Poeta: Federico García Lorca
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Federico García Lorca pintado por Gregorio Prieto |
1
ROMANCE DE
LA LUNA, LUNA
A Conchita
García
La luna vino a la fragua
con su polisón de
nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y
pura,
sus senos de duro
estaño.
- Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos
blancos.
-Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los
gitanos,
te encontrarán sobre el
yunque
con los ojillos
cerrados.
-Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus
caballos.
-Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del
llano.
Dentro de la fragua, el
niño
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los
gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el
árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua
lloran,
dando gritos, los
gitanos.
El aire la vela, vela,
el aire la está velando.
2
PRECIOSA Y
EL AIRE
A Dámaso Alonso
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin
estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y
canta
su noche llena de peces.
En los picos de la
sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas
torres
donde viven los
ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan, por
distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento que nunca
duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas
celestes,
mira a la niña tocando
una dulce gaita ausente.
-Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos
antiguos
la rosa azul de tu
vientre.
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la
persigue
con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de
umbría
y el liso gong de la
nieve.
¡Preciosa, corre,
Preciosa,
que te coge eí viento
verde!
¡Preciosa, corre,
Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas
bajas
con sus lenguas
relucientes.
*
Preciosa, llena de
miedo,
entra en la casa que
tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los
ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las
sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta,
llorando,
su aventura a aquella
gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso,
muerde.
3
REYERTA
A Rafael Méndez
En la mitad del barranco
las navajas de Albacete,
bellas de sangre
contraria,
relucen como los peces.
Una dura luz de naipe
recorta en el agrio
verde,
caballos enfurecidos
y perfiles de jinetes.
En la copa de un olivo
lloran dos viejas
mujeres.
El toro de la reyerta
se sube por las paredes.
Ángeles negros traían
pañuelos y agua de
nieve.
Ángeles con grandes alas
de navajas de Albacete.
Juan Antonio el de
Montilla
rueda muerto la
pendiente,
su cuerpo lleno de
lirios
y una granada en las
sienes.
Ahora monta cruz de
fuego,
carretera de la muerte.
*
El juez, con guardia
civil,
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de
serpiente.
Señores guardias
civiles:
aquí pasó lo de siempre.
Han muerto cuatro
romanos
y cinco cartagineses.
*
La tarde, loca de
higueras
y de rumores calientes,
cae desmayada en los
muslos
heridos de los jinetes.
Y ángeles negros volaban
por el aire del
poniente.
Angeles de largas
trenzas
y corazones de aceite.
4
ROMANCE
SONAMBULO
A Gloria Giner
y
Fernando de los
Ríos
Verde que te quiero
verde.
Verde viento. Verdes
ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la
montaña.
Con la sombra en la
cintura
ella sueña en su
baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero
verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están
mirando
y ella no puede
mirarlas.
*
Verde que te quiero
verde.
Grandes estrellas de
escarcha,
vienen con el pez de
sombra
que abre el camino del
alba.
La higuera frota su
viento
con la lija de sus
ramas,
y el monte, gato
garduño,
eriza sus pitas agrias.
Pero ¿quién vendrá? ¿Y
por dónde?...
Ella sigue en su
baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar
amarga.
*
-Compadre, quiero
cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su
espejo,
mi cuchillo por su
manta.
Compadre, vengo
sangrando,
desde los puertos de
Cabra.
-Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi
casa.
- Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de
holanda.
¿No ves la herida que
tengo
desde el pecho a la
garganta?
Trescientas rosas
morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi
casa.
-Dejadme subir al menos
hasta las altas
barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes
barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el
agua.
*
Ya suben los dos
compadres
hacia las altas
barandas.
Dejando un rastro de
sangre.
Dejando un rastro de
lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.
*
Verde que te quiero
verde,
verde viento, verdes
ramas.
Los dos compadres
subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiél, de menta y de
albahaca.
-¡Compadre! ¿Dónde está,
dime?
¿Dónde está tu niña
amarga?
-¡Cuántas veces te
esperó!
¡Cuántas veces te
esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
*
Sobre el rostro del
aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el
agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles
borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero
verde.
