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Rafael Alberti (1902 - 1999) en Madrid en 1977 |
SUEÑO DEL MARINERO
Yo, marinero, en la ribera mía,
posada sobre un cano y dulce río
que da su brazo a un mar de Andalucía,
sueño en ser almirante de navío,
para partir el lomo de los mares,
al sol ardiente y a la luna fría.
¡Oh los yelos del sur! ¡Oh las polares
islas del norte! ¡Blanca primavera,
desnuda y yerta sobre los glaciares,
cuerpo de roca y alma de vidriera!
¡Oh estío tropical, rojo, abrasado,
bajo el plumero azul de la palmera!
Mi sueño, por el mar condecorado,
va sobre su bajel, firme, seguro,
de una verde sirena enamorado,
concha del agua allá en su seno oscuro.
¡Arrójame a las ondas, marinero:
—Sirenita del mar, yo te conjuro!
¡Sal de tu gruta, que adorarte quiero,
sal de tu gruta, virgen sembradora,
a sembrarme en el pecho tu lucero!
Ya está flotando el cuerpo de la aurora
en la bandeja azul del océano
y la cara del cielo se colora
de carmín.
Deja el vidrio de tu mano
disuelto en
la alba urna de mi frente,
alga de
nácar, cantadora en vano
bajo el vergel azul de la corriente.
¡Gélidos desposorios submarinos,
con el ángel barquero del relente
y la luna del agua por padrinos!
El mar, la tierra, el aire, mi sirena,
surcaré atado a los cabellos finos
y verdes de tu álgida melena.
Mis gallardetes blancos enarbola,
¡oh marinero!, ante la aurora
llena
¡y ruede por el mar tu caracola!
Dime que sí,
compañera,
marinera,
dime que sí.
Dime que he de ver la mar,
que en la mar he de quererte;
compañera,
dime que sí.
Dime que he de ver el viento,
que en el viento he de quererte;
marinera,
dime que sí.
Dime que sí,
compañera,
dime,
dime que sí.
Del barco que yo tuviera,
serías tú la costurera.
Las jarcias, de seda fina;
de fina holanda, la vela.
—¿Y el hilo, marinerito?
—Un cabello de tus trenzas.
¡Pescadores, pescadores,
lanzad el arpón al viento,
y en banderas sin colores
izad vuestro sentimiento!
Lloren los ojos del puente
las aguas de treinta ríos;
que el puño de la corriente
rompa en el mar los navíos.
¡Lampiños guardias marinas,
que alegres guardáis las olas,
giman las negras bocinas
y callen las caracolas!
¡Marineras, marineras,
mujeres del aire frío,
regad vuestras cabelleras
negras por el playerío!
¡Sal, hortelana, del mar,
flotando, sobre tu huerto,
desnuda para llorar
por el marinero muerto!
Llueve sobre el agua, llueve
nieve negra de alga fría.
Entre glaciares de nieve,
abierta, la tumba mía.
¡Funerales de las olas!
¡El viento, en los arenales!
—Entre apagadas farolas
se hunden mis funerales—.
Cuando no tengas, mi lira,
lecho donde descansar,
mira, aquí tienes la mar
alegre, fresquita y buena,
mi lira.
¡Sábana azul, con embozo
de espumas blancas y amenas;
mira, almohadas de arena
alegre, fresquita y buena,
mi lira!
—¿Y quién me desnudará
al pie del agua zafira?
—La reina de las sirenas
y el hijo del rey del mar,
mi lira.
LA MALDECIDA
1
De negro, siempre enlutada,
muerta entre cuatro paredes
y con un velo en la cara.
—¡No pases tú por su puerta,
no pongas el pie en su casa!
Naranjos y limoneros,
al alcance, tras las tapias,
sombras frías, de su huerto.
—¡Nunca pongas tú, mis ojos,
en esas ramas tus dedos!
2
¿Para qué tanto misterio,
ese vivir engañándome,
si todo el mundo lo sabe?
—¿Qué sabe?
—Que tu amiga, más que amiga,
mala culebra, es tu amante.
—¡Pero no lo digas!
3
¿Para qué tanta mentira,
ese engañar a tu madre,
si todo el mundo lo sabe?
—¿Qué más sabe?
—Que tú, por la puerta falsa,
abres de noche a tu amiga,
que, mal amor, es tu amante.
—¡Pero no lo digas!
4
No quiero, no, que te rías,
ni que te pintes de azul los ojos,
ni que te empolves de arroz la cara,
ni que te pongas la blusa verde,
ni que te pongas la falda grana.
