Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Lourdes Espínola: Poemas de La estrategia del caracol (1995)

 

Lourdes Espínola Wiezell (Paraguay, 1954)


Dedicatoria

a Dios,

de quien vienen todos los dones,

entre ellos la poesía y la vida.

 

a Vincent, porque lo merece.

Prólogo

Libro de balances, de replanteamientos, hechos «en medio del camino»,... constituye un angustioso y reflexivo cuestionamiento en una encrucijada «con todos los tiempos trastocados». La diversidad de temas trascendentales, de preguntas planteadas a sí misma, son pruebas de ello. La autora evoca su historia familiar a través de personajes y hechos altamente simbólicos: «...un pan de infancia / un olor de madre / un sonido; las pisadas del padre en la escalera...»; «un hermano que juega con aviones...» / «... una hermana que venda descalza / jazmines en Domingo...». Hay un recodo crucial en esa trayectoria: «La fragante adolescencia húmeda que marca un rasgo constante -la esencia femenina- en su palabra poética. Esa historia pasa, gozosa, por la certidumbre de la maternidad, la constancia del «hijo deseado»: «Hay un niño que duerme/ en la pieza de al lado / y mi corazón vaga ciego, / tanteando en la obscuridad / hasta besar el suyo». La corriente transcurre, pesarosa, por los oscuros pasadizos de la «Patria mía»: «...yo sé que tu palabra fue el silencio, / oprimida la sílaba, / humillado el vocablo...». Reflexiona, grávida, sobre la vocación poética, conjura las palabras para conseguir «...la alianza / de la eternidad y del instante...». El deambular se afirma en su condición femenina: «Soy mujer, desobedezco», «Escribo tinta de mujer», «Escribo vida de mujer», son títulos de poemas que lo atestiguan. El trayecto se realiza así en esa dimensión de la plenitud femenina, que es el amor. Siempre dije -y aquí me ratifico- que Lourdes es una de nuestras escritoras que, en forma raigal y coherente, asume la feminidad, no como reivindicación feminista -o no solamente-, sino como una manifestación sincera del impulso amoroso, del fuego sensual, trasvasados con honda y precisa intensidad en su poesía. Esa dimensión atraviesa su palabra, su aliento vital, de manera constante y espontánea, certera y decidida, con la fatalidad gozosa de lo que constituye una esencia. Ella lo define muy bien al referirse al «pozo interminable», al «peligroso abismo». Y lo ejemplifica con el mismo signo metafórico: «...precipicio, / el blando pozo de tu cuerpo». La atracción de esa hondonada no le espanta; por el contrario, le atrae, la seduce: «La noche -en tanto- cabalgando / y nosotros amarrados al borde del abismo».

Son sumamente variados los matices de la sensualidad en la palabra poética de Lourdes, eso que llama, con ingenua y sencilla certidumbre «...el rumor de las calladas voces de mi cuerpo / navegando en mi sangre desde siempre».

Cabe comenzar este rápido recorrido por los recursos, rara vez utilizados en nuestra poesía, femenina o masculina; la alusión franca a las sensaciones corporales, a los humores que el organismo secreta para ritmar el placer de los sentidos, esos que la mojigatería hipócrita pretende mantener en estúpido secreto». El poema «Merlín» es un ejemplo excepcional del juego que va de las emanaciones sensoriales a las sorprendentes imágenes poéticas: «Merlín / artes mágicas / con anillos de trébol / en el banquete de mis piernas: / las proféticas fuentes». El juego se prosigue en un vaivén de ambiguas correspondencias: «Merlín con los dorados jugos / de maligno dios...». El contrapunto no se deja esperar: «...permanezco como un lago / que vuelve; / orilla-arena-agua». Para culminar con la «...cautiva coronación: Merlín sumergido en acuosa ingle». La ilusión sobrenatural, el poder de la seducción encantatoria, propio al ámbito de «Merlín de las estrellas y de los dragones...», es sutilmente utilizado en este bello poema para marcar la evolución compulsiva, el movimiento in crescendo de las situaciones eróticas producidas dentro del cuadro mágico en el que la «lógica» del amor sensual restablece el exacto equilibrio de los componentes.

