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Louise Glück (USA, 1943) |
Vita Nova
de
Louise Glück
Traducción: Mariano Peyrou
El maestro dijo Debes escribir lo que ves.
Pero lo que veo no me emociona.
El maestro contestó: Cambia lo que ves.
Vita Nova
Me salvaste, deberías recordarme.
La primavera del año; jóvenes que compran billetes para
los ferris.
Risas, porque el aire está lleno de flores de manzano.
Cuando desperté, me di cuenta de que era capaz del mismo
sentimiento.
Recuerdo sonidos como esos de mi infancia,
risas sin motivo, simplemente porque el mundo es hermoso,
algo así.
Lugano. Mesas bajo los manzanos.
Marineros de cubierta que izan y bajan las banderas de colores.
Y a la orilla del lago, un joven tira su sombrero al agua;
tal vez su enamorada lo haya aceptado.
Sonidos o gestos
cruciales
como un camino trazado ante los temas importantes
y después enterrado, sin utilizar.
Islas en la distancia. Mi madre
sujeta una bandeja con pastelillos -
por lo que recuerdo, no ha cambiado
ni un detalle, el momento
vivido, intacto, ya que nunca ha estado
expuesto a la luz, por eso desperté eufórica, ávida de vida
a mi edad, totalmente confiada -.
Junto a las mesas, manchas de hierba nueva, el verde pálido
recortado en el terreno oscuro.
Sin duda me han devuelto la primavera, esta vez
no como amante sino como mensajera de la muerte, pero
en cualquier caso es primavera, en cualquier caso lo hacen
con ternura.
Albada
El mundo era muy grande. Después
el mundo era pequeño. Oh,
muy pequeño, tan pequeño como
para caber en un cerebro.
No tenía color, era todo
espacio interior: nada
entraba ni salía. Pero el tiempo
igual se filtraba, ésa
era la dimensión trágica.
Yo me tomaba el tiempo muy en serio en aquellos años
si no recuerdo mal.
Una habitación con una silla, una ventana.
Una ventana pequeña, llena de los dibujos que hace la luz.
En su vacío el mundo
siempre estaba entero, no
era un trozo de algo, con
el yo en el centro.
Y en el centro del yo,
un dolor que no me sentía capaz de superar.
Una habitación con una cama, una mesa. Destellos
de luz en las superficies desnudas.
Yo tenía dos deseos: deseo
de estar segura y deseo de sentir. Como
si el mundo estuviera tomando
una decisión contra lo blanco
porque desdeñaba la potencia
y quería en cambio la sustancia:
paneles
de oro donde daba la luz.
En la ventana, hojas
rojizas del haya roja.
Fuera de la quietud, los hechos, los objetos
desdibujados o unidos: en algún lugar
el tiempo conmueve, el tiempo
reclama el contacto, ser
palpable,
la madera pulida
que resplandece con las distinciones…
Y entonces fui una vez más
una niña ante la riqueza
y no supe en qué consistía la riqueza.
La reina del Cartago
Brutal amar,
más brutal morir.
Y brutal más allá del alcance de la justicia
morir de amor.
Al final, Dido
convocó a sus damas de honor
para que vieran
qué duro destino le habían impuesto las Parcas.
Dijo: «Eneas
vino a mí sobre las resplandecientes aguas;
yo le pedí a las Parcas
que le permitieran corresponder a mi pasión
aunque fuera por un tiempo breve. Qué diferencia
entre aquello y toda una vida: en verdad, en esos momentos
es lo mismo, ambas cosas son la eternidad.
Recibí un espléndido regalo
que intenté aumentar, prolongar.
Eneas vino a mí sobre las aguas: el principio
me cegó.
Ahora la reina de Cartago
aceptará el sufrimiento como aceptó la gracia:
que las Parcas te hagan caso
es una distinción, después de todo.
O habría que decir honrado el deseo,
ya que las Parcas también se llaman así».
La sepultura abierta
Mi madre hizo mi necesidad,
mi padre mi conciencia.
De mortuis nil nisi bonum.
Por lo tanto me costará
mentir amargamente,
postrarme
al borde de una sepultura.
Le digo a la tierra
sé buena con mi madre,
ahora y más tarde.
Conserva, con tu frialdad,
la belleza que todos envidiábamos.
Me he convertido en una anciana.
He acogido con agrado la oscuridad
que tanto he temido.
De mortuis nil nisi bonum.
Ley no escrita
Interesante cómo nos enamoramos:
en mi caso, absolutamente. Absolutamente y, ay;
con frecuencia,
así fue en mi juventud.
Y siempre de hombres bastantes infantiles -
inmaduros, huraños, que pateaban tímidamente las hojas
muertas
a la manera de Balanchine.
