Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Poemas de Vita Nova de Louise Glück

 

 

Louise Glück (USA, 1943)

 

 

Vita Nova

de

Louise Glück

 


 Traducción: Mariano Peyrou

 

 

El maestro dijo Debes escribir lo que ves.

Pero lo que veo no me emociona.

El maestro contestó: Cambia lo que ves.

 

 

Vita Nova

 

Me salvaste, deberías recordarme.

 

La primavera del año; jóvenes que compran billetes para

los ferris.

Risas, porque el aire está lleno de flores de manzano.

 

Cuando desperté, me di cuenta de que era capaz del mismo

sentimiento.

 

Recuerdo sonidos como esos de mi infancia,

risas sin motivo, simplemente porque el mundo es hermoso,

algo así.

 

Lugano. Mesas bajo los manzanos.

Marineros de cubierta que izan y bajan las banderas de colores.

Y a la orilla del lago, un joven tira su sombrero al agua;

tal vez su enamorada lo haya aceptado.

 

Sonidos o gestos

cruciales

como un camino trazado ante los temas importantes

 

y después enterrado, sin utilizar.

 

Islas en la distancia. Mi madre

sujeta una bandeja con pastelillos -

por lo que recuerdo, no ha cambiado

ni un detalle, el momento

vivido, intacto, ya que nunca ha estado

expuesto a la luz, por eso desperté eufórica, ávida de vida

a mi edad, totalmente confiada -.

 

Junto a las mesas, manchas de hierba nueva, el verde pálido

recortado en el terreno oscuro.

 

Sin duda me han devuelto la primavera, esta vez

no como amante sino como mensajera de la muerte, pero

en cualquier caso es primavera, en cualquier caso lo hacen

con ternura.

 

Albada

 

El mundo era muy grande. Después

el mundo era pequeño. Oh,

muy pequeño, tan pequeño como

para caber en un cerebro.

 

No tenía color, era todo

espacio interior: nada

entraba ni salía. Pero el tiempo

igual se filtraba, ésa

era la dimensión trágica.

 

Yo me tomaba el tiempo muy en serio en aquellos años

si no recuerdo mal.

 

Una habitación con una silla, una ventana.

Una ventana pequeña, llena de los dibujos que hace la luz.

En su vacío el mundo

 

siempre estaba entero, no

era un trozo de algo, con

el yo en el centro.

 

Y en el centro del yo,

un dolor que no me sentía capaz de superar.

 

Una habitación con una cama, una mesa. Destellos

de luz en las superficies desnudas.

 

Yo tenía dos deseos: deseo 

de estar segura y deseo de sentir. Como

si el mundo estuviera tomando

una decisión contra lo blanco

porque desdeñaba la potencia

y quería en cambio la sustancia:

 

paneles

de oro donde daba la luz.

En la ventana, hojas

rojizas del haya roja.

 

Fuera de la quietud, los hechos, los objetos 

desdibujados o unidos: en algún lugar

 

el tiempo conmueve, el tiempo

reclama el contacto, ser

palpable,

 

la madera pulida

que resplandece con las distinciones…

 

Y entonces fui una vez más

una niña ante la riqueza

y no supe en qué consistía la riqueza.

 

La reina del Cartago

 

Brutal amar,

más brutal morir.

Y brutal más allá del alcance de la justicia

morir de amor.

 

Al final, Dido

convocó a sus damas de honor

para que vieran

qué duro destino le habían impuesto las Parcas.

 

Dijo: «Eneas

vino a mí sobre las resplandecientes aguas;

yo le pedí a las Parcas

que le permitieran corresponder a mi pasión

aunque fuera por un tiempo breve. Qué diferencia

entre aquello y toda una vida: en verdad, en esos momentos

es lo mismo, ambas cosas son la eternidad.

 

Recibí un espléndido regalo

que intenté aumentar, prolongar.

Eneas vino a mí sobre las aguas: el principio

me cegó.

 

Ahora la reina de Cartago

aceptará el sufrimiento como aceptó la gracia:

que las Parcas te hagan caso

es una distinción, después de todo.

 

O habría que decir honrado el deseo,

ya que las Parcas también se llaman así».

 

La sepultura abierta

 

Mi madre hizo mi necesidad,

mi padre mi conciencia.

De mortuis nil nisi bonum.

 

Por lo tanto me costará

mentir amargamente,

postrarme

al borde de una sepultura.

 

Le digo a la tierra

sé buena con mi madre,

ahora y más tarde.

Conserva, con tu frialdad,

la belleza que todos envidiábamos.

 

Me he convertido en una anciana.

He acogido con agrado la oscuridad

que tanto he temido.

De mortuis nil nisi bonum.

 

Ley no escrita

 

Interesante cómo nos enamoramos:

en mi caso, absolutamente. Absolutamente y, ay;

con frecuencia,

así fue en mi juventud.

