Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Juana de Ibarbourou (I)

                                                
                 Juana de Ibarbourou, Melo, Uruguay 1892 - Montevideo, Uruguay 1979


                 I
LA LUZ INTERIOR

LAS LENGUAS DE DIAMANTE

Bajo la luna llena, que es una oblea de cobre,
Vagamos taciturnos en un éxtasis vago,
Como sombras delgadas que se deslizan sobre
Las arenas de bronce de la orilla del lago.

Silencio en nuestros labios una rosa ha florido.
¡Oh, sí a mi amante vencen tentaciones de hablar!,
La corola, deshecha, como un pájaro herido,
Caerá, rompiendo el suave misterio sublunar.

¡Oh dioses, que no hable! ¡Con la venda más fuerte
Que tengáis en las manos, su acento sofocad!
¡Y si es preciso, el manto de piedra de la muerte
Para formar la venda de su boca, rasgad!

Yo no quiero que hable. Yo no quiero que hable,
Sobre el silencio éste, ¡qué ofensa la palabra!
¡Oh lengua de ceniza! ¡Oh lengua miserable,
No intentes que ahora el sello de mis labios te abra!

¡Bajo la luna-cobre, taciturnos amantes,
Con los ojos gimamos, con los ojos hablemos..
Serán nuestras pupilas dos lenguas de diamantes
Movidas por la magia de diálogos supremos.


LA PEQUEÑA LLAMA

Yo siento por la luz un amor de salvaje.
Cada pequeña llama me encanta y sobrecoge.
¿No será, cada lumbre, un cáliz que recoge
El calor de las almas que pasan en su viaje?

Hay unas pequeñitas, azules, temblorosas,
Lo mismo que las almas taciturnas y buenas.
Hay otras casi blancas: fulgores de azucenas.
Hay otras casi rojas: espíritus de rosas.

Yo respeto y adoro la luz como si fuera
Una cosa que vive, que siente, que medita,
Un ser que nos contempla transformado en hoguera.

Así, cuando yo muera, he de ser a tu lado
Una pequeña llama de dulzura infinita
Para tus largas noches de amante desolado.

LAS CUATRO ALAS DE ABEJA

He vuelto de la cita con cuatro alas de abejas
Prendidas en los labios. Cuatro alas de abejas
         Doradas y bermejas.

¡Milagro como el de la barba de Dionisos,
El dios de acento dulce! La barba de Dionisos
Que tenía cuatro alas de abeja en vez de rizos.

Tus labios en mis labios derramaron su miel
Y brotaron las alas. Derramaron su miel
Y tuve las dulzuras de un panal en la piel.

No riáis. Las cuatro alas de abeja no se ven.
Mas las siento en la boca. Las alas no se ven,
Mas a veces, ¡prodigio!, vibran hasta en mi sien.

Y más adentro aún. Las dulces alas vibran
Hasta en mi corazón. Las dulces alas vibran
Y a mi alma de toda angustia y pena libran.

Mas si un día dejaran de aletear y zumbar...
Si se hicieran ceniza... Si cesara el zumbar
De las alas que hiciste en mis labios brotar...

¡Qué tristeza de muerte! ¡Qué alas negras de queja
Brotarían entonces! ¡Qué alas negras de queja
En lugar de las alas transparentes de abeja!

LA ESPERA

¡Oh lino, madura, que quiero tejer
Sábanas del lecho donde dormirá
Mi amante, que pronto, pronto tornará!
(Con la primavera tiene que volver.)

¡Oh rosa, tu prieto capullo despliega!
Has de ser el pomo que arome su estancia.
Concentra colores, recoge fragancia,
Dilata tus poros, que mi amante llega.

Trabaré con grillos de oro sus piernas.
Cadenas livianas del más limpio acero,
Encargué con prisa, con prisa al herrero
Amor, que las hace brillantes y eternas.

Y sembré amapolas en toda la huerta.
¡Que nunca recuerde caminos ni sendas!
Fatiga: en sus nervios aprieta tus vendas.
Molicie: sé el perro que guarde la puerta.