Tampoco los veía como versiones de la misma cosa.
Yo, con mi inflexible platonismo,
mi encarnizada visión de una sola cosa en cada momento:
me pronuncié contra el artículo indefinido.
Y sin embargo, los errores de mi juventud
me quitaron la esperanza porque se repetían,
como suele suceder.
Pero en ti sentí algo más allá del arquetipo:
una expansividad verdadera, un optimismo y un amor
por la tierra
totalmente ajenos a mi carácter. Es mérito mío
haber bendecido en ti mi buena fortuna.
Haberla bendecido absolutamente, a la manera de aquellos
años.
Y tú con tu sabiduría y tu crueldad
me fuiste enseñando la falta de sentido de este término.
El corazón ardiente
«No hay tristeza
mayor que al sufrir, evocar
recuerdos alegres…»
Pregúntale si se arrepiente de algo.
Estaba
prometida a otro,
vivía con alguien.
Te olvidas de estas cosas cuando te tocan.
Pregúntale cómo la tocó.
Me tocó su mirada
antes de que me tocaran sus manos.
Pregúntale cómo la tocó.
Yo no pedí nada:
todo me fue dado.
Pregúntale qué recuerda.
Nos transportaron al inframundo.
Pensaba
que no éramos responsables,
no más de lo que somos responsables
por estar vivos. Era
una chica joven, apenas sometida a la censura,
y luego una paria. ¿Cambié tanto
de un día para otro?
Si yo no cambié, ¿no encajaban mis actos
con la personalidad de aquella chica?
Pregúntale qué recuerda.
No noté nada. Noté
que estaba temblando.
Pregúntale si el fuego hace daño.
Recuerdo
que estábamos juntos.
Y poco a poco entendí
que aunque ninguno de nosotros se movió
ya no estábamos juntos sino totalmente separados.
Pregúntale si el fuego hace daño.
Esperas vivir para siempre con tu esposo
en un fuego más duradero que el mundo.
Supongo que este deseo nos fue concedido,
ya que donde ahora estamos es tanto
el fuego como la eternidad.
¿Te arrepientes de tu vida?
Aun antes de que me tocaras, era tuya;
sólo tenías que mirarme.
Estudio romano
Al principio sintió
que tenía que haber nacido
de Afrodita, no de Venus,
que quedaba muy poco por hacer,
por lograr, después de los griegos.
Y le disgustaba la luz,
que Grecia tenía derecho
a reivindicar.
Maldijo a su madre
(en privado, discretamente),
quién podría haber organizado todo esto.
Y después se le ocurrió
examinar estas reacciones
en las que, al final, reconoció
una clase completamente nueva de pensamiento,
más mundana, más ambiciosa
y política, en lo que ahora llamamos
términos humanos.
Y cuanto más lo pensaba,
más sentía
un ligero desdén por los griegos,
por su austeridad, por el sobrecogedor
equilibrio de sus tragedias, hasta las más grandes,
emocionantes al principio, después
ligeramente predecible, rutina.
Y cuanto más lo pensaba
era más evidente para él cuánto
quedaba por vivir
y escribir, un mundo material hasta ahora
apenas dignificado.
Y precisamente en este razonamiento reconoció
el alcance y la trayectoria de su propio
carácter observador.
La nueva vida
Dormí el sueño de los justos,
después el sueño de los no nacidos
que llegan al mundo
culpables de muchos delitos.
Y nadie sabe al principio
cuáles son estos delitos.
Sólo se sabe después de muchos años.
Sólo después de una larga vida uno está preparado
para entender la ecuación.
Ahora empiezo a percibir
la naturaleza de mi alma, el alma
que habito como castigo.
Inflexible, incluso en el hambre.
En mis otras vidas he sido
demasiado precipitada, demasiado ansiosa,
mi precipitación fue una causa de dolor en el mundo.
Arrogante como un tirano;
pese a toda mi ternura,
de corazón frío, como los superficiales.
Dormí el sueño de los justos;
viví la vida de un delincuente
que paga lentamente una deuda imposible.
Y morí, culpable de
una especie de crueldad.
Formaggio
El mundo
estaba entero porque
se destrozó. Cuando se destrozó
supimos lo que era.
Nunca se curó.
Pero en las profundas fisuras aparecieron mundos más
pequeños:
fue una buena cosa que los seres humanos los hicieran;
los seres humanos saben lo que necesitan
mejor que ningún dios.