Verde viento. Verdes
ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la
montaña.
5
LA MONJA
GITANA
A José Moreno
Villa
Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas
finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris
siete pájaros del
prisma.
La iglesia gruñe a lo
lejos
como un oso panza
arriba.
¡Qué bien borda! ¡Con
qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué
magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué
lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se
endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de
Cristo
cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y
montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.
¡Oh, qué llanura
empinada
con veinte soles arriba!
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus
flores,
mientras que de pie, en
la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.
6
LA CASADA
INFIEL
A Lydia Cabrera
y a su negrita
Y que yo me la llevé al
río
creyendo que era
mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendiéronlos
grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos
dormidos,
y se me abrieron de
pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez
cuchillos.
Sin luz de plata en sus
copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
*
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los
espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el
limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el
vestido.
Yo el cinturón con
revólver.
Ella sus cuatro
corpinos.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan
fino,
ni los cristales con
luna
relumbran con ese
brillo.
Sus muslos se me
escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de
lumbre
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de
nácar
sin bridas y sin
estribos.
No quiero decir, por
hombre,
las cosas que ella me
dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy
comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los
lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
La regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al
río.
7
ROMANCE DE
LA PENA NEGRA
A: José Navarro
Pardo
Las piquetas de los
gallos
cavan buscando la
aurora,
cuando por el monte
oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo, su carne
huele a caballo y a
sombra.
Yunques ahumados, sus
pechos
gimen canciones
redondas.
-Soledad: ¿por quién preguntas
sin compaña y a estas
horas?
-Pregunte por quien
pregunte,
dime: ¿a ti qué se te
importa?
Vengo a buscar lo que
busco,
mi alegría y mi persona.
-Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
-No me recuerdes el mar
que la pena negra, brota
en las tierras de
aceituna
bajo el rumor de las
hojas.
-¡Soledad, qué pena
tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de
boca.
-¡Qué pena tan grande!
Corro
mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el
suelo
de la cocina a la
alcoba.
¡Qué pena! Me estoy
poniendo
de azabache, carne y
ropa.
¡Ay, mis camisas de
hilo!
¡ Ay, mis muslos de
amapola!
-Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las
alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.
*
Por abajo canta el río:
volante de cielo y
hojas.
Con flores de calabaza
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre
sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!
8
SAN MIGUEL
(Granada)
A Diego Buigas
de Dalmáu
SAN
MIGUEL
Se ven desde las
barandas,
por el monte, monte,
monte,
mulos y sombras de mulos
cargados de girasoles.
Sus ojos en las umbrías
se empañan de inmensa
noche.
En los recodos del aire
cruje la aurora salobre.
Un cielo de mulos
blancos
cierra sus ojos de
azogue,
dando a la quieta
penumbra
un final de corazones.
Y el agua se pone fría
para que nadie la toque.
Agua loca y descubierta
por el monte, monte,
monte.
*
San Miguel, lleno de
encajes
en la alcoba de su
torre,
enseña sus bellos muslos
ceñidos por los faroles.
Arcángel domesticado
en el gesto de las doce,
finge una cólera dulce
de plumas y ruiseñores.
San Miguel canta en los
vidrios,
Efebo de tres mil noches,
fragante de agua colonia
y lejano de las flores.
*
El mar baila por la
playa
un poema de balcones.
Las orillas de la luna
pierden juncos, ganan
voces.
Vienen manolas comiendo
semillas de girasoles,
los culos grandes y
ocultos
como planetas de cobre.
Vienen altos caballeros
y damas de triste porte,
morenas por la nostalgia
de un ayer de
ruiseñores.
Y el obispo de Manila,
ciego de azafrán y
pobre,
dice misa con dos filos
para mujeres y hombres.
*
San Miguel se estaba
quieto
en la alcoba de su
torre,
con las enaguas cuajadas
de espejitos y
entredoses.
San Miguel, rey de los
globos
y de los números nones,
en el primor berberisco
de gritos y miradores.
9
SAN RAFAEL
(Córdoba)
A Juan
Izquierdo Croselles
SAN
RAFAEL
Coches cerrados llegaban
a las orillas de juncos
donde las ondas alisan
romano torso desnudo.