LO QUE SOY PARA TI

        Cierva,
Que come en tus manos la olorosa hierba.

        Can,
Que sigue tus pasos doquiera que van.

        Estrella,
Para ti doblada de sol y centella.

        Fuente,
Que a tus pies ondula como una serpiente.

        Flor,
Que para ti solo da mieles y olor.

Todo eso yo soy para ti,
Mi alma en todas sus formas te di.
Cierva y can, astro y flor,
Agua viva que glisa a tus pies,
             Mi alma es
             Para ti,
             Amor.

LA HORA

Tómame ahora que aún es temprano
Y que llevo dalias nuevas en la mano.

  Tómame ahora que aún es sombría
Esta taciturna cabellera mía.

  Ahora, que tengo la carne olorosa,
Y los ojos limpios y la piel de rosa.

  Ahora, que calza mi planta ligera
La sandalia viva de la primavera.

  Ahora, que en mis labios repica la risa
Como la campana sacudida a prisa.

  Después... ¡ah, yo sé
Que ya nada de eso más tarde tendré!

  Que entonces inútil será tu deseo
Como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

  ¡Tómame ahora que aún es temprano
Y que tengo rica de nardos la mano!

  Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
Y se vuelva mustia la corola fresca.

  Hoy, y no mañana. Oh amante, ¿no ves
Que la enredadera crecerá ciprés?

REBELDE

Caronte: yo seré un escándalo en tu barca.
Mientras las otras sombras recen, giman, o lloren,
Y bajo tus miradas de siniestro patriarca
Las tímidas y tristes, en bajo acento, oren,

Yo iré como una alondra cantando por el río
Y llevaré a tu barca mi perfume salvaje,
E irradiaré en las ondas del arroyo sombrío
Como una azul linterna que alumbrara en el viaje.

Por más que tú no quieras, por más guiños siniestros
Que me hagan tus dos ojos, en el terror maestros,
Caronte, yo en tu barca seré como un escándalo.

Y extenuada de sombra, de valor y de frío,
Cuando quieras dejarme a la orilla del río
Me bajarán tus brazos cual conquista de vándalo.

LA ANGUSTIA DEL AGUA QUIETA

Párpado gris, inmóvil, con arrugas de piedra,
El brocal de este pozo viejo y abandonado,
Ostenta las pestañas de unos troncos de hiedra
Y la ceja herrumbrosa de un arco mutilado.

En el fondo, la oblea del agua muda y quieta
Es la pupila ciega de este pozo desierto.
¡Pupila siempre fija, por la angustia secreta
De la imagen inmóvil bajo el párpado abierto!

Aunque corran las nubes, aunque traigan los vientos
Pétalos de rosales y hojas de pensamientos,
Aunque pasen amantes coronados de hiedra,

Esta agua siempre fija, sin reflejos, tranquila,
En el fondo del pozo es la ciega pupila
Muda y desesperada en su cuenca de piedra.

IMPLACABLE

         Y te di el olor
De todas mis dalias y nardos en flor.

         Y te di el tesoro
De las hondas minas de mis sueños de oro.

         Y te di la miel,
Del panal moreno que finge mi piel.

         ¡Y todo te di!
Y como una fuente generosa y viva para tu alma fui.

         Y tú, dios de piedra
Entre cuyas manos ni la yedra medra;

         Y tú, dios de hierro
Ante cuyas plantas velé como un perro,

  Desdeñaste el oro, la miel y el olor.
¡Y ahora retornas, mendigo de amor.

  A buscar las dalias, a implorar el oro,
A pedir de nuevo todo aquel tesoro!

         Oye, pordiosero:
Ahora que tú quieres es que yo no quiero.

         Si el rosal florece,
Es ya para otro que en capullos crece.

         Vete, dios de piedra,
Sin fuentes, sin dalias, sin mieles, sin yedra.

         Igual que una estatua,
A quien Dios bajara del plinto, por fatua.

         ¡Vete, dios de hierro,
Que junto a otras plantas se ha tendido el perro

AMÉMONOS

Bajo las alas rosa de este laurel florido,
Arriémonos. El viejo y eterno lampadario
De la luna ha encendido su fulgor milenario
Y este rincón de hierba tiene calor de nido.