En Huron Avenue se convirtieron
en un montón de tiendas; se convirtieron
en Fishmonger, Formaggio. Fueran
lo que fueran, vendieran lo que vendieran, su función
era semejante: eran
imágenes de la seguridad. Como
un lugar de descanso. Los dependientes
eran como padres; parecía
que vivían ahí. Por lo general,
más amables que los padres.
Afluentes
que desembocaban en un gran río: yo tenía
muchas vidas. En el mundo provisional,
me quedaba junto a la fruta,
cajas de cerezas, clementinas,
bajo las flores de Hallie.
Yo tenía muchas vidas. Desembocaban
en un río, el río
desembocaba en un gran océano. Si el yo
se vuelve invisible, ¿ha desaparecido?
Fui prosperando. No vivía
completamente sola, sola
pero no completamente, los desconocidos
me rodeaban.
Eso es el mar:
existimos en secreto.
Tuve vidas antes que ésta, tallos
de un ramo de flores: se convirtieron
en una única cosa, sujeta por un lazo en el centro, un lazo
visible bajo la mano. Sobre la mano,
el futuro ramificándose, tallos
que terminan en flores. Y el puño apretado.
Eso sería el yo en el presente.
Timor Mortis
¿Por qué tienes miedo?
Un hombre con un sombrero de copa pasó bajo la ventana
del dormitorio.
Yo no debía tener
más de cuatro años.
Era un sueño: lo vi
cuando estaba muy arriba, donde tendría que haber
estado a salvo.
¿Recuerdas tu infancia?
Cuando el sueño terminó,
el terror permaneció. Yo estaba acostada en mi cama
tal vez en mi cuna.
Soñé que me secuestraban. Eso significa
que sabía lo que era el amor,
cómo pone en peligro el alma.
Lo sabía. Sustituí a mi cuerpo.
Pero ¿eras un rehén?
Tenía miedo del amor, de que me llevaran lejos.
Los que temen al amor, temen a la muerte.
Fingía indiferencia
incluso ante el amor, ante el deseo.
Y cuanto más intensamente sentía
menos capaz era de responder.
¿Recuerdas tu infancia?
Entendí que la importancia de estos obsequios
se compensaban con la magnitud de mi rechazo.
¿Recuerdas tu infancia?
Yo estaba acostada en el bosque.
Quieta, más quieta que ningún otro ser vivo.
Miraba cómo salía el sol.
Y recuerdo que una vez mi madre se apartó de mi
muy enfadada. O quizá estuviera dolida.
Porque pese a todo lo que me había dado,
pese a todo su amor, no le mostré gratitud.
Y no expresé ni un poco de comprensión.
Por eso nunca fui perdonada.
Canción con laúd
Nadie quiere ser la musa;
al final, todos quieren ser Orfeo.
Reconstruido con valor
(a partir del terror y el sufrimiento)
y después abrumadoramente bello;
recuperar, en última instancia,
no a Eurídice, la llorada,
sino el ardiente
espíritu de Orfeo, presente
no como ser humano, sino
como un alma pura que se ha vuelto
distante, inmortal,
por medio de un narcisismo desviado.
Hice un lira del desastre
para perpetuar la belleza de mi último amor.
Pero mi verdadera angustia
sigue siendo la lucha por la forma
y mi sueño, si hablo con sinceridad,
menos el deseo de ser recordada
que el deseo de sobrevivir,
que es, creo, el deseo humano más profundo.
Orfeo
«J'ai perdu mon Eurydice…»
He perdido a mi Eurídice,
he perdido a mi amante
y de pronto estoy hablando en francés
y me parece que nunca he cantado mejor;
parece que canciones
son de un orden superior.
Y parece que se espera que uno se disculpe
por ser artista,
como si no fuera totalmente humano darse cuenta de estos
matices sutiles.
Y quién sabe, tal vez los dioses nunca me hablaran en el Hades,
nunca me distinguieran,
tal vez todo fuera ilusión.
Oh, Eurídice, tú que te casaste conmigo por mi canto,
¿por qué te vuelves hacia mí en busca de consuelo humano?
Quién sabe lo que les dirás a las furias
cuando vuelvas a verlas.
Dile que he perdido a mi amada;
ahora estoy completamente solo.
Diles que no hay música como ésta
sin un profundo dolor.
En el Hades canté para ellos; se acordarán de mí.
Descenso al valle
Los años de ascensión me parecieron
difíciles, llenos de angustia.
No dudaba de mis capacidades:
cuando avanzaba hacia él,
temía el futuro, cuya forma
podía percibir. Vi
la forma de una vida humana:
por un lado, siempre hacia arriba y hacia adelante
hasta la luz; por otro lado,
hacia abajo hasta las nieblas de la incertidumbre.
Todo entusiasmo minado por el conocimiento.
He descubierto que no es así.
