Poeta venezolana con estudios en la Escuela de Artes Plástica Cristóbal Rojas; Comunicadora Social egresada de la Universidad Central de Venezuela y con Postgrado en Literatura Venezolana. Formó parte de los Talleres de Creación literaria del Centro de Estudios Latinoamericano Rómulo Gallegos (CELARG) junto a los poetas venezolanos Juan Calzadilla e Igor Barreto.
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Belkis Arredondo Olivo |
Poemas del Libro Cóncavo, publicado por Torremoza, S. L. Madrid en Julio 2005
Prólogo
Por: Juan Calzadilla
Entre los nuevos poetas venezolanos surgidos al calor del movimiento
literario generado en la década de los noventa en torno a los talleres de
escritura y los festivales de poesía (lo que se llamó entre nosotros el boom
poético latinoamericano), Belkys Arredondo ocupa un lugar especial.
Y es que, al referirnos
a ella, no podemos dejar de mencionar su rol cumplido como directora del sello
editorial El Pez Soluble: una empresa sin fines
de lucro cuyas publicaciones artesanales, de bajo tiraje y bello diseño, no
solo constituyen ejemplo de lo que debería hacerse en materia editorial para
divulgar entre nosotros la poesía, sino que además aportan referencias indispensables
para entender lo que han estado escribiendo nuestros últimos poetas en
aparecer. Aunque modestas en su formato y presentación, los cuadernos editados
por Belkys Arredondo han dado respuestas oportunas a las dificultades que los
poetas venezolanos encuentran para publicar sus libros a la hora de tocar las
puertas de las casas editoras, comerciales u oficiales. Y no hablemos de las
transnacionales del libro.
La condición poética está tan arraigada a
su oficio de editor como su gusto por el detalle expresivo, el buen diseño y la
papelería óptima, al punto de que no podría concluirse que Belkys Arredondo
hace de la poesía y el trabajo editorial actividades separadas y excluyentes.
Ambas se nutren recíprocamente, integradas por una misma pasión o angustia: la
escritura.
En Cóncavo, el último de sus
libros, continúa la tónica sosegada y transparente de sus anteriores tres
compilaciones: Sagita (1998), Abecedario roto (1999), y
De un grano de arena saldrá un pájaro (2001) y en todos ellos
la autora roza la profundidad de lo cotidiano o se adentra en la realidad para
establecer una comunicación fluida entre sujeto hablante y objeto verbal, una
comunicación expresada con la espontaneidad que ella adquirió de la práctica
del automatismo psíquico en talleres de escritura.
Sin embargo, en Cóncavo el registro temático
pareciera ahondar, con más fuerza que en sus primeros libros, en la memoria
afectiva y en la experiencia vivida, para hacer de este libro una especie de
elegía dividida en 42 fragmentos o poemas breves y una parte final. A
propósito del poema elegiaco ha dicho Rodolfo Moleiro, poeta venezolano, que
«se canta lo que se pierde», pero se canta justamente por el deseo de recuperarlo
a través de las palabras o la música. Por esto podemos decir de Cóncavo que es una elegía cuyo
tema es la recuperación del recuerdo de los padres muertos. Una elegía cruzada
por referencias a objetos, hechos y lugares que atestiguan sobre el tránsito y
desaparición de los seres queridos. Sin embargo, la poesía de Belkys Arredondo
pareciera construida sobre lo efímero y lo inmediato de una experiencia que en
su caso es básicamente sensorial. De allí que el espacio urbano resulte
escenario obligado en el cual se instala la voz para evocar, a tiempo que se
observa lo que está en primer plano, el relato de los padres. Por eso el
trazado que sigue esta poesía es también autobiográfico. Resulta que el sujeto
es aquí inseparable de lo que se cuenta o canta.
poesía y el trabajo editorial actividades
separadas y excluyentes. Ambas se nutren recíprocamente, integradas por una
misma pasión o angustia: la escritura.