Que quiero verte muy seria,
que quiero verte siempre muy pálida,
que quiero verte siempre llorando,
que quiero verte siempre enlutada.
5
Porque me robas los ojos
y me asesinas los labios,
¡vuélvete lagarto negro
y que te escupan los sapos!
Porque me pisas el pecho,
porque me sorbes la sangre,
¡vuélvete culebra roja
o cuervo negro del aire!
Porque toda tú eres clavo,
porque eres martillo y daga,
¡vuélvete cangrejo negro
y que te traguen las aguas!
¡No pruebes tú los licores!
¡Tú no bebas!
¡Marineros bebedores,
los de las obras del Puerto,
que él no beba!
¡Que él no beba, pescadores!
¡Siempre sus ojos despiertos,
siempre sus labios abiertos
a la mar, no a los licores!
¡Que él no beba!
RETORCEDME SOBRE EL MAR
Retorcedme sobre el mar,
al sol, como si mi cuerpo
fuera el jirón de una vela.
Exprimid toda mi sangre.
Tended a secar mi vida
sobre las jarcias del muelle.
Seco, arrojadme a las aguas,
con una piedra en el cuello
para que nunca más flote.
Le di mi sangre a los mares.
¡Barcos, navegad por ellos!
—Debajo estoy yo, tranquilo.
LOS DOS ÁNGELES
Ángel de luz, ardiendo,
¡oh, ven!, y con tu espada
incendia los abismos donde yace
mi subterráneo ángel de las nieblas.
¡Oh espadazo en las sombras!
Chispas múltiples,
clavándose en mi cuerpo,
en mis alas sin plumas,
en lo que nadie ve,
vida.
Me estás quemando vivo.
Vuela ya de mí, oscuro
Luzbel de las canteras sin auroras,
de los pozos sin sueño,
ya carbón de espíritu,
sol, luna.
Me duelen los cabellos
y las ansias. ¡Oh, quémame!
¡Quémalo, ángel de luz, custodio mío,
tú que andabas llorando por las
nubes,
tú, sin mí, tú, por mí,
ángel frío de polvo, ya sin gloria,
volcado en las tinieblas!
¡Quémalo, ángel de luz,
quémame y huye!
Inmóviles, clavadas, mudas mujeres de los zaguanes
y hombres sin voz, lentos, de las bodegas,
quieren, quisieran, querrían preguntarme.
—¿Cómo tú por aquí y en otra parte?
Querrían hombres, mujeres, mudos, tocarme,
saber si mi sombra, si mi cuerpo andan sin alma
por otras calles.
Quisieran decirme:
—Si eres tú, párate.
Hombres, mujeres, mudos, querrían ver claro,
asomarse a mi alma,
acercarle una cerilla
por ver si es la misma.
Quieren, quisiera...
—Habla.
Y van a morirse, mudos, sin saber nada.
De: DE UN MOMENTO A OTRO
Hace falta estar ciego,
tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,
cal viva,
arena hirviendo,
para no ver la luz que salta en nuestros actos,
que ilumina por dentro nuestra lengua,
nuestra diaria palabra.
Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría,
sin participación en los himnos futuros,
sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado sombrío de la
Tierra.
Hace falta querer ya en vida ser pasado,
obstáculo sangriento,
cosa muerta,
seco olvido.
SE EQUIVOCÓ LA PALOMA
Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua,
Se equivocaba.
Creyó que el
mar era el cielo;
que la noche,
la mañana.
Se equivocaba.
Que las
estrellas, rocío;
que la calor,
la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda
era su blusa;
que tu
corazón, su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)
A ti, lino en
el campo. A ti, extendida
superficie, a
los ojos en espera.
A ti,
imaginación, helor u hoguera,
diseño fiel o
llama desceñida.
A ti, línea
impensada o concebida.
A ti, pincel
heroico, roca o cera,
obediente al
estilo o la manera,
dócil a la
medida o desmedida.
A ti, forma;
color, sonoro empeño
por que la
vida ya volumen hable,
sombra entre
luz, luz entre sol, oscura.
A ti, fingida
realidad del sueño.
A ti, materia
plástica palpable.
A ti, mano,
pintor de la Pintura.
A ti, sonoro,
puro, quieto, blando,
incalculable
al mar de la paleta,
por quien la
neta luz, la sombra neta
en su
trasmutación pasan soñando.
A ti, por
quien la vida combinando
color y color
busca ser concreta;
metamorfosis
de la forma, meta
del paisaje
tranquilo o caminando.