Y siempre de hombres bastantes infantiles -

inmaduros, huraños, que pateaban tímidamente las hojas

muertas

a la manera de Balanchine.

Tampoco los veía como versiones de la misma cosa.

Yo, con mi inflexible platonismo,

mi encarnizada visión de una sola cosa en cada momento:

me pronuncié contra el artículo indefinido.

Y sin embargo, los errores de mi juventud

me quitaron la esperanza porque se repetían,

como suele suceder.

Pero en ti sentí algo más allá del arquetipo:

una expansividad verdadera, un optimismo y un amor

por la tierra

totalmente ajenos a mi carácter. Es mérito mío

haber bendecido en ti mi buena fortuna.

Haberla bendecido absolutamente, a la manera de aquellos

años.

Y tú con tu sabiduría y tu crueldad

me fuiste enseñando la falta de sentido de este término.

 

El corazón ardiente

 

«No hay tristeza

mayor que al sufrir, evocar

recuerdos alegres…»

 

Pregúntale si se arrepiente de algo.

 

Estaba

prometida a otro,

vivía con alguien.

Te olvidas de estas cosas cuando te tocan.

 

Pregúntale cómo la tocó.

 

Me tocó su mirada

antes de que me tocaran sus manos.

 

Pregúntale cómo la tocó.

 

Yo no pedí nada:

todo me fue dado.

 

Pregúntale qué recuerda.

 

Nos transportaron al inframundo.

 

Pensaba

que no éramos responsables,

no más de lo que somos responsables

por estar vivos. Era

una chica joven, apenas sometida a la censura,

 

y luego una paria. ¿Cambié tanto

de un día para otro?

Si yo no cambié, ¿no encajaban mis actos

con la personalidad de aquella chica?

 

Pregúntale qué recuerda.

 

No noté nada. Noté

que estaba temblando.

 

Pregúntale si el fuego hace daño.

 

Recuerdo

que estábamos juntos.

Y poco a poco entendí

que aunque ninguno de nosotros se movió

ya no estábamos juntos sino totalmente separados.

 

Pregúntale si el fuego hace daño.

 

Esperas vivir para siempre con tu esposo

en un fuego más duradero que el mundo.

Supongo que este deseo nos fue concedido,

ya que donde ahora estamos es tanto

el fuego como la eternidad.

 

¿Te arrepientes de tu vida?

 

Aun antes de que me tocaras, era tuya;

sólo tenías que mirarme.    

 

Estudio romano

 

Al principio sintió

que tenía que haber nacido

de Afrodita, no de Venus,

que quedaba muy poco por hacer,

por lograr, después de los griegos.

 

Y le disgustaba la luz,

que Grecia tenía derecho

a reivindicar.

 

Maldijo a su madre

(en privado, discretamente),

quién podría haber organizado todo esto.

 

Y después se le ocurrió

examinar estas reacciones

en las que, al final, reconoció

una clase completamente nueva de pensamiento,

más mundana, más ambiciosa

y política, en lo que ahora llamamos

términos humanos.

 

Y cuanto más lo pensaba,

más sentía

un ligero desdén por los griegos,

por su austeridad, por el sobrecogedor

equilibrio de sus tragedias, hasta las más grandes,

emocionantes al principio, después

ligeramente predecible, rutina.

 

Y cuanto más lo pensaba

era más evidente para él cuánto

quedaba por vivir

y escribir, un mundo material hasta ahora

apenas dignificado.

 

Y precisamente en este razonamiento reconoció

el alcance y la trayectoria de su propio

carácter observador.

 

La nueva vida

 

Dormí el sueño de los justos,

después el sueño de los no nacidos

que llegan al mundo

culpables de muchos delitos.

Y nadie sabe al principio

cuáles son estos delitos.

Sólo se sabe después de muchos años.

Sólo después de una larga vida uno está preparado

para entender la ecuación.

 

Ahora empiezo a percibir

la naturaleza de mi alma, el alma

que habito como castigo.

Inflexible, incluso en el hambre.

 

En mis otras vidas he sido

demasiado precipitada, demasiado ansiosa,

mi precipitación fue una causa de dolor en el mundo.

Arrogante como un tirano;

pese a toda mi ternura,

de corazón frío, como los superficiales.

 

Dormí el sueño de los justos;

viví la vida de un delincuente

que paga lentamente una deuda imposible.

Y morí, culpable de

una especie de crueldad.

 

Formaggio

 

El mundo

estaba entero porque

se destrozó. Cuando se destrozó

supimos lo que era.

 

Nunca se curó.

Pero en las profundas fisuras aparecieron mundos más

pequeños:

fue una buena cosa que los seres humanos los hicieran;

los seres humanos saben lo que necesitan

mejor que ningún dios.