Coches, que el
Guadalquivir
tiende en su cristal
maduro,
entre láminas de flores
y resonancias de nublos.
Los niños tejen y cantan
el desengaño del mundo
cerca de los viejos
coches
perdidos en el nocturno.
Pero Córdoba no tiembla
bajo el misterio
confuso,
pues si la sombra
levanta
la arquitectura del
humo,
un pie de mármol afirma
su casto fulgor enjuto.
Pétalos de lata débil
recaman los grises puros
de la brisa, desplegada
sobre los arcos de
triunfo.
Y mientras el puente
sopla
diez rumores de Neptuno,
vendedores de tabaco
huyen por el roto muro.
II
Un solo pez en el agua
que a las dos Córdobas
junta.
Blanda Córdoba de
juncos.
Córdoba de arquitectura.
Niños de cara impasible
en la orilla se
desnudan,
aprendices de Tobías
yMerlines de cintura,
para fastidiar al pez
en irónica pregunta
si quiere flores de vino
o saltos de media luna.
Pero el pez que dora el
agua
y los mármoles enluta,
les da lección y
equilibrio
de solitaria columna.
El Arcángel aljamiado
de lentejuelas oscuras,
en el mitin de las ondas
buscaba rumor y cuna.
*
Un solo pez en el agua.
Dos Córdobas de
hermosura.
Córdoba quebrada en
chorros.
Celeste Córdoba enjuta.
10
SAN
GABRIEL
(Sevilla)
A D. Agustín
Viñuales
SAN
GABRIEL
Un bello niño de junco,
anchos hombros, fino
talle,
piel de nocturna
manzana,
boca triste y ojos
grandes,
nervio de plata
caliente,
ronda la desierta calle.
Sus zapatos de charol
rompen las dalias del
aire,
con los dos ritmos que
cantan
breves lutos
celestiales.
En la ribera del mar -
no hay palma que se le
iguale,
ni emperador coronado,
ni lucero caminante.
Cuando la cabeza inclina
sobre su pecho de jaspe,
la noche busca llanuras
porque quiere
arrodillarse.
Las guitarras suenan
solas
para San Gabriel
Arcángel,
domador de palomillas
y enemigo de los sauces.
-San Gabriel: el niño
llora
en el vientre de su
madre.
No olvides que los
gitanos
te regalaron el traje.
II
Anunciación de los
Reyes,
bien lunada y mal
vestida,
abre la puerta al lucero
que por la calle venía.
El Arcángel San Gabriel,
entre azucena y sonrisa,
biznieto de la Giralda,
se acercaba de visita.
En su chaleco bordado
grillos ocultos
palpitan.
Las estrellas de la
noche,
se volvieron
campanillas.
-San Gabriel: aquí me
tienes
con tres clavos de
alegría.
Tu fulgor abre jazmines
sobre mi cara encendida.
-Dios te salve,
Anunciación.
Morena de maravilla.
Tendrás un niño más
bello
que los tallos de la
brisa.
-¡Ay, San Gabriel de mis
ojos!
¡Gabrielillo de mi vida!
Para sentarte yo sueño
un sillón de
clavellinas.
-Dios te salve,
Anunciación,
bien lunada y mal
vestida.
Tu niño tendrá en el
pecho
un lunar y tres heridas.
-¡Ay, San Gabriel que
reluces!
¡Gabrielillo de mi vida!
En el fondo de mis
pechos
ya nace la leche tibia.
-Dios te salve,
Anunciación.
Madre de cien dinastías.
Áridos lucen tus ojos
paisajes de caballista.
*
El niño canta en el seno
de Anunciación
sorprendida.
Tres balas de almendra
verde
tiemblan en su vocecita.
Ya San Gabriel en el
aire
por una escala subía.
Las estrellas de la
noche
se volvieron
siemprevivas.
11
PRENDIMIENTO
DE ANTOÑITO EL CAMBORIO EN EL CAMINO DE SEVILLA
A Margarita
Xirgu
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de
Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los
toros.
