Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Rafael Alberti (Poemas escogidos)

Rafael Alberti (1902 - 1999) en Madrid en 1977








SUEÑO DEL MARINERO



Yo, marinero, en la ribera mía,

posada sobre un cano y dulce río

que da su brazo a un mar de Andalucía,



sueño en ser almirante de navío,

para partir el lomo de los mares,

al sol ardiente y a la luna fría.



¡Oh los yelos del sur! ¡Oh las polares

islas del norte! ¡Blanca primavera,

desnuda y yerta sobre los glaciares,



cuerpo de roca y alma de vidriera!

¡Oh estío tropical, rojo, abrasado,

bajo el plumero azul de la palmera!



Mi sueño, por el mar condecorado,

va sobre su bajel, firme, seguro,

de una verde sirena enamorado,



concha del agua allá en su seno oscuro.

¡Arrójame a las ondas, marinero:

—Sirenita del mar, yo te conjuro!



¡Sal de tu gruta, que adorarte quiero,

sal de tu gruta, virgen sembradora,

a sembrarme en el pecho tu lucero!



Ya está flotando el cuerpo de la aurora

en la bandeja azul del océano

y la cara del cielo se colora



de carmín. Deja el vidrio de tu mano

disuelto en la alba urna de mi frente,

alga de nácar, cantadora en vano



bajo el vergel azul de la corriente.

¡Gélidos desposorios submarinos,

con el ángel barquero del relente



y la luna del agua por padrinos!

El mar, la tierra, el aire, mi sirena,

surcaré atado a los cabellos finos



y verdes de tu álgida melena.

Mis gallardetes blancos enarbola,

¡oh marinero!, ante la aurora llena



¡y ruede por el mar tu caracola!






Dime que sí,

compañera,

marinera,

dime que sí.



Dime que he de ver la mar,

que en la mar he de quererte;

compañera,

dime que sí.



Dime que he de ver el viento,

que en el viento he de quererte;

marinera,

dime que sí.



Dime que sí,

compañera,

dime,

dime que sí.



Del barco que yo tuviera,

serías tú la costurera.





Las jarcias, de seda fina;

de fina holanda, la vela.



—¿Y el hilo, marinerito?

—Un cabello de tus trenzas.






¡Pescadores, pescadores,

lanzad el arpón al viento,

y en banderas sin colores

izad vuestro sentimiento!



Lloren los ojos del puente

las aguas de treinta ríos;

que el puño de la corriente

rompa en el mar los navíos.



¡Lampiños guardias marinas,

que alegres guardáis las olas,

giman las negras bocinas

y callen las caracolas!



¡Marineras, marineras,

mujeres del aire frío,

regad vuestras cabelleras

negras por el playerío!



¡Sal, hortelana, del mar,

flotando, sobre tu huerto,

desnuda para llorar

por el marinero muerto!



Llueve sobre el agua, llueve

nieve negra de alga fría.

Entre glaciares de nieve,

abierta, la tumba mía.



¡Funerales de las olas!

¡El viento, en los arenales!

—Entre apagadas farolas

se hunden mis funerales—.









Cuando no tengas, mi lira,

lecho donde descansar,

mira, aquí tienes la mar

alegre, fresquita y buena,

mi lira.



¡Sábana azul, con embozo

de espumas blancas y amenas;

mira, almohadas de arena

alegre, fresquita y buena,

mi lira!



—¿Y quién me desnudará

al pie del agua zafira?

—La reina de las sirenas

y el hijo del rey del mar,

mi lira.






LA MALDECIDA



1

De negro, siempre enlutada,

muerta entre cuatro paredes

y con un velo en la cara.



—¡No pases tú por su puerta,

no pongas el pie en su casa!



Naranjos y limoneros,

al alcance, tras las tapias,

sombras frías, de su huerto.



—¡Nunca pongas tú, mis ojos,

en esas ramas tus dedos!