No resisto a transcribir una imagen redonda que tiene la misma fuerza erótico poética que las anteriores: «Tu rostro perfumado / en la nocturna espuma de mis piernas, / y mis huracanes lamen tus muertes». La intensidad de la metáfora, resplandeciente por el chisporroteo libido-húmedo-tibio, vuelve superfluo cualquier comentario.

En un tono más suave, con ritmo de ballet acuático, Lourdes describe los pasos lentos de un «pausado giro» erótico de gran delicadeza y elegancia: «Te acercas: / agua-desierto-miel, / y me extiendo / miel-desierto-agua. / Y no sé dónde empiezas, / dónde empiezo... / como la danza del delfín en el océano».

El paisaje de «Jardín de las delicias», esbozado en los fragmentos transcriptos, mezcla los desvaríos del viejo Bosco, maestro precursor, con reminiscencias de las atrevidas e insólitas imágenes plásticas incandescentes de Frida Kalo y las sorprendentes asociaciones eróticas surrealistas de la extraordinaria poeta Joyce Mansour.

He hablado de matices y, deliberadamente, he insistido en los momentos pintados al sesgo, en los que las ambiguas medias tintas sensoriales los vuelven más intensos y percutantes.

Las otras situaciones tienen colores más unidos, lo que les da una firme convicción, ratificando la firme y constante vocación amorosa y sensual de la poesía de Lourdes «navegando en mi sangre desde siempre», como ella dice. Ese sentimiento que se desnuda de piel en sus impulsos, hasta quedar en carne viva, ardiente en el arrebato concéntrico y urgente del deseo: «Mi piel se desvistió a jirones, / excavo el deseo en cada círculo, / hasta lamer el paraíso...». Amor que busca su correspondencia como un juego de fuegos contagiosos: «...sólo importa tu piel / o el extraño sabor de mi corazón / despellejado junto a mis sentidos».

Ya para terminar quiero evocar, junto a los otros, el sentido del tacto, que Lourdes sublima, con razón, para expresar el inicio, ya sin término del deseo. Hay dos fragmentos poéticos referidos a la mano, que revelan situaciones distintas pero de igual intensidad: «...un cosquilleo volcánico / me arrebato entera / y todos los silenciosos cánticos / que habitaban en mí... / se extendieron / hasta encontrar la pulposa, / la tibia presencia de tu mano». Esta sensación «de momento» se vuelve certidumbre, decisión irrevocable, no menos sensual: «Hoy te advierto / que voy a quedarme para siempre / jadeando en tu cuerpo, en el borde infinito de tu mano...».

Lourdes Espínola sabe conjugar el verbo de la palabra amorosa, sin remilgos ni falsos pudores, sabe convertir el deseo, el fuego de las sensaciones en canto encendido. Y quedar siempre «desnuda, niña, vulnerable: / poeta desde los años sin memoria».

Rubén Bareiro Saguier

 

 

«Para bien y para mal, el escritor verdadero escribe sobre la realidad que ha sufrido y mamado, es decir sobre la patria; aunque a veces parezca hacerlo sobre historias lejanas en el tiempo y en el espacio. Por eso aún los grandes expatriados, como Ibsen o Joyce, siguieron tejiendo y destejiendo esa misma y misteriosa trama. El escritor de nuestro tiempo debe ahondar en la realidad. Y si viaja debe ser para ahondar, paradojalmente, en el lugar y en los seres de su propio rincón.»

 

Ernesto Sábato

 

Como homenaje a Julio Cortázar que en Años de alambradas culturales nos enseñó cómo viajar con la patria a cuestas.