Amémonos. Acaso haya un fauno escondido
Junto al tronco del dulce laurel hospitalario
Y llore al encontrarse sin amor, solitario,
Mirando nuestro idilio frente al prado dormido.

Amémonos. La noche clara, aromosa y mística
Tiene no sé qué suave dulzura cabalística.
Somos grandes y solos sobre el haz de los campos

Y se aman las luciérnagas entre nuestros cabellos,
Con estremecimientos breves como destellos
De vagas esmeraldas y extraños crisolampos.

EL FUERTE LAZO

  Crecí
  Para ti.
  Tálame. Mi acacia
Implora a tus manos su golpe de gracia.

  Florí
  Para ti.
  Córtame. Mi lirio
Al nacer dudaba ser flor o ser cirio.

  Fluí
  Para ti.
  Bébeme. El cristal
Envidia lo claro de mi manantial.

Alas di
Por ti.
Cázame. Falena,
Rodeo tu llama de impaciencia llena.

         Por ti sufriré.
¡Bendito sea el daño que tu amor me dé!
¡Bendita sea el hacha, bendita la red.
Y loadas sean tijeras y sed!

         Sangre del costado
         Manaré, mi amado.
¿Qué broche más bello, qué joya más grata,
Que por ti una llaga color escarlata?

En vez de abalorios para mis cabellos,
Siete espinas largas hundiré entre ellos,
Y en vez de zarcillos pondré en mis orejas
Como dos rubíes dos ascuas bermejas.

         Me verás reír
         Viéndome sufrir.

         Y tú llorarás
Y entonces... ¡ más mío que nunca serás!

LA ESTRELLA

En el agua la estrella se refleja
Como una lentejuela de oro vivo,
O un lunar imprevisto en el motivo
Gris y redondo de la charca añeja.

Admiradas, absortas en la duda
De qué será lo que en el pozo brilla,
Las ranas están quietas a la orilla
En una adoración paciente y muda.

Y el pastor loco que con astros sueña
Hunde en el agua la imprudente mano.
Quiere sacar la estrella del pantano
Y en la imposible salvación se empeña.

¡Cloc, cloc! —gimen las ranas desoladas.
Roto el reflejo, desgarrado el astro,
Ya no queda en la charca sino un rastro
De hebras de luz sutiles y doradas.

Y yo, que asisto a la lección y llevo
En mi charca interior la dulce estrella
De una ilusión que se retrata en ella,
A ansiar la realidad ya no me atrevo.

Y como hipnotizada por el loco
Afán de no ver roto mi tesoro,
Hago guardia tenaz al astro de oro,
Lo miro fijo, pero no lo toco.

MELANCOLÍA

La sutil hilandera teje su encaje oscuro
Con ansiedad extraña, con paciencia amorosa
¡Qué prodigio si fuera hecho de lino puro
Y fuera, en vez de negra la araña, color rosa!

En un rincón del huerto aromoso y sombrío
La velluda hilandera teje su tela leve.
En ella sus diamantes suspenderá el rocío
Y la amarán la luna, el alba, el sol, la nieve.

Amiga araña: hilo cual tú mi velo de oro
Y en medio del silencio mis joyas elaboro.
Nos une, pues, la angustia de un idéntico afán.

Mas pagan tu desvelo la luna y el rocío.
¡Dios sabe, amiga araña, qué hallaré por el mío!
¡Dios sabe, amiga araña, qué premio me darán!




PASIÓN

¡Oh! No es, no, mi carne, la que sufre el martirio,
Es mi alma, mi alma tan blanca como un lirio
A veces, y otras veces, como una brasa, roja,
La que sufre la angustia y toda se deshoja.

En lágrimas salobres con un gusto de hiel.
En lágrimas amargas que dejan en la piel
De mi rostro moreno, cual maléfico riego,
Un rastro calcinante como un surco de fuego.

Es mi alma, ¡mi alma!, que sufre la tortura
Y se exalta en extraña ansiedad de ternura
Lo mismo que su hermana Teresa de Jesús.

