Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Ensayo: Mi experiencia con Proserpina (Nelly Cardozo S.)


                    



El rapto de Proserpina de Alesandro Allori (Italia, 1536-1607)

 
Mi experiencia con Proserpina

Autora: Nelly Cardozo S.  

                                                “…Que el amor es, entre los dioses, el más antiguo,  el más venerable, el Señor de los Señores, en cuyas manos se encierran, para los hombres vivos, para los hombres idos, toda posesión de virtud y de bienaventuranza”
(II Palabras de Fedro. El Banquete.Platón)



Son las 4:30 de la madrugada. Hoy, como hace ya casi un mes, no consigo completar mi habitual descanso nocturno que solía extenderse, sin interrupciones, hasta las siete de la mañana.
La actividad mental o tal vez psíquica, me viene movilizando, mas no atormentando, desde la noche en que me comprometí públicamente a escribir un ensayo sobre mi experiencia personal con la lectura de “Proserpina”; el único cuento escrito por Armando Rojas Guardia a la edad de 34 años, ganador del Primer Premio de la Casa de la Cultura de Maracay en 1985.
No contaba yo, al momento de asumir  tal compromiso, con la sutil pero no menos inclemente batalla que tendría que dar en mi mundo interno contra todos los fantasmas que alguna vez participaron en la construcción de mi temprana personalidad. Se trataba de un verdadero tribunal inquisitivo conformado hasta donde pude ver, por mis padres, el cura de la Parroquia de Nuestra Señora de Copacabana, el maestro de la coral parroquial y la madre directora del Colegio Nazareth donde curse mis años de primaria. Ninguno de ellos y todos en forma unánime se negaban a impartir el permiso necesario para que se hiciera realidad mi empeño.
Finalmente logré obtener la anuencia de tan particular tribunal, comprometiéndome a escribir mi ensayo solamente en horas de la noche, amparada por las sombras y debiendo terminar mi tarea antes del amanecer. Tal parece que  se materializaba una vez más, el mito de Psique al no poder asumir mi experiencia erótica, sino bajo la oscuridad.
Comenzó luego un período durante el cual, justo antes del despertar, podía ver mi obra completamente terminada y en algunos casos me vi corrigiendo y mejorando párrafos que recorría de principio a fin sintiéndome satisfecha con lo que había hecho: bellísimas imágenes, buena redacción, claridad  en la exposición de las ideas, pero todo eso se volvía inaccesible en el instante de abrir mis ojos. Todo se difuminaba, se escurría por los caminos que llevan al inconsciente y nada podía recuperar de lo ocurrido en el mundo de Hades.
Lo que primero me impactó del cuento fue el tiempo verbal mayoritariamente utilizado. El futuro simple que sirve para describir acciones que se van a desarrollar en otro momento, sin necesidad de aclarar o no su certeza. En esa circunstancia la posibilidad juega a favor de la belleza en este entrañable cuento.
Ese tiempo verbal que pone distancia entre lo que estaba siendo relatado y su incierta ejecución, me facilitó el camino para adentrarme en el relato cual feliz “voyeusse” minimizando la acción represora de mis arcaicos sensores.
Encontré en el texto todos los elementos necesarios para que la historia cobrara vida. Está  presente el agua dentro de las riberas del Nilo fungiendo de marco y contención a tan bella historia. También está presenta como principal actor el fuego que anidaba en las entrañas de los amantes, sin cuya presencia atizada por Eros, no se hubieran desencadenado los acontecimientos amorosos. Esta igualmente la tierra, esta vez las arenas  del desierto  de Egipto y de la húmeda Ciudad del Cairo y finalmente el aire refrescante de las zonas residenciales de la Ciudad, convertido en caricia cómplice en el agitado respirar que las actividades amatorias imponen.
Pude acompañar a los furtivos amantes desde su primer encuentro en Egipto “…durante los primeros años de la “guerra fría”, aquella noche lluviosa y caliente en una terraza abierta sobre las luces del Cairo...” Esa noche supe que todo constelaba a favor de los amantes: la ausencia del Señor embajador y la de la esposa del amante, el sofocante ambiente de la fiesta y la incompatibilidad del excesivo protocolo, con el ánimo poco  convencional de la amada Proserpina.