 

En Huron Avenue se convirtieron

en un montón de tiendas; se convirtieron

en Fishmonger, Formaggio. Fueran

lo que fueran, vendieran lo que vendieran, su función

era semejante: eran

imágenes de la seguridad. Como

un lugar de descanso. Los dependientes

eran como padres; parecía

que vivían ahí. Por lo general,

más amables que los padres.

 

Afluentes

que desembocaban en un gran río: yo tenía

muchas vidas. En el mundo provisional,

me quedaba junto a la fruta,

cajas de cerezas, clementinas,

bajo las flores de Hallie.

 

Yo tenía muchas vidas. Desembocaban

en un río, el río

desembocaba en un gran océano. Si el yo

se vuelve invisible, ¿ha desaparecido?

 

Fui prosperando. No vivía

completamente sola, sola

pero no completamente, los desconocidos

me rodeaban.

 

Eso es el mar:

existimos en secreto.

 

Tuve vidas antes que ésta, tallos

de un ramo de flores: se convirtieron

en una única cosa, sujeta por un lazo en el centro, un lazo

visible bajo la mano. Sobre la mano,

el futuro ramificándose, tallos

que terminan en flores. Y el puño apretado.

Eso sería el yo en el presente.

 

Timor Mortis

 

¿Por qué tienes miedo?

 

Un hombre con un sombrero de copa pasó bajo la ventana

del dormitorio.

Yo no debía tener

más de cuatro años.

 

Era un sueño: lo vi

cuando estaba muy arriba, donde tendría que haber

estado a salvo.

 

¿Recuerdas tu infancia?

 

Cuando el sueño terminó,

el terror permaneció. Yo estaba acostada en mi cama 

tal vez en mi cuna.

 

Soñé que me secuestraban. Eso significa

que sabía lo que era el amor,

cómo pone en peligro el alma.

Lo sabía. Sustituí a mi cuerpo.

 

Pero ¿eras un rehén?

 

Tenía miedo del amor, de que me llevaran lejos.

Los que temen al amor, temen a la muerte.

 

Fingía indiferencia

incluso ante el amor, ante el deseo.

Y cuanto más intensamente sentía

menos capaz era de responder.

 

¿Recuerdas tu infancia?

 

Entendí que la importancia de estos obsequios

se compensaban con la magnitud de mi rechazo.

 

¿Recuerdas tu infancia?

 

Yo estaba acostada en el bosque.

Quieta, más quieta que ningún otro ser vivo.

Miraba cómo salía el sol.

 

Y recuerdo que una vez mi madre se apartó de mi

muy enfadada. O quizá estuviera dolida.

Porque pese a todo lo que me había dado,

pese a todo su amor, no le mostré gratitud.

Y no expresé ni un poco de comprensión.

 

Por eso nunca fui perdonada. 

 

Canción con laúd

 

Nadie quiere ser la musa;

al final, todos quieren ser Orfeo.

 

Reconstruido con valor

(a partir del terror y el sufrimiento)

y después abrumadoramente bello;

 

recuperar, en última instancia,

no a Eurídice, la llorada,

sino el ardiente

espíritu de Orfeo, presente

 

no como ser humano, sino

como un alma pura que se ha vuelto

distante, inmortal,

por medio de un narcisismo desviado.

 

Hice un lira del desastre

para perpetuar la belleza de mi último amor.

Pero mi verdadera angustia

sigue siendo la lucha por la forma

 

y mi sueño, si hablo con sinceridad,

menos el deseo de ser recordada

que el deseo de sobrevivir,

que es, creo, el deseo humano más profundo.

 

Orfeo

 

«J'ai perdu mon Eurydice…»

 

He perdido a mi Eurídice,

he perdido a mi amante

y de pronto estoy hablando en francés

y me parece que nunca he cantado mejor;

parece que canciones

son de un orden superior.

 

Y parece que se espera que uno se disculpe

por ser artista,

como si no fuera totalmente humano darse cuenta de estos

matices sutiles.

Y quién sabe, tal vez los dioses nunca me hablaran en el Hades,

nunca me distinguieran,

tal vez todo fuera ilusión.

 

Oh, Eurídice, tú que te casaste conmigo por mi canto,

¿por qué te vuelves hacia mí en busca de consuelo humano?

Quién sabe lo que les dirás a las furias 

cuando vuelvas a verlas.

 

Dile que he perdido a mi amada;

ahora estoy completamente solo.

Diles que no hay música como ésta

sin un profundo dolor.

 

En el Hades canté para ellos; se acordarán de mí.    

 

Descenso al valle

 

Los años de ascensión me parecieron

difíciles, llenos de angustia.

No dudaba de mis capacidades:

cuando avanzaba hacia él,

temía el futuro, cuya forma

podía percibir. Vi

la forma de una vida humana:

por un lado, siempre hacia arriba y hacia adelante

hasta la luz; por otro lado,

hacia abajo hasta las nieblas de la incertidumbre.

