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Ernesto R. del Valle (Cuba, 1940) |
Ernesto R. del Valle
Poemas de Razones del
camaleón
Neno
Pedro Luis
Rodríguez del Valle
Mi hermano
menor
¡Pero,
hermano! Ha terminado el juego…
¿Y sigues
escondido?
Limpio
crepúsculo el de nuestra infancia.
Allí lo
ubico, en esos territorios
en que la cruda inocencia
nos fue haciendo adultos,
más hermanos aún,
surcos sosegados en un afán sin límites sombríos.
Establezco
desde entonces las raíces del pecho de mi hermano,
en mi sed de siempre.
Pero la
muerte mordió mi sangre en la sangre de mi hermano.
Su muerte volteo mis ojos en la vasta soledad de muerte.
Bitácora demencial en este dolor que lleva mi alma
en este su silencio de tierra y fruta redonda.
Casa de la infancia
Las puertas de
madera, ¿crujirán todavía?
Y las ventanas, ¿aguardarán impacientes
por sus charnelas oxidadas?
¿Quién susurra
en el patio esa canción,
junto a las quicalias?
Y el ferroso
ruido de la máquina Singer
donde madre cosía nuestra miseria adusta
por un plato de sopa con ternilla.
¿Se escucha aún entre los astros?
Solamente
pregunto
—luego de tantísimo tiempo—
por la inocencia del amor cobijado
entre aquellas paredes…
Herencia
Madre y padre
unieron sus sangres
en la comunión de sus cuerpos,
y de esa santa trinidad
de los sexos llegamos mi hermano y yo
a consolidar las penalidades cotidianas,
el hartazgo por la vida,
la crucial familiaridad de la pobreza,
enriquecida, desenfadada,
hogareña.
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