La luz de la cumbre, la luz que era,
en teoría, el objetivo de la subida,
ha resultado ser patéticamente abstracta:
mi mente, en su ascensión,
se dedicó por completo a los detalles, no
a la percepción de la forma: mis ojos
nerviosos, atentos a mantener el equilibrio.
Qué dulce es mi vida ahora
en su descenso hacia el valle,
el valle no cubierto de niebla,
sino fértil y apacible.
Así que por primera vez me encuentro
capaz de mirar hacia adelante, capaz de mirar al mundo,
incluso de acercarme a él.
El vestido
Se me secó el alma.
Como un alma arrojada al fuego, pero no del todo,
no hasta la aniquilación. Sedienta,
siguió adelante. Crispada,
no por la soledad sino por la desconfianza,
el resultado de la violencia.
El espíritu, invitado a abandonar el cuerpo,
a quedar expuesto un momento,
temblando, como antes
de tu entrega a lo divino;
el espíritu fue seducido, debido a su soledad,
por la promesa de la gracia.
¿Cómo vas a volver a confiar
en el amor de otro ser?
Mi alma se marchitó y se encogió.
El cuerpo se convirtió en un vestido demasiado grande
para ella.
Y cuando recuperé la esperanza,
era una esperanza completamente distinta.
Apartamento
Yo vivía en un árbol. El sueño especificaba
que era un pino, como si creyera que yo necesitaba
un estímulo para seguir lamentándome. Odio
que mis propios sueños me traten como a una imbécil.
En el interior, era
mi apartamento de Plainfield, hace veinte años,
pero le había puesto una cocina.
¡Profundamente arraigada
pasión por el segundo piso! Que
el pasado sea más largo que el futuro
no significa que no haya futuro.
El sueño los confundía, tomando
a uno por el otro: escenas
repetidas de la casa destrozadas. Vera estaba ahí,
hablando de la luz.
Y había mucha luz, desde luego, ya que
no había paredes.
Pensé: aquí tendría que estar la cama,
aquí estaba en Plainfield.
Y me inundó una profunda serenidad,
como la que sientes cuando el mundo no puede tocarte.
Detrás de la cama invisible, la luz
del final del verano en la calle pequeña,
entre los fresnos temblorosos.
El sueño los había cambiado, añadiendo, se podría decir,
la dimensión de la esperanza. Era
un hermoso sueño, mi vida era pequeña y dulce, el mundo
bien visible porque estaba lejos.
El sueño me mostraba cómo recuperarlo
protegiéndome de él. Me mostraba
dormida en mi vieja cama, las primeras estrellas
brillaban entre los fresnos desnudos.
Me han levantado y llevado lejos,
a una ciudad luminosa. ¿Es esto lo que implica tener:
menospreciar? ¿O todavía es un sueño?
Acerté, ¿verdad?, al elegir
contra la tierra.
Amor inmortal
Como una puerta,
el cuerpo se abrió y
el alma miró hacia afuera.
Tímidamente al principio, luego
no tan tímidamente,
hasta que estuvo segura.
Luego, ansiosa, se atrevió.
Luego, con ansia descarada,
y luego cuando la incitaba
cualquier deseo.
Promiscua ¿Cómo vas a hallar
a dios ahora? ¿Cómo vas a
establecer qué es lo divino?
Ya en el jardín te dijeron
que vivieras en el cuerpo, no
fuera de él, y que sufrieras en él
si era necesario.
¿Cómo va a hallarte dios
si nunca te quedas en un lugar
suficiente tiempo, nunca
en el hogar que él te dio?
¿O acaso crees
que no tienes hogar, ya que dios
nunca trató de contenerte?
Amor terrenal
Las convenciones del tiempo
los mantuvieron unidos.
Fue una época
(muy larga) en que
al corazón, que antes se entregaba libremente,
se le exigió, como formalidad,
que renunciara a la libertad: una consagración
conmovedora y condenada al fracaso.
En cuanto a nosotros,
por suerte nos apartamos
de esas exigencias,
como solía recordar
cuando mi vida se hizo añicos.
Así que lo que tuvimos tanto tiempo
fue, más o menos,
algo voluntario, vivo.
No fue hasta mucho después
que empecé a pensar de otro modo.
Todos somos humanos:
nos protegemos
lo mejor que podemos,
incluso llegamos a rechazar
la claridad, a engañarnos
a nosotros mismos. Como en
la consagración de la que hablaba.
Y sin embargo, en este engaño
hubo verdadera felicidad.
Así que creo que repetiría
esos correos del mismo modo.
Tampoco me parece que sea
crucial saber
si esa felicidad
se basa en una ilusión:
es real a su manera.