A ti,
armónica lengua, cielo abierto,
descompasado
dios, orden, concierto,
raudo
relieve, lisa investidura.
Los posibles
en ti nunca se acaban.
Las materias
sin términos te alaban.
A ti, gloria
y pasión de la Pintura.
El Diablo
hocicudo,
ojipelambrado,
cornicapricudo,
perniculimbrudo
y rabudo,
zorrea,
pajarea,
mosquiconejea,
humea,
ventea,
peditrompetea
por un
embudo.
Amar y
danzar,
beber y
saltar,
cantar y
reír,
oler y tocar,
comer,
fornicar,
dormir y
dormir,
llorar y
llorar.
Mandroque,
mandroque,
diablo
palitroque.
¡Pío, pío,
pío!
Cabalgo y me
río,
me monto en
un gallo
y en un
puercoespín,
un burro, en
caballo,
en camello,
en oso,
en rana, en
raposo
y en un
cornetín.
Verijo,
verijo,
diablo garavijo.
¡Amor
hortelano,
desnudo, oh
verano!
Jardín del
Amor.
En un pie el
manzano
y en cuatro
la flor.
(Y sus
amadores,
céfiros y
flores
y aves por el
ano.)
Virojo,
pirojo,
diablo
trampantojo.
El diablo
liebre,
tiebre,
notiebre,
sepilipitiebre,
y su comitiva
chiva,
estiva,
sipilipitriva,
cala,
empala,
desala,
traspala,
apuñala
con su
lavativa.
Barrigas,
narices,
lagartos,
lombrices,
delfines
volantes,
orejas
rodantes,
ojos
boquiabiertos,
escoba
perdidas,
barcas
aturdidas,
vómitos,
heridas,
muertos.
Predica,
predica,
diablo
pilindrica.
Saltan
escaleras,
corren
tapaderas,
revientan
calderas.
En los
orinales
letales,
mortales,
los más
infernales
pingajos,
zancajos,
tristes
espantajos
finales.
Guadaña,
guadaña,
diablo
telaraña.
El beleño,
el sueño,
el impuro,
oscuro,
seguro
botín,
el llanto,
el espanto
y el diente
crujiente
sin
fin.
Pintor en
desvelo:
tu paleta
vuela al cielo,
y en un
cuerno,
tu pincel
baja al infierno.
A ti,
límpida, inmácula, expandida,
jubilosa,
mojada, trasparente.
Para el
papel, su abrevadora frente
agua
primaveral, lluvia florida.
A ti,
instantánea rosa sumergida,
líquido
espejo de mirar corriente.
Para el
pincel, su cabellera
ardiente,
fresca y mitigadora luz bebida.
A ti, ninfa
de acequias y atanores,
alivio de la
sed de los colores,
alma ligera,
cuerpo de premura.
Llorada de
tus ojos, corres, creces,
feliz te
agotas, cantas, amaneces.
A ti, río
hacia el mar de la Pintura.
POÉTICA
DE JUAN PANADERO
1
Digo con Juan
de Mairena:
«Prefiero la
rima pobre»,
esa que casi
no suena.
2
En lo que
vengo a cantar,
de diez
palabras a veces
sobran más de
la mitad.
3
Hago mis
economías.
Pero mis
pocas palabras,
aunque de
todos, son mías.
4
Mas porque
soy panadero,
no digo como
los tontos:
«que hay que
hablar en tonto
al pueblo».
5
Canto, si
quiero cantar,
sencillamente,
y si quiero
lloro sin
dificultad.
6
Mi canto, si
se propone,
puede hacer
del agua clara
un mar de
complicaciones.
7
Yo soy como
la saeta,
que antes de
haberlo pensado
ya está
clavada en la meta.
8
Flechero de
la mañana,
hijo del
aire, disparo
que siempre
da en la diana.
9
Si no hubiera
tantos males,
yo de mis
coplas haría
torres de
pavos reales.
10
Pero a aquél
lo están matando,
a éste lo
están consumiendo
y a otro lo
están enterrando.
11
Por eso es
hoy mi cantar
canto de
pocas palabras
y algunas
están de más.
JUAN PANADERO ENSALZA EN LA MEMORIA DE JOSÉ GÓMEZ
GAYOSO Y ANTONIO SEOANE A LOS HÉROES CAÍDOS EN LA RESISTENCIA ESPAÑOLA
1
La caja de mi
guitarra
no es caja,
que es calabozo,
penal donde
pena España.
