Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

José Martí (Antología Poética)

José Martí (La Habana, 1853 - Dos Ríos 1895)



JOSÉ MARTÍ
(Cuba, 1853 - 1895)
No obstante su desenlace trágico, o quizás por ello mismo, José Mar­tí tuvo un destino privilegiado como escritor: su obra no sólo ilumina su vida, sino que, además, la prefigura. Lo cual no es nada sorprendente en quien, co­mo él, postulaba que “en toda poesía ha de ir envuelto un acto”. “No me pongan en lo oscuro/ A morir como un traidor: / ¡Yo soy bueno, y como bueno / Moriré de cara al sol!”, escribía en un poema de 1891. Poco des­pués, el 19 de mayo de 1895, moría en la batalla de Dos Ríos, intento últi­mo por liberar a su patria. Así el apóstol, el héroe y el poeta se conjugaban en una misma figura; más significativo aún: la letra encarnaba en su sentido pro­fundo: ¿no es, justamente, el drama histórico como drama solar una de las constantes de Martí? Cuando muere, Martí apenas contaba con cuarenta y dos años. Había vivido las experiencias más diversas: prisiones, exilios, viajes, activismo político y proselitista, la pobreza, el trabajo abrumador para subsistir, muchas veces el desencanto, sólo atenuado por su pasión e inteligencia excepcionales; dejaba escrita, sin embargo, una obra múltiple, que abarca casi todos los géne­ros. Es imposible aislar los distintos aspectos de esa obra; acá por razones ob­vias, nos concentraremos en su poesía. Martí rehuyó tanto cualquier vago es­teticismo como la prédica disfrazada de arte. En este último sentido, alguna vez advirtió: “A la poesía, que es arte, no vale disculparla con que es patrió­tica o filosófica, sino que ha de resistir como el bronce y vibrar como la por­celana”. De ahí también que su predilección estuviese por “las sonoridades di­fíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como lengua de lava”. Aun se propuso, continuando la gran utopía romántica, un objetivo todavía más radical: borrar las fronteras que han separado el arte y la vida. “Los pueblos —decía— han de cultivar a la vez el campo y la poesía”. Como poeta, quizás más que como prosista, Martí amó y practicó la sencillez — a la que no debe confundirse con la sim­pleza. Su sencillez fue compleja y sutil. En primer término, la capacidad de síntesis y de sugerencia, la poesía como “un haz de relámpagos”; “el lengua­je ha de ser matemático, geométrico, escultórico” — proponía. Luego, un sabio juego de las proporciones, pues: “Todo lo desequilibrado, irrita. Esta es la gran ley estética, la ley matriz y esencial”. (¡Finalmente, el don de la com­posición pictórica; por ello consideraba que “Hay algo plástico en el lenguaje y tiene él su cuerpo visible. El escritor ha de pintar, como el pintor”. Con­centración verbal, transparencia, ritmo, dinamismo, color; la sencillez en Martí fue también una búsqueda de la naturaleza original (“el único legíti­mo de la poesía moderna”, afirmaba). Lo mejor de su poesía podría admitir las palabras con que él mismo llegó a definir la de Walt Whitman: la poesía “del hombre desnudo, virginal, amoroso, sincero, potente (. . .), del hom­bre que, sin dejarse cegar por la desdicha, lee la promesa de final ventura en el equilibrio y la gracia del mundo”. ¿No llega a sostener, incluso, en uno de sus poemas que “el universo habla mejor que el hombre”? Tal vez ello explique que sea Martí, dentro del modernismo hispanoamericano, quien mejor supo arraigar las modalidades estéticas de su época (parnaso, impresionismo, sim­bolismo) en una verdadera tradición castellana.
Naturaleza original: lenguaje original. El pensamiento poético de Martí se nutre de estas dos fuentes. De estos dos poderes. Si hay algo realmente contemporáneo en Martí es el reconocimiento a los poderes del lenguaje — lo cual expuso en diversos pasajes de su obra. Señalemos, acá, tan sólo dos:
*¿Quién no sabe que la lengua es jinete del pensamiento, y no su ca­ballo? La imperfección de la lengua humana para expresar cabalmente los juicios, afectos y designios del hombre es una prueba perfecta y absoluta de la necesidad de una existencia venidera.
* Imágenes geniales, espontáneas y grandes, no vienen del laboreo peno­so de la mente, sino de su propia voluntad e instinto.

Tomado de: Antología de la poesía hispanoamericana moderna. Volumen I. Caracas: EQUINOCCIO – UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR.


I

YO SOY UN HOMBRE SINCERO

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,
hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado.
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez — en la reja,
A la entrada de la viña, —
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte
Qué gocé cual nunca: — cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcaide llorando.
Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, — es
Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero
Tomé la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto. —
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

III

ODIO LA MASCARA Y VICIO

Odio la máscara y vicio
Del corredor de mi hotel:
Me vuelvo al manso bullicio
De mi monte de laurel.

Con los pobres de la tierra
Quiero yo mi suerte echar:
El arroyo de la sierra
Me complace más que el mar.

Denle al vano el oro tierno
Que arde y brilla en el crisol:
A mí denme el bosque eterno
Cuando rompe en él el sol.

Yo he visto el oro hecho tierra
Barbullendo en la redoma:
Prefiero estar en la sierra
Cuando vuela una paloma.

Busca el obispo de España
Pilares para su altar;
¡En mi templo, en la montaña,
El álamo es el pilar!

Y la alfombra es puro helecho,
Y los muros abedul,
Y la luz viene del techo
Del techo de cielo azul.

El obispo, por la noche,
Sale, despacio, a cantar:
Monta, callado, en su coche,
Que es la piña de un pinar.

Las jacas de su carroza
Son dos pájaros azules:
Y canta el aire y retoza,
Y cantan los abedules.