Y en cualquier caso acabará.
Eurídice
Eurídice volvió al infierno.
Lo difícil
fue el viaje, que
al llegar se olvida.
La transición
es difícil.
Y moverse entre dos mundos
lo es especialmente;
la tensión es muy grande.
Una travesía
llena de arrepentimiento, de añoranza,
que en el mundo apenas podemos
imaginar o recordar.
Sólo durante un momento,
cuando la oscuridad del averno
la envolvió de nuevo
(suave, respetuosamente),
sólo durante un momento pudo
ver de nuevo una imagen de la belleza
de la tierra, belleza
por la que sufría.
Pero vivir con la infidelidad humana
es otra cuestión.
Castilla
Flores de naranjo vuelan sobre Castilla
los niños piden monedas
Conocí a mi amor bajo un naranjo
¿o era una acacia
o no era mi amor?
Leí esto, después soñé esto:
¿el despertar puede quitarme lo que me ha sucedido?
Las campanas de San Miguel
suenan en la distancia
su pelo en las sombras rubio claro
Soñé esto,
¿significa eso que no sucedió?
¿Tiene que suceder en el mundo para ser real?
Soñé todo, la historia
se convirtió en mi historia:
él yacía a mi lado,
mi mano rozaba la piel de su hombro
Mediodía, después la tarde:
en la distancia, el ruido de un tren
Pero no era el mundo:
en el mundo, las cosas suceden de forma definitiva, absoluta,
la mente no puede revocarlas.
Castilla: las monjas caminan en parejas por el jardín oscuro.
Más allá de los muros de los Ángeles Santos
los niños piden monedas
Cuando desperté estaba llorando
¿eso no es real?
Conocí a mi amor bajo un naranjo:
he olvidado
sólo los hechos, no la conclusión:
había niños en algún lugar, llorando, mendigando monedas
Soñé todo, me entregué
por completo y para siempre.
Y el tren nos llevó de vuelta
primero a Madrid
después al País Vasco.
Tierra mutable
¿Estás curada o sólo crees que estás curada?
Me dije que
de la nada,
nada podía sacarse.
¿Pero todavía puedes amar a alguien?
Cuando me siento a salvo, puedo amar.
¿Pero tocarás a alguien?
Me dije que
si no tenía nada,
el mundo no podía tocarme.
En la bañera, observo mi cuerpo.
Se supone que es lo que tenemos que hacer.
¿Y también tu cara?
¿Tu cara en el espejo?
Estaba alerta cuando me tocaba,
no sentía nada.
¿Entonces estabas a salvo?
Nunca estuve a salvo, ni siquiera cuando más escondida estaba.
Incluso entonces estaba esperando.
¿Y no podías protegerte?
Lo absoluto
desgasta: el límite, el muro
que hay en torno al yo desgasta.
Si estaba esperando, había sido
invadida por el tiempo.
¿Pero crees que eres libre?
Creo que reconozco las pautas de mi carácter.
¿Pero crees que eres libre?
No tenía nada
a igual cambié.
Me quitaron mi insensibilidad
como un traje. Después
vino el ansia.
El caballo alado
Aquí está mi caballo Abstracción,
blanco plateado, del color de la página,
de lo no escrito.
Ven, Abstracción,
por una Voluntad surgida de la Ambición Demoníaca,
llévame suavemente hasta las regiones de lo inmortal.
Estoy aburrida de mi otra montura,
por Instinto surgido de la Realidad,
del color del polvo, de la decepción,
a pesar de
la silla de montar que llevaba
y las espuelas de bronce, ese trozo
de metal indestructible.
Estoy aburrida de los dones del mundo, de sus
límites estipulados.
Y estoy aburrida de estar en contra
y aburrida de que lo material me contradiga constantemente
como
un enorme muro donde todo lo que digo puede
comprobarse.
Ven, pues, Abstracción,
llévame a donde has llevado a tanto otros,
lejos de aquí, al vacío, a los pastos estelares.
Llévame rápido,
Sueño surgido de la Esperanza Ciega.
Terror mundano
Estaba junto a la puerta de una ciudad rica.
Tenía todo lo que los dioses exigían;
estaba preparada; el esfuerzo
para prepararme había sido largo.
Y el momento era el momento adecuado,
el momento asignado para mí.
¿Por qué tenías miedo?
El momento era el momento adecuado;
la respuesta debía estar lista.
En mis labios,
temblaban unas palabras que eran
las palabras adecuadas. Temblaban,
y yo sabía que si no lograba contestar
con suficiente rapidez, sería rechazada.