Es mi alma, ¡mi alma!, que desea una cruz
De amor grande y doliente, de pasión y martirio.
¡Mi alma roja y blanca, de rosal y de lirio!

¿SUEÑO?

¡Beso que ha mordido mi carne y mi boca
Con su mordedura que hasta el alma toca!
¡Beso que me sorbe lentamente vida
Como una incurable y ardorosa herida!

¡Fuego que me quema sin mostrar la llama
Y que a todas horas por más fuego clama!
¿Fue una boca bruja o un labio hechizado
El que con su beso mi alma ha llagado?

¿Fue un sueño o vigilia que hasta mí llegó
El que entre sus labios mi alma estrujó?
Calzaré sandalias de bronce e iré

A donde esté el mago que cura me dé.
¡Secadme esta llaga, vendadme esta herida
Que por ella en fuga se me va la vida!

REDENCIÓN

Mi alma era una choza cerrada a cal y canto.
Acaso no sabía ni de sol ni de luz,
E ignoraba asimismo el inmenso quebranto
Que sufrió en el calvario nuestro hermano Jesús.

Una queja tan honda como un lloro doliente
La abrió luego a la vida cual un cáliz en flor.
Y fue un deslumbramiento magnífico y ardiente
A través de esa brecha que le hiciera el dolor.

Y ahora está mi alma abierta a cuatro vientos
Fue cada sufrimiento una nueva ventana
Hacia los dilatados y puros firmamentos.

Era inhospitalaria, insensible y oscura.
Dolor abrió sus puertas y ahora de ella mana
Un gran haz de luz clara de infinita dulzura.

LAMENTACIÓN

                       Soy enredadera:
¡Bendecida el hacha que mi tronco hiera!

                       Soy una amatista:
¡Alabado el lodo que mi lumbre vista!

                      Lámpara votiva,
Maldigo el aceite que me tiene viva.

                      Falena rosada,
Sueño en una espina, para ser clavada.

  Boca que desdeña la miel de la fruta,
Pide, en cambio, el vaso lleno de cicuta.

  Puesto que he perdido la luz de su amor,
El ser que me diste, ¡tómalo, Señor!

  Mutila mi lengua que aún por él clama.
Ciégame estos ojos que aún buscan su llama.

  ¡Córtame estas manos cobardes que imploran
Y cierra estos labios que por él te oran!

                     Convierte en ceniza
Estos pies que aún buscan la ruta que él pisa.

                     Tapia los oídos,
Que aún su acento atisban en todos los ruidos.

                      ¡Ay, triste de mí,
Que luz y alegría con su amor perdí!

                       ¡Ay, triste de mí,
Que ya nunca, nunca seré lo que fui!

VIDA – GARFIO

Amante: no me lleves, si muero, al camposanto.
A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
Alboroto divino de alguna pajarera
O junto a la encantada charla de alguna fuente.

  A flor de tierra, amante. Casi sobre la tierra,
Donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
Alargados en tallos, suban a ver de nuevo
La lámpara salvaje de los ocasos rojos.

  A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
             Más breve. Yo presiento
La lucha de mi carne por volver hacia arriba,
Por sentir en sus átomos la frescura del viento.

  Yo sé que acaso nunca allá abajo mis manos
            Podrán estarse quietas.
Que siempre como topos arañarán la tierra
En medio de las sombras estrujadas y prietas.

  Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen
En la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raíces vivas
Yo subiré a mirarte en los lirios morados!

TE DOY MI ALMA

              Te doy mi alma desnuda,
Como estatua a la cual ningún cendal escuda.
            
               Desnuda como el puro impudor
De un fruto, de una estrella o una flor;

  De todas esas cosas que tienen la infinita
Serenidad de Eva antes de ser maldita.


                De todas esas cosas,
                Frutos, astros y rosas.

  Que no sienten vergüenza del sexo sin celajes
Y a quienes nadie osara fabricarles ropajes.

  ¡Sin velos, como el cuerpo de una diosa serena
Que tuviera una intensa blancura de azucena!

  ¡Desnuda, y toda abierta de par en par
Por el ansia de amar!