Duermo en mi cama de roca
Mi sueño dulce y profundo:
Roza una abeja mi boca
Y crece en mi cuerpo el mundo.

Brillan las grandes molduras
Al fuego de la mañana,
Que tiñe las colgaduras
De rosa, violeta y grana.

El clarín, solo en el monte,
Canta al primer arrebol:
La gasa del horizonte
Prende, de un aliento, el sol.

¡Díganle al obispo ciego,
Al viejo obispo de España
Que venga, que venga luego,
A mi templo, a la montaña!

V

SI VES UN MONTE DE ESPUMA

Si ves un monte de espumas,
Es mi verso lo que ves:
Mi verso es un monte, y es
Un abanico de plumas.

Mi verso es como un puñal
Que por el puño echa flor:
Mi verso es un surtidor
Que da un agua de coral.

Mi verso es de un verde claro
Y de un carmín encendido:
Mi verso es un ciervo herido
Que busca en el monte amparo.

Mi verso al valiente agrada:
Mi verso, breve y sincero,
Es del vigor del acero
Con que se funde la espada.    

VIII

YO TENGO UN AMIGO MUERTO

Yo tengo un amigo muerto
que suele venirme a ver:
mi amigo se sienta, y canta;
canta en voz que ha de doler.

“En un ave de dos alas
bogo por el cielo azul:
un ala del ave es negra,
otra
de oro Caribú.”

“El corazón es un loco
que no sabe de un color:
o es su amor de dos colores,
o dice que no es amor.”

"Hay una loca más fiera
que el corazón infeliz:
la que le chupó la sangre
y se echó luego a reír.”

“Corazón que lleva rota
el ancla fiel del hogar,
Va como barca perdida,
que no sabe a dónde va.”

En cuanto llega a esta angustia
rompe el muerto a maldecir:
le amanso el cráneo: lo acuesto:
acuesto el muerto a dormir.

IX

QUIERO A LA SOMBRA DE UN ALA

Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos,
Y las orlas de reseda
Y las de jazmín: la enterramos
En una caja de seda.

… Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor:
El volvió casado:
Ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores.

… Ella, por volverlo a ver,
Saltó a verlo al mirador:
El volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.

Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en mi vida!

… Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!

X

EL ALMA TRÉMULA Y SOLA

El alma trémula y sola
padece al anochecer:
hay baile; vamos a ver
la bailarina española.

Han hecho bien en quitar
el banderón de la acera;
porque si está la bandera,
no sé, yo no puedo entrar.

Ya llega la bailarina:
soberbia y pálida llega:
¿cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.

Lleva un sombrero torero
y una capa carmesí:
¡lo mismo que un alelí
que se pusiese un sombrero!

Se ve, de paso, la ceja,
ceja de mora traidora:
y la mirada, de mora:
y como nieve la oreja.

Preludian, bajan la luz,
y sale en bata y mantón,
la virgen de la Asunción
bailando un baile andaluz.

Alza, retando, la frente;
crúzase al hombro la manta:
en arco el brazo levanta:
mueve despacio el pie ardiente.

Repica con los tacones
el tablado zalamera,
como si la tabla fuera
tablado de corazones.

Y va el convite creciendo
en las llamas de los ojos,
y el manto de flecos rojos
se va en el aire meciendo.

Súbito, de un salto arranca:
húrtase, se quiebra, gira:
abre en dos la cachemira,
ofrece la bata blanca.

El cuerpo cede y ondea;
la boca abierta provoca;
es una rosa la boca:
lentamente taconea.

Recoge, de un débil giro,
el manto de flecos rojos:
se va, cerrando los ojos,
se va, como en un suspiro...

Baila muy bien la española;
es blanco y rojo el mantón:
¡vuelve, fosca, a su rincón
el alma trémula y sola!

XI

YO TENGO UN PAJE MUY FIEL

Yo tengo un paje muy fiel
Que me cuida y que me gruñe,
Y al salir, me limpia y bruñe
Mi corona de laurel.

Yo tengo un paje ejemplar
Que no come, que no duerme,
Y que se acurruca a verme
Trabajar, y sollozar.

Salgo, y el vil se desliza
Y en mi bolsillo aparece;
Vuelvo, y el terco me ofrece
Una taza de ceniza.

Si duermo, al rayar el día
Se sienta junto a mi cama:
Si escribo, sangre derrama
Mi paje en la escribanía.

Mi paje, hombre de respeto,
Al andar castañetea:
Hiela mi paje, y chispea:
Mi paje es un esqueleto.

XVII

ES RUBIA: EL CABELLO SUELTO

Es rubia: el cabello suelto
Da más luz al ojo moro:
Voy, desde entonces, envuelto
En un torbellino de oro.

La abeja estival que zumba
Más ágil por la flor nueva,
No dice, como antes, “tumba”:
“Eva” dice: todo es “Eva”.

Bajo, en lo oscuro, al temido
Raudal de la catarata:
¡Y brilla el iris tendido
Sobre las hojas de plata!

Miro, ceñudo, la agreste
Pompa del monte irritado:
¡Y en el alma azul celeste
Brota un jacinto rosado!

Voy, por el bosque, a paseo
A la laguna vecina:
Y entre las ramas la veo,
Y por el agua camina.

La serpiente del jardín
Silba, escupe, y se resbala
Por su agujero: el clarín
Me tiende, trinando, el ala.

Arpa soy, salterio soy
Dónde vibra el Universo:
Vengo del sol, y al sol voy:
Soy el amor: soy el verso!
XXIII

YO QUIERO SALIR DEL MUNDO

Yo quiero salir del mundo
Po la puerta natural:
En un carro de hojas verdes
A morir me han de llevar.

No me pongan en lo oscuro
A morir como un traidor:
¡Yo soy bueno, y como bueno
Moriré de cara al sol!