Moreno de verde luna
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los
ojos.
A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al
agua
hasta que la puso de
oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un
olmo,
Guardia Civil caminera
lo llevó codo con codo.
*
El día se va despacio,
la tarde colgada a un
hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los
arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa,
ecuestre,
salta los montes de
plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborio
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.
-Antonio, ¿quién eres
tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una
fuente
de sangre con cinco
chorros.
Ni tú eres hijo de
nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte
solos!
Están los viejos
cuchillos
tiritando bajo el polvo.
*
A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias
civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la
noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un
potro.
12
MUERTE DE
ANTOÑITO EL CAMBORIO
A José Antonio
Rubio Sacristán
Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
Voces antiguas que
cercan
voz de clavel varonil.
Les clavó sobre las
botas
mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos
jabonados de delfín.
Bañó con sangre enemiga
su corbata carmesí,
pero eran cuatro puñales
y tuvo que sucumbir.
Cuando las estrellas
clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales sueñan
verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
*
-Antonio Torres Heredia,
Camborio de dura crin,
moreno de verde luna,
voz de clavel varonil:
¿Quién te ha quitado la
vida
cerca del Guadalquivir?
-Mis cuatro primos
Heredias
hijos de Benamejí.
Lo que en otros no
envidiaban,
ya lo envidiaban en mí.
Zapatos color corinto,
medallones de marfil,
y este cutis amasado
con aceituna y jazmín.
-¡Ay Antoñito el
Camborio,
digno de una Emperatriz!
Acuérdate de la Virgen
porque te vas a morir.
-¡Ay Federico García,
llama a la Guardia
Civil!
Ya mi talle se ha
quebrado
como caña de maíz.
Tres golpes de sangre
tuvo
y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca
se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone
su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado,
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro
primos
llegan a Benamejí,
voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir.
13
MUERTO DE
AMOR
-¿Qué es aquello que
reluce
por los altos
corredores?
-Cierra la puerta, hijo
mío,
acaban de dar las once.
-En mis ojos, sin
querer,
relumbran cuatro
faroles.
-Será que la gente
aquella
estará fregando el
cobre.
*
Ajo de agónica plata
la luna menguante, pone
cabelleras amarillas
a las amarillas torres.
La noche llama temblando
al cristal de los
balcones
perseguida por los mil
perros que no la
conocen,
y un olor de vino y
ámbar
viene de los corredores.
*
Brisas de caña mojada
y rumor de viejas voces
resonaban por el arco
roto de la media noche.
Bueyes y rosas dormían.
Sólo por los corredores
las cuatro luces
clamaban
con el furor de San
Jorge.
Tristes mujeres del
valle
bajaban su sangre de
hombre,
tranquila de flor
cortada
y amarga de muslo joven.
Viejas mujeres del río
lloraban al pie del
monte,
un minuto intransitable
de cabelleras y nombres.
Fachadas de cal ponían
cuadrada y blanca la
noche.
Serafines y gitanos
tocaban acordeones.
-Madre, cuando yo me
muera
que se enteren los
señores.
Pon telegramas azules
que vayan del Sur al
Norte.
Siete gritos, siete
sangres,
siete adormideras dobles
quebraron opacas lunas
en los oscuros salones.
Lleno de manos cortadas
y coronitas de flores,
el mar de los juramentos
resonaba, no sé dónde.
Y el cielo daba portazos
al brusco rumor del
bosque,
mientras clamaban las
luces
en los altos corredores.
14
ROMANCE
DEL EMPLAZADO
Para Emilio
Aladren
¡Mi soledad sin
descanso!
Ojos chicos de mi cuerpo
y grandes de mi caballo,
no se cierran por la
noche
ni miran al otro lado
donde se aleja tranquilo
un sueño de trece
barcos.
Sino que limpios y duros
escuderos desvelados,
mis ojos miran un norte
de metales y peñascos
donde mi cuerpo sin
venas
consulta naipes helados.
*
Los densos bueyes del
agua
embisten a los muchachos
que se bañan en las
lunas
de sus cuernos
ondulados.