LAS VIOLETAS

Esmaltan el contorno entero de la fuente,
Y son cual pebeteros que aroman la corriente.
Recogiéndolas sufro por la glotona pena
De que no quepan todas en mi canasta llena.

Allí las plantó un mago para que cada moza
Que llene en esas fuentes sus ánforas de loza
Sienta la tentación de prenderlas al seno
Como en un raro búcaro opulento y moreno.

¿Quieres tú una? Aspírala. ¡Si parecen de miel
Y dejan largo rato su perfume en la piel!
Exprímela en los labios. ¡Qué picante sabor!

Juraría que guarda cada cáliz, amor.
Tal vez por eso un mago las plantó allí en la fuente
Para hacer algún filtro con la clara corriente.

TOILETTE SUPREMA

Bajo el encanto sombrío
De la tarde de tormenta
Hay trazos de luz violenta
En la amatista del río.
Y siento la tentación
De hundir mi cuerpo en la oscura
Agua quieta que fulgura
Bajo el cielo de crespón.

     Intensa coquetería
Del contraste con la onda
Que hará mi carne más blonda
Entre su gasa sombría.
Rara y divina toalé
Que en la penumbra amatista
Dará una gracia imprevista
A mi cuerpo rosa-té.

     Ninguna tela más bella
En su pliegue ha de envolverme.
¡Nunca tornarás a verme
Con tal blancura de estrella!
Jamás caprichoso azar
Ha dado, a ninguna amante,
Un lecho más fulgurante
Bajo el amado mirar.

     Deja que el río me vista
Con sus largos pliegues lilas,
Y guarda en tus dos pupilas,
Junto al fondo de amatista,
La visión loca y suprema
De mi cuerpo embellecido
Por el oscuro vestido
Y la sombría diadema.

DESPECHO

¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto,
Tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
Tanto, que este rictus que contrae mi boca
Es un rastro extraño de mi risa loca.

Tanto, que esta intensa palidez que tengo
(Como en los retratos de viejo abolengo),
Es por la fatiga de la loca risa
Que en todos mis nervios su sopor desliza.

¡Ah, que estoy cansada! Déjame que duerma,
Pues, como la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!
¿Cuándo más alegre que ahora me viste?

¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos,
Ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos.
Si brilla en mis ojos la humedad del llanto,
Es por el esfuerzo de reírme tanto...

EL DULCE MILAGRO

¡Qué es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
Mi amante besóme las manos y en ellas,
¡Oh. gracia! brotaron rosas como estrellas.

Y voy por la senda voceando el encanto
Y de dicha alterno sonrisa con llanto
Y bajo el milagro de mi encantamiento
Se aroman de rosas las alas del viento.

Y murmura al verme la gente que pasa:
— ¿No veis que está loca? Tornadla a su casa.
"Dice que en las manos le han nacido rosas
Y las va agitando como mariposas!

¡Ah. pobre la gente que nunca comprende
Un milagro de éstos y que sólo entiende
Que no nacen rosas más que en los rosales
Y que no hay más trigo que el de los trigales!

Que requiere líneas y color y forma
Y que sólo admite realidad por norma.
Que cuando uno dice: —Voy con la dulzura,
De inmediato buscan a la criatura.

Que me digan loca, que en celda me encierren,
Que con siete llaves la puerta me cierren,
Que junto a la puerta pongan un lebrel.
Carcelero rudo, carcelero fiel.

Cantaré lo mismo: —Mis manos florecen,
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
¡Y toda mi celda tendrá la fragancia
De un inmenso ramo de rosas de Francia!

LA PASTORA

Ahora soy zagala, que apacienta un rebaño
De estrellas. ¡Dios lo libre de todo mal y daño!
Y si rondan los lobos, y si amaga la peste,
¡Dios haga invulnerable mi rebaño celeste!

Amor que de los cielos dio fuga a las centellas,
Para que yo formara mi rebaño de estrellas,
Las piedras de la senda con sus manos alisa
Y pone entre mis labios la flauta de la risa.