XXV

YO PIENSO, CUANDO ME ALEGRO
Yo pienso, cuando me alegro
Como un escolar sencillo,
En el canario amarillo, —
¡Que tiene el ojo tan negro!

Yo quiero, cuando me muera,
Sin patria, pero sin amo,
Tener en mi losa un ramo
De flores, — ¡y una bandera!


YO QUE VIVO, AUNQUE ME HE MUERTO

Yo que vivo, aunque me he muerto,
soy un gran descubridor,
porque anoche he descubierto
la medicina de amor.

Cuando al peso de la cruz
el hombre morir resuelve,
sale a hacer bien, lo hace, y vuelve
como de un baño de luz.


XXXIV

¡PENAS! QUIÉN OSA DECIR

¡Penas! ¿Quién osa decir
que tengo yo penas? Luego,
después del rayo, y del fuego,
tendré tiempo de sufrir.

Yo sé de un pesar profundo
entre las penas sin nombres:
¡La esclavitud de los hombres
es la gran pena del mundo!

Hay montes, y hay que subir
los montes altos; ¡después
veremos, alma, quién es
quien te me ha puesto al morir!

XLIV

TIENE EL LEOPARDO UN ABRIGO

Tiene el leopardo un abrigo
en su monte seco y pardo:
yo tengo más que el leopardo,
porque tengo un buen amigo.

Duerme, como en un juguete,
la mushma en su cojinete
de arce del Japón: yo digo:
“No hay cojín como un amigo.”

Tiene el conde su abolengo:
tiene la aurora el mendigo:
tiene ala el ave: ¡yo tengo
allá en México un amigo!

Tiene el señor presidente
un jardín con una fuente,
y un tesoro en oro y trigo:
tengo más, tengo un amigo.

XLV

SUEÑO CON CLAUSTROS DE MÁRMOL

Sueño con claustros de mármol
donde en silencio divino
los héroes, de pie, reposan:
¡de noche, a la luz del alma,
hablo con ellos: de noche!
Están en fila: paseo
entre las filas: las manos
de piedra les beso: abren
los ojos de piedra: mueven
los labios de piedra: tiemblan
las barbas de piedra: empuñan
la espada de piedra: lloran:
¡vibra la espada en la vaina!
Mudo, les beso la mano.

¡Hablo con ellos, de noche!
Están en fila: paseo
entre las filas: lloroso
me abrazo a un mármol: “ ¡Oh mármol,
dicen que beben tus hijos
su propia sangre en las copas
venenosas de sus dueños!

¡Que hablan la lengua podrida
de sus rufianes! ¡Que comen
juntos el pan del oprobio,
en la mesa ensangrentada!
¡Que pierden en lengua inútil
el último fuego! ¡Dicen,
oh mármol, mármol dormido,
que ya se ha muerto tu raza!”.

Escúchame en tierra de un bote:
el héroe que abrazo: me ase
del cuello: barre la tierra
con mi cabeza: levanta
el brazo, ¡el brazo le luce
lo mismo que un sol!: resuena
la piedra: buscan el cinto
las manos blancas: ¡del socio
miran los hombres de mármol!

                     XLVI

VIERTE, CORAZÓN, TU PENA

Vierte, corazón, tu pena
donde no se llegue a ver,
por soberbia, y por no ser
motivo de pena ajena.

Yo te quiero, verso amigo,
porque cuando siento el pecho
ya muy cargado y deshecho,
parto la carga contigo.

Tú me sufres, tú aposentas
en tu regazo amoroso,
todo mi amor doloroso,
todas mis ansias y afrentas.

Tú, porque yo pueda en calma
amar y hacer bien, consientes
en enturbiar tus corrientes
con cuanto me agobia el alma.

Tú, porque yo cruce fiero
la tierra, y sin odio, y puro,
te arrastras, pálido y duro,
mi amoroso compañero.

Mi vida así se encamina
al cielo limpia y serena,
y tú me cargas mi pena
con tu paciencia divina.

Y porque mi cruel costumbre
de echarme en ti te desvía
de tu dichosa armonía
y natural mansedumbre;

porque mis penas arrojo
sobre tu seno, y lo azotan,
y tu corriente alborotan,
y acá lívido, allá rojo,

blanco allá como la muerte,
ora arremetes y ruges,
ora con el peso crujes
de un dolor más que tú fuerte,

¿habré, como me aconseja
un corazón mal nacido,
de dejar en el olvido
a aquel que nunca me deja?

¡Verso, nos hablan de un Dios
adonde van los difuntos:
verso, o nos condenan juntos,
o nos salvamos los dos!

De Versos sencillos

AMOR DE CIUDAD GRANDE

De gorja son y rapidez los tiempos.
Corre cual luz la voz; en alta aguja,
cual nave despeñada en sirte horrenda,
húndese el rayo , y en ligera barca
el hombre, como alado, el aire hiende.
¡Así el amor, sin pompa ni misterio
muere, apenas nacido, de saciado!
¡Jaula es la villa de palomas muertas
y ávidos cazadores! Si los pechos
s
e rompen de los hombres, y las carnes
ro
tas por tierra ruedan, ¡no han de verse
dentro más que frutillas estrujadas!

Se ama de pie, en las calles, entre el polvo
de los salones y las plazas; muere
la flor el día en que nace. Aquella virgen
trémula que antes a la muerte daba
la mano pura que a ignorado mozo;
el goce de temer; aquel salirse
del pecho el corazón; el inefable
placer de merecer; el grato susto
de caminar de prisa en derechura
del hogar de la amada, y a sus puertas
como un niño feliz romper en llanto;
y aquel mirar, de nuestro amor al fuego,
irse tiñendo de color las rosas,
¡ea, que son patrañas! Pues ¿quién tiene
tiempo de ser hidalgo? ¡Bien que sienta,
cual áureo vaso o lienzo suntuoso,
dama gentil en casa de magnate!
¡O si se tiene sed, se alarga el brazo
y a la copa que pasa se la apura!
Luego, la copa turbia al polvo rueda,
¡y el hábil catador — manchado el pecho
de una sangre invisible — sigue alegre
coronado de mirtos, su camino!
¡No son los cuerpos ya sino desechos,
y fosas, y jirones! ¡Y las almas
no son como en el árbol fruta rica
en cuya blanda piel la almíbar dulce
en su sazón de madurez rebosa,
sino fruta de plaza que a brutales
golpes el rudo labrador madura!

