Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Un taller de Poesía por Armando Rojas Guardia





Concibo el taller de poesía como un espacio comunitario ocupado por 1) el trabajo artesanal, 2) el estudio, y 3) el diálogo permanente.

1) Es ante todo, como su mismo nombre lo indica, una actividad orientada no precisamente a la teoría del acto creador sino a su práctica. Se diferencia de un aula académica por el hecho de que, dentro de él, la poesía no resulta encarada primordialmente desde el punto de vista teorético; su especificidad radica en la capacitación instrumental que busca producir. Se trata de ubicar al tallerista, sin demoras, ante el trabajo creador, tratando de que mediante el esfuerzo sostenido en torno al poema pueda resolver los problemas inmediatos que son inherentes a su confección. Estos problemas suelen ser sobre todo de dos tipos;

a) Los de orden cognoscitivo: El poema, que es el producto al cual tiende espontáneamente toda la actividad mental del poeta, requiere- aparte de toda vocación subjetiva en el que lo realiza- una preparación que engloba la vida consciente e inconsciente del creador .Dicha reparación supone a su vez una atención cada vez más afinada ante el fenómeno estético, tal como éste se vincula a las palabras. El poeta –quien, como sujeto de su específico acto creativo posee una determinada dirección  de la inteligencia y sensibilidad –debe cultivar, psíquica, espiritual y aun corporalmente, una actitud ante el hecho verbal, los objetos y las experiencias, que lo faculte para hacerse, ante todo, privilegiado de la epifanía del poema, de la aparición del fenómeno creador cuyo resultante final es el texto. Su percepción del orbe semántico/sonoro que conforman las palabras de su lengua debe obviamente desarrollarse, junto con la del mundo “objetivo” y “subjetivo”  -en complicación dinámica – como materia estética verbalizable poéticamente.

Me parece que la primera preocupación del coordinador del taller ha de ser, no sólo la colocar al tallerista ante las fuentes ancestrales del conocimiento lírico del mundo, sino también la de propiciar un clima espiritual en el seno del taller, dentro del cual el acto creativo se comprenda y comparta como el centro de la subjetividad de quien emprende; centro que convoca al espíritu, a la psique y a la misma sensorialidad del sujeto creador;



b) los de orden instrumental: El poema es un organismo de palabras dotado de estructura y ritmo. Desde la cédula básica que lo constituye –el verbo o la frase, reducibles a las sílabas, a fonemas y morfemas- hasta la arquitectura final que da la medida de su acabamiento estético, el poema implica la solución de dificultades formales que le son propias, las cuales pueden ser resumidas en éstas dos: música y combinación. Por música entiendo, en este contexto, el arte que nos sensibiliza ante la masa sonora, la coloratura y el timbre de las palabras, empezando por sus letras mismas, cuya eufonía o disonancia eventuales dentro de una determinada dinámica textual debe ser objeto de estudio, reflexión y ejercicio por parte del tallerista. Y comprendo bajo la palabra combinación la facultad de organizar las palabras en el vivaz, sonoro ordenamiento sintáctico, que es, no solamente arquitectura de amplias magnitudes de sentidos, sino cuerpo concreto, orgánico, nutrido por el aliento –que es siempre rítmico- La lectura de los poemas de los talleristas, lectura estudiosa y compartidas, debe facilitar para la comprensión del texto

2) El taller, decíamos, constituye también un espacio comunitario de estudio. Este no debe autonomizarse de la actividad artesanal;  por el contrario, debe ser para ésta un permanente alimento y desafío. Estimo que son tres las principales áreas que engloba esta teoría vinculada intensamente a la praxis;

a) la que está constituida por el análisis y la interpretación de algunos grandes poemas en lengua castellana (propongo Primera Egloga de Garcilazo, el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, la Soledad Primera Góngora, varios sonetos de Quevedo). Taller supone que el tallerista adolezca de las fallas intelectuales que genera nuestro bachillerato con respecto al conocimiento, y sobre  todo al disfrute, de la poesía del idioma, tanto española como hispanoamericana. Estas fallas pueden y deben ser subsanadas en alguna buena medida mediante el estudio, en el taller, de ciertos poemas concretos, dentro de los cuales el tallerista ha de observar la manera en que fueron solucionados los mismos problemas que a ello retan  a elaborar su propia obra. Estimo de particular importancia sensibilizar al integrante del taller ante las particularidades y riquezas del castellano. De igual modo, resulta claro que debe hacerse hincapié en la tradición hispanoamericana y venezolana a la cual pertenece el tallerista como  sujeto cultural. Algunos poemas de nuestros autores, verbigracia Altazor de Huidobro, Piedra del Sol de Octavio Paz, (la Muerte de Narciso de Lezama Lima y otros textos pertenecientes a distintas corrientes estéticas de la poesía continental (piénsese en la diferencia, pedagógicamente ilustrativa, que existe, por ejemplo, entre Muerte sin Fin de Gorostiza y Fracaso de Rafael Cadenas) pueden servir de idóneo marco de referencia;

b) el área de la poesía moderna: Consideramos que el participante en el taller debe estudiar al menos tres de los grandes poemas de la modernidad (El Barco Ebrio, Golpe de Dados, La tierra Baldía). Como es de sobre conocido, la poesía moderna implica una ruptura sustantiva frente a la tradición poética occidental, y el integrante del taller- ubicado como productor de cultura en una época inmediatamente posterior a la de esa ruptura- ha de interiorizar críticamente algunos de sus principales procedimientos y premisas;

c) el área de los estudios simbólicos, en los cuales el participante al menos ha de ser iniciado. La poesía no es conceptual, pero sí ideativa, porque trabaja con símbolos y procrea. Así, pues, me parece  que el taller debe conformar también un espacio de sensibilización ante la dimensión simbólica de la espiritualidad humana, matriz de todo trabajo estético. Ayudado por las investigaciones y reflexiones de estudiosos como Eliade, Jung, Bachelard, Durand, el tallerista autopercibirse como productor de símbolos, captar el poder cognoscitivo y eventualmente patológico o curativo de las imágenes con las que trabaja, saber que su más obvia vinculación con la sociedad es de naturaleza simbólica. Su trabajo artístico remueve mitos y arquetipos de la cultura a la cual pertenece.

            Deseo hacer una advertencia: mi propia experiencia como coordinador de taller y otras similares- inclusive las que he podido observar en el extranjero- me invitan a comprobar que la combinación del aspecto artesanal con el teórico y estudio constituye un verdadero desafío, acaso el mayor que enfrenta el taller como conjunto. He esbozado en estas páginas lo que considero una especie de ideal, de desiderátum, (pensando siempre en un año, por lo menos, como duración mínima del taller); pero no se me escapa que éste debe ser moralizado de acuerdo a las especificidades de cada grupo humano. Será la percepción que se tenga tanto del grupo como de los casos individuales la que determine el nivel en que ha de ubicarse aquella “ars combinatoria” entre praxis y teoría.

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”