Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Cuento: El canario de Jules Renard

 

Jules Renard(Francia, 1864 - 1910)

El canario

Jules Renard

Traducción de Esperanza Cobos Castro

¿Por qué se me ocurriría comprar este pájaro? El pajarero me dijo: «Es un macho. Espere una semana para que se adapte, y cantará». Pero el pájaro se obstina en permanecer callado y lo hace todo al revés. Tan pronto como lleno su comedero, saca los granos con el pico y los lanza a los cuatro vientos. Ato con una cuerda una galleta entre dos barrotes de la jaula. Solo picotea la cuerda. Empuja y golpea la galleta como con un martillo y esta termina por caerse. Se baña en el agua limpia del bebedero y bebe en su bañera. Y defeca indiferentemente en los dos. Debe imaginar que el pastelito es una pasta con la que los pájaros de su especie construyen los nidos y, nada más verlo, se acurruca en él. No ha comprendido aún para qué sirven las hojas de lechuga y solo disfruta haciéndolas añicos. Cuando se le ocurre coger un grano, le cuesta un mundo tragárselo. Lo pasea de un lado al otro del pico, lo aprieta, lo aplasta, y mueve la cabeza como si se tratara de un viejito sin dientes. El terrón de azúcar no le sirve. ¿Es una piedra que sobresale, un balcón, una mesa poco práctica? Prefiere las barras de madera. Tiene dos que se superponen y se cruzan. Me aburre verlo saltar. Se asemeja a la estupidez mecánica de un péndulo que no marca nada. ¿Qué placer obtiene saltando así? ¿Qué necesidad le hace saltar? Si descansa de una aburrida gimnasia agarrado con una pata a la barra que parece estrangular, con la otra busca instintivamente la misma barra.

Tan pronto como se enciende la estufa con la llegada del invierno, cree que es primavera, época de su muda, y se despoja de todas las plumas. La luz de mi lámpara perturba sus noches, desorganiza sus horas de sueño. Se acuesta al atardecer. Dejo que la oscuridad lo envuelva. ¿Sueña quizá? Bruscamente, acerco la lámpara a la jaula. Abre los ojos. ¡Cómo! ¿Ya es de día? Y, rápidamente, comienza de nuevo a agitarse, a bailar, a agujerear una hoja, abre la cola en abanico, despliega las alas. Apago la lámpara y lamento no poder ver su cara estupefacta.

Pronto me canso de este pájaro mudo que solo vive al revés y lo suelto por la ventana… No sabe gozar de la libertad como no sabe vivir en una jaula. Alguien va a cogerlo fácilmente con la mano. ¡Pero que no se le ocurra devolvérmelo! No solo no ofrezco ninguna recompensa por él, sino que juraré que no conozco a ese pájaro.

FIN

Histoires naturelles, 1894

 

 

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”