¡La edad es ésta de los labios secos!
¡De las noches sin sueño! ¡De la vida
estrujada en agraz! ¿Qué es lo que falta
que la ventura falta? Como liebre
azorada, el espíritu se esconde,
trémulo huyendo al cazador que ríe;
cual en soto selvoso, en nuestro pecho;
y el deseo, de brazo de la fiebre,
cual rico cazador recorre el soto.

¡Me espanta la ciudad! ¡Toda está llena
de copas por vaciar, o huecas copas!
¡Tengo miedo ¡ay de mí! de que este vino
tósigo sea, y en mis venas luego
cual duende vengador los dientes clave!
¡Tengo sed; mas de un vino que en la tierra
no se sabe beber! ¡No he padecido
bastante aún, para romper el muro
que me aparta ¡oh dolor! de mi viñedo!
¡Tomad vosotros, catadores ruines
de vinillos humanos, esos vasos
donde el jugo de lirio a grandes sorbos
sin compasión y sin temor se bebe!
¡Tomad! ¡Yo soy honrado, y tengo miedo!

Nueva York, abril de 1882.

HIERRO

Ganado tengo el pan: hágase el verso,—
y en su comercio dulce se ejercite
la mano, que cual prófugo perdido
entre oscuras malezas, o quien lleva
a rastra enorme peso, andaba ha poco
sumas hilando y revolviendo cifras.
Bardo, ¿consejo quieres? Pues descuelga
de la pálida espalda ensangrentada
el arpa dívea, acalla los sollozos
que a tu garganta como mar en furia
se agolparán, y en la madera rica
taja plumillas de escritorio y echa
las cuerdas rotas al movible viento.

¡Oh alma! ¡oh alma buena! ¡mal oficio
tienes!: ¡póstrate, calla, cede, lame
manos de potentado, ensalza, excusa
defectos, tenlos — que es mejor manera
de excusarlos —, y mansa y temerosa
vicios celebra, encumbra vanidades:
verás entonces, alma, cuál se trueca
en plato de oro rico tu desnudo
plato de pobre!

Pero guarda ¡oh alma!
¡que usan los hombres hoy oro empañado!
Ni de eso cures, que fabrican de oro
sus joyas el bribón y el barbilindo:
las armas no,— ¡las armas son de hierro!

Mi mal es rudo; la ciudad lo encona;
lo alivia el campo inmenso. ¡Otro más vasto
lo aliviará mejor! — Y las oscuras
tardes me atraen, cual si mi patria fuera
la dilatada sombra.

Era yo niño
y con filial amor miraba al cielo:
¡cuán pobre a mi avaricia el descuidado
cariño del hogar! ¡Cuán tristemente
bañado el rostro ansioso en llanto largo
con mis ávidos ojos perseguía
la madre austera, el padre pensativo
sin que jamás los labios ardorosos
del corazón voraz la sed saciasen.

¡Oh verso amigo,
muero de soledad, de amor me muero!
No de amores vulgares; estos amores
envenenan y ofuscan. No es hermosa
la fruta en la mujer, sino la estrella.
¡La tierra ha de ser luz, y todo vivo
debe en torno de sí dar lumbre de astro!
¡Oh, estas damas de muestra! ¡Oh, estas copas
de carne! ¡Oh, estas siervas, ante el dueño
que las enjoya o estremece echadas!
¡Te digo, oh verso, que los dientes duelen
de comer de esta carne!
                                        Es de inefable
amor del que yo muero, del muy dulce
menester de llevar, como se lleva
un niño tierno en las cuidosas manos,
cuanto de bello y triste ven mis ojos.

Del sueño, que las fuerzas no repara
sino de los dichosos, y a los tristes
el duro humor y la fatiga aumenta,
salto, al sol, como un ebrio. Con las manos
mi frente oprimo, y de los turbios ojos
brota raudal de lágrimas. ¡Y miro
el sol tan bello y mi desierta alcoba,
y mi virtud inútil, y las fuerzas
que cual tropel famélico de hirsutas
fieras saltan de mí buscando empleo;
y el aire hueco palpo, y en el muro
frío y desnudo el cuerpo vacilante
apoyo, y en el cráneo estremecido
en agonía flota el pensamiento,
cual leño de bajel despedazado
que el mar en furia a la playa ardiente arroja!
¡Y echo a andar, como un muerto que camina,
loco de amor, de soledad, de espanto!
¡Amar, agonía! ¡Es tósigo el exceso
de amor! Y la prestada casa oscila
cual barco en tempestad: ¡en el destierro
náufrago es todo hombre, y toda casa
inseguro bajel, al mar rendido!
¡Sólo las flores del paterno prado
tienen olor! ¡Sólo las ceibas patrias
del sol amparan! Como en vaga nube
por suelo extraño se anda; las miradas
injurias nos parecen, y ¡el Sol mismo,
más que en grato calor, enciende en ira!
¡No de voces queridas puebla el eco
los aires de otras tierras: y no vuelan
del arbolar espeso entre las ramas
los pálidos espíritus amados!
De carne viva y profanadas frutas
viven los hombres, ¡ay!, ¡mas el proscripto
de sus entrañas propias se alimenta!
¡Tíranos: desterrad a los que alcanzan
el honor de vuestro odio: ya son muertos!
¡Valiera más ¡oh bárbaros! que al punto
de arrebatarlos al hogar, hundiera
en lo más hondo de su pecho honrado
vuestro esbirro más cruel su hoja más dura!
Grato es morir, horrible vivir muerto.
¡Mas no! ¡mas no! La dicha es una prenda
de compasión de la fortuna al triste
que no sabe domarla. A sus mejores
hijos desgracias da Naturaleza:
fecunda el hierro al llano, ¡el golpe al hierro!