En Cóncavo, el último de sus
libros, continúa la tónica sosegada y transparente de sus anteriores tres
compilaciones: Sagita (1998), Abecedario roto (1999), y
De un grano de arena saldrá un pájaro (2001) y en todos ellos
la autora roza la profundidad de lo cotidiano o se adentra en la realidad para
establecer una comunicación fluida entre sujeto hablante y objeto verbal, una
comunicación expresada con la espontaneidad que ella adquirió de la práctica
del automatismo psíquico en talleres de escritura.
Sin embargo, en Cóncavo el registro temático
pareciera ahondar, con más fuerza que en sus primeros libros, en la memoria
afectiva y en la experiencia vivida, para hacer de este libro una especie de
elegía dividida en 42 fragmentos o poemas breves y una parte final. A
propósito del poema elegiaco ha dicho Rodolfo Moleiro, poeta venezolano, que
«se canta lo que se pierde», pero se canta justamente por el deseo de recuperarlo
a través de las palabras o la música. Por esto podemos decir de Cóncavo que es una elegía cuyo
tema es la recuperación del recuerdo de los padres muertos. Una elegía cruzada
por referencias a objetos, hechos y lugares que atestiguan sobre el tránsito y
desaparición de los seres queridos. Sin embargo, la poesía de Belkys Arredondo
pareciera construida sobre lo efímero y lo inmediato de una experiencia que en
su caso es básicamente sensorial. De allí que el espacio urbano resulte
escenario obligado en el cual se instala la voz para evocar, a tiempo que se
observa lo que está en primer plano, el relato de los padres. Por eso el
trazado que sigue esta poesía es también autobiográfico. Resulta que el sujeto
es aquí inseparable de lo que se cuenta o canta.
Paisaje urbano y arquitectónico que
consiente la presencia de un conjunto de impresiones volátiles que se van
armando como un collage móvil, de poema en poema, de modo persistente y
fragmentario. Y aunque las imágenes refulgen insertadas cual gemas en el lenguaje,
hay que decir que el verdadero eje de la poesía de Belkys en Cóncavo es la lucha que se
libra en su mente para extraer de las cosas y los hechos vividos la huella en
donde ha quedado impreso el tránsito de esos seres queridos y ya muertos.
Para la poeta el cuerpo del poema está
dado por la materialidad de las palabras en las cuales encarna lo que se
nombra. Y lo que se nombra está incurso en la memoria y los recuerdos, sin
dejar de estar asociado a la experiencia inmediata, a ras de la cual la mirada
es iluminada por el resplandor de los objetos y del ámbito en que se
inscriben, pues ella trabaja con los datos de la realidad. El carácter
fragmentario de esta poesía permite que entremos y salgamos de ella como en un
recinto abierto en donde lo unitario del tema está sacrificado a una visión
múltiple de la memoria, en la cual también incursionan, como dijimos, lo
autobiográfico y las referencias al mundo de la infancia y de los hermanos de
la poeta.
De éstos dice:
Mis hermanos vendrán, del bautizo tendrán en sus
manos las moneditas y traerán consigo la espuma del
pleamar.
Puesto que se trata de una ficción
recreada, el poeta debe asentar también que
Vendrán, por la mujer que papá decidió
para trenzarse
como la sábana cubre un corazón de
tierra,
Vendrán con manos de aire, con manos de
madera, con
manos de sonido.
Dos toques de puerta y prenderán la luz. la blanca sobre
objetos blancos.
Cada quien con su silencio y en cada año
la
oración
para que los delfines vuelvan a arquear el aire.
En Cóncavo las rutas del alfabeto urbano se orientan hacia la
claridad que le propone la naturaleza, donde se hace el
descubrimiento del paisaje marino para trocar lo cóncavo,
otra vez, en extensión material, en piel parpadeante de
las cosas. Lo oscuro se vuelve palpable y las huellas
de los padres se desvanecen para dar paso a la Alegría del lenguaje, compartida con los pájaros. Ahora sí
puede el poeta exclamar, a la vista de la blanca casa de la
playa de la infancia, de los caracoles que cantan, del oleaje ultramarino:
En la escalera de arena no estuve sola, peldaños arriba sonreías. No es fácil, me dije, mantenerme.
No es fácil atrapar un
picaflor y saber si palpita.
No lo es abrir la mano
y que vuele.
No es fácil sostenerme
en el banco de arena mientras
adentro silba el
viento.
