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Rubén Darío
(Metapa, Matagalpa Nicaragua, 1867 - León, Nicaragua 1916)
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El varón que tiene
corazón de lis,
alma
de querube, lengua celestial,
el
mínimo y dulce Francisco de Asís,
está
con un rudo y torvo animal,
bestia
temerosa, de sangre y de robo,
las
fauces de furia, los ojos de mal:
!el
lobo de Gubbia, el terrible lobo!
Rabioso,
ha asolado los alrededores;
cruel,
ha deshecho todos los rebaños;
devoró
corderos, devoró pastores,
y
son incontables sus muertes y daños.
Fuertes
cazadores armados de hierros
fueron
destrozados. Los duros colmillos
dieron
cuenta de los más bravos perros,
como
de cabritos y de corderillos.
Francisco
salió:
al
lobo busco
en
su madriguera.
Cerca
de la cueva encontró a la fiera
enorme,
que al verle se lanzó feroz
contra
él. Francisco, con su dulce voz,
alzando
la mano,
al
lobo furioso dijo: —"!Paz, hermano
lobo!” El animal
contempló
al varón de tosco sayal;
dejó
su aire arisco,
cerró
las abiertas fauces agresivas,
y
dijo: —"!Esta bien, hermano
Francisco!”
"!Cómo! —exclamo el santo— ¿Es ley que tu vivas
de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor,
no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?”
Y el
gran lobo, humilde: —"!Es duro el
invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé que comer; y busqué el ganado,
y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Senor.
!Y no era por hambre, que iban a cazar!”
Francisco
responde: —"En el hombre existe
mala levadura.
Cuando nace, viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura.
Tu vas a tener
desde hoy que comer.
Dejaras en paz
rebaños y gente en este país.
!Que Dios melifique tu ser montaraz!”
—"Esta bien, hermano Francisco de Asis”.
—"Ante el Señor, que todo ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata”.
El
lobo tendió la pata al hermano
de Asís,
que a su vez le alargo la mano.
Fueron
a la aldea. La gente veía
y lo
que miraba casi no creía.
Tras
el religioso iba el lobo fiero,
y,
baja la testa, quieto le seguía
como
un can de casa, o como un cordero.
Francisco
llamo la gente a la plaza
y allí
predicó.
Y
dijo: —"He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios”.
—"!Así sea!”,
contestó
la gente toda de la aldea.
Y
luego, en señal
de
contentamiento,
movió
testa y cola el buen animal,
y
entró con Francisco de Asís al convento.
Algún
tiempo estuvo el lobo tranquilo
en
el santo asilo.
Sus vastas
orejas los salmos oían
y
los claros ojos se le humedecían.
Aprendió
mil gracias y hacía mil juegos
cuando
a la cocina iba con los legos.
Y
cuando Francisco su oración hacía,
el
lobo las pobres sandalias lamía.
Salía
a la calle,
iba
por el monte, descendía al valle,
entraba
a las casas y le daban algo
de
comer. Mirábanle como a un manso galgo.
Un día,
Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce,
el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció,
tornó a la montaña,
y
recomenzaron su aullido y su saña.
Otra
vez sintióse el temor, la alarma,
entre
los vecinos y entre los pastores;
colmaba
el espanto los alrededores,
de
nada servían el valor y el arma,
pues
la bestia fiera
no
dio treguas a su furor jamás,
como
si tuviera
fuegos
de Moloch y de Satanás.
Cuando
volvió al pueblo el divino santo,
todos
lo buscaron con quejas y llanto,
y
con mil querellas dieron testimonio
de
lo que sufrían y perdían tanto
por
aquel infame lobo del demonio.
Francisco
de Asís se puso severo.
Se
fue a la montaña
a
buscar al falso lobo carnicero.
Y
junto a su cueva halló a la alimaña.
—"En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote —dijo—, !oh lobo perverso!,
a que me respondas: .Por que has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho”.
Como
en sorda lucha, hablo el animal,
la
boca espumosa y el ojo fatal:
—"Hermano Francisco, no te acerques mucho. ..
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
más siempre mejor que esa mala gente,
y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad”.
El
santo de Asís no le dijo nada.
Le
miró con una profunda mirada,
y partió
con lágrimas y con desconsuelos,
y
hablo al Dios eterno con su corazón.
El
viento del bosque llevó su oración,
que
era: "Padre nuestro, que estas en
los cielos. . . ”
[Paris, diciembre de
1913]
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