2



¿Para qué tanto misterio,

ese vivir engañándome,

si todo el mundo lo sabe?



—¿Qué sabe?



—Que tu amiga, más que amiga,

mala culebra, es tu amante.



—¡Pero no lo digas!



3



¿Para qué tanta mentira,

ese engañar a tu madre,

si todo el mundo lo sabe?



—¿Qué más sabe?



—Que tú, por la puerta falsa,

abres de noche a tu amiga,

que, mal amor, es tu amante.



—¡Pero no lo digas!



4



No quiero, no, que te rías,

ni que te pintes de azul los ojos,

ni que te empolves de arroz la cara,

ni que te pongas la blusa verde,

ni que te pongas la falda grana.



Que quiero verte muy seria,

que quiero verte siempre muy pálida,

que quiero verte siempre llorando,

que quiero verte siempre enlutada.



5



Porque me robas los ojos

y me asesinas los labios,

¡vuélvete lagarto negro

y que te escupan los sapos!



Porque me pisas el pecho,

porque me sorbes la sangre,

¡vuélvete culebra roja

o cuervo negro del aire!



Porque toda tú eres clavo,

porque eres martillo y daga,

¡vuélvete cangrejo negro

y que te traguen las aguas!






¡No pruebes tú los licores!

¡Tú no bebas!



¡Marineros bebedores,

los de las obras del Puerto,

que él no beba!



¡Que él no beba, pescadores!



¡Siempre sus ojos despiertos,

siempre sus labios abiertos

a la mar, no a los licores!



¡Que él no beba!



RETORCEDME SOBRE EL MAR



Retorcedme sobre el mar,

al sol, como si mi cuerpo

fuera el jirón de una vela.



Exprimid toda mi sangre.

Tended a secar mi vida

sobre las jarcias del muelle.



Seco, arrojadme a las aguas,

con una piedra en el cuello

para que nunca más flote.



Le di mi sangre a los mares.

¡Barcos, navegad por ellos!

—Debajo estoy yo, tranquilo.






LOS DOS ÁNGELES



Ángel de luz, ardiendo,

¡oh, ven!, y con tu espada

incendia los abismos donde yace

mi subterráneo ángel de las nieblas.



¡Oh espadazo en las sombras!

Chispas múltiples,

clavándose en mi cuerpo,

en mis alas sin plumas,

en lo que nadie ve,

vida.



Me estás quemando vivo.

Vuela ya de mí, oscuro

Luzbel de las canteras sin auroras,

de los pozos sin sueño,

ya carbón de espíritu,

sol, luna.

Me duelen los cabellos

y las ansias. ¡Oh, quémame!



¡Quémalo, ángel de luz, custodio mío,

tú que andabas llorando por las nubes,

tú, sin mí, tú, por mí,

ángel frío de polvo, ya sin gloria,

volcado en las tinieblas!



¡Quémalo, ángel de luz,

quémame y huye!






Inmóviles, clavadas, mudas mujeres de los zaguanes

y hombres sin voz, lentos, de las bodegas,

quieren, quisieran, querrían preguntarme.



—¿Cómo tú por aquí y en otra parte?



Querrían hombres, mujeres, mudos, tocarme,

saber si mi sombra, si mi cuerpo andan sin alma

por otras calles.

Quisieran decirme:



—Si eres tú, párate.



Hombres, mujeres, mudos, querrían ver claro,

asomarse a mi alma,

acercarle una cerilla

por ver si es la misma.

Quieren, quisiera...



—Habla.



Y van a morirse, mudos, sin saber nada.



De: DE UN MOMENTO A OTRO





Hace falta estar ciego,

tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,

cal viva,

arena hirviendo,

para no ver la luz que salta en nuestros actos,

que ilumina por dentro nuestra lengua,

nuestra diaria palabra.



Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría,

sin participación en los himnos futuros,

sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado sombrío de la Tierra.