Y los martillos cantaban
sobre los yunques
sonámbulos,
el insomnio del jinete
y el insomnio del
caballo.
*
El veinticinco de junio
le dijeron a el Amargo:
-Ya puedes cortar si
gustas
las adelfas de tu patio.
Pinta una cruz en la
puerta
y pon tu nombre debajo,
porque cicutas y ortigas
nacerán en tu costado,
y agujas de cal mojada
te morderán los zapatos.
Será de noche, en lo
oscuro,
por los montes
imantados,
donde los bueyes del
agua
beben los juncos
soñando.
Pide luces y campanas.
Aprende a cruzar las
manos,
y gusta los aires fríos
de metales y peñascos.
Porque dentro de dos
meses
yacerás amortajado.
*
Espadón de nebulosa
mueve en el aire
Santiago.
Grave silencio, de
espalda,
manaba el cielo combado.
*
El veinticinco de junio
abrió sus ojos Amargo,
y el veinticinco de
agosto
se tendió para
cerrarlos.
Hombres bajaban la calle
para ver al emplazado,
que fijaba sobre el muro
su soledad con descanso.
Y la sábana impecable,
de duro acento romano,
daba equilibrio a la
muerte
con las rectas de sus
paños.
15
ROMANCE DE
LA GUARDIA CIVIL ESPAÑOLA
A Juan
Guerrero,
Cónsul general
de la Poesía
Los caballos negros son.
Las herraduras son
negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de
cera.
Tienen, por eso no
lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.
*
¡Oh ciudad de los
gitanos!
En las esquinas,
banderas.
La luna y la calabaza
con las guindas en
conserva.
¡Oh ciudad de los
gitanos!
¿Quién te vio y no te
recuerda?
Ciudad de dolor y
almizcle,
con las torres de
canela.
*
Cuando llegaba la noche,
noche que noche nochera,
los gitanos en sus
fraguas
forjaban soles y
flechas.
Un caballo malherido,
llamaba a todas las
puertas.
Gallos de vidrio
cantaban
por Jerez de la
Frontera.
El viento, vuelve
desnudo
la esquina de la
sorpresa,
en la noche platinoche
noche, que noche
nochera.
*
La Virgen y San José,
perdieron sus
castañuelas,
y buscan a los gitanos
para ver si las
encuentran.
La Virgen viene vestida
con un traje de
alcaldesa
de papel de chocolate
con los collares de
almendras.
San José mueve los
brazos
bajo una capa de seda.
Detrás va Pedro Domecq
con tres sultanes de
Persia.
La media luna, soñaba
un éxtasis de cigüeña.
Estandartes y faroles
invaden las azoteas.
Por los espejos sollozan
bailarinas sin caderas.
Agua y sombra, sombra y
agua
por Jerez de la
Frontera.
*
¡Oh ciudad de los
gitanos!
En las esquinas,
banderas.
Apaga tus verdes luces
que viene la benemérita.
¡Oh ciudad de los
gitanos!
¿Quién te vio y no te
recuerda?
Dejadla lejos del mar,
sin peines para sus
crenchas.
Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la
fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo, se les antoja,
una vitrina de espuelas.
*
La ciudad libre de
miedo,
multiplicaba sus
puertas.
Cuarenta guardias
civiles
entran a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las
botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir
sospechas.
Un vuelo de gritos
largos
se levantó en las
veletas.
Los sables cortan las
brisas
que los cascos
atropellan.
Por las calles de
penumbra
huyen las gitanas viejas
con los cabellos
dormidos
y las orzas de monedas.
Por las calles empinadas
suben las capas
siniestras,
dejando atrás fugaces
remolinos de tijeras.
En el portal de Belén
los gitanos se
congregan.
San José, lleno de
heridas,
amortaja a una doncella.
Tercos fusiles agudos
por toda la noche
suenan.
La Virgen cura a los
niños
con salivilla de
estrella.
Pero la Guardia Civil
avanza sembrando
hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
Rosa la de los
Camborios,
gime sentada en su
puerta
con sus dos pechos
cortados
puestos en una bandeja.
