Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Poemas: De Epitalamios de Cintio Vitier



Cintio Vitier (USA, 1921 - Cuba, 2009)




De Epitalamios, 1966

PRIMER EPITALAMIO

UN SOL DE ESTAÑO
pulsa en sueños el laúd de plata
que perdí.

          (Pueblo de árboles mudos,
pavor, raya.)

¿Ir? Venía
de dilapidar el tesoro:
andaba cegado
con los chisporroteos del invierno.

¡Mujer, confuso
venado, azul, entre bastidores!

La distancia corta
era justa, el conocido barrio
suficiente para tocar prodigios
palpitantes en tu seno —si existieras.


SEGUNDO EPITALAMIO

SIN ASIDERO,
solo,
sin soledad
que pueda hacerme fiera compañía,
no tan lejano
que no sepan alcanzarme las miradas,
al contrario
despedazado en ellas
pero ajeno
a los sonidos que la surcan,

silencioso
con las escasas palabras suficientes
para llegar al día.
cruzo un desierto,
bajo a un abismo, rondo
por extramuros, doy
limosna a un pobre que me odia,
el templo está vacío,
el rostro de la arena
me enamora, el jugo
de los tallos salvajes me enloquece,

vuelvo
a realizar inútiles oficios,
pongo letras en la frente
del hastío,
un reno salta
en la vieja altivez de mi deseo!,

no sé (te amo, árida), no sé
si algo distinto se ha mezclado al mundo,
si has empezado a acariciarme,
si me llevas deslumbrado a la isla de las bodas
o al espejo duro, implacable
de tus ojos.

TERCER EPITALAMIO

NO HABITAS RUINAS,
antros
ni memorias,
sino guijarros prístinos, brillando
con el goterón de maravilla que el sol chupa.

Tu reino es hoy, ahora.

                    ¡Vírgenes
letras, dolor fresco, sangre
súbita!

      Lo efímero es el manto
de tu terrible desnudez que amo,
la realidad altiva, sucesiva, simultánea,
jamás caduca, fulgor breve
de la inmortal noticia,
fosco revés, pálida congoja, gozo.

Ven, amontonada ira, huye
como la luz, intacta; álzame a tu vuelo!

CUARTO EPITALAMIO

CUÁNTAS VECES habrás estado cerca,
más que mi sombra,
y no te habré reconocido—

y mis palabras, las
usurpadoras, habrán ahogado en el silencio
a tus palabras débiles, ay, radiantes—

              o al revés,

Extraña,
       cuántas veces
te habré buscado entre las pobres
costumbres de mi alma,
sin ver que afuera me esperabas,
en la jornada hiriente de los otros!

QUINTO EPITALAMIO

No ERES LO CONOCIDO ni lo desconocido,
lo nuevo ni lo antiguo, rompes
lo visible y lo invisible como
una lanza el cuerpo, el alma, y brota
la sangre que es agua que es sangre.

No eres
lógica ni absurda, cantas
en la húmeda rama de una idea
o en el argumento
lúcido
del llanto, piensas.

En fin, nada de esto
tiene que ver contigo.
La cólera está brillando en tu mirada.

SEXTO EPITALAMIO

VEO
los espacios vacíos
de este mundo,
lo que hay
entre árbol y árbol,
cristalino,
entre el cielo y el mar,
lo que rodea y separa
a cada cosa
y las une:
los blancos
vivos
de la página
—con qué reverencia!

SÉPTIMO EPITALAMIO

EL ROSTRO DE MI AMADA,
velado aún,
promete el esplendor de la verdad.
Sus ojos miran como el horizonte,
su boca tiene la sabiduría de los pájaros.

El cuerpo de mi amada,
hecho de dolor,
es el júbilo del mundo.
                   Herido huye
si lo toco; en la sombra
fulge; la luz lo transparenta,

El alma de mi amada
va por un desierto pedregal, abriendo iris,
palmas, alas; asumiendo
la miseria toda.
             ¡Oh vísperas
de las nupcias!

             El nombre de mi amada
se escribe con la flor, junto a las aguas.

CÁNTICO NUEVO

ESTE LIBRO no es tanto de poesía
como de conciencia.

Sus versos resultan duros y desabridos
pero dicen la verdad de mi corazón
cambiante y una
como la profunda luz de agosto.

Ya no vale la pena escribir
una línea
que no sea completa, aunque después resulte poca,
la verdad.

La poesía no está por encima de nada.

Echo mi vida a un fuego: ser honrado.
Cómo no voy a querer serlo si en ello me va la vida.
No la que otros pueden darme o quitarme sino la que yo me doy
en mi conciencia que Dios me dio
para hacer este cántico nuevo,
áspero, duro y desabrido.

He pasado de la conciencia de la poesía
a la poesía de la conciencia, porque estoy, a no dudarlo,
entre la espada y la pared.

Este libro no contiene las notas de una lira
salvo que una lira sea
el tiempo y el espacio que van de la espada a la pared.

La profunda luz de agosto me lo dice:
Nada está por encima de nada.
Todo va a salvarse o a perderse junto en un solo cuerpo y en una sola
alma.

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”