Hace falta querer ya en vida ser pasado,

obstáculo sangriento,

cosa muerta,

seco olvido.






SE EQUIVOCÓ LA PALOMA

Se equivocó la paloma.

Se equivocaba.



Por ir al norte, fue al sur.

Creyó que el trigo era agua,

Se equivocaba.



Creyó que el mar era el cielo;

que la noche, la mañana.

Se equivocaba.



Que las estrellas, rocío;

que la calor, la nevada.

Se equivocaba.



Que tu falda era su blusa;

que tu corazón, su casa.

Se equivocaba.



(Ella se durmió en la orilla.

Tú, en la cumbre de una rama.)








A ti, lino en el campo. A ti, extendida

superficie, a los ojos en espera.

A ti, imaginación, helor u hoguera,

diseño fiel o llama desceñida.



A ti, línea impensada o concebida.

A ti, pincel heroico, roca o cera,

obediente al estilo o la manera,

dócil a la medida o desmedida.



A ti, forma; color, sonoro empeño

por que la vida ya volumen hable,

sombra entre luz, luz entre sol, oscura.



A ti, fingida realidad del sueño.

A ti, materia plástica palpable.

A ti, mano, pintor de la Pintura.






A ti, sonoro, puro, quieto, blando,

incalculable al mar de la paleta,

por quien la neta luz, la sombra neta

en su trasmutación pasan soñando.



A ti, por quien la vida combinando

color y color busca ser concreta;

metamorfosis de la forma, meta

del paisaje tranquilo o caminando.



A ti, armónica lengua, cielo abierto,

descompasado dios, orden, concierto,

raudo relieve, lisa investidura.



Los posibles en ti nunca se acaban.

Las materias sin términos te alaban.

A ti, gloria y pasión de la Pintura.








El Diablo hocicudo,

ojipelambrado,

cornicapricudo,

perniculimbrudo

y rabudo,

zorrea,

pajarea,

mosquiconejea,

humea,

ventea,

peditrompetea

por un embudo.



Amar y danzar,

beber y saltar,

cantar y reír,

oler y tocar,

comer, fornicar,

dormir y dormir,

llorar y llorar.



Mandroque, mandroque,

diablo palitroque.

¡Pío, pío, pío!

Cabalgo y me río,

me monto en un gallo

y en un puercoespín,

un burro, en caballo,

en camello, en oso,

en rana, en raposo

y en un cornetín.



Verijo, verijo,

diablo garavijo.



¡Amor hortelano,

desnudo, oh verano!

Jardín del Amor.

En un pie el manzano

y en cuatro la flor.

(Y sus amadores,

céfiros y flores

y aves por el ano.)



Virojo, pirojo,

diablo trampantojo.



El diablo liebre,

tiebre,

notiebre,

sepilipitiebre,

y su comitiva

chiva,

estiva,

sipilipitriva,

cala,

empala,

desala,

traspala,

apuñala

con su lavativa.



Barrigas, narices,

lagartos, lombrices,

delfines volantes,

orejas rodantes,

ojos boquiabiertos,

escoba perdidas,

barcas aturdidas,

vómitos, heridas,

muertos.



Predica, predica,

diablo pilindrica.



Saltan escaleras,

corren tapaderas,

revientan calderas.

En los orinales

letales, mortales,

los más infernales

pingajos, zancajos,

tristes espantajos

finales.



Guadaña, guadaña,

diablo telaraña.



El beleño,

el sueño,

el impuro,

oscuro,

seguro

botín,

el llanto,

el espanto

y el diente

crujiente

sin

fin.



Pintor en desvelo:

tu paleta vuela al cielo,

y en un cuerno,

tu pincel baja al infierno.






A ti, límpida, inmácula, expandida,

jubilosa, mojada, trasparente.

Para el papel, su abrevadora frente

agua primaveral, lluvia florida.



