Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Los favores de la luna



Charles Baudelaire

La Luna, que es el capricho en persona, se asomó por la ventana mientras tú dormías en tu cuna, y se dijo: «Me agrada esta niña».
Y descendió blandamente, por su escalera de nubes, y pasó sin ruido a través de los cristales. Luego se echó en­cima de ti con la suave ternura de una madre, y dejó por tu cara sus colores. Por eso las niñas de tus ojos se te que­daron verdes, y tus mejillas extraordinariamente pálidas. Contemplando a esta visitadora, tus ojos se te agranda­ron de un modo tan extraño; y te apretó con tanta ternura la garganta que de entonces conservas las ganas de llorar.
Sin embargo, en la expansión de su alegría, la Luna lle­naba toda la habitación, como una atmósfera fosfórica, como un pez luminoso; y esta luz viva pensaba y decía: «Por siempre sufrirás el influjo de mi beso: serás hermosa a mi manera. Amarás lo que yo amo y lo que a mí me ama: el agua, las nubes, el silencio y la noche; el mar in­menso y verde; el agua informe y multiforme; los lugares en los que no has de estar; el amante al que no conocerás; las flores monstruosas; los perfumes que hacen delirar: los gatos que se pasman sobre los pianos y que gimen como las mujeres, con voz ronca y dulce.
»Y serás amada por mis amantes, cortejada por mis cortesanos. Serás reina de los hombres de ojos verdes, a los que también he apretado la garganta en mis caricias nocturnas; y de los que aman el mar, el mar inmenso, tu­multuoso y verde, el agua informe y multiforme, el lugar en el que no están, la mujer que no conocen, las flores si­niestras que se asemejan a incensarios de una religión desconocida, los perfumes que turban la voluntad, y los animales salvajes y voluptuosos que son los emblemas de la locura».
Y por esta razón, mi querida y maldita niña, mi niña mimada, me hallo ahora rendido a tus pies, buscando por toda tu persona el reflejo de la temible Deidad, de la fatí­dica madrina, de la nodriza de todos los lunáticos.

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”