De forma inesperada sentí en mi propia piel el llamado de Eros para ese primer encuentro bajo la noche densa, espirituosa y húmeda de El Cairo.
Mi corazón aceleró su pálpito al intuir lo que pasaría con la partida de María Eugenia hacia Venezuela. El efecto de la soledad del amante recién habitada por el amor de Proserpina,  fue la situación más auspiciosa para acelerar la historia que para ese momento ya me tenía cautiva por el resto del día.
Interrumpí la lectura hacia el mediodía para tomar un baño refrescante porque mi cuerpo ya había comenzado a incrementar su temperatura normal y sentía deseos de llevarme alguna jugosa fruta a mi boca. Regresé fresca y con poca vestimenta, acaso una blusa blanca transparente, acompañando con mi semi- desnudez los encuentros amorosos que vendrían con los días, semanas y meses, entre los amantes.
Asistí gozosa a la primera cita que tuvo lugar en la casa del amante transformada de hogar en “buhardilla” por efecto de las circunstancias y pude ver sus cuerpos disfrutando de la laxitud post-amatoria, tiempo en el cual se deleitan los amantes con la contemplación del amado, con el olor del otro, con la textura de su piel, que en el frenesí de la intimidad sexual entran a formar parte del contexto que sirve de fondo, junto con el lugar, el clima, la luz y las sombras.
Mi cuerpo se estremecía una y otra vez y envuelta en una experiencia impregnada de un raro misticismo, pude  contemplar el encuentro de Dios y Diosa al tiempo que recibía desde no sé cual dimensión del tiempo, el mensaje musical del Requiem de Fauré que invadió la estancia  donde se encontraban ellos, a través de la ventana. Pude oír con claridad cuando la amada en su entrega preguntó “... a través de sus enormes ojos fijos y abiertos- ¿Entiendes tu también el mensaje?-….y el amante en silencio solo pudo reconocer:-se me reveló tan hondo el desamparo de esa pegunta y era tan álgida la intemperie de su desnudez frente a la música que la sobrecogía, que una oleada de ternura me dobló los brazos y la acaricié con un afecto lleno de piedad y reverencia…”
Visité entonces mis memorias y pude rescatar mis propias experiencias del viaje sublime a través de mi cuerpo y las sensaciones que lo estremecen y las respuestas de profunda ternura, silencio y más amor con las que responde el amante, como una ofrenda ante la desnudez del espíritu.
Acompañé  también a Proserpina y a su amado escondida entre  los invitados a la excursión a las orillas del Nilo, en momentos donde ya se presentía el necesario regreso al pasado. Contemplé desde las cálidas aguas de mis propios sentimientos, la pasión y el arrojo de estos Dioses que se abandonaban una vez más al ritual inextinguible del amor de la carne en el lecho natural que les brindaba las  arenas de la ribera del rio.
Los últimos encierros en el gabinete de trabajo del amante, fueron dedicados a la experimentación psíquica. “Tiempo fuerte” de contacto por vía erótica con lo “Trascendente” que yo acompañé  en otra jornada de lectura, para la cual de forma desapercibida, preparé mi cuerpo con mis preferidos rituales pre-amatorios. Primero tomé un baño de tina en agua tibia con sales relajantes, aromatizadas con esencia de sándalo y luego ungí todo mi cuerpo con aceites esenciales cual si fuese yo en persona la amante pronta a recibir la visita de Eros en mi propia casa.
Continué la lectura de este magistral relato para descubrir finalmente que fue a través del olor que se  desprendía del cuerpo de Proserpina que el amante se desliza hacia otro plano temporal, el del pasado, donde nuevas circunstancias lo llevan al ansiado  encuentro de Eros con la muerte de Proserpina, para entonces  entrar en el cuerpo de Justina.
La tarde extendía sus brazos nuevamente, para recibir la frescura de la noche, en la terraza de mi apartamento. El reloj marcaba las 10 cuando sentí el giro de la llave en la puerta y entró mi amado. Nos miramos y en silencio se dirigió hacia el equipo de sonido y comenzó a sonar “Tenderly”, mi pieza favorita de jazz bellamente ejecutada por Chet Baker, me brindó una copa de Pinot Noir Chambolle-Musigny y nuevamente, todo constelaba esta vez a favor de  mi propia historia, aceptando el rapto de Eros hasta el amanecer.

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”