A ti, instantánea rosa sumergida,

líquido espejo de mirar corriente.

Para el pincel, su cabellera

ardiente, fresca y mitigadora luz bebida.



A ti, ninfa de acequias y atanores,

alivio de la sed de los colores,

alma ligera, cuerpo de premura.



Llorada de tus ojos, corres, creces,

feliz te agotas, cantas, amaneces.

A ti, río hacia el mar de la Pintura.





POÉTICA DE JUAN PANADERO


1


Digo con Juan de Mairena:

«Prefiero la rima pobre»,

esa que casi no suena.


2


En lo que vengo a cantar,

de diez palabras a veces

sobran más de la mitad.


3


Hago mis economías.

Pero mis pocas palabras,

aunque de todos, son mías.


4


Mas porque soy panadero,

no digo como los tontos:

«que hay que hablar en tonto

al pueblo».



5



Canto, si quiero cantar,

sencillamente, y si quiero

lloro sin dificultad.



6



Mi canto, si se propone,

puede hacer del agua clara

un mar de complicaciones.



7



Yo soy como la saeta,

que antes de haberlo pensado

ya está clavada en la meta.



8



Flechero de la mañana,

hijo del aire, disparo

que siempre da en la diana.



9



Si no hubiera tantos males,

yo de mis coplas haría

torres de pavos reales.



10



Pero a aquél lo están matando,

a éste lo están consumiendo

y a otro lo están enterrando.



11



Por eso es hoy mi cantar

canto de pocas palabras

y algunas están de más.





JUAN PANADERO ENSALZA EN LA MEMORIA DE JOSÉ GÓMEZ GAYOSO Y ANTONIO SEOANE A LOS HÉROES CAÍDOS EN LA RESISTENCIA ESPAÑOLA



1



La caja de mi guitarra

no es caja, que es calabozo,

penal donde pena España.



2



Las paredes de la cárcel

son de madera, madera

de donde no sale nadie.



3



Las cuerdas son los barrotes,

la ventanita de hierro

por donde pasan mis voces.





Y las clavijas, ¿qué son

sino las llaves que aprietan

la luz de mi corazón?



5



Ahora me pongo a cantar

coplas que llevan más sangre

que arenas lleva la mar.



6



¡SANGRE de los guerrilleros,

mineros y campesinos,

soldados y marineros!



7



¡Toda la España leal,

la España de los caminos

que van a la Libertad!



8



¡Guerrilleros de Galicia,

de Asturias y de Levante,

de Aragón y Andalucía!

¡Valientes de todas partes!



9



Canto ahora a los caídos,

a los que estando en la tierra

ya están naciendo en el trigo.



10



¿A qué llorar, si la pena

sólo al corazón le pone

más grillos y más cadenas?



11



Mi mejor luto será

echarme un fusil al hombro

y al monte irme a pelear.



12



Y allí por descanso, el suelo;

y allí por llanto, las balas,

y el corazón por pañuelo.



13



Que nada me desalienta,

que un guerrillero es un toro

en medio de una tormenta.



14



Y no me vengan a mí

diciendo que un guerrillero

no es un toro hasta el morir.



15



Me hirieron, me golpearon

y hasta me dieron la muerte...

¡pero jamás me doblaron!



16



Que yo cien vidas daría

y otras tantas que tuviera

y el mismo morir tendría.



17



Ahora yo quiero nombrar,

no mi nombre, porque el mío

es como el de los demás.



18



¿A quién nombraré primero?

Nadie es segundo en mi lengua

cuando es de acero el acero.



19



Si uno es glorioso, en glorioso

al otro no hay quien le gane.

Si digo Gómez Gayoso,

ya estoy diciendo Seoane.



20



Canto fuerte, camaradas,

compañeros, canto fuerte,

aunque esta copla es de muerte,

sin la garganta apretada.



