del diario
- “Al cosmos, deberíamos denominarlo más bien ‘c(aos)mos’, porque al diseño armónico implícito en la idea de lo cósmico es indispensable integrarle el impulso omnipresente de lo caótico”, p.84
- “Hace mucho tiempo que sé, basado en mi propia experiencia, que la paranoia funciona de manera semejante a una lupa: deforma la visión de los objetos al agrandarlos, pero al mismo tiempo nos hace distinguir detalles que sin ella nos pasarían desapercibidos”, p. 128.
- “No soy un místico pero, como te decía, he procurado y procuro ser un hombre de oración. Esto es lo único que, en resumen, le pide Teresa a su lector: que se atreva a orar, venciendo la inercia, el prejuicio y la mera comodidad existencia”, p.141
Según Thomas Bernhard, “todos tenemos palabras que no se nos pueden
decir”, al preguntarle a Rojas Guardia cuáles serían las suyas, sonrió,
reflexionó unos segundos y luego indicó: “no hay palabras que no se me
puedan decir. Yo asumo todo el espectro verbal y lingüístico con serenidad. No
hay ninguna palabra que yo tache, que yo rechace, que yo reprima. Siempre que
me dejen margen para el espíritu crítico, para procesar críticamente lo que me
dicen, no hay palabra que yo rechace… En la adolescencia, me impactaba cuando
alguien me llamaba ‘marico’, esa era una palabra que me indignaba y aterraba a
la vez. Pero toda mi vida ha sido un trastocar el significado de esa palabra
para darle un contenido benigno. Yo asumo hoy, placentera y creadoramente, que
mi homosexualidad es el fruto de un esfuerzo por trastocar aquel viejo insulto
en algo positivo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario