Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Poemas de AVERNO de Louise Glück

 

 

Louise Glück (Nueva York - USA, 1943)

AVERNO

Louise Glück

 

 

Traducción: Abraham Gracera y Ruth Miguel Franco

 

Averno. Antiguamente Avernus. Un pequeño lago volcánico, a dieciséis kilómetros de Nápoles, que los antiguos romanos lo tenían por la entrada al submundo.

 

LAS MIGRACIONES NOCTURNAS

 

Este es el momento en que de nuevo ves

las bayas rojas de la ceniza del monte

y en el cielo oscuro

las migraciones nocturnas de los pájaros.

 

Me entristece pensar

que los muertos no van a verlas:

esas cosas de las que dependemos

desaparecen.

 

¿Qué hará entonces el alma para consolarse?

Me digo que quizá no necesite

ya esos placeres;

quizá sencillamente no ser baste

por duro que resulte imaginarlo.

 

I

 

OCTUBRE

 

1.

 

¿Es invierno otra vez, otra vez hace frío,

no acaba Frank de resbalarse en el hielo,

no se curó, no se sembró la simiente de primavera

 

no terminó la noche,

no anegó acaso el hielo al derretirse

los estrechos  desagües,

 

no fue mi cuerpo

rescatado, no estaba a salvo,

 

no se formó la cicatriz, invisible,

sobre la herida?

 

Terror y frío,

¿no acabaron hace poco, no está ya el jardín

roturado y sembrado?

 

Recuerdo la sensación de la tierra, densa y roja,

en surcos bien derechos ¿no se sembró la simiente,

no trepó la parra por la pared del sur?

 

No oigo tu voz

por el viento que chilla y silba sobre la tierra desnuda.   

 

Ya no me importa

cómo suene.

 

¿Cuándo fui silenciada, cuándo describir ese sonido

pareció por primera vez inútil?

 

Cómo suena no cambia lo que es.

 

¿No terminó la noche, no estaba a salvo

la tierra cuando fue sembrada

 

no plantamos nosotros la semilla?

La tierra, ¿no nos necesitaba?

 

Las parras, ¿se recogió su fruto?

 

2.

 

Verano tras el fin del verano,

bálsamo tras la violencia:

no me hace bien

que se me trate bien ahora;

la violencia me transformó.

 

El alba. Las colinas resplandecen,

ocre y fuego, hasta el campo resplandece.

Sé lo que veo: un sol que podría

ser el sol de agosto y que devuelve

todo lo que ha sido arrebatado.

 

¿Oyes esta voz? Es la voz de mi mente.

No puedes tocar mi cuerpo ahora.

Se transformó una vez, se endureció,

no le pidas que vuelva a responder.

 

Un día como un día de verano.

Una calma extraordinaria. Las largas sombras de los arces

casi color malva en la grava del camino.

Y por la tarde calor. La noche como noche de verano.

 

No me hace bien. La violencia me ha transformado.

Mi cuerpo se ha enfriado como los campos desnudos.

Ahora sólo está mi mente, cauta y precavida,

sintiendo que la están poniendo a prueba.

 

El sol vuelve a salir, como en verano,

generoso, bálsamo tras la violencia.

Bálsamo tras la mudanza de las hojas, tras la siega

y el arado.

 

Dime que esto es el futuro,

no te creeré.

Dime que estoy viva,

no te creeré.   

 

3.

 

Había nevado. Recuerdo

música saliendo de una ventana abierta.

 

Ven a mí, decía el mundo.

Esto no significa

que pronunciara exactamente frases

pero esa era mi forma de percibir la belleza.

 

Amanecer. Una película de humedad

sobre cada criatura. En los desagües

se formaban charcos de luz fría.

 

Yo estaba

en el umbral,

por muy absurdo que parezca ahora.

 

Lo que otros encontraban en el arte

yo lo encontré en la naturaleza. Lo que otros encontraban

en el amor humano, yo lo encontré en la naturaleza.

Muy simple. Sólo que allí no había voz.

 

El invierno había terminado. En el deshielo

del fango asomaban trozos verdes.

 

Ven a mí, decía el mundo. Yo estaba

con mi abrigo de lana en una especie de portal luminoso;

puedo decir por fin

hace mucho tiempo, es un placer. Belleza:

la sanadora, la maestra…

 

La muerte no puede hacerme daño;

no más del que me has hecho tú,

amada vida mía.

 

4.

 

La luz ha cambiado;

ahora Do mayor suena más oscuro

y las canciones matutinas un tanto encorsetadas.

 

Esta es la luz del otoño, no la de primavera.

La luz del otoño: no te has de salvar.

 

Las canciones han cambiado: lo impronunciable

ha entrado en ellas.

 

Esta es la luz del otoño, no la que dice

he renacido.

 

No el alba de primavera: me debatí, pené, me liberaron.

He aquí el presente, una alegoría del desperdicio.

 

Han cambiado tantas cosas. Pero eres afortunada:

arde en ti el ideal como una fiebre

o, más bien, como otro corazón.    

 

Han cambiado las canciones, pero aún son bastante hermosas,

      la verdad.

Se han concentrado en un espacio más pequeño: el de la mente.

Se han vuelto oscuras de angustia y desolación.

 

Con todo, las notas se repiten. Flotan de un modo extraño.

Anticipan el silencio.

El oído se acostumbra a ellas.

El ojo se acostumbra a las desapariciones.

 

No te has de salvar, ni se han de salvar lo que amas.

 

Llegó un viento y se fue, destrozando la mente.

Ha dejado una extraña lucidez en su estela.

 

Que privilegiada eres por aferrarte aún

con pasión a lo que amas:

perder la esperanza no te ha destruido.

 

Maestoso, doloroso.

 

Esta es la luz del otoño; viene hacia aquí.

Es sin duda un honor acercarse al final

creyendo aún en algo.

 

5.

 

Es cierto que falta belleza en el mundo.

Es cierto también que no soy la indicada para restituirla.

Tampoco hay candor, pero ahí puedo ser útil.

 

Estoy

trabajando, aunque me calle.

 

La insulsa

 

miseria del mundo

nos atenaza, un callejón

 

con hileras de árboles; somos

 

compañeros aquí, sin hablar,

cada uno con sus pensamientos

 

tras los árboles, las puertas

de hierro de las casas,

las persianas cerradas

 

en cuarto de algún modo vacíos, abandonados,

 

como si fuera el deber

del artista crear

esperanza, pero ¿a partir de qué? ¿de qué?  

 

La palabra misma

es falsa, un instrumento que refuta

la percepción. En el cruce,

 

los adornos luminosos de las fiestas.

 

Fui joven aquí. Montaba

en el metro con mi librito

como para protegerme

 

de este mismo mundo:

 

no estás sola

decía el poema

en el túnel oscuro.

 

6.

 

El resplandor del día se vuelve

el resplandor de la noche;

el fuego se vuelve espejo.

 

Mi amiga la tierra está resentida; creo

que la luz del sol la ha decepcionado.

Resentida o cansada, es difícil saberlo.

 

Entre ella y el sol

algo ha terminado.

 

Ahora quiere que la dejen en paz;

creo que no debemos

dirigirnos más a ella para reafirmarnos.

 

Sobre los campos

sobre los tejados de las casas del pueblo

el fulgor que hizo posible toda la vida

se vuelve estrellas heladas.

 

Túmbate inmóvil y observa:

no dan nada pero nada piden.

 

Esterilidad y frío brotan

del resquemor amargo de la tierra.

 

Sale mi amiga la luna,

esta noche está hermosa, más ¿cuándo no lo está?  

 

PERSÉFONE LA ERRANTE

 

En la primera versión, Perséfone

le es arrebatada a su madre

y la diosa de la tierra

castiga a la tierra; esto está

en consonancia con lo que se sabe del comportamiento humano:

 

que los humanos se sienten profundamente satisfechos

al hacer daño, en especial

daño involuntario:

 

se podría llamar a esto

creación negativa.

 

La estancia inicial de Perséfone

en el infierno aún provoca fuertes discusiones

entre eruditos que debaten

qué sentía la doncella:

 

si colaboró en su secuestro

o si fue drogada y violada contra su voluntad,

como tan a menudo les ocurre a las chicas de hoy.

 

Como es bien sabido, el regreso de lo amado

no compensa

la pérdida de lo amado: Perséfone

vuelve al hogar

con manchas de zumo rojo

igual que un personaje de Hawthorne.

 

No estoy segura de si

aceptaré ese término: ¿es la tierra

el “hogar” de Perséfone? ¿Es razonable pensar que se siente

como en casa en el lecho del dios? ¿No está

su casa en ningún sitio? ¿Es

una errante nata, es decir,

una réplica

existencial de su madre, sólo que menos

paralizada por la idea de causalidad?

 

Te puedes permitir que no

te guste nadie, sabes. Los personajes

no son gente.

Son aspectos de un dilema o de un conflicto.

 

Tres partes, tres divisiones, como en el alma,

yo, superyó; ello; del mismo modo

 

los tres niveles del mundo conocido

son como un diagrama que separa

el cielo de la tierra del infierno.

 

Debes preguntarte:

¿dónde nieva?

 

Blanco de olvido,

de profanación.

 

Nieva en la tierra; el viento frío dice

 

Perséfone practica sexo en el infierno.

Al contrario que nosotros, no sabe

qué es el invierno, sólo que es ella

quien lo causa.

 

Está acostada en la cama de Hades.

¿Qué le pasa por la mente?

¿Tiene miedo? ¿Es que algo

ha aniquilado la idea

de mente?

 

Ella sabe bien que la tierra

la gobiernan las madres, de eso

no hay duda. Sabe también

que ella no es ahora lo que se dice

una niña. Por lo que respecta

al encarcelamiento, ella cree

 

que ser hija y estar presa son lo  mismo.

 

En las terribles reuniones que le esperan

empleará el resto de su vida.

Cuando el ansia de expiación

es crónica, salvaje, no eliges

tu modo de vida. No vives;

no se te permite morir.

 

Oscilas entre la tierra y la muerte

que parecen, al final,

extrañamente semejantes. Los eruditos nos dicen

 

que no tiene sentido saber lo que quieres

cuando las fuerzas que luchan por adueñarse de ti

te pueden matar.

 

Blanco de olvido

blanco de salvación.

 

Dicen

que el alma humana está escindida,

que no se hizo para pertenecer

a la vida del todo. La tierra

 

nos pide que neguemos la escisión, y oculta

bajo este ruego una amenaza

tal como hemos visto

en la historia de Perséfone

que debe ser leída

 

como una discusión entre madre y amante.

La hija sólo es carne.      

 

Cuando la muerte la aborda, ella no ha visto aún

el prado sin margaritas.

De pronto ya no está

cantando sus canciones de doncella

sobre lo fecunda

y hermosa que es su madre. Allí donde está

la escisión está la rotura.

 

Canción de la tierra,

visión mítica de la vida eterna.

 

Alma mía,

abrumada por el esfuerzo

de querer ser parte de la tierra,

 

¿qué harás

cuando te llegue tu turno en el campo con el dios.

 

PRISMA

 

1.

 

¿Quién puede decir lo que es el mundo? El mundo

fluye, por tanto

es ilegible, los vientos cambian,

las grandes placas cambian y se mueven sin ser vistas.

 

2.

 

Barro. Fragmentos

de roca cuarteada. Ahí

un corazón al aire se construye

su casa, memoria: los jardines

manejables, reducidos, las camas

húmedas a la orilla del mar…

 

3.

 

Al dejar entrar

a un enemigo, a través de estas ventanas

uno deja entrar

al mundo:

 

aquí está la cocina, aquí el estudio en la penumbra.

 

Es decir aquí mando yo.

 

4.

 

Cuando te enamoras, decía mi hermana,

es como si te cayera un rayo.

 

Hablaba llena de esperanza

para llamar la atención del rayo.

 

Le recordé que repetía exactamente

la fórmula de nuestra madre, sobre la que habíamos

 

discutido de pequeñas, porque ambas creíamos

que lo que se veía en los adultos

 

no eran los efectos del rayo

sino los de la silla eléctrica.

 

5.

 

Adivinanza:

¿Por qué era feliz mi madre?

 

Repuesta:

Se casó con mi padre.

 

6.

 

“Niñas”, decía mi madre, “tenéis que casaros

con alguien como vuestro padre”.

 

Esa era una de sus observaciones. Otra era:

“No hay nadie como vuestro padre”.

 

7.

 

De las nubes perforadas, hilos de plata constantes.

 

El insólito

amarillo de los olmos, las vetas

de mercurio que fueron cauce de ríos…

 

Y la lluvia otra vez, borrando

las huellas en la tierra húmeda.

 

Un sendero implícito, como

un mapa sin encrucijadas.

 

8.

 

La implicación era: es preciso abandonar

la infancia. La palabra “casarse” era una señal.

Podía considerarse también un consejo estético;

la voz de un niño era agotadora,

no tenía registros graves.

El mundo era un código, misterioso como la piedra Rosetta.

También era un cartel, un aviso.

Podías llevarte algunas cosas como dote.

Podías llevarte la parte de ti que pensaba.

“Casarse” significaba: mantenla en silencio.

 

9.

 

Una noche de verano. Fuera,

ruido de tormenta de verano. Después se abría el cielo.

Las estrellas del verano en la ventana.

 

Estoy en la cama. Ese hombre y yo

estamos suspendidos en la extraña paz

que suele provocar el sexo. Casi siempre.

¿Anhelo, qué es? ¿Deseo, qué es?

 

Las estrellas del verano en la ventana.

Yo una vez supe sus nombres.

 

10.

 

Formas

abstractas, figuras.

La luz de la mente. Las frías, estrictas

hogueras del desinterés frenadas

por la tierra, coherente, brillando 

en el aire y el agua

 

los complejos

signos que decían ahora siembra, ahora cosecha…

 

Yo sabía sus nombres, podía nombrarlos:

son dos cosas distintas.

 

11.

 

Son fabulosas las estrellas.

 

Cuando era niña sufría de insomnio.

En las noches de verano, mis padres me dejaban sentarme junto

      al lago;

me llevaba al perro para que me hiciese compañía.

 

¿Dije “sufría”? Ese era el modo en que mis padres explicaban

gustos a su juicio

inexplicables: mejor “sufría” que “prefería vivir con el perro”.

 

Oscuridad. Un silencio que anulaba la condición mortal.

Las barcas amarradas bajaban y subían.

Con la luna llena, podía leer los nombres

de chica pintados en las barcas:

Ruth Ann, Dulce Izzy, Peggy Amor Mío…

 

No iban a ninguna parte, aquellas chicas.

No había nada que aprender de ellas.

 

Extendía mi chaqueta en la arena húmeda,

el perro se acurrucaba junto a mí.

Mis padres no podían ver la vida en mi cabeza.

Cuando escribía, me corregían la ortografía.

 

Los sonidos del lago. Los tranquilizadores, inhumanos

sonidos del agua lamiendo el muelle, el perro rastreando

      por ahí

entre la hierba.

 

12.

 

La tarea era enamorarse.

Los detalles los decidía cada uno.

La segunda parte era

incluir en el poema ciertas palabras,

palabras extraídas de un texto específico

sobre un tema del todo diferente.

 

13

 

Lluvia de primavera, luego una noche de verano.

Una voz masculina, luego una voz de mujer.

 

Crecías, un rayo te alcanzaba.

Al abrir los ojos, estabas fundida para siempre con tu amor

     verdadero.

 

Sólo ocurría una vez. Después se ocupaban de ti,

terminaba tu historia.

 

Sólo ocurría una vez. El rayo era como una vacuna;

estabas para el resto de tu vida inmunizada,

a salvo del frío y de la lluvia.

 

A no ser que la impresión no fuera lo bastante fuerte.

Entonces no te vacunaba, te volvías adicta.  

 

14.

 

La tarea era enamorarse.

El autor era mujer.

Al yo había que llamarlo alma.

 

La acción sucedía en el cuerpo.

Las estrellas representaban lo demás: sueños, la mente, etcétera.

 

El amado se identificaba

con el yo en una proyección narcisista.

La mente era una trama secundaria. No hacía más que

      charlar.

 

El tiempo se experimentaba

más como rito que como narración.

Lo que se repetía tenía relevancia.

 

Algunos finales eran trágicos, es decir, aceptables.

Todo lo demás era un fracaso.

 

15.

 

Engaño. Mentiras. Adornos que llamamos

hipótesis…

 

Había demasiadas direcciones, demasiadas variantes.

Había demasiadas direcciones, ningún camino.  

 

16.

 

Enumera las implicaciones de “encrucijada”.

 

Respuesta: una historia con moraleja.

 

Pon un ejemplo de lo contrario.

 

17.

 

El yo acabó y comenzó el mundo.

Tenían el mismo tamaño,

proporcional,

el uno reflejaba al otro.

 

18.

 

La adivinanza era: ¿por qué no podíamos vivir en la mente?

 

La respuesta: la tierra se interpuso.

 

19.

 

La habitación estaba en silencio.

Es decir, la habitación estaba en silencio, pero los amantes

      respiraban.

 

Del mismo modo, la noche estaba oscura.

Estaba oscura, pero brillaban las estrellas.

 

El hombre en la cama era uno de los muchos hombres

a los que entregué mi corazón. La entrega de uno mismo

no tiene límites.

No tiene límites, aunque se repita.

 

La habitación estaba en silencio. Era un absoluto,

como la noche negra.

 

20.

 

Una noche de verano. Ruido de tormenta de verano.

Las grandes placas cambian y se mueven sin ser vistas.

 

Y en la habitación oscura los amantes duermen abrazados.

 

Somos, cada uno de nosotros, el primero que despierta,

el primero que se mueve y que ve allí, en la primera luz

      del alba,

al extraño. 

 

LAGO EN EL CRÁTER

 

Entre el bien y el mal hubo una guerra.

Decidimos que el cuerpo fuese el bien.

 

Eso hizo que el mal fuese la muerte,

que el alma se volviera

completamente en contra de la muerte.

 

Como un soldado que desea

servir a un gran señor, el alma

desea cerrar filas con el cuerpo.

 

Se puso en contra de la oscuridad,

en contra de las formas de la muerte

que reconocía.

 

De dónde viene la voz

que dice: y si la guerra

fuese el mal, que dice

 

y si fuese el cuerpo el que nos hizo esto

nos hizo tener miedo del amor.

 

ECOS

 

1

 

Una vez imaginé mi alma

y fui capaz de imaginar mi muerte.

Cuando imaginaba mi muerte

moría mi alma. Esto

lo recuerdo con claridad.

 

Mi cuerpo persistía.

No prosperaba, pero persistía.

La razón no la sé.

 

2

 

Cuando aún era niña,

mis padres se mudaron a un pequeño

valle, rodeado de montañas

en lo que se llamaba región de los lagos.

Desde el jardín de la cocina

se veían las cumbres

cubiertas de nieve hasta en verano.

 

Recuerdo un tipo de paz

que no volví a conocer nunca.

Más tarde me atreví

a convertirme en artista

para dar voz a esas impresiones.

 

3

 

El resto ya te lo he contado.

Unos pocos años de fluidez

seguidos de un silencio largo, como el silencio en el valle

antes que las montañas te devolviesen

tu propia voz transformada en la voz de la naturaleza.

 

Ahora ese silencio me hace compañía.

Pregunto: ¿de qué murió mi alma? 

y el silencio responde

 

si tu alma murió ¿de quién

es la vida que vives y cuándo

te volviste esa persona?

 

FUGA

 

1.

 

Yo era el hombre porque era la más alta.

A mi hermana le tocaba decidir

cuándo se comía.

Tenía bebés de vez en cuando.

 

2.

 

Entonces apareció mi alma.

Quién eres, pregunté.

Y mi alma respondió

soy tu alma, el apuesto desconocido.

 

3.

 

Nuestra hermana muerta esperaba

oculta en la cabeza de mi madre.

Nuestra hermana muerta no era

hombre ni mujer. Era como un alma.

 

4.

 

A mi alma se le dejó pasar:

se unió a un hombre.

No a un hombre de verdad, sino al hombre

que yo fingía ser al jugar con mi hermana.

 

5.

 

Está volviendo a mí: tumbarme en el sofá

me ha refrescado la memoria.

Mi memoria es como un sótano lleno de periódicos viejos:

nada cambia nunca.

 

6.

 

Tuve un sueño: mi madre caía de un árbol.

Después de su caída murió el árbol:

ya había cumplido su misión.

Mi madre salió ilesa: sus flechas desaparecieron, sus alas

se volvieron brazos. Criaturas de fuego: Sagitario. Descubre que se encuentran…

 

en un jardín de los suburbios. Está volviendo a mí.

 

7.

 

Dejo el libro a un lado. ¿Qué es un alma?

Una bandera que ondea

demasiado alto en el mástil, no sé si me entiendes.

 

El cuerpo

se agazapa entre arbustos irreales.

 

8.

 

Bueno, estamos aquí para arreglarlo.

 

(Con acento alemán.)

 

9.

 

Tuve un sueño: estamos en guerra.

Mi madre abandona su ballesta en la hierba crecida.

 

(Sagitario, el arquero.)

 

Mi niñez, para mí cerrada definitivamente,

se volvió de oro como un jardín otoñal

cubierto con una gruesa capa de mantillo.

 

10.

 

Un arco de oro: presente útil en tiempos de guerra.

 

Cómo pesaba. Ningún año podía levantarlo.

 

Excepto yo: yo sí pude.

 

11.

 

Entonces fui herida. El arco

era una arpa, sus cuerdas hacían

profundos cortes en mi mano. En el sueño

 

es la causa y la cura de la herida.

 

12.

 

Mi niñez: cerrada para mí. ¿O está

bajo el mantillo, fértil?

 

Pero muy oscura. Muy escondida.

 

13.

 

En lo oscuro, mi alma dijo

soy tu alma.

 

Nadie puede verme; sólo tú.

Sólo tú puedes verme. 

 

14.

 

Y dijo, debes confiar en mí.

 

Quería decir: si mueves el arpa

te desangrarás.

 

15.

 

¿Por qué no puedo gritar?

 

Deberías escribir: mi mano sangra,

sentir dolor y miedo,

lo que sentí en el sueño, como víctima de guerra.

 

16.

 

Está volviendo a mí.

 

Peral. Manzano.

 

Solía sentarme allí

arrancándome flechas del corazón.

 

17.

 

Entonces mi alma apareció. Dijo

igual que nadie puede verme, nadie

puede ver la sangre.

 

También: nadie puede ver el arpa.

 

Después dijo

yo te salvaré. Quería decir

te estoy poniendo a prueba.

 

18.

 

¿Quién eres “tú”? Como quien dice

 

“¿estás cansado de tanto dolor invisible?”

 

19.

 

Como un pajarillo encerrado lejos de la luz del sol:

 

he ahí mi niñez.

 

20.

 

Yo era el hombre porque era más alta.

 

Pero yo no era alta;

¿no me miré nunca en el espejo?

 

21.

 

Silencio en la guardería,

el jardín consultorio. Entonces

 

¿qué sugiere el arpa?

 

22.

 

Sé lo que quieres:

quieres a Orfeo, quieres la muerte.

 

Orfeo qué dijo: “Ayúdame a encontrar a Eurídice”.

 

Entonces empezó la música, la queja del alma

al ver el cuerpo desvanecerse.

 

II

 

 

LA ESTRELLA VESPERTINA

 

Por primera vez en muchos años, esta noche

apareció ante mí

una visión del esplendor de la tierra:

 

en el cielo vespertino

la primera estrella

se hacía más y más brillante

a medida que la tierra se iba oscureciendo

 

hasta que ya no pudo oscurecerse más.

Y la luz, que era la luz de la muerte,

parecía devolver a la tierra

 

su poder de consolar. No

había más astros. Sólo ese

cuyo nombre yo sabía

 

porque en mi vida anterior

lo herí: Venus,

la estrella más temprana de la noche,

 

te dedico

mi visión, ya que en esta vacía superficie

 

has arrojado suficiente luz

para hacer mi pensamiento

visible otra vez.

 

PAISAJE

 

1.

 

El sol se oculta detrás de las montañas,

la tierra se enfría.

Un desconocido ata su montura a un castaño desnudo.

El caballo, tranquilo, vuelve de pronto la cabeza

al oír, a lo lejos, el rumor del mar.

 

Hago mi cama aquí para esta noche,

extiendo la más gruesa de mis colchas sobre la tierra húmeda. 

 

El rumor del mar…

lo oigo cuando el caballo vuelve la cabeza.

 

Por un camino a través de castaños desnudos

un perro sigue el rastro de su dueño.

 

¿No solía el perro adelantarse

y tirar de la correa como para mostrar al dueño

lo que ve ahí, ahí, en el futuro?

 

El futuro, el camino, llámalo como quieras.

 

Tras los árboles, el atardecer, es como si un gran fuego

ardiera entre montañas

de modo que la nieve en el más alto precipicio

parece arder también por un instante.

 

Escucha: al final del camino el hombre grita.

Su voz se ha vuelto muy extraña,

la voz de una persona llamando a lo que no puede ver.

 

Lo llama y lo llama, entre castaños desnudos.

Hasta que el animal responde

débilmente, desde muy lejos,

como si eso que nos asusta

no fuese tan terrible.

 

Crepúsculos: el desconocido desata su cabello.

 

El rumor del mar:

sólo un recuerdo ahora.

 

2.

 

Pasó el tiempo, lo heló todo.

Bajo el hielo el futuro se agitaba.

Si caías en él, morías.

 

Era un tiempo

de espera, de acción suspendida.

 

Yo vivía en el presente, que era

la parte del futuro que se ve.

Sobre mi cabeza flotaba el pasado

como el sol y la luna, visible pero siempre inalcanzable.

 

Era un tiempo

gobernado por contradicciones como:

no sentía nada y

tenía miedo.

 

El invierno vaciaba los árboles. Los volvía a llenar con nieve.

Como no podía sentir, cayó la nieve, se heló el lago.

Como estaba asustada no me movía.

Mi aliento era blanco: una descripción del silencio.

 

Con el paso del tiempo algo de aquel entonces

se convirtió en esto. Y algo simplemente se evaporó.

Se podía ver cómo flotaba sobre los árboles blancos

formando partículas de hielo.

 

Toda tu vida aguardas el instante propicio.

Luego el instante propicio se revela

como una acción emprendida.

 

Miré moverse el pasado, como se mueve una fila de nubes:

de izquierda a derecha o de derecha a izquierda,

a merced del viento. Algunos días

 

no había viento. Parecía que las nubes

se quedaron en su sitio

como en una marina, muertas, poco naturales.

 

Algunos días el lago era como cristal.

Bajo el cristal el futuro emitía

sonidos dulces, tentadores:

tenías que hacer un esfuerzo para no escuchar.

 

Pasó el tiempo: llegaste a ver una parte de él.

Los años que se llevó consigo eran años invernales,

no tenían pérdida. Algunos días

 

no había nubes, como si hubiesen

desaparecido las fuentes del pasado. El mundo

 

era como un negativo sobreexpuesto: la luz pasaba

directamente a través suyo. Luego

la imagen se desvanecía.

 

Sobre el mundo

había sólo azul, azul por todas partes.

 

3.

 

A finales de otoño una niña prendió fuego a un campo

de trigo. El otoño

 

había sido muy seco. El campo ardió

como yesca.

 

Después nada quedó.

Lo atraviesas sin ver nada.

Nada hay que recoger. Nada que oler.

Los caballos no logran entenderlo…

 

Parecen decir: dónde está el campo,

del modo en que diríamos tú y yo:

dónde está el hogar.

 

Nadie sabe qué responderles.

No quedó nada:

debes esperar, por el bien del granjero,

que lo cubra el seguro.

 

Es como perder un año de tu vida.

¿Por qué razón perderías un año de tu vida?

 

Después, vuelves al sitio de antes:

no queda más que hollín, negrura y vacío.

 

Piensas: ¿cómo pude una vez vivir aquí?

 

Pero entonces era diferente,

también el verano pasado. La tierra se comportaba

 

como si nada malo pudiese ocurrirle.

 

Sólo hizo falta una cerilla.

Pero en el momento justo… tenía que ser en el momento justo.

 

El campo agrietado, seco:

la ausencia de vida toma posesión

por así decirlo.

 

4.

 

Me quedé dormida en un río, desperté en un río

de mi misteriosa

ineptitud para morir nada puedo

decir, ni quién

me salvó ni por qué motivo.

 

Había un silencio grande.

Sin viento. Sin voz humana.

El siglo amargo

 

había concluido,

el de la gloria también, y el de la permanencia.

 

El sol frío

persistía como curiosidad, como memento.

El tiempo fluía tras él.

 

El cielo estaba muy limpio,

como en invierno,

la tierra seca, sin cultivar,

la luz oficial se movía

con calma a través de una ranura en el aire

 

dignificada, complaciente,

disolviendo la esperanza,

subordinando las imágenes del futuro a los signos del paso

       del futuro.

 

Creo que debí de caerme.

Me obligue a ponerme en pie,

no estaba acostumbrada al dolor físico.

 

Había olvidado

lo duras que son estas condiciones:

 

la tierra inmóvil,

pero no en desuso. El río de aguas heladas, poco profundas.

 

De mi sueño nada

recuerdo. Cuando grité,

mi voz me serenó de un modo inesperado.

 

En el silencio de la conciencia me dije:

¿cuándo rechacé mi vida? Me respondí:

Die Erde überwältigt mich,

la tierra me derrotó.  

 

He intentado describirlo con exactitud

por si alguien siguiera mis pasos. Puedo verificar

que cuando el sol se pone en invierno es

incomparablemente hermoso y su recuerdo

dura mucho. Creo que significa

 

que no había noche.

Que la noche estaba sólo en mi cabeza.  

 

5.

 

Al ponerse el sol

cabalgamos deprisa, esperando encontrar

refugio antes de que oscureciera.

 

Las estrellas empezaron

a asomar por el este:

 

cabalgábamos, pues,

huyendo de la luz

en dirección al mar:

oí decir que había un pueblo cerca.

 

Al rato la nieve empezó

a caer suavemente al principio, más

espesa después hasta cubrir

la tierra con una capa blanca.

 

El camino recorrido se veía

claramente cuando me giré,

trazaba en la tierra, por un instante,

una trayectoria oscura…

 

Después cayó más nieve, borró el camino.

El caballo estaba exhausto, hambriento;

no podía encontrar

dónde hacer pie con firmeza. Me dije:

 

Me he perdido ya antes, he tenido frío antes.

La noche ha venido a mí

exactamente de esta forma, como una premonición.

 

Y pensé: si se me pide

que vuelva aquí,

quisiera regresar como ser humano, que mi caballo

 

siguiese siendo él mismo. De otro modo

no sabría cómo volver a empezar.  

 

UN MITO SOBRE LA INOCENCIA

 

Un verano sale al campo, como de costumbre,

se para un momento en el estanque donde suele

mirarse para ver

si detecta algún cambio. Ve

a la misma persona, la túnica horrible

de su condición de hija aún sobre sus hombros.

 

En el agua el sol parece estar al lado.

Ella piensa: Otra vez mi tío que me espía. Todo

en la naturaleza es, de algún modo, su pariente.

Piensa: Nunca estoy sola

y hace del pensamiento una plegaria.

La muerte viene así, como respuesta a una plegaria.

 

Nadie puede ya entender

lo hermoso que él era. Perséfone sí

lo recuerda, y que él la abrazaba

allí, delante de su tío. Recuerda

el reflejo del sol en sus brazos desnudos.

 

Eso es lo último que recuerda claramente.

Después el dios oscuro se la llevó.

 

Recuerda también, de un modo menos claro,

la terrible intuición de que ya jamás podría

vivir sin él.

 

La niña que se pierde en el estanque

ya nunca volverá. Volverá una mujer

buscando a la niña que era.

 

Está junto al estanque y va diciendo:

Fui raptada, pero no le gusta

cómo suena, eso no es lo que sentía.

Entonces dice: No fui raptada.

Entonces dice: Me ofrecí, yo quería 

huir de mi cuerpo. Llega a decir:

Lo deseé. Pero la ignorancia

 

no puede desear conocimiento. La ignorancia

desea algo que imagina, algo en cuya existencia cree.

 

Todos los nombres…

uno tras otro va diciéndolos:

Muerte, marido, dios, extraño.

Todo suena tan simple, tan convencional.

He debido de ser – piensa ella – una chica simple.

 

No recuerda se esa persona

pero aún cree que el estanque podrá recordarlo,

que le explicará qué sentido tenía su plegaria 

para ayudarle a entender

si tuvo o no tuvo respuesta. 

 

FRAGMENTO ARCAÍCO

 

Trataba de amar la materia.

Tracé en el espejo unos signos:

No puedes odiar la materia y amar la forma.

 

Era un día hermoso, aunque algo frío.

Me pareció extravagante la emotividad del gesto.

 

…………..tu poema:

lo intentó, pero no pudo.

 

Tracé sobre los signos otros nuevos:

Llora, gime, desgárrate, entrega tus vestiduras.

 

Lista de cosas que hay que amar:

barro, conchas, comida, pelo humano.

 

…………..dijo

un exceso sin gusto. Por tanto yo

 

rompo los signos.

 

AYAYAYAI gritó

el espejo desnudo.

 

 

ROTONDA AZUL

 

Estoy cansada de tener manos

dijo ella

quiero alas.

 

Pero sin manos ¿qué harás

para ser humana?

 

Me cansa lo humano

dijo ella

quiero vivir en el sol.

 

·

 

y señalándose a sí misma:

 

No aquí.

No hay suficiente

calor en este sitio.

Cielo azul, hielo azul

 

la rotonda azul

en lo alto

sobre la calle plana;

 

después, tras un silencio:

 

·

 

Quiero

que me devuelvas mi corazón

quiero volver a sentirlo todo.

 

Eso era

lo que el sol significaba, eso:

abrasada.

 

A fin de cuentas no es

interesante recordar.

El daño

 

no es interesante.

Ninguno de los que me conocieron

vive.

 

Mi madre

era una mujer hermosa.

Todo el mundo lo decía.

 

·

Tengo que imaginarlo

todo

dijo ella

 

tengo que actuar

como si en realidad hubiese

un mapa de ese sitio:

 

cuando eras niña

 

·

 

Y entonces:

 

Aquí estoy porque no era cierto; yo

 

lo deformé.

 

·

 

Quiero, dijo ella,

una teoría que lo explique

todo

 

en el ojo de la madre

la invisible astilla

de aluminio

 

el hielo azul

encerrado en el iris…

 

·

 

Entonces

 

Quiero

que sea culpa mía,

dijo,

para poder arreglarlo.

 

·

 

Cielo azul, hielo azul,

la calle como un río congelado

 

hablas

sobre mi vida

dijo ella

 

·

 

excepto

que eres tú,

dijo ella, quien debe arreglarlo

 

en el orden correcto,

sin tocar al padre

hasta resolver a la madre

 

·

 

un espacio sombrío

que muestra

el final de la palabra

como un crucigrama que dice: ahora

debes tomar aliento

 

el espacio sombrío que quiere decir:

cuando eras niña

 

·

 

Y entonces:

 

el hielo

estaba allí para protegerte

 

para enseñarte

a no sentir…

 

la verdad

dijo ella

 

pensé que sería como

una diana, que se vería

 

el centro…

 

·

 

La luz fría llena la habitación.

 

Sé dónde estamos,

dijo ella, esa es la ventana

de cuando era niña.

 

Ese fue mi primer hogar, dijo ella

esa caja cuadrada:

venga, ríete.

 

Es como el interior de mi cabeza:

se puede ver lo que hay fuera

pero es imposible salir…

 

·

 

Piensa sólo

que el sol estaba allí, en aquel yermo,

 

el sol invernal

no lo bastante cercano para alcanzar

corazones de niño

 

la luz que dice:

se puede ver lo que hay fuera

pero es imposible salir,

 

que dice: aquí es,

esta es la casa de todas las cosas.

 

UN MITO SOBRE LA ENTREGA

 

Cuando Hades decidió que amaba a aquella chica

le construyó una réplica de la tierra;

todo era igual, incluso el prado,

pero con una cama.

 

Todo igual, hasta la luz del sol,

pues para una joven sería difícil

pasar tan deprisa de la luz a la total oscuridad.

 

Pensó en introducir la noche poco a poco,

primero como sombras de hojas que se agitan.

Después luna y estrellas. Y más tarde sin luna y sin estrellas.

Que Perséfone se vaya acostumbrando, pensó él,

al final lo encontrará reconfortante.

 

Un duplicado de la tierra

sólo que en él había amor.

¿No es amor lo que todos quieren?

 

Esperó largos años,

construyendo un mundo, observando

a Perséfone en el prado.

Perséfone, la que olfateaba, la que degustaba.

Si te apetece una cosa

te apetecen todas, pensó él.

 

¿No quiere todo el mundo sentir por la noche

el cuerpo amado, brújula, estrella polar,

oír la respiración tranquila que dice

estoy vivo y que significa también:

estás vivo porque me oyes,

estás aquí, a mi lado; y que cuando uno se gire,

se gire el otro?   

 

Eso es lo que sintió el señor de las tinieblas

al mirar el mundo que había

construido para Perséfone. No se le ocurrió siquiera

que allí no se podría olfatear.

Ni comer, eso es seguro.

 

¿Culpa? ¿Terror? ¿Miedo de amar?

Él no podía imaginarse tales cosas,

ningún enamorado se las imagina.

 

Él sueña, se pregunta cómo llamar a ese sitio.

Piensa: El Nuevo Infierno. Después: El Jardín.

Al final decide que se llame

La infancia de Perséfone.

 

Una tenue luz despunta sobre la bien trazada pradera,

detrás de la cama. Él la coge en brazos. Quiere

decirle: Te quiero, nada puede dañarte

 

pero cree

que es mentira, y al final le dice

estás muerta, nada puede dañarte,

lo cual se le antoja

un inicio prometedor, más verdadero.

 

AVERNO

 

1.

 

Te mueres cuando tu espíritu muere.

De cualquier otro caso sigues vivo.

Puede que no hagas gran cosa, pero sigues…

No tienes elección.

 

Cuando se lo cuento a mis hijos

no me hacen caso.

Piensan: los viejos

siempre con lo mismo:

hablan sobre lo que no ve nadie

para disimular que pierden neuronas.

Se hacen guiños:

mira la vieja, se pone a hablar sobre el espíritu

porque ya no se acuerda de cómo decir silla.

 

Estar solo es terrible.

No quiero decir vivir solo,

sino estar solo: donde no te oye nadie.

 

Recuerdo cómo se dice silla, digo,

lo que pasa es que ya no me interesa.

 

Me despierto pensando

debes prepararte.

Muy pronto se rendirá el espíritu

y ni todas las sillas del mundo podrán sostenerte.

 

Sé lo que dicen cuando salgo del cuarto,

que debería hacérmelo mirar, que debería tomarme

una de esas píldoras nuevas para la depresión.

Puedo oírlos cuchichear, mientras hacen planes para repartir

      gastos.

 

Y quisiera gritar 

vivís todos en un sueño.

 

Bastante malo es ya, piensan, ver cómo voy cayéndome

     a pedazos,

bastante malo sin las charlas que soportan estos días,

como si yo tuviese los derechos de esta nueva información.

 

Bien, también ellos los tienen.

 

Viven todos en un sueño y yo me preparo

para ser un fantasma. Quisiera gritar

 

la niebla se ha despejado.

 

Es como una nueva vida:

las conclusiones no te importan.

Sabes cuáles son.

Piénsalo: sesenta años sentándote en sillas y ahora el espíritu

     mortal

buscando sin temor, así, abiertamente…

 

levantar el velo,

mirar aquello de lo que te despides. 

 

2.

 

Tarde mucho en regresar.

Cuando volví a ver el campo había terminado el otoño.

Aquí termina casi antes de empezar…

los viejos ni siquiera tienen ropa de verano.

 

El campo estaba cubierto de nieve, impoluto.

No había en él señales de lo sucedido.

Era imposible saber si el granjero

había vuelto o no a sembrar.

Quizá lo dejó y se mudó a otra parte.

 

La policía no pudo coger a la niña.

Después de un tiempo, dicen, se fue a otro país,

uno sin campos.

 

Estuve allí mucho tiempo sin mirar nada.

Poco después sentí la oscuridad, el frío que hacía.

 

Mucho tiempo, no sé cuánto.

Una vez que la tierra decide perder la memoria

el tiempo parece de algún modo no tener sentido.

 

Aunque no sea así para mis hijos. Andan tras de mí

para que haga testamento; están preocupados

por si el gobierno se queda con todo. 

 

Deberían acompañarme alguna vez

a mirar este campo cubierto de nieve.

Todo está escrito aquí fuera.

 

Nada. No tengo nada que darles.

 

Esa es la cláusula primera.

La segunda es: no quiero que me quemen.

 

3.

 

Por una parte el alma vaga.

Por otra. Los humanos viven atemorizados.

En medio, la sima de la desaparición.

 

Unas muchachas me preguntan

si los alrededores del Averno son un lugar seguro:

sienten frio, quieren ir al sur una temporada.

Y una dice, bromeando: pero no muy al sur.

 

Digo: son tan seguros como cualquier otro sitio,

y se quedan contentas.

Lo que significa que nada es seguro.

 

Subes al tren, desapareces.

Escribes tu nombre en la ventanilla, desapareces.

 

Hay sitios como este en todas partes,

sitios en los que entras como niña

y de los que no vuelves jamás.

 

Como el campo, ese que ardió.

Después la niña ya no estaba.

Quizá no existió nunca.

Ninguna de estas cosas puede probarse.

 

Sólo sabemos

que el campo ardió.

Pero eso lo vimos.

 

Debemos, pues, creer en la niña,

en su acción. De no ser así,

la tierra estaría gobernada

por fuerzas que no comprendemos.

 

Las chicas son felices pensando en sus vacaciones.

No cojáis el tren, les digo.

 

Escriben sus nombres en ventanillas cubiertas de vaho.

Quiero decirles: sois buenas chicas,

intentáis dejar atrás vuestros nombres.

 

4.

 

Navegamos durante todo el día

a través del archipiélago,

de las islas diminutas que una vez

fueron parte de la península

 

hasta que se desgajaron

para formar los fragmentos que ahora veis

flotar en el agua del mar del norte.

 

Me parecían seguras,

quizás porque nadie puede vivir allí.

 

Luego, en la cocina,

contemplamos el inicio de la tarde, la nieve.

Primero uno, después otra.

 

Nos quedamos en silencio, hipnotizados por la nieve,

como si algo parecido a un torbellino

ante oculto

se estuviera haciendo visible,

 

algo del interior de la noche

ahora a la vista.

 

En nuestro silencio nos preguntábamos

lo que se preguntan los amigos íntimos

cuando están muy cansados

y cada uno espera que el otro sepa más

y cuando no es así, espera cada uno

que las impresiones compartidas se acumulen

para iluminarlos.

 

¿Qué provecho saca uno al obligarse a

 tomar conciencia de que va a morir?

¿Es posible que uno pierda la oportunidad de su vida?

 

Pregunta de ese tipo.

 

La nevada. La noche negra

convertida en aire blanco y denso.  

 

Algo que nunca habíamos visto, revelado.

Lo que no se reveló fue su sentido.

 

5.

 

Tras el primer invierno el campo volvió a florecer.

Pero ya no hay surcos metódicos.

El olor del trigo persistía, como cualquier otro aroma,

mezclado con hierbas diversas a las que aún

no se les ha dado un uso humano.

 

Era desconcertante: nadie sabía

dónde estaba el granjero.

Uno lo daban por muerto.

Otros decían que tenía una hija en Nueva Zelanda,

y que se fue allí para criar

nietos en vez de trigo.

 

Se conoce que la naturaleza no es como nosotros:

no posee el almacén de la memoria.

El campo no le coge miedo a la cerilla,

ni a las niñas. No recuerda

tampoco los surcos. Lo matan, lo queman

y un año después vuelve a la vida

como si nada especial hubiera sucedido.

 

El granjero se asoma a la ventana.

Quizá en Nueva Zelanda, quizá en otro lugar.

Y piensa: mi vida ha terminado.

En ese campo se expresó su vida;

no tiene fe en que pueda hacerse nada

con la tierra. La tierra, piensa,

me sobrepasó.

 

Recuerda el día en que ardió el campo,

no fue un accidente, piensa él.

Algo dijo en su interior. Puedo vivir con esto,

puedo afrontarlo cuando el tiempo pase… 

 

El peor momento fue la primavera después de ver borrada

        su labor,

cuando entendió que la tierra

no sabía lamentarse, que en vez de eso cambiaría.

Y después seguiría existiendo sin él.

 

AUGURIOS

 

Cabalgué para encontrarte: sueños

como seres vivos pululaban a mi alrededor

y la luna, a mi derecha,

en llamas, me seguía.

 

Cabalgué de regreso: todo había cambiado.

Mi alma enamorada estaba triste

y la luna, a mi izquierda,

seguía, sin esperanza, mi rastro.

 

A esas impresiones perennes

nosotros los poetas nos damos por completo,

transformando, en silencio, cada hecho casual en un augurio

hasta que el mundo refleja necesidades del alma

     más profundas.

 

a la manera de Alexander Pushkin

 

TELESCOPIO 

 

Hay un momento después de apartar los ojos

en el que olvidas dónde estás

porque vivías, según parece,

en otra parte, en el silencio del cielo nocturno.

 

Has dejado de estar aquí en la tierra.

Estás en otro lugar

donde la vida humana carece de sentido.

 

No eres una criatura en un cuerpo.

Existes como existen las estrellas,

participas de su quietud, su inmensidad.

 

Luego vuelves a estar en el mundo.

De noche, en una fría colina,

desmontando el telescopio.

 

Te das cuenta después:

lo falso no es la imagen

sino la relación.

 

Vuelves a ver qué lejos está

cada cosa de las otras.

 

ZORZAL

 

La nieve empezó a caer sobre la superficie del mundo entero.

Eso no puede ser verdad y sin embargo parecía verdad:

caía más y más espesa cuanto abarcaba mi vista.

Con el hielo se volvían frágiles los pinos.

 

Este es lugar del que te hablé,

al que solía venir de noche para ver al mirlo de alas rojas 

que aquí llamamos zorzal:

rojo parpadeo de la vida que se esfuma…

 

Salvo para mí: creo que la culpa que siento significa

que no he vivido como debía.

 

Alguien como yo no tiene escapatoria. Piensas que has dormido

      un poco

y desciendes al terror de la siguiente vida

excepto

 

que el alma tiene otra forma

más o menos consciente que la anterior

más o menos codiciosa.

 

Quizá tras muchas vidas algo cambie.

Creo que al final

uno logra ver qué quiere.

 

Y ya no necesita

morir y volver. 

 

PERSÉFONE LA ERRANTE

 

En la segunda versión Perséfone

está muerta. Ella muere, su madre llora:

los problemas sexuales aquí

no tienen por qué preocuparnos.

 

Abrumada por el dolor, compulsivamente, Deméter

recorre la tierra. No esperemos saber

qué hace Perséfone:

está muerta, los muertos son misterios.

 

He aquí una madre

y un mensaje cifrado: esto

se corresponde exactamente con la experiencia

de la madre cuando

 

mira a la niña a la cara. Piensa:

Me acuerdo de cuando no existías. La pequeña

está desconcertada: más tarde opina

que siempre ha existido, igual

 

que siempre ha existido su madre

con la forma que ahora tiene. Su madre

es como una figura en la parada del bus,

un público para cuando llegue el bus. Antes de eso,

ella era el bus, una casa

o un acomodo temporal. Perséfone, protegida,

mira por la ventana del carruaje.

 

¿Qué es lo que ve? Una mañana

a comienzos de primavera, en abril. Ahora

 

va a empezar toda su vida: por desgracia,

será

una vida breve. En realidad va a conocer tan sólo

a dos adultos: la muerte y su madre.

Pero dos es

el doble de lo que ha conocido su madre:

su madre tiene

 

un único hijo, una niña.

En su calidad de diosa

podría haber tenido mil.

 

Aquí se percibe ya

la profunda violencia de la tierra

 

su hostilidad sugiere

que no desea

seguir siendo una fuente de vida.

 

¿Y por qué nunca se discute

esta hipótesis? Porque no

está en la historia; sólo

crea la historia.

 

Abrumada por el dolor tras la muerte de la hija,

la madre vaga por la tierra.

 

Como un político,

prepara su caso:

lo recuerda todo sin admitir

nada.

 

Por ejemplo, el nacimiento de su hija

fue insoportable, su belleza

era insoportable: lo recuerda.

Recuerda la inocencia

de Perséfone, su ternura…

 

¿Qué pretende al buscar a su hija?

Divulgar

una advertencia con un mensaje implícito:

¿qué estás haciendo fuera de mi cuerpo?

 

Te preguntas:

¿por qué está ileso el cuerpo de la madre?

 

La respuesta es:

la pregunta no es correcta, pues el cuerpo

 

de la hija

no existe, salvo

como una rama del cuerpo de la madre

que debe ser

devuelta a su lugar a cualquier precio.

 

Que un dios esté apenado significa

que destruye a los otros (como en la guerra)

a la vez que envía instancias

para revocar acuerdos (también como la guerra):

 

si Zeus la hace volver

el invierno acabará.

 

El invierno acabará, volverá la primavera:

las leves brisas importunas

que yo tanto amaba, las estúpidas flores amarillas…

 

Volverá la primavera, un sueño

basado en una falsedad:

que los muertos vuelven.

 

Perséfone

se acostumbró a la muerte. Ahora

una y otra vez

su madre la saca a rastras de ese sitio…

 

Debes preguntarte:

¿son de verdad las flores? Si

 

Perséfone “vuelve” será por uno

de estos dos motivos:

o no estaba muerta o está

siendo utilizada

para hacer creíble una ficción.

 

Creo recordar qué es

estar muerta. Muchas veces, en invierno,

me acerqué a Zeus. Dime, le preguntaba,

¿cómo puedo soportar la tierra?

 

Y él decía,

dentro de poco estarás aquí otra vez.

Y mientras tanto

 

lo olvidarás de todo:

esas praderas de hielo

serán los Campos Elíseos.       

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Hola, si la poesía de Louis Glück es de una belleza inusual. Es una poesía confesional barnizada con un matiz, impresionantemente, mítico, donde se mezcla la mitología con la realidad; de ahí surge, como por arte de magia, la imagen. Gracias por acercarte a esta La Isla Inquieta. Es un honor recibir tus comentarios.

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”