FLOR Y PIEDRA SEDUCENTE
MIran al blanco
la penumbra encendida
Hurgan en los poros de la ausencia
matices de luz y silencio.
De la abertura húmeda salta secreta
la primera complexión gutural.
Alguno detiene el esfuerzo de un acento
Lo mide
Lo confirma
Cerca
Rayonean
El minutero alza su voz de alto
Ahora el rito de la escucha.
Ito
Aún
sol en el recuerdo
Su movimiento de orejas
como separadas del cuerpo
La espada que decía engullir,
lo que creíamos
sin un dejo de duda
La parada de mano, ágil como gato levitante
El ocultamiento de la moneda por el
cigarrillo
en un instante, el inesperado
Los puntos negros
sobre la semiesfera roja de la nuez
para que un coquito cante
el cumpleaños a la niña
La talla
La forja del mágico
aparato
Así
su
personaje
En su honor ahora todas las funciones
a mi padre, H. V.
DEVINO
¿En qué se parece el vino a un ala?
A mi padre,
que llevaba el color del vino en los ojos
La
gota, la última, derramó su aliento
la exhalación
le
cayó al costado del cuello,
un
rojo intenso chocolate
Su
gota de cerveza, de la que aún aprendo
en
la gota de vino que a su recuerdo
bebo
La
gota,
una
cepa cualquiera
que
era mi padre
su
voz que resuena
en
caída
desde
la botella
ésta,
de la vida
que
revienta
a la playa del alma
el corcho, su sonido vacío
de nunca más
El
escribiente
Alguien lleva el
cuaderno de notas, donde trasiega una angustia de siglos, la minuta del
espectáculo
En alfabeto fenicio,
las primeras páginas del versificador, el misterio
Algunas hojas
desprenden su jeroglífico: la estela egipcia gotea aún resplandor y hasta un
vértice de pirámide, la palabra destila su olor antiguo de piedra ermita, con
su alarido cuando siembra arena al yugo de la noche
Todo canta
Todo se anota
Del hondo silbido de
tiempo, la memoria. La ausencia que pareciera susurrar la
nada, sí se escucha y atormenta
A veces el vocablo
gráfica: el bisonte cabalga la pradera de pared en la caverna y
el hombre que le da caza no detiene su asombro de milenio
La palabra dolor, en Mi Bemol, un rumor de lluvia. El
árbol que amaneció caído, lleva también registro de lamento. El color verde,
hace verdor en la palabra verde, en la última lengua retorcida que muere
El oficio: hilvanar la
consonante, enhebrar la vocal, atar al pájaro como herencia
Temprano se inventó ese
ruido, caligrama sangre, que como témpano nunca procuró desuso
Todavía hoy el martillo
que tercamente pronuncia la huella
La palabra, el umbral
de la nada, por eso el escribiente.
Un magnum para mí
El heladero agita su campana, la
tintinea sin parar hace milenios, yo pido el mío
Retumban tambores. Un sabor remoto. La
música de una fiesta primigenia. Grito de guerra que no para, se escucha a cada
esquina del barrio
Salutaciones somos. Te multiplicaste,
sobre siglos y otros, el dominó de aberraciones. Un nombre propio cae, el tuyo,
dulce y frío, desde el sorbete antiguo de un mármol que te celebra: la historia
Sobre cada ciudad fundada a tu paso te
replicas, eco en los vértices del minarete de esta Babel, la bola del congelado
que habitamos, la que aún así, rota
Tu asalto feroz sobre Bucéfalo contra
el paquidermo, allá donde el mundo termina, bronce recuerdo, cinta de film o
juguete de regalo envuelto como caja feliz, una cuña que asombra y deleita,
porque la pompa de la hazaña nos divierte, flor y piedra seducente, derretida
"sobre nuestras almas, que alzamos como barquilla, al brindis: Salve
Alejandro, milenios al cobijo de tu sombra
Aún resuenas: tu arrogancia, tu megalomanía,
tu arrasamiento cultural, tu transculturación impuesta a pellizcos, la
estupidez de los que en vorágine te siguieron a lanza y arco
Un tiempo que no fue criba, prestó su
agujero impenetrable, su paleta, su toping, su capita chocolate y fuiste el
transeúnte de las estaciones, así el misterio que no hubo de borrarte. Cada
niño sigue conociendo de tu canto, la sonrisa resuelta a la luz de una bengala,
humano signo tuyo que adentro, sembrado en las tripas, llevamos
Porque nos sabemos inferiores, requerimos
de los dioses, sus odios, sus helados.
Rendija
de seducción
Ancla hendida de tu ser
mi ojo atado
sujeto a ti
curva insinuada del hambre
herida tú, de
mi ansia
A la arena
A veces el arte consiste
en saltar
precipitadamente
al círculo de las dudas
con el león
porque el fuego ha de configurarnos
en fuego
↑ Chaplin ↓
la palabra
vino corriendo
desde el arco negro de tu ceja
de tu ojo negro saltó una vocal
en tu gesto cándido todos los alfabetos todos los gritos
la flor blanca que te sostiene
aún perfuma la tarde
pintada está tu silueta todavía
bajo el sombrero de paja detrás de un estrecho bigote
en calma
↑ Chaplin ↓
Ojo Errante
Errabundos
el mirar escudriña con un sueño bajo el
párpado,
hacen la reverencia
Ella increpa una,
y una vez más trae en su talega
a escondidas
el libro sagrado de los fotógrafos
el guante de seda que resbala su poema en
la vocal negra
el cofre de pájaros y delirios
o al hombre caja con el corazón de todos
Despliega la marea
Voz palabra
Voz silencio escucha susurro del propio
peso
Voz irreverencia ritornello
En el círculo del templo
huérfano, el monje
también come del caramelo de jengibre
Reman
Se descalzan en la isla Frotan el libro
escogido
y siguen por la ranura de un poema el
destino
Un loco arranca las páginas amarillas
Otra lee en el surco
rayado del disco, tararea La donna é mobile
Rezan al santo Bambino
Esculpen una sirena, la
siguen embebidos de soledad
Acompañan a la marinera
en su acto capital de resurrección,
mano a la visera
saludan al capitán, lo lloran
Toman el sorbo amargo
de un café de Arabia
gota a gota beben el
saudade de la Leyenda de Gilgamesh
Despiertan y ruedan la escena junto a la muñeca de Reverón
el leproso limpia entoces la lágrima a los ojos de Edipo
Lacan les promete un verso que no llega.
Héctor Vera es un poeta comprometido no sólo con la palabra, si no con la musicalidad que cada una de ella pueda ofrecer a los oídos de sus lectores. Es un poeta a cabalidad, definitivamente. Destaca en su poesía una fuerza reiterada de ternura y compromiso con aquellas voces que no son escuchadas por la serie de interferencias sociales y humanas. Es un poeta que busca expresar el dolor y la alegría de la gente sencilla. Su poesía está repleta de insinuaciones y referencias políticas, ecológicas, sociales, humanas, culturales, en fin, repleta de vida y sensaciones que sólo una persona como Héctor Vera sabe transmitir con su personalidad y sus deseos enormes de ver un mundo diferente al que vivimos. Es un poeta con una vida experencial dotada de energía cósmica y nuclear. Es un poeta de mundo.
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