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Alfonso Kijadurías (El Salvador, 1940) |
EL POVENIR
Alfonso Kijadurías
En la calle se establecieron fúnebres negociantes.
De las carnicerías el tufo de mil bestias degolladas inundó
la mañana de
nuestra primera infancia.
La sangre corrió en los circos y las embarcaciones.
En la casa de Dios. En los altos edificios aún chorreantes,
los niños contemplaron las extrañas imágenes.
La sangre corrió. Los vendedores de pólvora, los traficantes
de armas
celebraron con pompa el próspero suceso. En la casa
del ministro, el general aderezaba los muslos de Efigenia.
El sol negro reventaba en el arco del triunfo. La reina,
la Maga, la que siempre nos ocultaba el porvenir, dijo
por fin que el fin del mundo había comenzado.
Pero esta vez no había embarcación.
El mar estaba seco. Todo era ruinas, miserias, tempestad.
Las visiones de San Juan brotaban de los ojos del animal
de mil cabezas.
No apareció la liebre aquella mañana ni dijo su plegaria
el arcoíris a través de la tela de araña. El porvenir
apenas había comenzado.
Revientan las estrellas.
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