 

Merlín

 

Merlín de las estrellas y dragones,

Merlín:

artes mágicas

con anillos de trébol

en el banquete de mis piernas:

las proféticas fuentes.

Te llamo «Merlín»

bajo la máscara.

Merlín con los dorados jugos

de maligno dios,

permanezco como un lago

que vuelve:

orilla – arena – agua.

Cautiva coronación:

Merlín sumergido en acuosa ingle.

 

Escribo letra de mujer

 

Existe un espacio entre libros,

sólo mujeres

en su propia compañía

y luego papeles y escrituras

buceando en sí mismas.

Verbo coloreado por la otra mitad,

emerjo en mi poesía

nacida,

pendular

en el espacio del medio.

 

Soy mujer, desobedezco

 

Y serán de nuevo las palabras

de las sopranos de Babel.

Cuerdas vocales trenzadas:

los dialectos de África,

los murmullos de India,

los gemidos esquimales,

los sollozantes cantos de las Cholas.

Las oraciones de las musulmanas

y las alto de Milan...

callando todas las notas.

Acordes emergiendo,

la raza inmensa que amamanta

la simiente del sol,

desde la espera.

 

Patria mía

a Armando

 

América: acuéstate callada al lado mío

deja caer tu pelo en mi almohada,

aprieta junto a mi cuerpo

el cobre estirado de tu piel...

Déjame contarte de David y Goliat,

de los libros que escribí,

de los papeles que tiré,

de cada palabra: verso y prosa,

para saberme siempre hablando

en la casa del extraño...

yo sé que tu palabra fue el silencio,

oprimida la sílaba

humillado el vocablo.

América: amante-mía

no quiero que te duermas...

quiero contarte un mito,

déjame, amor, que te hable

de David y Goliat.

 

La vida es un mal pasajero

 

An act like this is prepared

within the silence of the heart,

as is a great work of art.

 

Albert Camus (The Myth of Sisyphus)

 

Hoy estuvieron de visita todos mis

fantasmas,

desordenadamente pero firmes...

fatales en la cita:

mi adolescente niñez, mi ayer y mi futuro.

Hoy tengo temor del teléfono

o del timbre,

no quiero en la casa solitaria

hallarme cara a cara,

con mi sombra.

 

Escribo tinta de mujer

 

I

Tejer desde mi vientre

hasta lo alto

espumas de palabras,

y el deseo vital

hilvanando, insomne.

Construir montañas de palabras

Libros – túnel

para tapar

esta ausencia:

el nunca más

del hijo deseado.

 

II

Temblar, temer

esperar agazapada

que cese el sueño,

la noche, el dolor.

Los gritos – bisturí

en las calladas bocas.

Los días se confunden con horas

las mañanas con los meses.

Despierto lenta

a una asustada esperanza.

 

III

Hay un niño que duerme

en la pieza de al lado

y mi corazón vaga ciego,

tanteando en la obscuridad

hasta besar el suyo.

 

La vida es una metáfora

 

Compañera con olor a mis años,

con cuerpo de mis horas.

Vida,

déjame enmadejarme pequeña

en el regazo de mi padre.

Sólo una vez

en nombre de los años,

déjame que te diga

que a veces no me gustas,

porque siento...

que en esta partida, compañera

sacaste más de lo que pusiste.

Que te quedaste, vida

con lo mejor de mí.

No me cuesta cargar hoy con la máscara:

Canas, arrugas, ceño envejecido,

pero sí no tener:

a mi niño pequeño,

una madre que ría,

y un hermano que juegue con aviones.

Un padre casi omnipotente

y una hermana que venda descalza

jazmines de Domingo...

Quiero desmadejar la hebra,

volver «había una vez»

hacia mi historia

robarte distraída una esperanza.

 

Y ellos estaban también allí

 

La sangre de los constructores de pirámides

mezclada con el humo de los hornos de Auschwitz

(comida de leones en la primera era).

El hongo de Hiroshima y

el naranja vietnamita

con voces de remeros fenicios.

Un pirata atado a un indio

en un palo de azotes...

son sombras que en la noche

claman y reclaman.

Ellos están aquí

también ahora.

 

Ahora es el tiempo

 

a Vincent

 

Descorrimos el cielo,

para buscar el astro

que eras en mi vientre.

Te encontré, te encontraste:

firmamento movedizo

y empezaste a desatar el futuro.

Cada nudo fue pregunta

y el anochecer calló solemne

ante tu esperanza

y mis temores.

Una estrella fugaz,

una constelación en sinfonía

o una magna luz en su circular destino:

fuimos tú y yo, hijo mío,

buscando el astro que eras en mi vientre.

 

Rompiendo códigos

 

Ni demasiados años para la vejez,

ni excesiva juventud para un futuro,

desorientada en «medio del camino»

con todos los tiempos trastrocados,

el inicio de todas las mañanas

y la memoria de todos los ayeres.

Erguidos, preguntando...

¿Cómo volver atrás?

¿Cómo enmendarse?

Para reescribir nuestra historia, precisamos:

un pan de infancia,

un olor de madre,

un sonido: las pisadas del padre en la

escalera.

 

(Aunque se te congelen las venas)

 

Hoy te advierto

que voy a quedarme para siempre

jadeando en tu cuerpo,

en el borde infinito de tu mano,

en tu espalda que es espada.

En tu lengua que es la mía.

Sólo tu corazón sabrá

si es,

promesa o amenaza,

pero me quedo para siempre

y basta.

 

El dolor es un mal pasajero

 

I

Hay un mapa afuera

que crece feroz y mentiroso.

Si confías: perdiste

si desconfías: mueres.

Cada vez la nube más obscura...

Y me vuelvo un caracol,

la casa a cuestas.

 

II

Vuelvo hacia mí,

a mi Dios

a los dorados ojos de mi hijo,

vuelvo al mapa

seguro de tu mano.

 

Como la danza del delfín en el océano

 

Si pudiera presentarme

desnuda ante ti.

Si tuviera el valor,

o tal vez la chance...

Para que vieras que no hay nada que

temer,

o que todo es de temer.

Cada hueco de mi cuerpo es seguro,

y va a estar,

intocado y fiel como la naturaleza más

salvaje.

(O como el océano que amas).

Pero eres tan poderoso...

a veces me das miedo.

Y me visto con disfraces dispares,

para ocultarme

o parecer temible.

Y entre los dos -extrañamente-

termina el absurdo territorio del poder.

 

Te acercas:

agua – desierto – miel,

y me extiendo

miel – desierto – agua.

Y no sé dónde empiezas,

dónde empiezo...

como la danza del delfín en el océano.

 

Brújula

 

Una brújula del tamaño de tus ojos

aquella que contenga el universo,

o una estrella

que multiplique el misterio,

del anudado corazón.

Una brújula

de cómplice latido,

un caracol

que cuenta historias al oído.

 

Y aún hay cosas cuyo

nombre ignoro...

 

«Do not go gentle

into that good night...

Rage, rage, against

the dying of the light»

 

Cortando el exilio de la obscuridad

he vivido, inclinada sobre mi corazón.

Sabiendo que si no estoy alerta

moriré sin que nadie lo sepa,

ni siquiera yo misma.

He abierto con los dientes la cerradura del

dolor

y toqué la sombra de la alegría

hasta verla (ante mí) entera y desnuda.

Mi piel se desvistió a jirones

excavó el deseo en cada círculo,

hasta lamer el paraíso...

¡Y aún hay cosas cuyo nombre ignoro!

 

Escribo vida de mujer

 

A contraviento del destino

doy la espalda a mis sueños

y empiezo cada día haciendo lo correcto.

Ordeno mi rutina

en filas estériles

esperando no sé qué absurdas batallas.

Y camino presurosa, firme, intensa

hacia adelante...

para ver que se cambió la brújula,

que está borracha la rosa de los vientos...

que sólo importa tu piel

o el extraño sabor de mi corazón

despellejado junto a mis sentidos.

 

Cuando estoy al final

veo recién el punto de partida,

y el corazón: rompecabezas de

formas diferentes,

cuando lo tocaba quedó como distante.

De nuevo dilucidar:

¿dónde está la verdad,

dónde quedó la diseminada máscara?

Y renazco

hasta que escucho,

el rumor de las calladas voces de mi cuerpo

navegando en mi sangre desde siempre.

 

a Constantino Kavafis

 

Dignifico mi vida a cada hora,

no ofendo a la eternidad matando el tiempo...

Al final del día me lavo en oraciones,

y en memorias y me bautizo con mis libros

queridos.

Escucho los cantos de sirena de la

infiel poesía

y me entrego a mi incertidumbre.

Sabiendo lo que desconozco,

y amando demasiado y a sabiendas.

No reverencio mi vida,

la dignifico, viviendo a contrapelo cada hora.

 

Baile de máscaras

 

Perfecto minué,

bien demarcado, cada cual con su máscara.

La pareja apropiada, adaptada, aceptada.

Seguimos los ritos señalados:

saludos, cortesías, media vuelta.

El minué perfecto;

y escenario previamente montado

para efectos.

Los ojos -sin embargo-

se escapaban -los míos y los tuyos-

de sus caras

y se tocaban aleteando temblorosos

donde conjugan los desafíos y los sueños.

 

Los poetas

 

Tratamos de converger

una confusa zona:

de códigos distintos,

de códigos iguales...

para buscar la alianza

de la eternidad y del instante.

Un mundo de formas superpuestas

a un universo de sonidos.

Papeles sumergidos en mágicas alquimias

para develar:

deseos, miedos, sueños...

Mientras las palabras de los ritos

llenan el espacio de conjuros.

Para que se toquen y desnuden

las formas y el sonido.

 

Poesía

 

Iniciado el rito de aprisionar la hora,

en la magia de un papel;

de descubrir cada minuto:

una forma, un tacto,

en la obscuridad y estando solo.

Yo querría llegar a ti con mi palabra,

inundarte de cánticos los ojos

o susurrarte el eco de una palabra extraña.

Para poder, de una vez -y casi por asalto-

ser yo la que aprisione la memoria.

 

Trampas a destiempo

 

¡Si yo te hubiera echado mis conjuros!,

aquellos traicioneros,

si hubiera amasado mi corazón

hasta hacerlo callar...

Si te hubiera tendido:

la trampa del deseo,

del verbo, de la mente...

Si hubiera masticado mi verdad

hasta deglutirla en un bocado,

sin que te percataras:

cómo se puede amar rabiosamente.

Si hubiera, en definitiva,

dado vuelta la mesa...

serías tú, de madrugada,

escribiendo el margen doloroso:

de estos versos.

 

Abismo

 

Y fui, cayendo

en el hechizo de la noche clara

o de tus ojos,

tu locura de pez

donde me arrojas.

Y yo avivando el fuego,

leyéndote poesía empapada en vino.

El latido de la noche,

profundo y precoz en tu inocencia

era terrible pecado...

y yo alquimista:

mezclando el bien y el mal.

La noche -en tanto- cabalgaba

y nosotros hamacados

al borde del abismo.

 

Soledad

 

Me arrojo a la marea

de mi propia soledad.

Me reconozco en cada vértice y sonido.

Muerdo el exilio,

me busco y reconozco,

desnuda como la primera vez.

Mastico el nombre del silencio

desmadejando memorias.

Y espero,

espero,

que al final del desierto

me aguarde el paraíso.

 

Iluminar mañanas

 

Recorro solitaria

el callado camino de tu cuerpo dormido.

Tu espalda extendida hacia el mañana

agita sábana y memorias.

Y las manos... palma arriba

se alargan pidiendo más dones a mis

manos.

Si pudiera invadir tus pupilas,

besarte por debajo,

con las claves ocultas del silencio.

Y me acerco a tocarte,

inútil envoltorio del amor

tan todo-nada.

 

Esta vida que insiste en escaparse

cuando inadvertida trato de atraparla

en juego pendular casi perverso

¿por qué al tenerla desperdicio?

Días sin escribir

horas sin labios

sin contornos de niños en las sillas.

Aférrate mi Dios,

entrónate aclamando

el sitio merecido.

Para rescatar la memoria futura,

retener la esperanza pasada

mientras anoto para no olvidarme y que no

olviden.

 

Días y horas apiladas

que gané o perdí...

pero se fueron

y quedaba tu voz

o tus manos mirando

largas suaves, uvas...

O minutos o meses:

la nada,

tus piernas extendidas invitando...

tus hombros-precipicio,

el blando pozo de tu cuerpo.

Y el cielo que consume

las horas navegantes,

las pobres, las perdidas en la nada...

 

Un despellejado abrazo

un beso,

un beso sin piedad,

un pozo interminable.

Una espada en mi cuerpo,

una afilada estrella

atravesándome:

así te siento.

Y me desvanece

el centro de tu nombre,

el peligroso abismo de tu brazo

tu mirada de pez...

y el delicioso espejo de tu cuerpo,

el peligroso abismo.

 

Ser mujer...

 

En estado de inocencia y esperando

enfrento cada día mis mañanas

un caos de horas y de calles,

sin orden aparente, ni destino.

La fragilidad del verbo no consuela,

ni el paisaje verde o el cemento,

tampoco el afecto bizantino

ni la barroca objetividad del psicoanálisis.

Los juegos, las palabras y los números

el placer, los quehaceres, los horarios

quiebran significados en un idioma extraño.

Como niña esperando la noche de Reyes

olvido la razón y tiemblo en el milagro.

 

Me han sacado la palabra

han huido todas las vocales a tu encuentro...

enloquecieron adjetivos

y las cuerdas vocales se tensaron

hasta dispararse cual saeta,

y no fue mía la voz

y un cosquilleo volcánico

me arrebató entera

y todos los silenciosos cánticos

que habitaban en mí...

se extendieron

hasta encontrar la pulposa,

la tibia presencia de tu mano.

 

Soledad de poeta

 

Pórtico custodiado por dos ángeles:

el rostro dulce y del enemigo.

Escribir para huir

y en el poema desnudarse entera.

Tacto clarividente del papel,

mi yo despellejado,

iluminar mi vida

con la fruta de toda la poesía.

A mitad de camino

entre la hojarasca y la misericordia,

desnuda, niña, vulnerable:

poeta desde los años sin memoria,

cíclico destino

de decir mi verdad desmarañada

-y amando el verbo que es antídoto-

apago la luz;

porque estoy sola.

 

La vida es un mal pasajero II

 

Desde mi débil perfección me yergo

y digo de la vida su esperanza

para alejar los monstruos

que lamen mi cintura, me tocan los cabellos

y me susurran de su asqueroso amor a mis

oídos.

Murmuro conjuros

y como el día primero

amaso vida de la nada.

¡Otro día de luchar contra mi muerte,

de salpicar de eternidad mi sangre!

 

Las alas de la lluvia

 

El olor de la infancia despertando caliente...

reverdecida, saltando una piedra,

salpicando luminosa una tristeza,

horadando caminos.

La fragante adolescencia húmeda

tritura: musgo, tierra y penas

y el viento va cortando los presagios;

de la tarde que se bebe el cielo.

 

Yo era un ciego

explorando de su corazón los secretos

jardines...

Palpando bocas de silencio,

y sabiendo que había espejos que no podía

ver.

Escuchando el huracán de los sentidos...

Yo era un ciego, o un niño despertando

en el alto refugio de su sueño.

 

Cántico

 

El pico más alto de mi cuerpo

se alza para ti,

y extrañamente borrado por tu cuerpo

quedan mis huecos y rincones...

La ciudad de mi corazón

confusa entre tus manos

se quiebra en meridianos.

Tu rostro perfumado

en la nocturna espuma de mis piernas,

y mis huracanes lamen todas tus muertes.

Alocados molinos agotan las memorias,

pero quedan tus ojos...

pero quedan tus ojos.

 

Y fueron noches y fueron días

de vagar en ciegos laberintos,

de caminar descalzos

en praderas de vidrio...

hasta tocar tu cuerpo.

Morder poemas, colores y cánticos

 

con la certeza del destino cumplido.

(Hoy me aterra el pensar

que pudimos no hallarnos)

 

O muere la noche o nace el día

y allí te doblas en mi cuerpo,

y remontas sus aguas

enredas sus anillos...

-Te lamo el corazón

y con apremio adivino tu peligro

que enlaza, que enceguece.

Suave me acometes, callado paraíso,

corteza de cuerpo recobrada.

¡Volvemos de regreso de las muertes!

 

Destino de poeta

 

Los años de mi cuerpo, desnudan

los libros guardados por mi corazón.

El molino de sangre muele poesía

y mis horas fueron volúmenes de palabra

escrita.

Y en el lenguaje se me va la vida.

Late, late la trampa del verbo

agazapada en mi aliento;

presagia mi destino eterno y circular.

Escribo, y es muerte de extremo gozo

y aún

soy eterno extranjero en la patria del

hombre.

 

Manuscrito en gaveta

a Jorge Luis Borges

 

Existe un libro en estado de gracia,

un manuscrito -dicen- de mi obra,

una ciudad contada, un adjetivo,

las claves, los códigos y el habla.

Unas páginas -dicen- unos versos,

un número infinito, una cifra,

la fatua sentencia que es la vida.

La obra es hermética, ilegible,

sus metáforas túneles al hueco de mi tiempo,

-sus títulos el juego de amurallar palabras-

su destino, se ignora, como el nuestro.

 

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Libro: Los ruidos de la Casa

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Los ruidos de la casa

LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”

Libro de Cuentos: Un Ojo en la Luciérnaga

Libro de Cuentos: Un Ojo en la Luciérnaga
Autor: Gilberto Aranguren Peraza

Libro: Un Ojo en la Luciérnaga

“Un ojo en la luciérnaga” es un libro que reúne diez cuentos del escritor venezolano Gilberto Aranguren Pedraza, escritos desde su exquisito inconsciente colectivo popular y el folklore centroamericano y una pluma creativa que delata su talento, oficio y años de escritura, le permite desarrollar relatos enigmáticos bien armados, con toda la picardía, el misterio y la ironía que caracterizan a la actual narrativa latinoamericana y obviamente la suya. Los protagonistas en sus cuentos, escapan muchas veces al papel del héroe urbano, la opulencia del novio o la elite post colonial que disfrutan algunas familias republicanas en nuestras ciudades mestizas, sino más bien los enfoca en aquellos muchas veces relegados a un segundo nivel del hilo dramático de nuestra realidad cotidiana, a esa América morena del bullying, las crisis familiares, la pobreza escondida por el estado o las trifulcas sociales y políticas, que al final nos hablan de una realidad actual en el continente. Personajes entremezclados en lo más bajo del lumpen y/o las andanzas infantiles pueblerinas a veces inocentes y otras que rallan en el morbo de los mitos del campo o marginales, convierten a este libro en un entretenido encuentro con el pasado y presente latinoamericano, que además descansa en el rico lenguaje del autor, su vocabulario y acento caribeño y el aleteo de su luciérnaga bien domada. Los editores A quienes quieran adquirir un ejemplar de "Un ojo en la luciérnaga", escribir a editorialletraclara@gmail.com o enviar mensaje por interno. Valor $12.000.- más gastos de envíos o por pagar en destino vía Starken.