Todo entusiasmo minado por el conocimiento.

 

He descubierto que no es así.

La luz de la cumbre, la luz que era,

en teoría, el objetivo de la subida,

ha resultado ser patéticamente abstracta:

mi mente, en su ascensión,

se dedicó por completo a los detalles, no

a la percepción de la forma: mis ojos

nerviosos, atentos a mantener el equilibrio.

 

Qué dulce es mi vida ahora

en su descenso hacia el valle,

el valle no cubierto de niebla,

sino fértil y apacible.

Así que por primera vez me encuentro

capaz de mirar hacia adelante, capaz de mirar al mundo,

incluso de acercarme a él.   

 

El vestido

 

Se me secó el alma.

Como un alma arrojada al fuego, pero no del todo,

no hasta la aniquilación. Sedienta,

siguió adelante. Crispada,

no por la soledad sino por la desconfianza,

el resultado de la violencia.

 

El espíritu, invitado a abandonar el cuerpo,

a quedar expuesto un momento,

temblando, como antes

de tu entrega a lo divino;

el espíritu fue seducido, debido a su soledad,

por la promesa de la gracia.

¿Cómo vas a volver a confiar

en el amor de otro ser?

 

Mi alma se marchitó y se encogió.

El cuerpo se convirtió en un vestido demasiado grande

para ella.

 

Y cuando recuperé la esperanza,

era una esperanza completamente distinta.    

 

Apartamento

 

Yo vivía en un árbol. El sueño especificaba

que era un pino, como si creyera que yo necesitaba

un estímulo para seguir lamentándome. Odio

que mis propios sueños me traten como a una imbécil.

 

En el interior, era

mi apartamento de Plainfield, hace veinte años,

pero le había puesto una cocina.

¡Profundamente arraigada

 

pasión por el segundo piso! Que

el pasado sea más largo que el futuro

no significa que no haya futuro.

 

El sueño los confundía, tomando

a uno por el otro: escenas

 

repetidas de la casa destrozadas. Vera estaba ahí,

hablando de la luz.

Y había mucha luz, desde luego, ya que

no había paredes.

 

Pensé: aquí tendría que estar la cama,

aquí estaba en Plainfield.

Y me inundó una profunda serenidad,

como la que sientes cuando el mundo no puede tocarte.

Detrás de la cama invisible, la luz

del final del verano en la calle pequeña,

entre los fresnos temblorosos.

El sueño los había cambiado, añadiendo, se podría decir,

la dimensión de la esperanza. Era

un hermoso sueño, mi vida era pequeña y dulce, el mundo

bien visible porque estaba lejos.

 

El sueño me mostraba cómo recuperarlo

protegiéndome de él. Me mostraba

dormida en mi vieja cama, las primeras estrellas

brillaban entre los fresnos desnudos.

 

Me han levantado y llevado lejos,

a una ciudad luminosa. ¿Es esto lo que implica tener:

menospreciar? ¿O todavía es un sueño?

Acerté, ¿verdad?, al elegir

contra la tierra.   

 

Amor inmortal

 

Como una puerta,

el cuerpo se abrió y

el alma miró hacia afuera.

Tímidamente al principio, luego

no tan tímidamente,

hasta que estuvo segura.

Luego, ansiosa, se atrevió.

Luego, con ansia descarada,

y luego cuando la incitaba

cualquier deseo.

 

Promiscua ¿Cómo vas a hallar

a dios ahora? ¿Cómo vas a

establecer qué es lo divino?

Ya en el jardín te dijeron

que vivieras en el cuerpo, no

fuera de él, y que sufrieras en él

si era necesario.

¿Cómo va a hallarte dios

si nunca te quedas en un lugar

suficiente tiempo, nunca

en el hogar que él te dio?

 

¿O acaso crees

que no tienes hogar, ya que dios

nunca trató de contenerte?    

 

Amor terrenal

 

Las convenciones del tiempo

los mantuvieron unidos.

Fue una época

(muy larga) en que

al corazón, que antes se entregaba libremente,

se le exigió, como formalidad,

que renunciara a la libertad: una consagración

conmovedora y condenada al fracaso.

 

En cuanto a nosotros,

por suerte nos apartamos

de esas exigencias,

como solía recordar

cuando mi vida se hizo añicos.

Así que lo que tuvimos tanto tiempo

fue, más o menos,

algo voluntario, vivo.

No fue hasta mucho después

que empecé a pensar de otro modo.

 

Todos somos humanos:

nos protegemos

lo mejor que podemos,

incluso llegamos a rechazar

la claridad, a engañarnos

a nosotros mismos. Como en

la consagración de la que hablaba.

 

Y sin embargo, en este engaño

hubo verdadera felicidad.

Así que creo que repetiría

esos correos del mismo modo.

Tampoco me parece que sea

crucial saber

si esa felicidad

se basa en una ilusión:

es real a su manera.

