ANIMAL DE
COSTUMBRE
(1959)
a Suzanne
Martin
I
En
la noche dúctil con un gladiolo en tu casa
En
la noche, escucha,
Oh
frágil vanidad en los brazos,
Y
tu sueño pesa viviente como ráfaga del río.
Más
allá en los vergeles
Prueba,
verifica mi debilidad y mi fuerza.
Mi
camino que ignoro hasta encontrar tu paso, tu huella
Tibia
en la tierra,
El
nacimiento del nuevo día.
II
No
estás conmigo. Ignoro tu imagen. No pueblo tu gran
olvido.
Pasarán
los años. Un rapto sin control como la dicha
habrá en el sur.
Con
la riqueza mágica del encuentro, vuelve hasta mí,
sube tu silencioso fervor,
tu
súplica por los viajes,
tu
noche y tu mediodía.
Apareces.
Tu
órbita desafía toda distancia.
Entonces,
para iluminar el presente, tú y yo acariciamos
la llaga de nuestro antiguo amor.
III
Por
salir con el silbo de la serpiente y las aves
del paraíso,
Al
paso de las tardes,
Tú
entregas un racimo de uvas al asesino.
Yo
me pongo una máscara
Y
me muestro distraído.
Y
todos en fin bailamos la danza nupcial,
Contentos
del tilo en la comida y del reposo junto a la radio.
Con
lo más íntimo de mí, te he dicho:
-
La tierra es una azucena mordida en vísperas
de un viaje;
De
hijo a padre o bisabuelo,
En
bellos recreos,
Ejercitando
el arco y la flecha,
Yo
transformo la historia más simple,
Confiado
al amor.
¿Escuché
esa frase:
«De
hijo a padre o bisabuelo»?
¿La
escuché adentro o fuera de mí?
¿Enarbolo
tardíamente el arco y la flecha?
Estoy
inerme ante vocales
Y
vocablos;
Del
cuerpo malo que de allí deriva y la consiguiente
soledad.
Escucho
el privilegio de continuar en niño.
No
me señalan crecer, como antes decían:
«Una
pulgada más grande».
Ahora
me reconocen,
De
una a varias pulgadas más pequeño.
IV
Por
salir con el silbo de la serpiente y las
aves del paraíso
Al
paso de las tardes
El
trapecio milagroso de tu deseo es la vida
Y
el diamante en mi amante
Y
a través de la púrpura roja (en el sueño) las
blancas ventanas en mi vigilia
Y
cuando me aman olvido mi propia presencia
Cuando
me escuchan olvido mi propia audiencia
Cuando
me llaman hombre soy un caballo negro por
la nostalgia
Y
si me salvo no será por piedad
Si
muero no será por suicidio
Si
renazco no será en la resurrección de la carne
Salgo
a escena inerme ante vocales y vocablos
con vaivenes rápidos circulares de fulgor
paralelo
con el pez vivo en la red y la interrogación
sin
sentido.
V
Cuando
subes a las alturas,
Te
grito al oído:
Estamos
mezclados al gran mal de la tierra.
Siempre
me siento extraño.
Apenas
Sobrevivo
Al
pánico de las noches.
Loba
dentro de mí, desconocida,
Somos
huéspedes en la colina del ensueño,
El
sitio amado por los pobres;
Ellos
Han
descendido con la aparición
Del
sol,
Hasta
humedecerme con muchas rosas,
Y
yo he conquistado el ridículo
Con mi ternura,
Escuchando
al corazón.
VI
Elena
es alga de la tierra
Ola
del mar.
Existe
porque posee la nostalgia
De
estos elementos,
Pero
Ella lo sabe,
Sueña,
Y
confía,
De
pie sobre la roca y el coral de los abismos.
En
realidad, Elena
Conoce
las cosas simples,
Porque
antes de ser doncella
Fue
Sirena y Ondina,
Y
antes de ser
Sirena
y Ondina,
Nadó
en el torbellino, en el número, en el fuego.
Yo
debí caer en la calzada, y rememorar,
Oh
huésped delirante;
Allí
donde apacigua la tarde y el crepúsculo,
A
mí me separaron.
Tuve
otro amor,
Puro
como el éxtasis,
Frágil
como la fantasía,
Absoluto
como mi otro amor.
Oí
una trompeta de bruma en el desierto
Mis
halcones salieron del follaje.
En
todas las estaciones
En
el otoño o en la primavera
Elena
es alga de la tierra
Ola
del mar.
