Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Rafael Cadenas (Poemas de Intemperie)

                                           
Rafael Cadenas

                                                   
                                           INTEMPERIE

I

El juez
—ese que separándose de nosotros
dicta sus fallos —
vive de nuestra sangre,
a expensas de nuestras entrañas,
comiéndose la fruta que nos llevamos a la boca;
es él quien la saborea, la mastica, la traga.
Se nutre aun perdonándonos.

Caminamos lentamente
y abriéndonos paso o pensando cada paso.

Su mirada rígida en la noche
se enciende con los huesos de la infancia.

2

Nada, nada se repite,
solo yo, en la memoria, me tengo
como un vestigio
entre mis propias manos.

3

Como quien camina según un designio
que no es suyo
y diseña una figura
que él mismo no puede leer,
hace su trayecto
el que debe explicar.

4

¿Cómo pudo
volverse tribunal
de su vida
(no es sino la sala
donde se reúne
a rumiar fallos)
el
que menos juzga,
el
que existe desde su cuerpo,
el
menos concluyente
de los nacidos?

5

Flacos dedos
me asuelan.
El cielo se estanca
en mi pozo.
La magia
está herida.

Vivo
como la tierra de donde vine,
la tierra que recorrí con mi padre.

Las palabras
no dicen en este confín.

6

Muerde,
traga,
recibe
lo necesitas,
lo está pidiendo a gritos tu cuerpo,
lo reclama tu pecho a voces,
lo esperan tus rodillas.
Come cuanto antes este plato.
Tus manos no se sentirán flojas en la mañana.
Toma el bocado que te corresponde,
el escogido para ti,
el que alguien puso en tu mesa
para que vivieras con él.

7

Hombre
que se acusa.
En el fondo
llaga
del Cristo
traicionado.

Impostura
que clama por exactitud.

8

Me sostiene
este vivir en vilo
sin ninguna señal
ni mapa
ni promesa,
en una antesala donde todos trajinan
como empleados
para olvidar.

9

Es recio haber sido,
sin saberlo, un jugador,
y encontrarse
tocando
como una carta
el destino.

Ya no hay más jugadas sino un ponerse
en manos desconocidas.

10

Ya el delirio no me solicita.
Vivo sobre la sal, levantándome y cayendo, día tras día. Como, ndo, me acuesto sobre lo que me sostiene sin pedir una aclaración, sin esperar nada. Soy cuerpo. Me llamo tensión, debilidad, silencio, piel, nervio, olor, yerro. Me arrastro, toco hierba, me hago suelo. Lo inefable no me quiere.

Hace años dejé de preguntar. Desistí en un tilo.
Las ventanas dicen vivir.
El pensamiento escarba, escarba.
Soy una cuerda que se abraza a la última proximidad.
Vibrante querer.
Ducho en disensión, en rotura, en desvivir, persisto.

Arrastro una historia anonadada.
Soy flaqueza máxima. Mis piernas se doblan. No llego, no llego.
¿De dónde sale la fuerza cuando sigo? Soy el sordo, el exabrupto, el golpe en la mejilla, el veneno de la suavidad, el manto del loco, el que hostiga al fervor, el sórdido tubo, la ciénaga sin fulgor, la horma de nuestra ignorancia, el que se hace, se deshace, se hace.

11

Bebo locura, yermo, corredor, libro, conversación, proximidad, vientre, sueldo; la bebida se riega con lentitud, se establece en las rodillas, sube a la boca confundiéndola,
mi único suelo.

12

La diosa no pudo conjurar la persecución. El que la servía oye restallar látigos, pero no puede apartar los ojos. Huye a un borde.
Allí dice su parte, su monodia, su antiestrofa.

13

Siéntate. Ya el tormento se viste con el trapo de la obligación. Es hora de dar comienzo a la obra.

Me retomo. Hace tiempo me dejé en un borde. Allí donde el azufre del monólogo hacía imposible respirar.

14

Aunque esté aquí en mi cuarto, éste es un confín. Cada instante me parece el último; el sitio que ocupo, término ansioso. Vivo en medio de congregadas extremidades.

15

Soy la eclosión muda de lo yacente. Una horda gárrula sale de la inercia y vuelve a ocultarse.
La respiración no puede con lo no dicho. Lo no dicho golpea contra las paredes. Voy, dando traspiés, a cumplir.

16

Desciendo a la calle, como si sólo yo existiera.
Exhalo azufre, lo huelo en la piel. Los condenados mandan mensajes conmigo.
Soy un micrófono que vocea médulas.

17

Desemboco donde no estoy.
Soy mi jugo, el hueso arrancado a la demencia, la rotura múltiple.
Vomito salmos, cuevas, miedos.