Y en cualquier caso acabará.  

 

Eurídice

 

Eurídice volvió al infierno.

Lo difícil

fue el viaje, que

al llegar se olvida.

 

La transición

es difícil.

Y moverse entre dos mundos

lo es especialmente;

la tensión es muy grande.

 

Una travesía

llena de arrepentimiento, de añoranza,

que en el mundo apenas podemos

imaginar o recordar.

 

Sólo durante un momento,

cuando la oscuridad del averno

la envolvió de nuevo

(suave, respetuosamente),

sólo durante un momento pudo

ver de nuevo una imagen de la belleza

de la tierra, belleza

por la que sufría.

 

Pero vivir con la infidelidad humana

es otra cuestión. 

 

Castilla

 

Flores de naranjo vuelan sobre Castilla

los niños piden monedas

 

Conocí a mi amor bajo un naranjo

¿o era una acacia

o no era mi amor?

 

Leí esto, después soñé esto:

¿el despertar puede quitarme lo que me ha sucedido?

Las campanas de San Miguel

suenan en la distancia

su pelo en las sombras rubio claro

 

Soñé esto,

¿significa eso que no sucedió?

¿Tiene que suceder en el mundo para ser real?

 

Soñé todo, la historia 

se convirtió en mi historia:

 

él yacía a mi lado,

mi mano rozaba la piel de su hombro

 

Mediodía, después la tarde:

en la distancia, el ruido de un tren

Pero no era el mundo:

en el mundo, las cosas suceden de forma definitiva, absoluta,

la mente no puede revocarlas.

 

Castilla: las monjas caminan en parejas por el jardín oscuro.

Más allá de los muros de los Ángeles Santos

los niños piden monedas

 

Cuando desperté estaba llorando

¿eso no es real?

 

Conocí a mi amor bajo un naranjo:

he olvidado

sólo los hechos, no la conclusión:

había niños en algún lugar, llorando, mendigando monedas

 

Soñé todo, me entregué

por completo y para siempre.

 

Y el tren nos llevó de vuelta

primero a Madrid

después al País Vasco.  

 

Tierra mutable

 

¿Estás curada o sólo crees que estás curada?

 

Me dije que

de la nada,

nada podía sacarse.

 

¿Pero todavía puedes amar a alguien?

 

Cuando me siento a salvo, puedo amar.

 

¿Pero tocarás a alguien?

 

Me dije que

si no tenía nada,

el mundo no podía tocarme.

 

En la bañera, observo mi cuerpo.

Se supone que es lo que tenemos que hacer.

 

¿Y también tu cara?

¿Tu cara en el espejo?

 

Estaba alerta cuando me tocaba,

no sentía nada.

 

¿Entonces estabas a salvo?

 

Nunca estuve a salvo, ni siquiera cuando más escondida estaba.

Incluso entonces estaba esperando.

 

¿Y no podías protegerte?

 

Lo absoluto

desgasta: el límite, el muro

que hay en torno al yo desgasta.

Si estaba esperando, había sido

invadida por el tiempo.

 

¿Pero crees que eres libre?

 

Creo que reconozco las pautas de mi carácter.

 

¿Pero crees que eres libre?

 

No tenía nada

a igual cambié.

Me quitaron mi insensibilidad

como un traje. Después

vino el ansia. 

 

El caballo alado

 

Aquí está mi caballo Abstracción,

blanco plateado, del color de la página,

de lo no escrito.

 

Ven, Abstracción,

por una Voluntad surgida de la Ambición Demoníaca,

llévame suavemente hasta las regiones de lo inmortal.

 

Estoy aburrida de mi otra montura,

por Instinto surgido de la Realidad,

del color del polvo, de la decepción,

a pesar de

la silla de montar que llevaba

y las espuelas de bronce, ese trozo

de metal indestructible.

 

Estoy aburrida de los dones del mundo, de sus

límites estipulados.

 

Y estoy aburrida de estar en contra

y aburrida de que lo material me contradiga constantemente

como

un enorme muro donde todo lo que digo puede

comprobarse.

 

Ven, pues, Abstracción,

llévame a donde has llevado a tanto otros,

lejos de aquí, al vacío, a los pastos estelares.

 

Llévame rápido,

Sueño surgido de la Esperanza Ciega.  

 

Terror mundano

 

Estaba junto a la puerta de una ciudad rica.

Tenía todo lo que los dioses exigían;

estaba preparada; el esfuerzo

para prepararme había sido largo.

Y el momento era el momento adecuado,

el momento asignado para mí.

 

¿Por qué tenías miedo?

 

El momento era el momento adecuado;

la respuesta debía estar lista.

En mis labios,

temblaban unas palabras que eran

las palabras adecuadas. Temblaban,

 

y yo sabía que si no lograba contestar

con suficiente rapidez, sería rechazada.