21



¡Sangre de Gómez Gayoso,

sangre pura, sangre brava,

sangre de Antonio Seoane,

de Diéguez, de Larrañaga,

de Roza, Cristino y Vía,

valles de sangre, montañas!



22



¡Sangre de Agustín Zoroa!

¡Mar de sangre derramada!

¡Sangre de Manuela Sánchez...!

¡Sangre preciosa de España!



23



No quiero seguir nombrando

más sangre, pues mi guitarra

también se está desangrando.



24



Mas aunque su voz se muera,

su voz seguirá cantando

a la España guerrillera.



25



Siempre seguirá cantando

y seguirá maldiciendo

hasta que el gallo del alba

grite que está amaneciendo.



26



Ya remontó la mañana.

¡Ya el aire se está poniendo

banderas republicanas!








1



Éste es el pueblo andaluz,

serio, puro y desgarrado,

en las tierras de la luz.



2



De los pobres campesinos

sin trabajo, jornaleros

del hambre por los caminos.



3



Tristes pájaros que van

bajo los soles quemados,

sin sueño, en busca del pan.



4



Que van más lejos, afuera,

dejando el hogar en llanto,

solos, a tierra extranjera.



5



¡Campos de un único dueño,

sin cultivar, y los toros

contra el cielo marismeño!






1



Déjame esta madrugada

lavar tu llanto en mi pena,

Virgen de la Macarena,

llamándote camarada.



2



Flor del vergel sevillano,

sangre de tu santa tierra,

de la paz, no de la guerra,

jamás de Queipo de Llano.



3



Que tú no eres generala,

abogada del terror,

sino madre del amor,

lumbre que todo lo iguale.



4



Camarada, compañera,

de obreros y campesinos,

nunca de los asesinos

del pueblo que te venera.



5



Tú la representación

pura de la luz serena,

Virgen de la Macarena,

no de la provocación.



6



Muchacha de Andalucía,

la más clamorosa alhaja

de la sola cofradía

de la gente que trabaja.









Hoy las nubes me trajeron,

volando, el mapa de España

¡Qué pequeño sobre el río,

y qué grande sobre el pasto

la sombra que proyectaba!



Se le llenó de caballos

la sombra que proyectaba.

Yo, a caballo, por su sombra

busqué mi pueblo y mi casa.



Entré en el patio que un día

fuera una fuente con agua.

Aunque no estaba la fuente,

la fuente siempre sonaba.

Y el agua que no corría

volvió para darme agua.






EL REGRESO



He elegido este día.

Aquí va a comenzar otra vez el otoño.

Allí, la primavera.

He elegido este día.

Aquí todas las hojas se preparan

para morir. Una neblina tierna,

movida por el viento,

va a hacer más delicada su caída.

Allí, seguramente,

ya están listas las hojas y las flores

y preparado el cielo

y ensayados los pájaros

para cantar su entrada.

¡Adiós, adiós, pequeña casa mía,

casa mía de rubias maderas como un barco

bello y tranquilo, anclado dulcemente

en el remanso umbroso de los bosques!

¡Adiós, negros cipreses impasibles,

álamos carolinos, casuarinas

musicales, oídas arboledas

en los lentos nocturnos de párpados insomnes!

No os abandono, os dejo.

He elegido este día.

Vuelvo a ti sin espada.



Una sola canción es todo mi equipaje



Amor.

Amor.

Amor.

Mi mano abierta,

y en su palma, una flor.

Llamo, hermano, a tu puerta,

con amor.

Amor.

Amor.

Amor.

Tu mano abierta,

y en su palma, una flor.

Abre, hermano, tu puerta,

con amor.



¿En dónde está mi casa? Dímelo. No la

encuentro.

Pero todo es mi casa... ¿En dónde mi jardín?

Mas todo es mi jardín... ¿Y mi fuente de

mármol?

Pero todo es mi fuente... ¿Y mi azotea?

Todas tus azoteas son la mía... ¿Y mis cielos?