VII
En
nuestras veladas
En
nuestros talleres
En
nuestras fiestas sombrías
Un
día cualquiera
Canta
El
bello cisne
Petrificado
Del
arcoíris
Con
su lengua radiante de martín pescador.
Un
día cualquiera
Yo
temía por ti
En
diversos flancos del poblado
En
medio de los escombros
Pero
tú me decías:
Nunca será consumida en llama
La carne ciega de mi edad.
Y
la vejez de entornadas pupilas, señalando maliciosamente
Una
hoguera, Una esfinge
Me
decía
A
manera de réplica:
En llama será consumida
Tiene los signos equívocos del otro reino.
Luego
no había más que comenzar:
Humo
Sándalo
Azufre
de los infiernos,
Me
abruma tanto tiempo perdido
Y
la nostalgia de mi primer viaje
Y
algunas aves negras
Que
pasan por el cielo
Cuando
echo las cartas.
Escúchame:
¿Han
cesado de girar mis grandes artífices?
¿Muevo
sus brazos dominantes?
¿Las
tentaciones, como
Panteras
sonámbulas
Detrás
de la noche?
Lámparas,
cimas inaccesibles e insomnios de
La
vida real.
Fuera
de sitio, fuera del bullicio, sin habla
Como
un padre púdico.
VIII
Mi
padre partió una tarde a España.
Antes
de partir, me dijo:
Hijo
mío, sigue la vía recta,
Tú
tienes títulos.
En
esta época tan cruel
No
padecerás.
Por
dicha experiencia de años anteriores
Van
y vienen voces ligadas a ti,
Padre.
Y
me basta ahora y siempre
El
salvoconducto de tu sangre
Mi
partida de nacimiento con las inscripciones dúctiles
Del
otro reino.
Ahora
te digo:
No
tengo títulos
Tiemblo
cada vez que me abrazan
Aún
No
cuelgo en la carnicería.
Y
ésta es mi réplica
(Para
ti):
Un
sentimiento diáfano de amor
Una
hermosa carta que no envío.
IX
Menos
torpe
Pero
Sin
nostalgia,
Sin
recuerdos,
Sin
un latido,
Sin
mi respiración, mi grito
La
astilla de mi ausencia,
Debo
desollarme
En
el quicio de las ventanas,
Equivocarme
de espectro, y olvidarlo.
Pasar
el agua
Que
se esparce como en una fuente
A
manos de la muda.
Con
toda vanidad y amor,
Balbuceo,
descalzo en el pórtico.
Negándome
el fin del ser
La
nada
La
bahía azul
La
blancura del precipicio.
X
8000
demonios ocultos
Nos
gritan que el insomnio
Es
tierra de exilio, sin leopardos ni ríos.
El
conductor (de la grey humana)
Debe
sobrevivir con lo que queda aún
Entre
el rocío de las pupilas matinales del mundo.
Por
eso no mira ni la brújula ni la mesa de juego
Que
ocupan los pasajeros.
Debe
escrutar la línea famélica de los árboles
En
las arterias de la isla.
Por
nuestros huesos náufragos, por lo que flota
Sobre
la llama del agua
O
en el completo olvido.
XI
Hubiera
bastado que me quedara tranquilo, saciarme con
nada,
no invocar una leyenda dentro o fuera de mi país,
en
la Sabana donde el Salto es del Ángel.
No
formulé súplicas ni deseos. No extendí la mirada
más
allá de mi cubil.
Ahora
me hacen muecas horribles
El
esclavo y la bestia que desprecié.
Ahora, para franquear la orilla de
mi casa,
estoy obligado a pedir perdón.
XII
Yo
me identifico, a menudo, con otra persona que no me revela su nombre ni sus
facciones. Entre dicha persona y yo, ambos extrañamente rencorosos, reina la
beatitud y la crueldad. Nos ama¬mos y nos degollamos. Somos dolientes y
pequeños. En nuestros lechos hay una iguana, una rosa mustia (para los días de
lluvia) y gatos sonámbulos que antaño pasaron sobre los tejados.
Nosotros,
que no rebasamos las fronteras, nos quedamos en el umbral, en nuestras alcobas,
siempre esperando un tiempo mejor.
El
ojo perspicaz descubre en este semejante mi propia ignoran¬cia, mi ausencia de
rasgos frente a cualquier espejo.
Ahora
camino, desnudo en el desierto. Camino en el desierto con las manos.
XIII
Hesnor:
A cien metros
Exactos
De profundidad
La botella no es siempre tortuga de mar.
Ramón:
Tú llamas vientres a los polluelos
Y crees que son dioses a altas horas
De la noche.
Susana
reposa debajo de un árbol para conjurar
los maleficios.
XIV
Mi
madre me decía:
Hay
que rezar por el Ánima Sola
Hay
que rezarle a San Marcos de León.
Yo
me quedaba confuso.
San
Marcos de León era un guerrero
Que
nos defendía en el cielo,
Con
lanzas y escudos.
Y
ella, mi madre,
Podía
huir
Hacia
esa gran isla de las alturas
Misteriosamente
protegida.
XV
Ahora,
cuando vamos a reposar de nuestra ilusión y de
nuestras máscaras,
Pido
al Ángel y al Desconocido
Noche
y día
Que
sólo ocupe mi sitio
Tu
llama única
Que
tú no me abandones.
XVI
Mi
hermano Abel sacudía a los espantapájaros.
Mi
madre charlaba en los largos vestíbulos,
Y paseaba en el aire
Un
navío de plata.
A
su alrededor
Y más allá de los balcones,
Había
un extenso círculo
Con
hermosos caballos.
Yo
quiero que Juan trasponga sus límites, y juegue como los otros niños -dice mi
madre; y con mi hermano salgo a la calle; voy a París en velocípedo y a París
en la cola de un papagayo, y no provoco ningún incendio, y me siento lleno de
vida.
Libre
alguna vez de mi tristeza.
Libre
de este sordo caracol.
XVII
No
quiero hincharme con palabras.
Pienso
en los indios y en los barcos de vela
Y
miro el ramo de magnolias
Que
cae en el agua de la cascada.
Una
balada tan nostálgica que ya no tiene significado
Se
escucha en la otra orilla.
Veo,
danzando entre las hojas verdes y la hoguera,
Al antiguo guerrero,
Libre
de riesgo, como en colina de recreo.
Cuando
el Océano es infranqueable,
Cuando
la limitación humana es grande, y
corremos
en busca de perdices, maíz y el
somnoliento
fósforo como la lluvia,
Vuelvo
a hablarle al antiguo guerrero.
El
huésped invisible, adornado con bellas plumas,
Me
detiene en el umbral de su casa,
Con
un gesto
Ciego
De
amor.
Mi animal de costumbre
me observa y me vigila.
Mueve su larga cola.
Viene hasta mí
A una hora imprecisa.
Me devora todos los
días, a cada segundo.
Cuando voy a la
oficina, me pregunta:
«¿Por qué trabajas
Justamente
Aquí?»
Y yo le respondo, muy
bajo, casi al oído:
Por nada, por nada.
Y como soy
supersticioso, toco madera
De repente,
Para que desaparezca.
Estoy ilógicamente
desamparado:
De las rodillas para
arriba
A lo largo de esta
primavera que se inicia
Mi animal de costumbre
me roba el sol
Y la claridad fugaz de
los transeúntes.
Yo nunca he sido fiel a
la luna ni a la lluvia ni a los
guijarros de la playa.
Mi animal de costumbre
me toma por las muñecas, me
seca las lágrimas.
A una hora imprecisa
Baja del cielo.
A una hora imprecisa
Sorbe el humo de mi
pobre sopa.
A una hora imprecisa
En que expío mi sed
Pasa con jarras de
vino.
A una hora imprecisa
Me matará, recogerá mis
huesos
Y ya mis huesos metidos
en un gran saco, hará de mí
Un pequeño barco,
Una diminuta burbuja
sobre la playa.
Entonces sí
Seré fiel
A la luna
La lluvia
El sol
Y los guijarros de la
playa.
Entonces,
Persistirá un extraño
rumor
En torno al árbol y la
víctima;
Persistirá...
Barriendo para siempre
Las rosas,
Las hojas dúctiles
Y el viento.
a mi aya
Es inútil la queja
Mejor sería hablar de esta región tan pintoresca;
Debo servirme de mí
Como si tuviera
revelaciones que comunicar.
Es inútil la queja
Querida Felipa,
Pero
En este hotel donde
ahora vivo
No hay siquiera un loro
menudito.
El sol golpea en los muros, pero
Adentro
No se encienden
tulipanes,
No se enciende nunca
una lámpara.
Por paradójico que así
sea... (decía mi maestra)
Luego cabalgaría sin
darse cuenta
A través de pupilas
enigmáticas,
Uniendo las cifras del
ábaco,
Las breves islas
Ilusorias de nuestro mundo.
Hoy puedo subir
Hacia la alta colina
verde
Donde la cascada resplandece.