Nueva York, 4 de agosto.

CRIN HIRSUTA

¿Que como crin hirsuta de espantado
caballo que en los troncos secos mira
garras y dientes de tremendo lobo,
mi destrozado verso se levanta? . . .
Sí, pero ¡se levanta! A la manera,
como cuando el puñal se hunde en el cuello
de la res, sube al cielo hilo de sangre.
Sólo el amor engendra melodías.

ÁRBOL DE MI ALMA

Como un ave que cruza el aire claro,
siento hacia mí venir tu pensamiento
y acá en mi corazón hacer su nido.
Abrese el alma en flor: tiemblan sus ramas
como los labios frescos de un mancebo
en su primer abrazo a una hermosura;
cuchichean las hojas; tal parecen
lenguaraces obreras y envidiosas,
a la doncella de la casa rica
en preparar el tálamo ocupadas.
Ancho es mi corazón, y es todo tuyo.
¡Todo lo triste cabe en él, y todo
cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere!
De hojas secas, y polvo, y derruidas
ramas lo limpio; bruño con cuidado
cada hoja, y los tallos; de las flores
los gusanos y el pétalo comido
separo; oreo el césped en contorno
y a recibirte, oh pájaro sin mancha,
¡apresto el corazón enajenado!

DOS PATRIAS

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
Su majestad el sol, con largos velos
Y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
Que en la mano le tiembla! Está vacío
Mi pecho, destrozado está y vacío
En donde estaba el corazón. Ya es hora
De empezar a morir. La noche es buena
Para decir adiós. La luz estorba
Y la palabra humana. El universo
Habla mejor que el hombre.
                                Cual bandera
Que invita a batallar, la llama roja
De la vela flamea. Las ventanas
Abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo
Las hojas del clavel, como una nube
Que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa…

DOMINGO TRISTE

Las campanas, el sol, el cielo claro
Me llenan de tristeza, y en los ojos
Llevo un dolor que el verso compasivo mira,
Un rebelde dolor que el verso rompe
¡Y es ¡oh mar! la gaviota pasajera
Que rumbo a Cuba va sobre tus olas!

Vino a verme un amigo, y a mí mismo
Me preguntó por mí; ya en mí no queda
Más que un reflejo mío, como guarda
La sal del mar la concha de la orilla.
Cáscara soy de mí, que en tierra ajena
Gira, a la voluntad del viento huraño,
Vacía, sin fruta, desgarrada, rota.
Miro a los hombres como montes; miro
Como paisajes de otro mundo, el bravo
Codear, el mugir, el teatro ardiente
De la vida en mi torno: Ni un gusano
Es ya más infeliz: ¡suyo es el aire,

YUGO Y ESTRELLA

Cuándo nací, sin sol, mi madre dijo:
“Flor de mi seno, Homagno generoso,
de mí y de la Creación suma y reflejo,
pez que en ave y corcel y hombre se torna,
mira estas dos, que con dolor te brindo,
insignias de la vida: ve y escoge.
Este, es un yugo: quien lo acepta, goza.

Hace de manso buey, y como presta
servicio a los señores, duerme en paja
caliente, y tiene rica y ancha avena.
Esta, oh misterio que de mí naciste
cual la cumbre nació de la montaña,
esta, que alumbra y mata, es una estrella.
Como que riega luz, los pecadores
huyen de quien la lleva, y en la vida,
cual un monstruo de crímenes cargado,
todo el que lleva luz se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
buey torna a ser, y en apagado bruto
la escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
como que crea, ¡crece!
                                     ¡Cuando al mundo
de su copa el licor vació ya el vivo;
cuando, para manjar de la sangrienta
fiesta humana, sacó contento y grave
su propio corazón; cuando a los vientos
de Norte y Sur virtió su voz sagrada,
la estrella como un manto, en luz lo envuelve,
se enciende, como a fiesta, el aire claro,
y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
se oye que un paso más sube en la sombra! ”

—Dame el yugo, oh mi madre, de manera
que puesto en él de pie, luzca en mi frente
mejor la estrella que ilumina y mata.

ESTROFA NUEVA

Un obrero tiznado; una enfermiza
mujer, de faz enjuta y dedos gruesos;
otra que al dar al Sol los entumidos
miembros en el taller, como una egipcia
voluptuosa y feliz, la saya burda
en las manos recoge y canta, y danza;
un niño que sin miedo a la ventisca,
como el soldado con el arma al hombro,
va con sus libros a la escuela; el denso
rebaño de hombres que en silencio triste
sale a la aurora y con la noche vuelve,
del pan del día en la difícil busca,
cual la luz a Memnón, mueven mi lira.
Los niños, versos vivos, los heroicos
y pálidos ancianos, los oscuros
hornos donde en bridón o tritón truecan
los hombres victoriosos las montañas,
Astiánax son y Andrómaca mejores,
mejores, sí, que las del viejo Homero.

Naturaleza, siempre viva: el mundo
de minotauro yendo a mariposa,
que de rondar el Sol enferma y muere;
la sed de luz, que como el mar salado
la de los labios, con el agua amarga
de la vida se irrita; la columna
compacta de asaltantes que sin miedo
al Dios de ayer sobre los flacos hombros
la mano libre y desferrada ponen,
y los ligeros pies en el vacío,
poesía son y estrofa alada, y grito
que ni en tercetos ni en octava estrecha
ni en remilgados serventesios caben.

¡Vaciad un monte; en tajo de Sol vivo
tallad un plectro; o de la mar brillante
el seno rojo y nacarado, el molde
de la triunfante estrofa nueva sea!

¡Como nobles de Nápoles, fantasmas
sin carnes ya y sin sangre, que en polvosos
palacios muertos con añejas chupas
de comido blasón, a paso sordo
andan, y al mundo que camina enseñan
como un grito sin voz, la seca encía,
así, sobre los árboles cansados,
y los ciriales rotos, y los huecos
de oxidadas diademas, duendecillos
con chupa vieja y metro viejo asoman!
¡No en tronco seco y muerto hacen sus nidos,
alegres recaderos de mañana,
las lindas aves cuerdas y gentiles!
Ramaje quieren suelto y denso, y tronco
alto y robusto, en fibra rico y savia.
Mas con el Sol se alza el deber; se pone
mucho después que el Sol; de la hornería
y su batalla y su fragor cansada
la mente plena en el rendido cuerpo,
atormentada duerme, ¡como el verso
vivo en los aires, por la lira rota
sin dar sonidos desalado pasa!
Perdona, pues, oh estrofa nueva, el tosco
alarde de mi amor. Cuando, oh Poesía,
cuando en tu seno reposar me es dado.

¡NO, MÚSICA TENAZ...!

¡No, música tenaz, me hables del cielo!
¡Es morir, es temblar, es desgarrarme
sin compasión el pecho! Si no vivo
donde como una flor al aire puro
abre su cáliz verde la palmera,
si del día penoso a casa vuelvo...
¿Casa dije? ¡No hay casa en tierra ajena!...
¡Roto vuelvo en pedazos encendidos!
Me recojo del suelo: alzo y amaso
los restos de mí mismo; ávido y triste
como un estatuador un Cristo roto:
trabajo, siempre en pie, por fuera un hombre
¡venid a ver, venid a ver por dentro!
Pero tomad a que Virgilio os guíe...
Si no, estaos afuera: el fuego rueda
por la cueva humeante: como flores
de un jardín infernal se abren las llagas:
¡y boqueantes por la tierra seca
queman los pies los escaldados leños!
¡Toda fue flor la aterradora tumba!
¡No, música tenaz, me hables del cielo!

YO SACARE LO QUE EN EL PECHO TENGO

Yo sacaré lo que en el pecho tengo
de cólera y de horror. De cada vivo
huyo, azorado, como de un leproso.
Ando en el buque de la vida: sufro
de náuseas y mal de mar: un ansia odiosa
me angustia las entrañas: ¡quién pudiera
en un solo vaivén dejar la vida!
No esta canción desoladora escribo
en hora de dolor:
                                 ¡Jamás se escriba
en hora de dolor! el mundo entonces
como un gigante a hormiga pretenciosa
unce al poeta destemplado: escribo
luego de hablar con un amigo viejo,
limpio goce que el alma fortifica: —
¡Mas, cual las cubas de madera noble,
la madre del dolor guardo en mis huesos!
¡Ay! ¡mi dolor, como un cadáver, surge
a la orilla, no bien el mar serena!
Ni un poro sin herida: entre la uña
y la yema, estiletes me han clavado
que me llegan al pie; se me han comido
fríamente el corazón: y en este juego
enorme de la vida, cupo en suerte
nutrirse de mi sangre a una lechuza.
¡Así hueco y roído, al viento floto
alzando el puño y maldiciendo a voces,
en mis propias entrañas encerrado!

No es que una mujer me engañe, o que fortuna
me esquive su favor, o que el magnate
que no gusta de pulcros, me querelle:
Es ¿quién quiere mi vida? es que a los hombres
palpo, y conozco, y los encuentro malos. —
Pero si pasa un niño cuando lloro
le acaricio el cabello, y lo despido
como el naviero que a la mar arroja
con bandera de gala un barco blanco.

Y si decís de mí blasfemia, os digo
que el blasfemo sois vos: ¿a qué me dieron
para vivir en un tigral, sedosa
ala, y no garra aguda? ¿o por acaso
es ley que el tigre de alas se alimente?
Bien puede ser: ¡de alas de luz repleto,
daráse al fin de un tigre luminoso,
radiante como el sol, la maravilla! —
¡Apresure el tigral el diente duro!
¡Nútrase en mí: coma de mí: en mis hombros
clave los grifos bien: móndeme el cráneo,
y, con dolor, a su mordida en tierra
caigan deshechas mis ardientes alas!

¡Feliz aquel que en bien del hombre muere!
¡Bésale el perro al matador la mano!

¡Como un padre a sus hijas, cuando pasa
un galán pudridor, yo mis ideas
de donde pasa el hombre, por quien muero,
guardo, como un delito, al pecho helado!

Conozco el hombre, y lo he encontrado malo.
¡Así, para nutrir el fuego eterno
perecen en la hoguera los mejores!
¡Los menos por los más! ¡los crucifixos
por los crucificantes! En maderos
clavaron a Jesús: sobre sí mismos
los hombres de estos tiempos van clavados.
Los sabios de Chichén, la tierra clara
donde el aroma, y el maguey se crían,
con altos ritos y canciones bellas
al hondo de cisternas olorosas
a sus vírgenes lindas despeñaban,
a su virgen mejor precipitaban.
Del temido brocal se alzaba luego
a perfumar el Yucatán florido
como en talle negruzco rosa suave
un humo de magníficos olores: —
tal a la vida echa el Creador los buenos:
a perfumar: a equilibrar: ¡ea! clave
el tigre bien sus garras en mis hombros:
los viles a nutrirse: los honrados
a que se nutran los demás en ellos.

Para el misterio de la Cruz, no a un viejo
pergamino teológico se baje:
bájese al corazón de un virtuoso.
Padece mucho un cirio que ilumina:
¡Sonríe, como virgen que se muere,
la flor cuando la siegan de su tallo!
¡Duele mucho en la tierra un alma buena!
De día, luce brava: por la noche
se echa a llorar sobre sus propios brazos:
luego que ve en el aire de la aurora
su horrenda lividez, por no dar miedo
a la gente, con sangre de sus mismas
heridas, tiñe el miserable rostro,
¡y emprende a andar, como una calavera
cubierta, por piedad, de hojas de rosa!

Diciembre, 14.

CONTRA EL VERSO RETORICO...

Contra el verso retórico y ornado
el verso natural. Acá un torrente:
aquí una piedra seca. Allá un dorado
pájaro, que en las ramas verdes brilla,
como una marañuela entre esmeraldas —
acá la huella fétida y viscosa
de un gusano: los ojos, dos burbujas
de fango, pardo el vientre, craso, inmundo.
Por sobre el árbol, más arriba, sola
en el cielo de acero una segura
estrella; y a los pies el horno,
el horno a cuyo ardor la tierra cuece —
llamas, llamas que luchan, con abiertos
huecos como ojos, lenguas como brazos,
savia como de hombre, punta aguda
cual de espada: ¡la espada de la vida
que incendio a incendio gana al fin, la tierra!
Trepa: viene de adentro: ruge: aborta.
Empieza el hombre en fuego y para en ala.
Y a su paso triunfal, los maculados,
los viles, los cobardes, los vencidos,
como serpientes, como gozques, como
cocodrilos de doble dentadura,
de acá, de allá, del árbol que le ampara,
del suelo que le tiene, del arroyo
donde apaga la sed, del yunque mismo
donde se forja el pan, le ladran y echan
el diente al pie, al rostro el polvo y lodo,
cuanto cegarle puede en su camino.
El, de un golpe de ala, barre el mundo
y sube por la atmósfera encendida
muerto como hombre y como sol sereno.
Así ha de ser la noble poesía:
así como la vida: estrella y gozque;
la cueva dentellada por el fuego,
el pino en cuyas ramas olorosas
a la luz de la luna canta un nido
canta un nido a la lumbre de la luna.
                            
De: Flores del destierro

LA NOCHE ES LA PROPICIA

La noche es la propicia
amiga de los versos. Quebrantada,
como la mies bajo la trilla, nace
en las horas ruidosas la Poesía.
A la creación la oscuridad conviene —
Las serpientes, de día entrelazadas
al pensamiento, duermen: las vilezas
nos causan más horror, vistas a solas.
Deja el silencio una impresión de altura: —
y con imperio pudoroso, tiende
por sobre el mundo el corazón sus alas.
¡Noche amiga, — noche creadora! :
más que el mar, más que el cielo, más que el ruido
de los volcanes, más que la tremenda
convulsión de la tierra, tu hermosura
sobre la tierra la rodilla encorva.
A la tarde con paso majestuoso
por su puerta de acero entra la altiva
naturaleza, calla, y cubre al mundo,
la oscuridad fecunda de la noche:
surge el vapor de la fresca tierra;
pliegan sus bordes las cansadas hojas;
y en el ramaje azul tiemblan los nidos.
Como en un cesto de coral, sangrientas,
en el día, las bárbaras imágenes
frente al hombre, se estrujan: tienen miedo,
y en la taza del cráneo adolorido
crujen las alas rotas de los cisnes
que mueren del dolor de su blancura.
¡Oh, cómo pesan en el alma triste
estas aves crecidas que le nacen
y mueren sin volar! ¡Flores de plumas
bajo los pobres versos, estas flores,
flores de funeral mortandad!
¿Dónde, lo blanco
podrá, segura el ala, abrir el vuelo?
¿Dónde no será crimen la hermosura?

Oleo sacerdotal unge las sienes
cuando el silencio de la noche empieza:
y como reina que se sienta, brilla
la majestad del hombre acorralada.

Vibra el amor, gozan las flores, se abre
al beso — de un creador que cruza
la sazonada mente: el frío invita
a la divinidad; y envuelve al mundo
la casta soledad, madre del verso.

De: Flores del destierro

CUAL DE INCENSARIO ROTO...

Cual de incensario roto huye el perfume
así de mi .dolor se escapa el verso:
me nutro del dolor que me consume,
de donde vine, ahí voy: al Universo.

Cirio soy encendido en la tormenta:
el fuego con que brillo me devora
y en lugar de apagarme me alimenta
el vendaval que al temeroso azora.

Yo nunca duermo: al despertarme, noto
en mí el cansancio de una gran jornada
adonde voy de noche, cuando, roto
el cuerpo, hundo la faz en mi almohada.

¿Quién, cuando a mal desconocido postro
mis fuerzas, me unge con la estrofa blanda,
y de lumbre de amor me baña el rostro
y abrir las alas y anunciar me manda?

¿Quién piensa en mí? ¿Quién habla por mis labios
cosas que en vano detener intento?
¿De dónde vienen los consejos sabios?
¿Adonde va sin rienda el pensamiento?

Ya no me quejo, no, como solía,
de mi dolor callado e infecundo:
cumplo con el deber de cada día
y miro herir y mejorarse el mundo.

Ya no me aflijo, no, ni me desolo
de verme aislado en mi difícil lucha,
va con la eternidad el que va solo,
que todos oyen cuando nadie escucha.

Qué fue, no sé: jamás en mí di asiento
sobre el amor al hombre, a amor alguno,
y bajo tierra, y a mis plantas siento
todo otro amor, menguado e importuno.

La libertad adoro y el derecho.
Odios no sufro, ni pasiones malas:
y en la coraza que me viste el pecho
un águila de luz abre sus alas.

Vano es que amor solloce o interceda,
al limpio sol mis armas he jurado
y sufriré en la sombra hasta que pueda
mi acero en pleno sol dejar clavado.