 

La rama dorada

 

Incluso la diosa del amor

lucha por su hijos, pese

a su vanidad: Eneas prosperó

más que otros héroes; incluso el ascendente camino de vuelta

desde el infierno se le hizo sencillo. Y el sacrificio del amor,

menos doloroso que para los otros héroes.

Tenía la mente clara; mientras soportaba el sacrificio,

veía sus efectos prácticos. Tenía la mente clara,

y esa claridad lo hizo inasequible a la desesperación,

mientras el dolor volvía más humano un corazón

que, de otro modo, podría haber parecido inmutable.

Y la belleza

corría por sus venas: no necesitaba

más. Dejó para otras visiones

los mundos del arte y la ciencia, esos caminos que sólo

conducen al sufrimiento, y en cambio congregó

a las diversas poblaciones de la tierra

en un imperio, una concepción

de la justicia mediante la sumisión, una intención «de perdonar

a los humildes

y aplastar a los orgullosos»: subjetivo,

necesariamente, como lo son necesariamente los juicios.

La belleza corría por sus venas; no necesitaba más.

Eso y su gusto por los imperios:

eso es lo que puede comprobarse.

 

Oficio de víspera

 

Creo que mi pecado

es muy común:

la petición de ayuda

oculta una petición de favores

y la súplica de compasión

vela ligeramente una queja.

 

Tan poco en paz en la tarde de primavera,

rezo pidiendo fuerza, orientación,

pero también pido

sobrevivir a mi enfermedad

(la inminente). No importa

nada del futuro.

Hago especial hincapié en esto,

en esta despreocupación por el futuro,

y también en el valor que tendré entonces

para enfrentarme sola a mi sufrimiento

pero con mucha más fortaleza.

 

Esta noche, en mi infelicidad,

me pregunto qué cualidades supone esto

en quien escucha.

Y mientras la brisa agita

las hojas del pequeño abedul,

construyo una presencia

totalmente escéptica y totalmente tierna,

y por lo tanto incapaz de sorprenderse.

 

Creo que mi pecado es común, y por ello

intencionado; siento

cómo se agitan las hojas, a veces

con palabras, a veces sin,

como si la forma más elevada de la compasión

pudiera ser la ironía.

 

Hora de acostarse, susurran.

Hora de empezar a mentir.

 

Reliquia

 

¿Dónde estaría yo sin mi pesar,

pesar creado por mi amado,

sin ninguna señal suya? Esta canción,

de todos los regalos, es el más duradero.

 

¿Te gustaría morir

mientras Orfeo está cantando?

Una larga muerte; lo oí durante todo el camino

hacia el Hades.

 

Tormento de la tierra

tormento de la pasión mortal.

 

A veces pienso

que se nos pide demasiado;

a veces pienso

que nuestros consuelos son demasiados costosos.

 

Todo el camino hacia el Hades

oí cantar a mi marido,

como tú me oyes ahora.

Tal vez fuera mejor así,

mi amor fresco en la cabeza

incluso a la hora de la muerte.

 

No la primera reacción,

que fue el error,

sino la última.  

 

Nido

 

Un pájaro hacía su nido.

En el sueño, lo observaba con atención:

en la vida, intentaba ser

testigo, no teorizar.

 

El lugar en que uno empieza no determina

donde acaba; el pájaro

 

cogió lo que encontró en el jardín,

su materia prima, escudriñando

nervioso el jardín desnudo de comienzo de primavera;

junto a los escombros del muro que daba al sur empujaba

unas ramitas con el pico.

 

Imagen

de la soledad: la pequeña criatura

no consiguió nada. Después

unas ramitas secas. Las llevaba,

una por una, hasta su guarida.

De momento no era más que eso.

 

Cogía lo que había,

el material disponible. Su ánimo

no era suficiente.

 

Y después tejió como la primera Penélope

pero con otros fines.

 

¿Cómo tejía? Tejía,

con cuidado pero sin esperanza, las pocas ramitas

un poco blandas y flexibles,

escogiéndolas entre las quebradizas, las recalcitrantes.

 

Comienzos de primavera, desconsuelo final.

El pájaro daba vueltas por el jardín desnudo haciendo

un esfuerzo para sobrevivir

con lo que quedaba ahí.

 

Tenía una tarea:

imaginar el futuro. Volaba constante, dando vueltas,

llevando pacientemente pequeñas ramitas hasta la soledad

del árbol, desprotegido en la constante frialdad

del mundo exterior.

 

No tenía con qué construir.

Era invierno: yo no podía imaginar

nada más que el pasado. No podía siquiera

imaginar el pasado, en realidad.

 

Y no sabía cómo había llegado hasta allí.

Todos los demás estaban muy lejos.

Yo estaba otra vez en el principio,

en una época de la vida en que no recordamos los principios.

 

El pájaro

cogía ramitas en el manzano, y las llevaba

una y otra vez al montón.