Sé que todos tus cielos también me

pertenecen...

Pero ¿y mis muertos? Dime. Sí, mis muertos

son los tuyos también... Dejé mi espada...

Tú también has dejado la tuya... Descansemos.

Pero dime, ¿aquí es ya la primavera?



¿Corren claros los ojos de los ríos?

¿No bate el mar su puño de venganza?

He elegido este día.

Empecemos lavándonos las manos...

Allí ya ha comenzado otra vez el otoño...

Allí todas las hojas ya tiemblan preparadas

para morir... Aquí, seguramente...

Perdona, hermano mío,

pero no sé si aquí llegó la primavera,

si están listas las hojas y las flores

y preparado el cielo

y ensayados los pájaros

para cantar su entrada.

Igual que un fruto lento,

dura y difícil, sigue madurando...

Permanezco en mi sitio, por ahora,

soñando en este día, como tantos

otros de otros otoños,

la feliz primavera del regreso.






Alma ciudad...

Cervantes



E ll'accidenti, crescheno ‘ggni ggiorno.

G. G. Belli



Trata de no mirar sus monumentos,

caminante, si a Roma te encaminas.

Abre cien ojos, clava cien retinas,

esclavo siempre de los pavimentos.



Trata de no mirar tantos portentos,

fuentes, palacios, cúpulas, ruinas,

pues hallarás mil muertes repentinas

—si vienes a mirar—, sin miramientos.



Mira a diestra, a siniestra, al vigilante,

párate al ¡alto!, avanza al ¡adelante!,

marcha en un hilo, el ánimo suspenso.



Si vivir quieres, vuélvete paloma;

si perecer, ven, caminante, a Roma,

alma garaje, alma garaje inmenso.





Ah! cchi nun vede sta parte de monno Nun za nnemmanco pe ccche ccosa é nnato.

G. G. Belli


Dejé por ti mis bosques, mi perdida

arboleda, mis perros desvelados,

mis capitales años desterrados

hasta casi el invierno de la vida



Dejé un temblor, dejé una sacudida,

un resplandor de fuegos no apagados,

dejé mi sombra en los desesperados

ojos sangrantes de la despedida.



Dejé palomas tristes junto a un río,

caballos sobre el sol de las arenas,

dejé de oler la mar, dejé de verte.



Dejé por ti todo lo que era mío,

dame tú, Roma, a cambio de mis penas,

tanto como dejé para tenerte.





Stavo a ppissiá jjerzera lli a lo scuro...

G. G. Belli



Verás entre meadas y meadas,

más meadas de todas las larguras:

unas de perros, otras son de curas

y otras quizá de monjas disfrazadas.



Las verás lentas o precipitadas,

tristes o alegres, dulces, blandas, duras,

meadas de las noches más oscuras

o las más luminosas madrugadas.



Piedras felices, que quien no las mea,

si es que no tiene retención de orina,

si es que no ha muerto es que ya está

expirando.



Mean las fuentes... Por la luz humea

una ardiente meada cristalina...

Y alzo la pata... Pues me estoy meando.



De: LOS OCHO NOMBRES DE PICASSO Y NO DIGO MÁS QUE LO QUE NO DIGO




A Jaqueline, que vive siempre dentro de los ojos del monstruo.

El ojo humano, el ojo luz, el ojo caos, el ojo universo, el ojo eternidad...

Vicente Huidobro


Siempre es todo ojos.

No te quita ojos.

Se come las palabras con los ojos.

Es el siete ojos.

Es el cien mil ojos en dos ojos.



El gran mirón

como un botón marrón

y otro botón.

El ojo de la cerradura

por el que se ve la pintura.

El que te abre bien los ojos

cuando te muerde con los ojos.

El ojo de la aguja

que sólo ensarta cuando dibuja.

El que te clava con los ojos

en un abrir y cerrar de ojos.



El ojo avizor,

agresor,

abrasador,

inquisidor.