Como una luz la férvida palabra
a los temblantes labios se me asoma:
mas no haya miedo que las puertas le abra
si antes el odio y la pasión no doma.

Qué fue, no sé: pero yo he dado un beso
a una gigante y bondadosa mano
y desde entonces, por donde hablo, impreso
queda en los hombres el amor humano.

Ya no me importa que la frase ardiente
muera en silencio, o ande en casa oscura,
amo y trabajo: así calladamente
nutre el río a la selva en la espesura.

De: Flores del destierro

ABRIL

Juega el viento de abril gracioso y leve
con la cortina azul de mi ventana:
da todo el sol de abril sobre la ufana
niña que pide al sol que se la lleve.

En vano el sol contemplará tendidos
hacia su luz sus brazos seductores,
estos brazos donde cuelgan las flores
como en las ramas cuelgan los nidos.

También el sol, también el sol, ha amado
y como todos los que amamos, sonriente
puede llevar la luz sobre la frente,
pero lleva la muerte en el costado.

De: Flores del destierro


VALLE LOZANO

Dígame mi labriego
¿Cómo es que ha andado
En esta noche lóbrega
Este hondo campo?
Dígame ¿de qué flores
Untó el arado,
Qué tierra olorosa
Trasciende a nardos?
Dígame ¿de qué ríos
Regó ese prado,
Qué era un valle muy negro
Y ora es lozano?

Otros, con dagas grandes
Mi pecho araron:
Pues ¿qué hierro es el tuyo
Qué no hace daño?
Y esto dije — y el niño
Riendo me trajo
En sus dos manos blancas
Un beso casto.
                  
PRÍNCIPE ENANO

Para un príncipe enano
se hace esta fiesta.
Tiene guedejas rubias,
blandas guedejas;
por sobre el hombro blanco
luengas le cuelgan.
Sus dos ojos parecen
estrellas negras:
¡vuelan, brillan, palpitan,
relampaguean!
El para mí es corona,
almohada, espuela.
Mi mano, que así embrida
potros y hienas,
va, mansa y obediente,
donde él la lleva.
Si el ceño frunce, temo;
si se me queja, —
cual de mujer, mi rostro
nieve se trueca:
su sangre, pues, anima
mis flacas venas:
¡con su gozo mi sangre
se hincha, o se seca!
Para un príncipe enano
se hace esta fiesta.

¡Venga mi caballero
por esta senda!
¡Entrese mi tirano
por esta cueva!
Tal es, cuando a mis ojos
su imagen llega,
cual si en lóbrego antro
pálida estrella,
con fulgor de ópalo
todo vistiera.
A su paso la sombra
matices muestra,
como al sol que las hiere
las nubes negras.
¡Heme ya, puesto en armas,
en la pelea!
Quiere el príncipe enano
que a luchar vuelva:
¡él para mí es corona,
almohada, espuela!
Y como el sol, quebrando
las nubes negras,
en banda de colores
la sombra trueca, —
él, al tocarla, borda
en la onda espesa,
mi banda de batalla
roja y violeta.
¿Conque mi dueño quiere
que a vivir vuelva?
¡Venga mi caballero
por esta senda!
¡Entrese mi tirano
por esta cueva!
¡Déjeme que la vida
a él, a él ofrezca!
Para un príncipe enano
se hace esta fiesta.

De: Ismalillo

MI DISPENSERO

Qué me das? ¿Chipre?
Yo no lo quiero:
Ni rey de bolsa
Ni posaderos
Tienen del vino
Que yo deseo;
Ni es de cristales
De cristaleros
La dulce copa
En que lo bebo.

Mas está ausente
Mi despensero,
Y de otro vino
Yo nunca bebo.

De Ismaelillo                   

PARA ARAGON, EN ESPAÑA

Para Aragón, en España,
tengo yo en mi corazón
un lugar todo Aragón,
franco, fiero, fiel, sin saña.

Si quiere un tonto saber
por qué lo tengo, le digo
que allí tuve un buen amigo,
que allí quise una mujer.

Allá, en la vega florida,
la de la heroica defensa,
por mantener lo que piensa
juega la gente la vida.

Y si un alcalde lo aprieta
o lo enoja un rey cazurro,
calza la manta el baturro
y muere con su escopeta.

Quiero a la tierra amarilla
que baña el Ebro lodoso;
quiero el Pilar azuloso
de Lanuza y de Padilla.

Estimo a quien de un revés
echa por tierra a un tirano;
lo estimo si es un cubano,
lo estimo, si aragonés.

Amo los patios sombríos
con escaleras bordadas;
amo las naves calladas
y los conventos vacíos.

Amo la tierra florida,
donde rompió su corola,
musulmana o española,
la poca flor de mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Inquietud

Verano

Pescadores en una tarde de verano de Michael Peter Ancher (Dinamarca, 1849 - 1927) Gilberto Aranguren Peraza  Verano   Nunca había sentido ...

Entradas Inquietantes

Poesía Inquietante

Itinerario. LIbro de Poesía. De: Gilberto Aranguren Peraza

Itinerario. LIbro de Poesía. De: Gilberto Aranguren Peraza
En nuestro día a día, perdemos de vista las cosas sencillas de la vida, el autor Gilberto Aranguren, a través del género poético, construye imágenes que conforman la interioridad de su mundo, le da importancia a cada aspecto de su vida y elige con cuidado aquello que le parece valioso y que pueda marcar totalmente la diferencia, él sabe que hay un mundo en su interior invisible para los demás y que cada evento exterior representa una ventana a su interior, ¡sus poemas son su reflejo!

LIBRO ITINERARIO

Si deseas acceder a la compra del Libro ITINERARIO, ya sea en papel o en e-Pub puedes hacerlo haciendo uso del siguiente link:

Libro: Los ruidos de la Casa

Libro: Los ruidos de la Casa
La casa es un tejido de ruidos

Los ruidos de la casa

LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”