18

Es tan corta la distancia entre nosotros y el abismo, casi inexistente,  una delgada lujuria. Basta detenerse y ahí está. Somos eso.
No necesitamos mirarlo de cerca. Que no haya engaño. La separación nos pertenece.

19

Una vez más digo: si él no encontrara apoyo dentro de mí, todo se habría resuelto, pero no, me despedaza, me corta en trozos, me riega por el campo. En mi propio plato, con mi tósigo, me devora. Le he pedido que me deje donde me encontró, en la medianoche de todas las noches, pero él es incansable. Unta con mis trozos su pan. Embadurna conmigo sus días. ¿Y yo? Yo también lo devoro.

¿Pero a quién persigue el perseguidor? Si donde yo estoy no hay nadie. Me estrujo, me lleno de saliva, de tiempo y no encuentro historia. Ninguna marca, ningún hito, ninguna celebración. Entonces es inútil que se afane. Sin embargo, se convierte en látigo. Mi enemigo, o mi amigo a la larga, me arrastra por corredores, calles, autobuses, salones, rampas.

20

Somos los jornaleros incansables. Cavamos, cavamos y mientras más cavamos más crece nuestra tarea. Cavamos buscando un agujero.
Nuestra marca es este caminar tropezando. Estamos hasta los huesos de tinieblas.

21

Minos, el ululante, el de la larga cola, no necesitaba ser tan espantoso. Cualquier rostro hubiera servido. Juzgar basta.
Círculo significa no estar presente.

22

Cada quien lleva un fantasma incómodo. A espaldas suyas hacemos nuestra alegría. Somos los hombres de la tarea equivocada. Trabajamos para privarlo de comida, pero él nos ara por dentro. Los legados del error. Formamos mesnada. Labramos sin pausa disfraces.

23

Repetirse, repetirse, repetirse, y vivir ¿dónde es? ¿Quién sabe ceder el paso al deslumbramiento como el que se siente incumplido?
Ser a lo vivo, amor real.

REALIDAD

24

Tuve que disentir,
ocultarme,
desaparecer.

Tuve
que ser una disonancia.

Tuve que dejarme ir
a la deriva
sin explicar.

Tuve que esconder
el rostro,
volverme
huidizo,
callar, acallar
(cuando acaso era útil
una simple aclaración).

Se me juzgaba con ley de hombre
pero nunca fui interrogado.

Todo
fue por ti,
y no te he visto.

25

Se hunde uno,
se atasca,
se desoye
y vuelve a unirse. Un pantano.
No es broma.
Hay encallamientos
peores que la ilusión.

Se ahoga uno
en su magno deseo
y alguien lo levanta,
exhausto, confundido, disperso
y sin haber aprendido.

Se queda uno
a mitad de camino, reptando
bajo el resplandor.

26

Hazte a tu nada
plena.
Déjala florecer.
Acostúmbrate
al ayuno que eres.
Que tu cuerpo se la aprenda.

27

Puesto que estás aquí,
tienes que

Aquí se camina
sin preguntar.

Tienes que
No precisemos.
Haz como que entiendes.

Ya sabes:
sin interrogar.
(Todas las preguntas caen
a los pies de tienes que.)

¿Angustia?
Nada de eso,
quédate tranquilo
en tu silla, contando las horas.

28

No lleves más
la pesadilla.

Tenaz
se envuelve con nuestra piel.
Echémosla por la borda.

Al agua
la terrible
cansada
voraz
pesadilla,

ojo inminente de sal.

29

Vida
arrásame,
barre todo,
que sólo quede
la cascara vacía, para no llenarla más,
limpia, limpia sin escrúpulo
y cuanto sostuviste deja caer
sin guardar nada.

30

¿A dónde me conducirás?
¿Qué será de mi vida
trabajada?
¿Debo devolverme
después de haber andado tanto?
Me deshice
para llegar a este sitio.
Nos pertenecemos.
He de tener fuerzas para seguir.

31

Es de rigor
no quitarse la cara.
Los gritos deben quedar para el cuarto
donde apenas se está en pie.
Al salir
¡cuidado!, se ha de andar vestido
a lo héroe.
Ya sé.
Hay que escribir con distancia —no lejanía -
para, sobre todo, propiciar al pudor,
y si alguna vez te traicionas,
esto es,
dices
lo que se te vino a los labios,
no tendrás acceso
al recinto.

ARS POETICA

32

Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.

No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni
añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.

Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame la impostura, restrégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio. Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.

2 comentarios:

  1. Lamiendo huellas, busca huir de sus pasos...quizas esconderse dentro del crepusculo dolorido...

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    Respuestas
    1. Gracias por acercarte a esta La Isla Inquieta. Es un honor recibir tus comentarios.

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”