La rama dorada
Incluso la diosa del amor
lucha por su hijos, pese
a su vanidad: Eneas prosperó
más que otros héroes; incluso el ascendente camino de vuelta
desde el infierno se le hizo sencillo. Y el sacrificio del amor,
menos doloroso que para los otros héroes.
Tenía la mente clara; mientras soportaba el sacrificio,
veía sus efectos prácticos. Tenía la mente clara,
y esa claridad lo hizo inasequible a la desesperación,
mientras el dolor volvía más humano un corazón
que, de otro modo, podría haber parecido inmutable.
Y la belleza
corría por sus venas: no necesitaba
más. Dejó para otras visiones
los mundos del arte y la ciencia, esos caminos que sólo
conducen al sufrimiento, y en cambio congregó
a las diversas poblaciones de la tierra
en un imperio, una concepción
de la justicia mediante la sumisión, una intención «de perdonar
a los humildes
y aplastar a los orgullosos»: subjetivo,
necesariamente, como lo son necesariamente los juicios.
La belleza corría por sus venas; no necesitaba más.
Eso y su gusto por los imperios:
eso es lo que puede comprobarse.
Oficio de víspera
Creo que mi pecado
es muy común:
la petición de ayuda
oculta una petición de favores
y la súplica de compasión
vela ligeramente una queja.
Tan poco en paz en la tarde de primavera,
rezo pidiendo fuerza, orientación,
pero también pido
sobrevivir a mi enfermedad
(la inminente). No importa
nada del futuro.
Hago especial hincapié en esto,
en esta despreocupación por el futuro,
y también en el valor que tendré entonces
para enfrentarme sola a mi sufrimiento
pero con mucha más fortaleza.
Esta noche, en mi infelicidad,
me pregunto qué cualidades supone esto
en quien escucha.
Y mientras la brisa agita
las hojas del pequeño abedul,
construyo una presencia
totalmente escéptica y totalmente tierna,
y por lo tanto incapaz de sorprenderse.
Creo que mi pecado es común, y por ello
intencionado; siento
cómo se agitan las hojas, a veces
con palabras, a veces sin,
como si la forma más elevada de la compasión
pudiera ser la ironía.
Hora de acostarse, susurran.
Hora de empezar a mentir.
Reliquia
¿Dónde estaría yo sin mi pesar,
pesar creado por mi amado,
sin ninguna señal suya? Esta canción,
de todos los regalos, es el más duradero.
¿Te gustaría morir
mientras Orfeo está cantando?
Una larga muerte; lo oí durante todo el camino
hacia el Hades.
Tormento de la tierra
tormento de la pasión mortal.
A veces pienso
que se nos pide demasiado;
a veces pienso
que nuestros consuelos son demasiados costosos.
Todo el camino hacia el Hades
oí cantar a mi marido,
como tú me oyes ahora.
Tal vez fuera mejor así,
mi amor fresco en la cabeza
incluso a la hora de la muerte.
No la primera reacción,
que fue el error,
sino la última.
Nido
Un pájaro hacía su nido.
En el sueño, lo observaba con atención:
en la vida, intentaba ser
testigo, no teorizar.
El lugar en que uno empieza no determina
donde acaba; el pájaro
cogió lo que encontró en el jardín,
su materia prima, escudriñando
nervioso el jardín desnudo de comienzo de primavera;
junto a los escombros del muro que daba al sur empujaba
unas ramitas con el pico.
Imagen
de la soledad: la pequeña criatura
no consiguió nada. Después
unas ramitas secas. Las llevaba,
una por una, hasta su guarida.
De momento no era más que eso.
Cogía lo que había,
el material disponible. Su ánimo
no era suficiente.
Y después tejió como la primera Penélope
pero con otros fines.
¿Cómo tejía? Tejía,
con cuidado pero sin esperanza, las pocas ramitas
un poco blandas y flexibles,
escogiéndolas entre las quebradizas, las recalcitrantes.
Comienzos de primavera, desconsuelo final.
El pájaro daba vueltas por el jardín desnudo haciendo
un esfuerzo para sobrevivir
con lo que quedaba ahí.
Tenía una tarea:
imaginar el futuro. Volaba constante, dando vueltas,
llevando pacientemente pequeñas ramitas hasta la soledad
del árbol, desprotegido en la constante frialdad
del mundo exterior.
No tenía con qué construir.
Era invierno: yo no podía imaginar
nada más que el pasado. No podía siquiera
imaginar el pasado, en realidad.
Y no sabía cómo había llegado hasta allí.
Todos los demás estaban muy lejos.
Yo estaba otra vez en el principio,
en una época de la vida en que no recordamos los principios.
El pájaro
cogía ramitas en el manzano, y las llevaba
una y otra vez al montón.