2
Las paredes de la cárcel
son de madera, madera
de donde no sale nadie.
3
Las cuerdas son los barrotes,
la ventanita de hierro
por donde pasan mis voces.
Y las clavijas, ¿qué son
sino las llaves que aprietan
la luz de mi corazón?
5
Ahora me pongo a cantar
coplas que llevan más sangre
que arenas lleva la mar.
6
¡SANGRE de los guerrilleros,
mineros y campesinos,
soldados y marineros!
7
¡Toda la España leal,
la España de los caminos
que van a la Libertad!
8
¡Guerrilleros de Galicia,
de Asturias y de Levante,
de Aragón y Andalucía!
¡Valientes de todas partes!
9
Canto ahora a los caídos,
a los que estando en la tierra
ya están naciendo en el trigo.
10
¿A qué llorar, si la pena
sólo al corazón le pone
más grillos y más cadenas?
11
Mi mejor luto será
echarme un fusil al hombro
y al monte irme a pelear.
12
Y allí por descanso, el suelo;
y allí por llanto, las balas,
y el corazón por pañuelo.
13
Que nada me desalienta,
que un guerrillero es un toro
en medio de una tormenta.
14
Y no me vengan a mí
diciendo que un guerrillero
no es un toro hasta el morir.
15
Me hirieron, me golpearon
y hasta me dieron la muerte...
¡pero jamás me doblaron!
16
Que yo cien vidas daría
y otras tantas que tuviera
y el mismo morir tendría.
17
Ahora yo quiero nombrar,
no mi nombre, porque el mío
es como el de los demás.
18
¿A quién nombraré primero?
Nadie es segundo en mi lengua
cuando es de acero el acero.
19
Si uno es glorioso, en glorioso
al otro no hay quien le gane.
Si digo Gómez Gayoso,
ya estoy diciendo Seoane.
20
Canto fuerte, camaradas,
compañeros, canto fuerte,
aunque esta copla es de muerte,
sin la garganta apretada.
21
¡Sangre de Gómez Gayoso,
sangre pura, sangre brava,
sangre de Antonio Seoane,
de Diéguez, de Larrañaga,
de Roza, Cristino y Vía,
valles de sangre, montañas!
22
¡Sangre de Agustín Zoroa!
¡Mar de sangre derramada!
¡Sangre de Manuela Sánchez...!
¡Sangre preciosa de España!
23
No quiero seguir nombrando
más sangre, pues mi guitarra
también se está desangrando.
24
Mas aunque su voz se muera,
su voz seguirá cantando
a la España guerrillera.
25
Siempre seguirá cantando
y seguirá maldiciendo
hasta que el gallo del alba
grite que está amaneciendo.
26
Ya remontó la mañana.
¡Ya el aire se está poniendo
banderas republicanas!
1
Éste es el pueblo andaluz,
serio, puro y desgarrado,
en las tierras de la luz.
2
De los pobres campesinos
sin trabajo, jornaleros
del hambre por los caminos.
3
Tristes pájaros que van
bajo los soles quemados,
sin sueño, en busca del pan.
4
Que van más lejos, afuera,
dejando el hogar en llanto,
solos, a tierra extranjera.
5
¡Campos de un único dueño,
sin cultivar, y los toros
contra el cielo marismeño!
1
Déjame esta madrugada
lavar tu llanto en mi pena,
Virgen de la Macarena,
llamándote camarada.
2
Flor del vergel sevillano,
sangre de tu santa tierra,
de la paz, no de la guerra,
jamás de Queipo de Llano.
3
Que tú no eres generala,
abogada del terror,
sino madre del amor,
lumbre que todo lo iguale.
4
Camarada, compañera,
de obreros y campesinos,
nunca de los asesinos
del pueblo que te venera.
5
Tú la representación
pura de la luz serena,
Virgen de la Macarena,
no de la provocación.
6
Muchacha de Andalucía,
la más clamorosa alhaja
de la sola cofradía
de la gente que trabaja.
Hoy las nubes me trajeron,
volando, el mapa de España
¡Qué pequeño sobre el río,
y qué grande sobre el pasto
la sombra que proyectaba!
Se le llenó de caballos
la sombra que proyectaba.
Yo, a caballo, por su sombra
busqué mi pueblo y mi casa.
Entré en el patio que un día
fuera una fuente con agua.
Aunque no estaba la fuente,
la fuente siempre sonaba.
Y el agua que no corría
volvió para darme agua.
EL REGRESO
He elegido este día.
Aquí va a comenzar otra vez el otoño.