Sin embargo, no me
considero feliz.
No regresaré nunca hasta mi ábaco de
madera.
Ya no tengo la inocencia de mis primeros
años.
Una lámpara se tambalea en el tiempo.
El vagabundo también
grita de un bosque a otro
Y conoce
Más a fondo
El olvido.
He recibido medios lícitos y orejas
De aquellos a quienes nada podía dar;
No sé por qué nociones de falso orgullo
Cuento mayoría de edad.
Mi edad con migajas
húmedas,
35 soldaditos de plomo
que caen boca abajo en la
chimenea.
Mi madre tiene ante sí
Su cachorro sano,
brillante, como la espuma del paraíso;
Mi padre contempla una arboleda
En el hueco del jardín.
Al aproximarme a ellos
Bajo hasta el lecho que
ocupan,
Les cuento azares e infortunios de guerra
En que estuve mezclado,
Y ellos hacen
Guiños con los ojos
En honor de mi persona.
Más tarde, el ungido de amor
Baja de nuevo hasta la sala grande;
Y erguida la cabeza, rodeado de solicitud,
Permanece el tiempo justo
Dibujando signos y cábalas misteriosas
Arriba de un lecho extrañamente vacío.
XXIII
TRINIDAD
Cuando todos cavilan, me arrulla
Me arrulla mi melodía pueril.
Luego, me voy de súbito
a una isla,
Y allí las tiendas, la
pesca de ranas, la obsequiosidad de
una muchacha negra,
Me hacen formular vigilias felices;
Soplo una gran bujía:
Es el adiós sollozando
en mi corazón.
El ancla que pesa al fondo del mar.
Cuando tú sueñas, holgazán de quince
primaveras,
No te das cuenta de la vida.
Y ríes con bella risa intrínsecamente
tuya, en el leve vaivén
de
tu lecho.
Holgazán de quince
primaveras,
Huyes ahora a la bahía
de otro confín.
Aparece la luna.
Bajan de su pedestal
Los dioses infranqueables.
Para qué hablarte
entonces de las carabelas, de mis
recuerdos de los indios y el gran río.
Madel ha dicho que una
leyenda nos cubre con lanzas y
carruajes de tinta china,
Que la tinta china es
sangre de los indios
Y que los indios
existen todavía.
No pases por alto
algunos valles en tu sueño,
A un lado, caminos;
caminos que separan.
Y aquí mi corazón,
Madel. En mi provincia de oro,
tus quince primaveras.
Las nimias causas
humanas, Esas que en lo íntimo
Sugieren: «Yo era muy
despabilado. No era iluso»,
Me tuercen la oreja.
Debajo de mi almohada,
Encima de lo que debo hacer,
A trote de bestia,
Lívido,
Cuando cae la noche,
Me dejo arrullar por putas y negociantes de mi
barrio.
Después, en las mañanas,
Me sobrecoge una gran humildad, una
humildad mayor.
Ruego de rodillas. Me doblo en el suelo.
Hablo de mi oficio que me obliga a estar
recluido
Días y días;
Que me obliga a olvidarme
de mí,
A mirar distantes islas
Y peces fuera del agua.
Es así, refiero. Es
así.
¡Y verdaderamente hubiera bastado tan poco!
Prorrumpir en aullidos,
Torcerme yo también la
oreja a modo de muchas caricias.
La Extraña mueve el fulgor de mi sien.
Oh donna, Oh madonna, I love you.
Y ella responde:
«Yo no soy hija de mis padres ni
Madre de mis hijas.
Yo viajo porque siempre
me veo obligada a viajar.
Yo viajo porque siempre
me veo obligada.
Yo viajo porque siempre
me... agrada».
Parece que fue ayer. Veo de nuevo el puerto.
Amigos que
extienden
el índice, y grandes abanicos, como una lluvia
desde las
terrazas.
Extraña, ¿mandarías mi
alma, mi ánima sin cántico,
al diablo?
Me postro de hinojos. Bajo la cerviz. Me auguro,
bullicioso,
la
resurrección de la carne.
Y la vida perdurable.
Amén.
Grito, a ver si oye el
diablo.
Grito; me voy de bruces.
Me voy al hoyo. Miro los cabizbajos
zamuros.
Detengo a la Extraña en
la penumbra del zaguán: Váyase
con lo que usted
quiera.
Llévese lo que usted
quiera,
Yo no le debo nada.
Voy hacia la clara
imagen, con mi deseo.
(Vela, ruiseñor mío.
No me ignores en la altura de Tu Follaje Morado.)
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