Pero ¿desde cuándo había un montón?

 

Cogía lo que encontraba después de que los demás

hubieran terminado.

Los mismos materiales. ¿Por qué habría de importar

terminar el último? Los mismos materiales, los mismos

bienes limitados. Ramitas marrones,

quebradas y caídas. Y en una de ellas,

un trozo de lana amarilla.

 

Después era primavera y yo estaba inexplicablemente feliz.

Sabía dónde estaba: en Broadway con mi bolsa de la compra.

Frutas de primavera en las tiendas: las primeras

cerezas en Formaggio. La forsitia

florecía.

 

Al principio estaba en paz.

Después estaba conforme, satisfecha.

Y después destellos de alegría.

Y cambió la estación, para todos,

por supuesto. 

 

Y yo observaba y me iba volviendo más lista.

Y recuerdo perfectamente

la sucesión de mis reacciones,

mis ojos clavados en cada cosa

desde el refugio del yo escondido:

 

primero, me encanta.

Después, puedo usarlo.       

 

Ellsworth Avenue

 

La primavera

descendió. ¿O habría que decir

se alzó? ¿Habría que decir que se elevó?

En el hogar de los Butlers,

los hamamelis en flor.

 

Así que debía ser

a finales de febrero.

 

Amarillo

pálido del año nuevo.

Un color inexperto. El brillo

del hielo sobre el terreno mate.

 

Pensé: Párate ahora, qué significaba

párate aquí.

Hablaba de mi vida.

 

La primavera del año: verde

amarillento de la forsitia, las zonas comunes

plantadas con hierba nueva:

 

lo nuevo

siempre protegido, las cosas nuevas

con su escudo explícito, su placa

metálica de lenguaje, bordeadas

con cuerda blanca.

 

Porque deseamos que viva,

un verde pálido

rodea las oscuras formas ya existentes.

 

Sol

de finales de invierno. ¿O primavera?

¿El sol de primavera

tan pronto? Oculto

por las espesas forsitias. Lo miré

directamente, o casi.

 

Al otro lado de la calle, un niño pequeño

lanzó su sombrero al aire: lo nuevo

 

siempre ascendiendo, los frescos

e inestables colores que trepan y se elevan,

que alternan

azul y dorado:

 

Ellsworth Avenue.

Una abstracción

a rayas de la mente humana

triunfante sobre los arbustos secos.

 

La primavera

descendió ¿O habría que decir

se elevó de nuevo? ¿O habrá que decir

surgió de la tierra? 

 

Infierno

 

¿Por qué te fuiste?

 

Salí del fuego caminando, viva;

¿cómo puede ser eso?

 

¿Cuánto se perdió?

 

No se perdió nada: todo

quedó destruido. La destrucción

es el resultado de la acción.

 

¿Había un fuego de verdad?

 

Recuerdo que entramos de nuevo en la casa hace veinte años,

tratando de salvar lo que pudiéramos.

La porcelana y cosas así. El olor a humo

que tenía todo.

 

En mi sueño, construía una pira funeraria.

Para mí, se entiende.

Pensaba que ya había sufrido bastante.

 

Pensaba que era el final de mi cuerpo: el fuego

parecía un final apropiado para el ansia;

eran lo mismo.

 

¿Y sin embargo no has muerto?

 

Era un sueño; pensaba que me iba a casa.

Recuerdo que me dije

que no saldría bien; recuerdo que pensé

que mi alma era demasiado terca para morir.

Pensaba que el alma era lo mismo que la conciencia,

probablemente todo el mundo lo piensa.

 

¿Por qué te fuiste?

 

Me desperté en otro mundo.

Tan sencillo como eso.

 

¿Por qué te fuiste?

 

El mundo cambió. Salí del fuego caminando

y entré en un mundo distinto, quizá

el mundo de los muertos, por lo que yo sé.

No el fin de la necesidad sino la necesidad

elevada a su máxima potencia.  

 

Toma

 

Me salvaste, deberías recordarme.

 

Viniste a mí; dos veces

te vi en el jardín.

Cuando desperté estaba en el suelo.

 

Ya no sabía quién era;

no sabía qué eran los árboles.

 

Dos veces en el jardín; muchas otras

antes. ¿Por qué habría que

mantenerlo en secreto?

 

Los frambuesos estaban muy tupidos;

no los había podado, no había desherbados nada.

 

No sabía dónde estaba.

Sólo que había un fuego cerca de mí, no

encima de mí. En la distancia

el sonido de un río.

 

Nunca era claridad lo que faltaba,

sino sentido.

 

Había una corona,

un círculo sobre mi cabeza.

Tenía las manos llenas de tierra,

no por haber trabajado.

 

Para qué mentir: esa vida

ya se ha terminado.

¿Por qué no habría

de usar lo que sé?

 

Me cambiaste, deberías recordarme.