Allí, la primavera.
He elegido este día.
Aquí todas las hojas se preparan
para morir. Una neblina tierna,
movida por el viento,
va a hacer más delicada su caída.
Allí, seguramente,
ya están listas las hojas y las flores
y preparado el cielo
y ensayados los pájaros
para cantar su entrada.
¡Adiós, adiós, pequeña casa mía,
casa mía de rubias maderas como un barco
bello y tranquilo, anclado dulcemente
en el remanso umbroso de los bosques!
¡Adiós, negros cipreses impasibles,
álamos carolinos, casuarinas
musicales, oídas arboledas
en los lentos nocturnos de párpados insomnes!
No os abandono, os dejo.
He elegido este día.
Vuelvo a ti
sin espada.
Una sola
canción es todo mi equipaje
Amor.
Amor.
Amor.
Mi mano
abierta,
y en su
palma, una flor.
Llamo,
hermano, a tu puerta,
con amor.
Amor.
Amor.
Amor.
Tu mano
abierta,
y en su
palma, una flor.
Abre,
hermano, tu puerta,
con amor.
¿En dónde
está mi casa? Dímelo. No la
encuentro.
Pero todo es mi casa... ¿En dónde mi jardín?
Mas todo es mi jardín... ¿Y mi fuente de
mármol?
Pero todo es mi fuente... ¿Y mi azotea?
Todas tus azoteas son la mía... ¿Y mis cielos?
Sé que todos tus cielos también me
pertenecen...
Pero ¿y mis
muertos? Dime. Sí, mis muertos
son los tuyos
también... Dejé mi espada...
Tú también
has dejado la tuya... Descansemos.
Pero dime,
¿aquí es ya la primavera?
¿Corren claros los ojos de los ríos?
¿No bate el mar su puño de venganza?
He elegido este día.
Empecemos lavándonos las manos...
Allí ya ha
comenzado otra vez el otoño...
Allí todas
las hojas ya tiemblan preparadas
para morir...
Aquí, seguramente...
Perdona, hermano mío,
pero no sé si aquí llegó la primavera,
si están listas las hojas y las flores
y preparado el cielo
y ensayados los pájaros
para cantar su entrada.
Igual que un fruto lento,
dura y difícil, sigue madurando...
Permanezco en mi sitio, por ahora,
soñando en este día, como tantos
otros de otros otoños,
la feliz
primavera del regreso.
Alma ciudad...
Cervantes
E ll'accidenti, crescheno ‘ggni ggiorno.
G. G. Belli
Trata de no
mirar sus monumentos,
caminante, si
a Roma te encaminas.
Abre cien
ojos, clava cien retinas,
esclavo
siempre de los pavimentos.
Trata de no
mirar tantos portentos,
fuentes,
palacios, cúpulas, ruinas,
pues hallarás
mil muertes repentinas
—si vienes a
mirar—, sin miramientos.
Mira a
diestra, a siniestra, al vigilante,
párate al
¡alto!, avanza al ¡adelante!,
marcha en un
hilo, el ánimo suspenso.
Si vivir
quieres, vuélvete paloma;
si perecer,
ven, caminante, a Roma,
alma garaje,
alma garaje inmenso.
Ah! cchi nun vede sta parte de
monno Nun za nnemmanco pe ccche ccosa é nnato.
G. G. Belli
Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida
Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.
Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.
Dejé por ti todo lo que era mío,
dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.
Stavo a ppissiá jjerzera lli a
lo scuro...
G. G. Belli
Verás entre
meadas y meadas,
más meadas de
todas las larguras:
unas de
perros, otras son de curas
y otras quizá
de monjas disfrazadas.
Las verás
lentas o precipitadas,
tristes o
alegres, dulces, blandas, duras,
meadas de las
noches más oscuras
o las más
luminosas madrugadas.
Piedras
felices, que quien no las mea,
si es que no
tiene retención de orina,
si es que no
ha muerto es que ya está
expirando.
Mean las
fuentes... Por la luz humea
una ardiente
meada cristalina...
Y alzo la
pata... Pues me estoy meando.
De: LOS OCHO NOMBRES DE PICASSO Y NO DIGO MÁS QUE LO QUE
NO DIGO
A Jaqueline, que vive siempre
dentro de los ojos del monstruo.
El ojo humano, el ojo luz, el
ojo caos, el ojo universo, el ojo eternidad...
Vicente Huidobro
Siempre es
todo ojos.
No te quita
ojos.
Se come las
palabras con los ojos.
