Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Prosa: Volver a empezar de Victoria de Stefano

 

Victoria de Stefano (Italia, 1940 - Venezuela, 2023) (Fotografía: F. Prieto)

Volver a empezar

de

Victoria de Stefano

 

Hace unos dos años y medio empecé a escribir otra novela. Escribir, qué mejor, respondía Beckett cuando ya viejo le preguntaban qué estaba haciendo. Sin duda, ¿qué mejor en una situación como esta por todos archireconocida?, no es necesario decir más. Durante el tiempo fuerte, largo, exigente del cautiverio contra voluntad, escribí, escribí, escribí, leí, volví a leer, seguí y espero seguir haciéndolo. Son dos cosas que siempre van, han ido e irán juntas, ambas constituyen la experiencia, si se quiere, el oficio adquirido, esforzado de la escritura. Escribir, leer es sobrevivir, por lo cual escribir a voluntad en estas circunstancias pasa a ser un ceremonial de sobrevivencia, una auténtica dádiva.

Así, una mañana de hace algo más de dos años empecé a escribir sin un rumbo preciso o una propuesta deliberada, como siempre, abandonándome a la improvisación, diría mejor a los imprevistos, después o casi simultáneamente vendría el momento de ajustar el estilo y la estructura, estos sí esforzados y buscados a conciencia, aunque no siempre logrados. Y entonces, ¿Qué iba saliendo? Recuerdos, episodios, meditaciones, olvidos que procuraba recuperar, incluso recrear… brumas, vahos, nieblas que trataba de despejar…Después de unas treinta páginas, escritas, rescritas, versión tras versión, sentí que había llegado el momento de ponerles un título. Los títulos, eso lo saben todos los escritores, pueden ser provisionales, pero aun así ayudan a avanzar: todo el arte de narrar consiste en aprender a avanzar. Parece fácil, pero no lo es. Bien, el título me llegó: Un grano de polvo se levanta. ¿Será el definitivo? No lo sé. Por el momento me sirve.

En este caso se trata de exhumar recuerdos personales, recuerdos de infancia, los padres, los hermanos, el entorno, reminiscencias que van más allá y más atrás de la propia infancia, al mundo de ayer, para emplear una expresión de Stephen Zweig, al mundo de ayer y antes de ayer, de ahí los granos, ahora en plural, de polvo que se levantan. Pronto me vino a la memoria Crónica personal, de Joseph Conrad escrita en 1902, a petición de Ford Madox Ford. Conrad se propone seguir su recorrido vital, se retrata, se recrea más como hombre que como novelista. Aunque a mi entender hay momentos en que ellos se solapan a través de la figura admirada del padre, personificado en su vocación inquebrantable de escritor, al igual que a una edad adulta llegará su hijo a entregarse a la literatura por vocación y decisión. El hombre y el escritor se encuentran a través de la prosa, una gran prosa de escritor, cargada de reminiscencias, imágenes, del poder efectivo de la palabra. Tanto que dos de los posibles títulos

en que pensó Conrad para ese escrito autobiográfico fue La vida y el arte o Las páginas y los años, títulos tienen que ver no solo con el hombre sino con el prolífico escritor que llenaría páginas y páginas.

Un escritor cuando va a escribir sobre su vida está obligado a hacer una elección. Puede hacerlo adoptando el tono íntimo, privado, sincero, independientemente de cuánto de ficción puede haber en la brecha a corazón abierto, iniciado por Las confesiones de Rousseau, que abre el romanticismo, o adoptar el estilo no confesional, predominante, si bien a ratos, solo a ratos y en dosis bien administradas se enriquece, desde el punto de vista emocional y afectivo, empleado por Conrad en Crónica personal. O puede inclinarse por la novela de la escritura y la relación entre el héroe, el protagonista, y el narrador, entre la vida y la obra, como En busca del tiempo perdido de Proust.

Mis libros parten de una idea, una situación, una escena, unos personajes todavía en sombras, diálogos que se entrecruzan. Así, a partir de las primeras cuartillas, las más difíciles, las más trabajadas, escritas línea a línea, párrafo a párrafo, voy adelantando trabajosamente, quitar un adjetivo, un adverbio. Tomé decisiones sobre los tiempos verbales, los pronombres personales… hasta que esas pocas cartillas empiezan a andar su camino y no pocas veces, sus venturosos, por insospechados, desvíos.

Dicho esto, es obvio que mi talante narrativo es moroso. Que mi prosa es reflexiva, cavilosa, como siempre han apuntado lectores y críticos. ¿Mis novelas son realistas, son de ficción, son imaginativas? No son de ficción en sentido lato, el término ficción siempre me echa para atrás, tampoco son especialmente imaginativas: son reales, hijas de la experiencia y de algunas verdades.

En última instancia todas las novelas surgen de un pacto con la realidad y de una necesidad de representar la vida como cosa real, pero a cada escritor su modo de construir ese pacto de representación: in media res, desde cierta distancia, desde arriba, desde bien adentro, es decir, desde la interioridad, en voz baja.

Leyéndome de atrás hacia adelante, creo que es a partir de mi segunda novela La noche llama a la noche y de la tercera Cabo de vida cuando, después de muchos y variados ejercicios de libertad para decir y sentir, pronto abandonados, pero nunca perdidos para el oficio, fui adquiriendo una voz más propia. En los años de 1988-1989 llevé un diario, 28 años después en vísperas de su publicación lo subtitulé La insubordinación de los márgenes. Pienso que me refería a todo lo que, desde los diarios, con sus rememoraciones, sus aconteceres del día, sus citas, sus lecturas, sus actos de fe, sus devociones, sus dudas, sus ansiedades, sin descontar tristezas y quejumbres, me compelía a invadir, entrar a saco en los espacios vacíos, los márgenes de las páginas en los que, cerca de traspasar la línea de sombra, aspiraba incursionar. De la inmersión en esos diarios, que fueron para mí una suerte de punto de quiebre, como si se dijera un antes y un después, nacieron El lugar del escritor, Lluvia, con sus relatoras diaristas, Pedir demasiado, y entre medio, el soltar las amarras de ese destino largo de recorrer, las Historias de la marcha a pie, más tarde, Paleografías y más recientemente Vamos, venimos.

Ahora cabalgo hacia la meta sobre Un grano de polvo se levanta.

 

©Victoria de Stefano

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