Pero ¿desde cuándo había un montón?
Cogía lo que encontraba después de que los demás
hubieran terminado.
Los mismos materiales. ¿Por qué habría de importar
terminar el último? Los mismos materiales, los mismos
bienes limitados. Ramitas marrones,
quebradas y caídas. Y en una de ellas,
un trozo de lana amarilla.
Después era primavera y yo estaba inexplicablemente feliz.
Sabía dónde estaba: en Broadway con mi bolsa de la compra.
Frutas de primavera en las tiendas: las primeras
cerezas en Formaggio. La forsitia
florecía.
Al principio estaba en paz.
Después estaba conforme, satisfecha.
Y después destellos de alegría.
Y cambió la estación, para todos,
por supuesto.
Y yo observaba y me iba volviendo más lista.
Y recuerdo perfectamente
la sucesión de mis reacciones,
mis ojos clavados en cada cosa
desde el refugio del yo escondido:
primero, me encanta.
Después, puedo usarlo.
Ellsworth Avenue
La primavera
descendió. ¿O habría que decir
se alzó? ¿Habría que decir que se elevó?
En el hogar de los Butlers,
los hamamelis en flor.
Así que debía ser
a finales de febrero.
Amarillo
pálido del año nuevo.
Un color inexperto. El brillo
del hielo sobre el terreno mate.
Pensé: Párate ahora, qué significaba
párate aquí.
Hablaba de mi vida.
La primavera del año: verde
amarillento de la forsitia, las zonas comunes
plantadas con hierba nueva:
lo nuevo
siempre protegido, las cosas nuevas
con su escudo explícito, su placa
metálica de lenguaje, bordeadas
con cuerda blanca.
Porque deseamos que viva,
un verde pálido
rodea las oscuras formas ya existentes.
Sol
de finales de invierno. ¿O primavera?
¿El sol de primavera
tan pronto? Oculto
por las espesas forsitias. Lo miré
directamente, o casi.
Al otro lado de la calle, un niño pequeño
lanzó su sombrero al aire: lo nuevo
siempre ascendiendo, los frescos
e inestables colores que trepan y se elevan,
que alternan
azul y dorado:
Ellsworth Avenue.
Una abstracción
a rayas de la mente humana
triunfante sobre los arbustos secos.
La primavera
descendió ¿O habría que decir
se elevó de nuevo? ¿O habrá que decir
surgió de la tierra?
Infierno
¿Por qué te fuiste?
Salí del fuego caminando, viva;
¿cómo puede ser eso?
¿Cuánto se perdió?
No se perdió nada: todo
quedó destruido. La destrucción
es el resultado de la acción.
¿Había un fuego de verdad?
Recuerdo que entramos de nuevo en la casa hace veinte años,
tratando de salvar lo que pudiéramos.
La porcelana y cosas así. El olor a humo
que tenía todo.
En mi sueño, construía una pira funeraria.
Para mí, se entiende.
Pensaba que ya había sufrido bastante.
Pensaba que era el final de mi cuerpo: el fuego
parecía un final apropiado para el ansia;
eran lo mismo.
¿Y sin embargo no has muerto?
Era un sueño; pensaba que me iba a casa.
Recuerdo que me dije
que no saldría bien; recuerdo que pensé
que mi alma era demasiado terca para morir.
Pensaba que el alma era lo mismo que la conciencia,
probablemente todo el mundo lo piensa.
¿Por qué te fuiste?
Me desperté en otro mundo.
Tan sencillo como eso.
¿Por qué te fuiste?
El mundo cambió. Salí del fuego caminando
y entré en un mundo distinto, quizá
el mundo de los muertos, por lo que yo sé.
No el fin de la necesidad sino la necesidad
elevada a su máxima potencia.
Toma
Me salvaste, deberías recordarme.
Viniste a mí; dos veces
te vi en el jardín.
Cuando desperté estaba en el suelo.
Ya no sabía quién era;
no sabía qué eran los árboles.
Dos veces en el jardín; muchas otras
antes. ¿Por qué habría que
mantenerlo en secreto?
Los frambuesos estaban muy tupidos;
no los había podado, no había desherbados nada.
No sabía dónde estaba.
Sólo que había un fuego cerca de mí, no
encima de mí. En la distancia
el sonido de un río.
Nunca era claridad lo que faltaba,
sino sentido.
Había una corona,
un círculo sobre mi cabeza.
Tenía las manos llenas de tierra,
no por haber trabajado.
Para qué mentir: esa vida
ya se ha terminado.
¿Por qué no habría
de usar lo que sé?
Me cambiaste, deberías recordarme.