Es el siete
ojos.
Es el cien
mil ojos en dos ojos.
El gran mirón
como un botón
marrón
y otro botón.
El ojo de la
cerradura
por el que se
ve la pintura.
El que te
abre bien los ojos
cuando te
muerde con los ojos.
El ojo de la
aguja
que sólo
ensarta cuando dibuja.
El que te
clava con los ojos
en un abrir y
cerrar de ojos.
El ojo
avizor,
agresor,
abrasador,
inquisidor.
El ojo amor.
El ojo en
vela,
centinela,
espuela,
candela,
el que se
rebela y revela.
No cierra los
ojos.
No baja los
ojos.
Te quita los
ojos.
Te arranca
los ojos
y te deja
manco
o te deja
cojo.
Luego te
compone
o te
descompone,
la nariz te
quita,
luego te la
pone,
después te la
quita
o te pone
dos.
Ojo que te
espeta,
que te
desjarreta,
te agranda
las tetas,
te achica las
tetas,
te hace la
puñeta,
te levanta el
culo,
te deja sin
culo,
te vuelve un
alambre,
te ensarta en
estambre,
te ve del
revés,
todo
dividido,
tundido,
partido,
cosido,
raído,
zurzido,
fluido.
Ojos
animales,
letales,
mortales,
umbilicales.
Ojos
cataclismo,
temblor,
terremoto,
maremoto,
abismo,
flor.
Ojos toro
azul,
ojos negro
toro,
ojos toro
rojo.
Ojos.
Son el con y
el sin,
son el sin y
el con.
Con esto y
sin esto,
traspuestos,
opuestos,
crueles,
molestos,
el sumo y el
resto.
El mundo
tranquilo
pendía de un
hilo.
Y el
desbarajuste
de la gran
baraja
cortó con su
filo
su pincel
navaja.
Salta el
mundo, vuela.
Hecho añicos
canta,
relincha,
arde en vela,
se espanta.
¡Afuera esos
ojos!
¡Quítenme
esos ojos!
¿Quién trajo
esos ojos?
Yo quiero ser
flor.
Pero soy un
pez.
Yo quiero ser
pez.
Pero soy
manzana.
Quiero ser
sirena.
Pero soy un
gallo.
Quiero ser la
noche
y soy la
mañana.
Mátenme esos
ojos,
virojos,
pintojos,
ojos
trampantojos.
Aquí la
matanza,
aquí la
esperanza,
el
fusilamiento,
el
derrumbamiento,
la paz, la
bonanza.
Ojo, que
remonto plato.
Ojo, que
salto hecho jarra.
Ojo, que giro
paloma.
Ojo, que
remonto cabra.
Vivan esos
ojos.
Luz para esos
ojos.
Líneas y
colores
para esos dos
ojos.
Todo el amor
para esos ojos.
El cielo
entero para esos ojos.
El mar entero
para esos ojos.
La tierra
entera para esos ojos
La eternidad
para esos ojos.
CUANDO ALTAIR SE FUE YA ENTRADA
LA MAÑANA
Cuando Altair se fue ya entrada la mañana,
las rosas rojas que con ella trajo,
encendidas de noches altas y amaneceres,
daban mudos indicios, aunque lentos,
tristes, de marchitarse.
Después de su
llorosa, acongojada,
solitaria
partida,
alguien bañó las flores en agua nueva y dulce,
y aquí están encendidas y otras vez rosas rojas,
abiertas, esperando.
A PABLO NERUDA, CON CHILE EN EL CORAZÓN
No dormiréis,
malditos de la espada,
cuervos
nocturnos de sangrientas uñas,
tristes
cobardes de las sombras tristes,
violadores de
muertos.
No dormiréis.
Su noble
canto, su pasión abierta,
su estatura
más alta que las cumbres,
con el
cántico libre de su pueblo
os ahogarán
un día.
No dormiréis.
Venid a ver
su casa asesinada,
la miseria
fecal de vuestro odio,
su inmenso
corazón pisoteado,
su pura mano
herida.
No dormiréis.
No dormiréis
porque ninguno duerme.
No dormiréis
porque su luz os ciega.
No dormiréis
porque la muerte es sólo
vuestra
victoria.
No dormiréis
jamás porque estáis muertos.
MARINERO, BUSCO EL MAR
Marinero,
busco el mar
desde el aire
y no lo veo.
Sé que debajo
está el mar
y sé que
encima está el cielo.
Voy entre el
cielo y el mar.
Mas yo voy
buscando el mar
y
no lo veo.
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