— ¿Adónde vas, pastora de mirada encantada?
—Voy a prados de rosas a pacer mi majada.
Y trina, trina, trina la flauta de cristal
Y se apiada la gula del lobo y el chacal.

—Mañana... — Mas, ¿quién piensa de veras en mañana?
—Tu rebaño de estrellas, pastora sobrehumana...
—¡Oh, cállate, profeta! No adelantes el mal.
(Y da una nota falsa la flauta de cristal.)

HASTÍO

En la primera edición, este poema tiene el siguiente subtítulo: Del pasado.

Magdalena: yo a veces envidio lo que fuiste.
Me aburre esta existencia tan monótona y triste.
Hoy daría mi alma por los mil esplendores
Y el vértigo de abismo de tus cien mil amores.

Y después, el sayal gris de los penitentes.
¿Qué importa? Hoy es mi alma un nido de serpientes.
Me vengo del hastío ensoñando el pecado.
Y siento entre mis labios la miel de lo vedado.

El inmenso bostezo de mi paz cambiaría
Por el barro dorado de tus noches de orgía,
Para luego ofrendarlo en un gran vaso lleno

De ungüento de nardos, al rubio Nazareno.
¡Hoy daría mi alma por los mil esplendores
Y el vértigo de abismo de tus cien mil amores!

INSOMNIO

No he podido dormir. Esta noche
          Me ha sido negada
          La gracia sencilla
          Del sueño habitual.
En un zumo de lirios morados
Se anegan mis ojos sombríos y largos
Y en un zumo amarillo de cera
O de vara de nardo marchita,
Se han ahogado las llamas rosadas
Que coloran la piel de mis labios.
Si me pongo recta, cruzadas las manos,
          La boca estrujada,
Abrochados los párpados lacios,
         Parezco una muerta.
El insomnio taladra mis sienes
Con sus siete clavos de vigilia ácida.
Y retoñan, retoñan deseos.
¿Dónde se halla, Señor, el amante
Que mis finos cabellos peinaba
Con sus manos morenas que olían
A mazos de trigo y a ramos de dalias?
En mi lecho, que es nata de linos,
Su vacío lugar mana angustia.
Y en el blanco mantel de las sábanas
          Me agito intranquila,
Como un haz de culebras trenzadas
           Que el látigo rojo
Del insomnio, implacable, fustiga..
No sentir... No pensar... Mas ahora,
¿Qué imprevista dulzura ha llegado
A sentarse a los pies de mi cama?
A mis párpados largos parece
Que una venda de bronce desciende.
Y mis manos nerviosas se aquietan
En cruzado ademán de reposo.

No sentir... No pensar... ¿Es el sueño,
O eres tú, monja negra, que llaman
Los hombres la Muerte?

THAÍS SANTIFICADA

En la primera edición, este poema aparece con el título de Santificado

En la página final de un tomo
de La cortesana de Alejandría, de
Anatole France.

Bendita la herida que llaga mi planta
Bendita la angustia que borró mi risa.
Mi boca es más pura desde que no canta
Y mis pies llagados andan más de prisa.

Bendita la saya de burda arpillera
Que en mi piel dibuja pardas rozaduras.
Hoy soy más dichosa que lo que antes era
Entre mis tapices y mis colgaduras.

Benditos los negros brazaletes largos
De la cuerda ruda que hirió mis muñecas.
Me saben a mieles los jugos amargos
Y en éxtasis beso mis dos manos secas.

Carroña yo he hecho del cuerpo menguado
Que con siete inmundos chacales dormía.
Los siete chacales rojos del pecado
Que paseé triunfante por Alejandría.

Estiércol yo he hecho de la carne loca
Que en largas orgías fatigó su nardo.
¡Y hoy un lirio de oro floreció en mi boca
Y a mis pies, sumiso, se ovilló un leopardo!

A mi alma pura por la penitencia,
Ha llegado el soplo claro de la gracia.
¡Y un rosal se eleva de mi pestilencia
Y un halo corona mi cabeza lacia!

OFRENDA

Cuido mi cuerpo moreno
Como a un suntuoso marfil.
Cuido mi cuerpo moreno
Para que de gracia lleno
Sea del pie hasta el perfil.