Recuerdo que había salido
a caminar por el jardín. Como antes a
las calles de la ciudad, al
dormitorio de ese primer apartamento.
Y sí, estaba sola;
¿cómo no iba a estarlo?
El misterio
Me volví una criatura luminosa.
Me senté en un camino, en California;
las rosas tenían el color de las bocas de riesgo; un bebé
pasó a mi lado en su cochecito amarillo haciendo
sonidos burbujeantes, como un pez.
Me senté en una silla plegable
a leer a Nero Wolfe por vigésima vez,
un misterio que se ha vuelto relajante.
Sé quiénes son los inocentes; he adquirido, en cierta medida,
el genio del maestro, en cuya mente ágil
el tiempo transcurre en dos direcciones: hacia atrás
desde el acto hasta el motivo
y hacia adelante hasta una decisión justa.
Corazón intrépido, no vuelvas a temblar:
la única sombra es la de la fina palmera
que no puede cubrirte por completo.
No como las sombras del este.
Mi vida me llevó a muchos lugares,
muchos de ellos muy oscuros.
Me llevó al margen de mi voluntad,
empujándome desde atrás,
desde un mundo hasta otro, como
al bebé parecido a un pez.
Y todo era completamente arbitrario,
sin una forma perceptible.
Las vehementes amenazas y preguntas,
la vieja búsqueda de la justicia,
debieron ser completamente defraudadas.
Y sin embargo, vi cosas asombrosas.
Me volví casi radiante al final;
llevaba mi libro a todas partes,
como una estudiante entusiasta
que se aferra a estos sencillos misterios
para poder silenciar en mi interior
las últimas acusaciones:
¿Quién eres y qué te propones?
Lamento
Sucede algo terrible: mi amor
se está muriendo otra vez, mi amor que ya se ha muerto:
murió y fue llorado. Y sigue la música,
una música de separación: los árboles
se convierten en instrumentos.
Qué cruel es la tierra, los sauces resplandecen,
los abedules se inclinan y suspiran.
Qué cruel, qué profundamente tierna.
Mi amor se está muriendo: mi amor
no sólo una persona sino una idea, una vida.
¿Para qué voy a vivir?
¿Dónde volveré a encontrarlo
más que en el dolor, madera oscura
con que se hace el laúd?
Una vez basta. Una vez basta
para despedir sobre la tierra.
Y para llorar a alguien también, por supuesto.
Una vez basta para despedirse para siempre.
Los sauces resplandecen junto a la fuente de piedra,
junto a senderos de flores.
Una vez es suficiente: ¿por qué está vivo otra vez?
Y tan brevemente, y sólo en sueños.
Mi amor se está muriendo; la despedida ha vuelto a empezar.
Y a través de los velos de los sauces
la luz del sol asciende y resplandece,
no la luz que conocimos.
Y los pájaros cantan otra vez, cantan hasta la huilota.
Ah, he cantado esta canción. Junto a la fuente de piedra
los sauces cantan otra vez
con una ternura indescriptible, arrastrando sus hojas
por el agua radiante.
Está claro que lo saben, lo saben. Él se está muriendo otra vez,
y también el mundo. Morirá durante el resto de mi vida,
eso creo.
Vita Nova
En el sueño de la ruptura
nos peleábamos por quedarnos
con el perro.
Ventisca. Dime tú
qué significa ese nombre. Era un cruce
entre algo grande y suave
y un perro salchicha. ¿Esto tiene que referirse
a los genitales masculinos
y femeninos? Pobre Ventisca.
¿por qué era un perro? Apenas tocaba
el hummus de su plato para perros.
Después hubo otra cosa,
un sonido. Como
gravillas que se remueve. ¿O arena?
¿Las arenas del tiempo? Después era
Erica con sus maracas,
como las arenas del tiempo
personificadas. ¿Quién
le explicará esto al perro? Ventisca,
papá te necesita; papá tiene el corazón vacío,
no porque abandone a mamá sino porque
la clase de amor que quiere, mamá
no puede dárselo, mamá
es demasiado irónica; mamá no bailaría
la rumba en la entrada de vehículos. O
esto está mal. ¿Y si
yo fuera el perro, como en
mi yo infantil, inconsolable por ser
totalmente pre - verbal? ¡Con
anorexia! Ventisca,
sé un perro valiente, esto es
todo material: te despertarás
en un mundo distinto,
volverás a comer, crecerás y serás poeta.
La vida es muy rara, termine como termine,
siempre llena de sueños. Nunca
olvidaré tu cara, tus ojos desesperados y humanos
hinchados por las lágrimas.
Pensaba que mi vida había terminado y que mi corazón
se había roto.
Después me fui a vivir a Cambridge.
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