Tan ligero estás arriba con ojos mansos.
O en este otro poema:
Para su encanto en la hora de los pájaros, avivaré el cauce y las paredes serán de avena. Abriré una puerta antes del
susurro.
Discurrirá la pluma. Le
contaré la historia de los
caracoles y no existirá
lo definitivo.
Simplemente tomaré de
sus ojos lo redondo, sabré que
son ellos los de otros
tantos que en espirales de tiempo,
atrás y adelante serán
verdad.
(uno)
Cáscara descarada
sopla sopla
delgado cuerpo esforzado rueda el azogue
cáscara avidriada
cae y duele
vértebra de oro sostenme los sentidos.
(cinco)
Ahora, la angustia es una escalera con manos que se mueven y oídos que preguntan, tiene una cesta para el diezmo, canales sin postergación para llegar al logro, hermanas que se cuelgan, habitantes de febrero con cofia y trajes blancos en un aire de alcohol, en ella hay una larga noche y cortos días
con unagota que cae, cae, cae,
(siete)
En la espera, los hermanos tenemos vigilias
nos reconocemos en acercamiento y distancia,
en voz y desacuerdo,
en juntura y desaprobación.
Por la costumbre de sabernos, tiendo un camino para encontrarte señora de las retículas, salgo desnuda de artilugios, sin nada guardado en el costado izquierdo, sin migajas en el mantel,
señora tierna de los límites precisos en el horizonte te espero, allí donde la muerte acorralada preserve tu sangre mía.
(once)
Trasvaso imágenes. Una mujer vestida de sirena oteas el horizonte. La cámara busca el ángulo que la atrapará. Quieren guardar la memoria, fijar el tiempo en blanco y negro. No olvidar la arena ni el refugio del mar.
(doce)
Mi padre en la fotografía posó para ella y ahora con el tiempo para mí. Junto a la niña, en su rostro anida la confianza. La pequeña no se pregunta, recibe lo que existe.
Entre las piedras se reconocen y se ofrecen llenos de ovejas.
Guardar el eco de los pájaros antes de las cenizas.
(trece)
Páginas blancas para ti. Páginas de líneas horizontales. Transparentes líneas que someten el camino de los descubrimientos.
Bibliotecas de cuadernos blancos refulgen. Ondean promesas de agigantar las hojas de los días. Universo que ninguna pantalla circular congelará.
Sólo esta esencia que nos enamora y apasiona.
(veintitrés)
Y cuando diga
en esa casa vivimos
ésa fue nuestra playa
de allí el horizonte
quiero estar tranquila.
(treinta y dos)
Otra vez el mismo centinela trae alertas.
El amanecer rojo toca mi hombro para que acuda a la vida, recoja mis trajes, me ponga los zapatos.
Le digo a la piedra del altar
que cada reducto será auscultado. Acompáñame, le digo, sé mi secreto. ¿Vendrás enlos milagros?
¿Todos los rostros serán uno?
¿Los pasos, todos los pasos? ¿Vendrás conmigo? Te pido luz constantes. Dulzura en el actuar.
Vida desde el hilo tendido.
(treinta y nueve)
No olvidar la carretera en época de mandarina. Atravesarla. Verte con los brazos abiertos. Allá, más adelante de la montaña.
Hay un calor en estos árboles, a la izquierda, a la derecha. es como estra en casa. Raya blanca zigzagueante, zigzagueante, intermitente, continua, sístole y diástole. Ya llegaré.
Mi cuerpo se cubre con un escudo de bahareque, hay clavos, cascabelea. Pañuelito de cujíes en la tierra árida. La luz está limpiando, no la vía, los ojos.
El azul verdadero es un decorado que me acerca. Sin enamorar atrapo espacios de mi historia, la que florece al recorrer la carretera donde te encuentro más allá de la montaña.
(cuarenta y dos)
El hilo puede venir de una madeja, no estar hecho nudos, que haya viento y ojos que lo miren
poseer color tenue, aparente distancia, comienzo y fin,
acaricio largamente laceniza, esbozo tu rostro
te pido pasión eternizada
luz desde el hilo tendido
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