Y otras muchachas
corrían
perseguidas por sus
trenzas,
en un aire donde
estallan
rosas de pólvora negra.
Cuando todos los tejados
eran surcos en la
tierra,
el alba meció sus
hombros
en largo perfil de
piedra.
¡Oh ciudad de los
gitanos!
La Guardia Civil se
aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te
cercan.
¡Oh ciudad de los
gitanos!
¿Quién te vio y no te
recuerda?
Que te busquen en mi
frente.
Juego de luna y arena.
TRES
ROMANCES HISTÓRICOS
16
MARTIRIO
DE SANTA OLALLA
A Rafael
Martínez Nadal
I
PANORAMA
DE MÉRIDA
Por la calle brinca y
corre
caballo de larga cola,
mientras juegan o
dormitan
viejos soldados de Roma.
Medio monte de Minervas
abre sus brazos sin
hojas.
Agua en vilo redoraba
las aristas de las
rocas.
Noche de torsos yacentes
y estrellas de nariz
rota,
aguarda grietas del alba
para derrumbarse toda.
De cuando en cuando
sonaban
blasfemias de cresta
roja.
Al gemir la santa niña,
quiebra el cristal de
las copas.
La rueda afila cuchillos
y garfios de aguda comba:
brama el toro de los
yunques,
y Mérida se corona
de nardos casi
despiertos
y tallos de zarzamora.
II
EL
MARTIRIO
Flora desnuda se sube
por escalerillas de
agua.
El Cónsul pide bandeja
para los senos de
Olalla.
Un chorro de venas
verdes
le brota de la garganta.
Su sexo tiembla enredado
como un pájaro en las
zarzas.
Por el suelo, ya sin
norma,
brincan sus manos
cortadas
que aún pueden cruzarse
en tenue
oración decapitada.
Por los rojos agujeros
donde sus pechos estaban
se ven cielos diminutos
y arroyos de leche
blanca.
Mil arbolillos de sangre
le cubren toda la
espalda
y oponen húmedos troncos
al bisturí de las
llamas.
Centuriones amarillos,
de carne gris,
desvelada,
llegan al cielo sonando
sus armaduras de plata.
Y mientras vibra confusa
pasión de crines y
espadas,
el Cónsul porta en
bandeja
senos ahumados de
Olalla.
III
INFIERNO
Y GLORIA
Nieve ondulada reposa.
Olalla pende del árbol.
Su desnudo de carbón
tizna los aires helados.
Noche tirante reluce.
Olalla muerta en el
árbol.
Tinteros de las ciudades
vuelcan la tinta
despacio.
Negros maniquís de
sastre
cubren la nieve del
campo
en largas filas que
gimen
su silencio mutilado.
Nieve partida comienza.
Olalla blanca en el
árbol.
Escuadras de níquel
juntan
los picos en su costado.
*
Una Custodia reluce
sobre los cielos
quemados,
entre gargantas de
arroyo
y ruiseñores en ramos.
¡Saltan vidrios de
colores!
Olalla blanca en lo
blanco.
Ángeles y serafines
dicen: Santo, Santo,
Santo.
17
Burla de Don Pedro a caballo
Romance con lagunas
A Jean Cassou
Por una vereda
venía Don Pedro.
¡Ay, cómo lloraba
el caballero!
Montado en un ágil
caballo sin freno,
venía en la busca
del pan y del beso.
Todas las ventanas
preguntan al viento
por el llanto oscuro
del caballero.
PRIMERA
LAGUNA
Bajo el agua
siguen las palabras.
Sobre el agua
una luna redonda
se baña,
dando envidia a la otra
¡tan alta!
En la orilla,
un niño,
ve las lunas y dice:
-¡Noche, tócalos
platillos!
SIGUE
A una ciudad lejana
ha llegado Don Pedro.
Una ciudad lejana
entre un bosque de
cedros.
¿Es Belén? Por el aire
yerbaluisa y romero.
Brillan las azoteas
y las nubes. Don Pedro
pasa por arcos rotos.
Dos mujeres y un viejo
con velones de plata
le salen al encuentro.
Los chopos dicen: No.
Y el ruiseñor: Veremos.
