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Ana María Hurtado (Venezuela) |
Escribo estando dormida
de
Ana María Hurtado
Escribo estando dormida. No logro la iluminada estrechez de la consciencia. Reúno semillas sin nombre, sin origen. Siembro en la tierra negra del alma, esperando que mi vientre humedezca la semilla y crezcan tallos, repletos de vástagos anónimos.
Escribo dormida palabras atravesadas de savia, con pecíolos erguidos y nervaduras dispuestas a la urdimbre, pero carentes de fotosíntesis. Palabras que se deslizan haciendo surcos en los troncos recién nacidos, sin tener un final de camino, sin la piedad conocida de una puerta.
Escribo palabras que mastican el cieno acumulado en mis bajos fondos. No he comprendido aún el idioma de los despiertos, esos que dictan cátedra y silabean encíclicas. Mi voz es una semilla enterrada que recibe el bautizo en la vertiente lustral del sueño.
Me resisto a despertar. Soy una con este dormir en la orfandad de los dormidos, aquellos que recuestan su cabeza en la noche de las calles, en la vecindad de los desechos. Soy una con aquellos dedicados a cuidar con paciencia la simiente del sueño, sin estrellas fugaces ni deseos. Escribo escuchando un dictado que viene de la raíz, del vértice de la materia oscura.
Susurro canciones vegetales, olorosas a humus y a misterio. Mis palabras balbucean criaturas deformes, inocentes de toda singularidad, aspirando solo la bocanada áspera de lo profundo. Mientras tanto, persisto en el dormir. La vigilia no me atrapa, huyo de ella porque sufro cada vez que abro los ojos. Vengo de atroces despertares.
Sueño que estoy insomne contando números primos. Soy la dormida, la que mengua, la luna oscura. No rozaré la verdad del despierto, no alcanzaré el satori.
©Ana María Hurtado
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