Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Poemas: de Kepa Murua

 

Kepa Murua (España, 1962)

 

Kepa Murua

Poemas 

 

DESTINO

 

La divinidad en los días tristes.
En los serenos: el aire.
En los alegres: la luz.
En los demoledores: el dolor ajeno.
En los profundos:
el amor y el perdón.
Todo en uno,
todo en uno:
poesía y rezo,
creencia y oración.
Nunca separado:
vida y destino,
miedo y tiempo.

 

HERIDA

 

A veces tarda en irse
y entre la herida que vuelve
y yo que la miro
cambia el sentido de la vida
y el orden de las cosas:
no su dolor ni su recuerdo;
tampoco su consuelo
que encuentro apenas me distraigo.
No es el miedo el que la atrae
ni el tiempo el que la condiciona,
sino lo que se piensa a veces
cuando no se esperaba nada
o lo que se pierde a menudo
cuando se deseaba
que ella también cambiase.
La herida que no se cierra
y se convierte en cicatriz
o la que no muda de piel
e insiste en su marcaje
si la encuentro a mi lado
y lo demás está lejos.

 

SILENCIO

 

Mido el tiempo que me queda
para escribir algún libro más.
Ese que no tienen los que se fueron
mientras aún se devuelven a mirarnos
para ver qué hacemos.
¿Medio tiempo para el cuerpo
y el otro para el alma?
Lo correcto sería pensar
en que lo que dedicamos al trabajo
no sea una parte, quizá la más importante,
de eso que necesitamos para contar la verdad.
¿Uno para el descanso, otro para el amor?
Para escribir un libro, ¿el mejor de todos?
¿El que falta antes de que partamos
el deseo y troceemos el conocimiento
mientras recordamos a los que nos leyeron?
Nunca nos dijeron que lo hacían:
nos amaron, nos respetaron,
nos animaron a seguir adelante,
y hoy no están. El silencio
es un arma de doble filo:
pone nervioso a más de uno;
es más que eso para quien está solo.

 

VENTANA

 

A la ciudad nunca olvidada
y que un día venció el miedo.
En la ventana tapada,
tras las cortinas frías
a las que se agarra tu mano,
el recuerdo calcina el interior
para aquel que vuelve a su casa.
Dicen que es otro tiempo,
que la ceniza del perdón lo cubre todo;
todo, hasta la inocencia
o la piedad mal entendida.
Si vuelves que sea sin miedo.
Que sea porque quieres,
sin rencor. Eres libre.
No puede haber otra razón.
Siquiera rezar ante tus muertos.

 

VIDRIERA

 

En la mano del que recoge
está lo que se ofrece.
En los ojos del que ve,
lo que se dice.
En los oídos del que oye,
lo que se escucha.
En la vida, la muerte.
En la muerte, la eternidad.
En la del hombre desconocido,
el libro del silencio
que se confunde con el lamento.
En la portada, su nombre.
Y con su nombre, el mío.

 

OFRECIMIENTO

 

Te doy el nombre antes de que nazcas.
El mar antes de que respires.
El aire para que lo sientas
antes de que camines.
El sendero para que lo recorras
antes de que te puedas poner en pie.
La atalaya y el horizonte
antes de que subas a la cima.
La montaña inaccesible, alta,
para que te esfuerces.
El cielo como recompensa
para que vivas.

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”