El ojo amor.

El ojo en vela,

centinela,

espuela,

candela,

el que se rebela y revela.



No cierra los ojos.

No baja los ojos.

Te quita los ojos.

Te arranca los ojos

y te deja manco

o te deja cojo.

Luego te compone

o te descompone,

la nariz te quita,

luego te la pone,

después te la quita

o te pone dos.



Ojo que te espeta,

que te desjarreta,

te agranda las tetas,

te achica las tetas,

te hace la puñeta,

te levanta el culo,

te deja sin culo,

te vuelve un alambre,

te ensarta en estambre,

te ve del revés,

todo dividido,

tundido, partido,

cosido, raído,

zurzido, fluido.



Ojos animales,

letales,

mortales,

umbilicales.

Ojos cataclismo,

temblor,

terremoto,

maremoto,

abismo,

flor.



Ojos toro azul,

ojos negro toro,

ojos toro rojo.

Ojos.

Son el con y el sin,

son el sin y el con.

Con esto y sin esto,

traspuestos, opuestos,

crueles, molestos,

el sumo y el resto.



El mundo tranquilo

pendía de un hilo.

Y el desbarajuste

de la gran baraja

cortó con su filo

su pincel navaja.



Salta el mundo, vuela.

Hecho añicos canta,

relincha, arde en vela,

se espanta.



¡Afuera esos ojos!

¡Quítenme esos ojos!

¿Quién trajo esos ojos?



Yo quiero ser flor.

Pero soy un pez.

Yo quiero ser pez.

Pero soy manzana.

Quiero ser sirena.

Pero soy un gallo.

Quiero ser la noche

y soy la mañana.



Mátenme esos ojos,

virojos,

pintojos,

ojos trampantojos.



Aquí la matanza,

aquí la esperanza,

el fusilamiento,

el derrumbamiento,

la paz, la bonanza.



Ojo, que remonto plato.

Ojo, que salto hecho jarra.

Ojo, que giro paloma.

Ojo, que remonto cabra.



Vivan esos ojos.

Luz para esos ojos.

Líneas y colores

para esos dos ojos.



Todo el amor para esos ojos.

El cielo entero para esos ojos.

El mar entero para esos ojos.

La tierra entera para esos ojos

La eternidad para esos ojos.






CUANDO ALTAIR SE FUE YA ENTRADA LA MAÑANA



Cuando Altair se fue ya entrada la mañana,

las rosas rojas que con ella trajo,

encendidas de noches altas y amaneceres,

daban mudos indicios, aunque lentos,

tristes, de marchitarse.

Después de su llorosa, acongojada,

solitaria partida,

alguien bañó las flores en agua nueva y dulce,

y aquí están encendidas y otras vez rosas rojas,

abiertas, esperando.






A PABLO NERUDA, CON CHILE EN EL CORAZÓN



No dormiréis, malditos de la espada,

cuervos nocturnos de sangrientas uñas,

tristes cobardes de las sombras tristes,

violadores de muertos.



No dormiréis.



Su noble canto, su pasión abierta,

su estatura más alta que las cumbres,

con el cántico libre de su pueblo

os ahogarán un día.



No dormiréis.



Venid a ver su casa asesinada,

la miseria fecal de vuestro odio,

su inmenso corazón pisoteado,

su pura mano herida.



No dormiréis.



No dormiréis porque ninguno duerme.

No dormiréis porque su luz os ciega.

No dormiréis porque la muerte es sólo

vuestra victoria.





No dormiréis jamás porque estáis muertos.








MARINERO, BUSCO EL MAR



Marinero, busco el mar

desde el aire y no lo veo.

Sé que debajo está el mar

y sé que encima está el cielo.

Voy entre el cielo y el mar.

Mas yo voy buscando el mar
y no lo veo.

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La casa es un tejido de ruidos

Los ruidos de la casa

LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”