Copa con vino de vida,
Vaso con miel de pasión.
¡Copa con vino de vida,
Y un ascua viva encendida
En lugar del corazón!

¡Oh, mi amante, te lo ofrendo
Como un regalo de amor!
¡Oh, mi amante, te lo ofrendo
En el engarce estupendo
De mi chal multicolor!

Sangre-fuego, carne-cera,
Olor a sol y a panal.
Sangre-fuego, carne-cera...
¡Te lo doy como si fuera
Un raro bronce oriental!

LA CITA

Me he ceñido toda con un manto negro.
Estoy toda pálida, la mirada extática.
Y en los ojos tengo partida una estrella.
¡Dos triángulos rojos en mi faz hierática!

Ya ves que no luzco siquiera una joya,
Ni un lazo rosado, ni un ramo de dalias.
Y hasta me he quitado las hebillas ricas
De las correhuelas de mis dos sandalias.

Mas soy esta noche, sin oros ni sedas,
Esbelta y morena como un lirio vivo.
Y estoy toda ungida de esencias de nardos
Y soy toda suave bajo el manto esquivo.

Y en mi boca pálida florece ya el trémulo
Clavel de mi beso que aguarda tu boca.
Y a mis manos largas se enrosca el deseo
Como una invisible serpentina loca.

 Descíñeme, amante! ¡ Descíñeme, amante!
Bajo tu mirada surgiré como una
Estatua vibrante sobre un plinto negro
Hasta el que se arrastra, como un can, la luna.

INQUIETUD

Esta inquietud. . . Esta inquietud. .. —¿Qué oscura
Mano me dio la llama y la negrura
De esta escondida efervescencia loca
Que en salobre sabor sube a mi boca?

Esta inquietud, esta inquietud constante
Que no calman los labios del amante. . .
Mano larga hacia el astro, alma erguida hacia el cielo.
Cuerpo de cal y escoria negado para el vuelo...

Ansiedad que no cuaja ni en capullo ni en brasa...
Fuego invisible y vivo que sin ascuas abrasa...

Alma en llaga: ¿qué fuente para tu sed reclamas?
Ígnea raíz: ¿qué esperas para brotar en llamas?

LA ESTATUA

Soy campana rota,
Nardo sin olor,
Fuente que ha perdido
Su vivo rumor.

Sólo espinas largas
Mis rosales dan.
Soy de un trigo negro
Que hace amargo el pan.

¿Para qué me quieres
Si no tengo aromas?
¿Para qué me quieres
Si sequé mis pomas?

El estambre de oro
Que mi vida dio,
En un polvo oscuro
Ya se diluyó.

Anda, di a la Muerte
Que aguardando estoy.
Anda, di a la Muerte
Que de bronce soy.

Que ya mis pupilas
No saben llorar,
Y que labios míos
No pueden besar.

Anda, que el rey Midas
Pasó por aquí,
Y en estatua de oro
Transformada fui.

Vete, no murmures
Más esa palabra
Que en mi encanto puede
Ser de abracadabra.

No me digas nada,
No te quejes más.
Si la estatua siente.
Te arrepentirás.

AMOR

      Primavera
En gracia de olor.
      Primavera
En gracia de amor.

      Sueño desvelado,
      Rara sensación.
¿Qué abeja se ha entrado
      En mi corazón?

      Inquieta,
No como ni duermo tranquila.
Ansiedad secreta,
Llama en la pupila.

Yo estoy embrujada.
¡Antes no era así!
Yo estoy hechizada
Desde que lo vi.

Lengua que no canta
Es mala señal.
Boca que no yanta
Va gritando el mal.

Y sigo la vía
Sin saber si es que
Encontré alegría
O si angustia hallé.

Yo estoy embrujada.
¡Antes no era así!
¡Yo estoy hechizada
Desde que lo vi!