 

Recuerdo que había salido

a caminar por el jardín. Como antes a

las calles de la ciudad, al

dormitorio de ese primer apartamento.

 

Y sí, estaba sola;

¿cómo no iba a estarlo?   

 

El misterio

 

Me volví una criatura luminosa.

Me senté en un camino, en California;

las rosas tenían el color de las bocas de riesgo; un bebé

pasó a mi lado en su cochecito amarillo haciendo

sonidos burbujeantes, como un pez.

 

Me senté en una silla plegable

a leer a Nero Wolfe por vigésima vez,

un misterio que se ha vuelto relajante.

Sé quiénes son los inocentes; he adquirido, en cierta medida,

el genio del maestro, en cuya mente ágil

el tiempo transcurre en dos direcciones: hacia atrás

desde el acto hasta el motivo

y hacia adelante hasta una decisión justa.

 

Corazón intrépido, no vuelvas a temblar:

la única sombra es la de la fina palmera

que no puede cubrirte por completo.

No como las sombras del este.

 

Mi vida me llevó a muchos lugares,

muchos de ellos muy oscuros.

Me llevó al margen de mi voluntad,

empujándome desde atrás,

desde un mundo hasta otro, como

al bebé parecido a un pez.

Y todo era completamente arbitrario,

sin una forma perceptible.

Las vehementes amenazas y preguntas,

la vieja búsqueda de la justicia,

debieron ser completamente defraudadas.

 

Y sin embargo, vi cosas asombrosas.

Me volví casi radiante al final;

llevaba mi libro a todas partes,

como una estudiante entusiasta

que se aferra a estos sencillos misterios

 

para poder silenciar en mi interior

las últimas acusaciones:

 

¿Quién eres y qué te propones?      

 

Lamento

 

Sucede algo terrible: mi amor

se está muriendo otra vez, mi amor que ya se ha muerto:

murió y fue llorado. Y sigue la música,

una música de separación: los árboles

se convierten en instrumentos.

 

Qué cruel es la tierra, los sauces resplandecen,

los abedules se inclinan y suspiran.

Qué cruel, qué profundamente tierna.

 

Mi amor se está muriendo: mi amor

no sólo una persona sino una idea, una vida.

 

¿Para qué voy a vivir?

¿Dónde volveré a encontrarlo

más que en el dolor, madera oscura

con que se hace el laúd?

 

Una vez basta. Una vez basta

para despedir sobre la tierra.

Y para llorar a alguien también, por supuesto.

Una vez basta para despedirse para siempre.

 

Los sauces resplandecen junto a la fuente de piedra,

junto a senderos de flores.

 

Una vez es suficiente: ¿por qué está vivo otra vez?

Y tan brevemente, y sólo en sueños.

 

Mi amor se está muriendo; la despedida ha vuelto a empezar.

Y a través de los velos de los sauces

la luz del sol asciende y resplandece,

no la luz que conocimos.

Y los pájaros cantan otra vez, cantan hasta la huilota.

 

Ah, he cantado esta canción. Junto a la fuente de piedra

los sauces cantan otra vez

con una ternura indescriptible, arrastrando sus hojas

por el agua radiante.

 

Está claro que lo saben, lo saben. Él se está muriendo otra vez,

y también el mundo. Morirá durante el resto de mi vida,

eso creo.        

 

Vita Nova

 

En el sueño de la ruptura

nos peleábamos por quedarnos

con el perro.

Ventisca. Dime tú

qué significa ese nombre. Era un cruce

entre algo grande y suave

y un perro salchicha. ¿Esto tiene que referirse

a los genitales masculinos

y femeninos? Pobre Ventisca.

¿por qué era un perro? Apenas tocaba

el hummus de su plato para perros.

Después hubo otra cosa,

un sonido. Como

gravillas que se remueve. ¿O arena?

¿Las arenas del tiempo? Después era

Erica con sus maracas,

como las arenas del tiempo

personificadas. ¿Quién

le explicará esto al perro? Ventisca,

papá te necesita; papá tiene el corazón vacío,

no porque abandone a mamá sino porque

la clase de amor que quiere, mamá

no puede dárselo, mamá

es demasiado irónica; mamá no bailaría

la rumba en la entrada de vehículos. O

esto está mal. ¿Y si

yo fuera el perro, como en

mi yo infantil, inconsolable por ser

totalmente pre - verbal? ¡Con

anorexia! Ventisca,

sé un perro valiente, esto es

todo material: te despertarás

en un mundo distinto,

volverás a comer, crecerás y serás poeta.

La vida es muy rara, termine como termine,

siempre llena de sueños. Nunca

olvidaré tu cara, tus ojos desesperados y humanos

hinchados por las lágrimas.

Pensaba que mi vida había terminado y que mi corazón

se había roto.

Después me fui a vivir a Cambridge.     

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”