SEGUNDA
LAGUNA
Bajo el agua
siguen las palabras.
Sobre el peinado del
agua
un círculo de pájaros y
llamas.
Y por los cañaverales,
testigos que conocen lo
que falta.
Sueño concreto y sin
norte
de madera de guitarra.
SIGUE
Por el camino llano
dos mujeres y un viejo
con velones de plata
van al cementerio.
Entre los azafranes
han encontrado muerto
el sombrío caballo
de Don Pedro.
Voz secreta de tarde
balaba por el cielo.
Unicornio de ausencia
rompe en cristal su
cuerno.
La gran ciudad lejana
está ardiendo
y un hombre va llorando
tierras adentro.
Al Norte hay una
estrella.
Al Sur un marinero.
ÚLTIMA
LAGUNA
Bajo el agua
están las palabras.
Limo de voces perdidas.
Sobre la flor enfriada,
está Don Pedro olvidado,
¡ay!, jugando con las
ranas.
18
THAMAR Y
AMNÓN
Para Alfonso
García Valdecasas
La luna gira en el cielo
sobre las tierras sin
agua
mientras el verano
siembra
rumores de tigre y
llama.
Por encima de los techos
nervios de metal
sonaban.
Aire rizado venía
con los balidos de lana.
La tierra se ofrece
llena
de heridas cicatrizadas,
o estremecida de agudos
cauterios de luces
blancas.
*
Thamar estaba soñando
pájaros en su garganta,
al son de panderos fríos
y cítaras enlunadas.
Su desnudo en el alero,
agudo norte de palma,
pide copos a su vientre
y granizo a sus
espaldas.
Thamar estaba cantando
desnuda por la terraza.
Alrededor de sus pies,
cinco palomas heladas.
Amnón, delgado y
concreto,
en la torre la miraba,
llenas las ingles de
espuma
y oscilaciones la barba.
Su desnudo iluminado
se tendía en la terraza,
con un rumor entre
dientes
de flecha recién
clavada.
Amnón estaba mirando
la luna redonda y baja,
y vio en la luna los
pechos
durísimos de su hermana.
*
Amnón a las tres y media
se tendió sobre la cama.
Toda la alcoba sufría
con sus ojos llenos de
alas.
La luz maciza sepulta
pueblos en la arena
parda,
o descubre transitorio
coral de rosas y dalias.
Linfa de pozo oprimida
brota silencio en las
jarras.
En el musgo de los
troncos
la cobra tendida canta.
Amnón gime por la tela
fresquísima de la cama.
Yedra del escalofrío
cubre su carne quemada.
Thamar entró silenciosa
en la alcoba silenciada,
color de vena y Danubio,
turbia de huellas
lejanas.
-Thamar, bórrame los
ojos
con tu fija madrugada.
Mis hilos de sangre
tejen
volantes sobre tu falda.
-Déjame tranquila,
hermano.
Son tus besos en mi
espalda
avispas y vientecillos
en doble enjambre de
flautas.
-Thamar, en tus pechos
altos
hay dos peces que me
llaman
y en las yemas de tus
dedos
rumor de rosa encerrada.
*
Los cien caballos del
rey
en el patio relinchaban.
Sol en cubos resistía
la delgadez de la parra.
Ya la coge del cabello,
ya la camisa le rasga.
Corales tibios dibujan
arroyos en rubio mapa.
*
¡Oh, qué gritos se
sentían
por encima de las casas!
Qué espesura de puñales
y túnicas desgarradas.
Por las escaleras
tristes
esclavos suben y bajan.
Émbolos y muslos juegan
bajo las nubes paradas.
Alrededor de Thamar
gritan vírgenes gitanas
y otras recogen las
gotas
de su flor martirizada.
Paños blancos enrojecen
en las alcobas cerradas.
Rumores de tibia aurora
pámpanos y peces
cambian.
*
Violador enfurecido,
Amnón huye con su jaca.
Negros le dirigen
flechas
en los muros y atalayas.
Y cuando los cuatro
cascos
eran cuatro resonancias,
David con unas tijeras
cortó las cuerdas del
arpa.
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