FUSIÓN

Mi alma en torno a tu alma se ha hecho un nudo
                      Apretado y sombrío.
Cada vuelta del lazo sobrehumano
Se hace raíz, para afianzarse hondo.
Y es un abrazo inacabable y largo
Que ni la muerte romperá. ¿No sientes
Cómo me nutro de tu misma sombra?
Mi raíz se ha trenzado a tus raíces
Y cuando quieras desatar el nudo,
¡Sentirás que te duele en carne viva
Y que en mi herida brota sangre tuya!

¡Y con tus manos curarás la llaga
Y ceñirás más apretado el nudo!

SAMARITANA

Tenía las pupilas tristes y tenebrosas
Como dos pozos secos. Y en la boca dos rosas
            De fiebre y avidez.
Y dos rosas de sangre purpuraban sus pies.

Limpias muchachas rubias volvían de la fuente
Con las cántaras llenas de agua clara y bullente.
           Y clamó él: —¡Piedad!
Pero ellas pasaron sordas a su ansiedad.

Las muchachas de piedra cantando se alejaron
Y en el aire una estela de frescura dejaron.
Él gemía. Mi alma gritó entonces: —¡Piedad!
Y el grito entre mis labios se hibo clamor: —¡Piedad!

La sed era en su boca como un largo rubí
Y yo el cántaro vivo de mi cuerpo le di.

LA INQUIETUD FUGAZ

He mordido manzanas y he besado tus labios.
Me he abrazado a los pinos olorosos y negros.
Hundí, inquieta, mis manos en el agua que corre.
He huroneado en la selva milenaria de cedros
Que cruza la pradera como una sierpre grave.
Y he corrido por todos los pedrosos caminos
Que ciñen como fajas la ventruda montaña.

¡Oh amado, no te irrites por mi inquietud sin tregua!
¡Oh amado, no me riñas porque cante y me ría!

Ha de llegar un día en que he de estarme quieta,
        ¡Ay, por siempre, por siempre!
Con las manos cruzadas y apagados los ojos,
Con los oídos sordos y con la boca muda,
Y los pies andariegos en reposo perpetuo
          Sobre la tierra negra.
¡Y estará roto el vaso de cristal de mi risa
En la grieta obstinada de mis labios cerrados!

Entonces, aunque digas: —¡ Anda!, ya no andaré.
Y aunque me digas: —¡ Canta!, no volveré a cantar.
Me iré desmenuzando en quietud y en silencio
           Bajo la tierra negra,
Mientras encima mío se oirá zumbar la vida
Como una abeja ebria.
¡Oh, déjame que guste el dulzor del momento
       Fugitivo e inquieto!

¡Oh, deja que la rosa desnuda de mi boca
     Se te oprima a los labios!

Después será cenizas bajo la tierra negra.

MONJA NOCHE

Monja Noche es augusta, misteriosa, callada,
Y viste hábito negro con fulgente rosario.
Monja Noche padece de la pena ignorada
De quién sabe qué extraño y estupendo calvario.

Posee el don milagroso de adormir los dolores
Bajo el gesto supremo de sus manos en cruz.
Monja Noche comprende los dolientes amores,
Las humanas miserias y el dolor de Jesús.

Yo la espero con ansia, pues acalla la pena
De mi amor imposible. Su faz triste, serena
Mi alma miserable, mi alma doliente y gris.

Monja Noche da tregua al dolor del calvario.
Con su hábito negro, su fulgente rosario,
Monja Noche es hermana de Francisco de Asís.

ANGUSTIA

Hemorragia de luna sobre el parque plateado.
Todo duerme, hasta el loco surtidor de la fuente.
El mastín, taciturno, nos contempla callado
Y una brisa de encanto posa el ala en mi frente.

Al andar, nuestros pasos no rechinan la arena.
¿Llevamos las sandalias de gamuza del sueño?
Nuestra sombra se alarga, majestuosa y serena,
Como un manto de corte junto al muro costeño.

¿Esto es limbo o estamos sobre el haz de la tierra?
¿Somos sombras y un círculo de Plutón nos encierra?
El silencio me oprime, como un aro, las sienes.

¡Abre el grifo a la fuente, el mastín azucemos,
Bésame, y al misterio con lascivia ahuyentemos!
¡Si parece de muerte la blancura que tienes!

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”