Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Poemas de Gracias, Niebla de W.H. Auden

 

W.H. Auden (Inglaterra, 1907 - Austria, 1973)



Poemas de 

Gracias, Niebla

 W.H. Auden

 

Traducción: Silvia Barbero Marchena

 

Para Michael y Marny Yates

 

Ninguno de nosotros es tan joven

como antes. ¿Y qué?

La amistad no envejece.

 

 

Gracias, Niebla

 

Acostumbrado al clima de Nueva York,

tan familiarizado con su contaminada niebla,

a ti, su inmaculada Hermana,

te tenía olvidada por completo,

a ti y a cuanto aportas

al invierno británico.

Ahora, esa impresión nativa vuelve a mí.

 

Enemiga implacable de la prisa,

amedrentadora de conductores de aviones,

todo lo veloz, desde luego, te maldecirá

pero cuánto me agrada

que hayas sido persuadida a visitar

el hechizado campo de Wiltshire

a lo largo de toda una semana

en estas Navidades,

evitando que a alguno le diese por venir

aquí donde mi mundo se reduce

a esta vieja casa solariega

en la que gozamos de la amistad nosotros cuatro:

Jimmy, Tania, Sonia y Yo.

 

Afuera, un vacío silencio,

porque incluso esos pájaros,

como el malvís y el mirlo,

a los que su sangre vigorosa les permite

vivir aquí durante todo el año,

ante tus zalamerías refrenan

su piar alegre.

No hay un gallo que cante.

Las copas de los árboles, vagamente visibles,

no crujen, pero ahí  están,

tan eficientemente condensando

tu humedad en la precisión de unas gotas.

 

Dentro, tenemos los espacios apropiados,

confortables, propicios

al recuerdo y la lectura,

los crucigramas, las complicidades, la diversión.

Ante una sabrosa cena

festejada con vino,

nos sentamos en un alegre círculo,

cada cual despreocupado de sí mismo

pero atento a los demás,

apurando el instante, pues qué pronto

tendremos que volver,

cuando los dulces días estén cumplidos,

al mundo del trabajo y del dinero,

preocupados por esto o por lo otro.

 

Ningún sol estival logrará nunca

disipar la total oscuridad

vertida en los periódicos,

que vomitan en una mala prosa

los sucesos inmundos y violentos

que la estupidez nos impide prevenir.

Nuestra tierra es un lugar triste,

pero por esta tregua especial,

tan sosegada y sin embargo tan festiva,

gracias, gracias, gracias, Niebla.

 

Albada

 

(In Memoriam Eugen Rosenstock - Huessy)

 

Convocado de nuevo a un Mundo

en el que nada alteran los deseos;

tras haber sido expulsado de la celda acolchada

del Sueño y readmitido

en la afanada humanidad,

de nuevo, como escribió San Agustín

sé que soy y ansío ser

que quiero ser y conocer,

que estoy ansiando y conociendo,

orientado en cuatro direcciones

dentro y fuera del Espacio,

observando y reflexionando,

de aquí para allá a través del Tiempo,

previendo y recordando.

 

Allá, para el Corazón, no hay Objetos

deshumanizados, pues cada cosa

tiene su Nombre Propio,

y no existe el Género Neutro:

las Flores hacen valer sus tonalidades espléndidas,

los Árboles se sienten orgullosos de sus formas,

las Piedras están encantadas de yacer

justo en donde yacen. Pero pocos

son los cuerpos que pueden cumplir una orden,

pocos son los que pueden

obedecer o rebelarse,

de modo que, cuando deben ser manipulados,

el Amor no sirve ya de nada: debemos optar

por mirarlos meramente como Otros,

debemos contarlos, pesarlos, medirlos, exigirles.

 

Dentro de un lugar no de Nombres

sino de Pronombres Personales,

establezco un debate con Mí Mismo

y reconozco como presente

que un Tú y un Tú se compriman en un Nosotros,

sin pensar en la multitud,

en todos esos que Nosotros consideramos como Ellos.

Ninguna voz entabla una disputa:

tranquilamente conversamos,

por turnos nos contamos edificantes historias,

a veces nos quedamos sentados en silencio,

y en alguna que otra ocasión especial

recito sotto - voce algunos versos

escritos en nombre de todos Nosotros.

 

Pero el Tiempo, que es el reino de los Hechos,

exige una Gramática Compleja

con numerosos Modos y Tiempos,

y antes que ninguno el Imperativo.

Somos libres de elegir nuestros senderos,

pero tenemos que elegirlos, sin importarnos

adónde nos conduzcan, y los cuentos

que Nosotros contamos del Pasado deben ser verdaderos.

El Tiempo Humano es una ciudad

en la que cada habitante tiene

un deber político

que nadie puede realizar por él,

urgido por su Lema:

Escuchad, Mortales, no sea que muráis.    

 

Impredecible, pero Providencial

 

(Para Loren Eiseley)

 

La Primavera, con su vigor de hojas y su trinar de pájaros ya está

de nuevo aquí

para de nuevo recordarme el primer Hecho real, el primer

auténtico Accidente, aquella  Ocasión en la que un insignificante

fragmento del cosmos fue lo bastante indulgente

como para dar una feliz oportunidad a una Sustancia Original,

inmortal y autosuficiente, que, con la sola experiencia

de una ciega colisión, tuvo la suprema audacia

de convertirse en una inquieta Individualidad que exigía

un Mundo;

una No -Individualidad fuera de Sí Misma desde la cual poder

renovarse,

con la nueva libertad de crecer y con la nueva necesidad de morir.

A partir de entonces, para todo lo animado perdurar iba a

significar cambiar,

una arriesgada manera de existir basada en la propia conveniencia

y en la de todos los demás,

siempre en peligro.

Los pesados dragones de hielo

practicaban su ballet con movimientos lentos: se abrían los

continentes en mitades

y se balanceaban como borrachos sobre las aguas: Gondwana

se estrelló contra el indefenso vientre de Asia.

Pero las catástrofes no hacían sino alentar el experimento.

En general, los mejores dotados perecieron. Los inadaptados,

forzados por la necesidad a emigrar a remotos despoblados,

alteraron sus costumbres y salieron adelante. (Nuestro asunto

ancestro

fue un don Nadie, pero aún podía permitirse el lujo de no darse

importancia

con una dignidad que nuestros grandes señores nunca alcanzarán.)

La Genética

puede explicar la forma, el tamaño y la postura, pero no por qué

razón un ente físico

ha de tener capacidad para meditar sobre la meditación,

separando la Forma de la Materia, y estar obligado a mantener

complicadas relaciones con su Imagen, temiendo una doble muerte:

un ser volitivo, un artífice de asimétricos objetos,

un lingüista incapaz de conocer la gramática de la Naturaleza.

La Ciencia como el Arte, es divertida, un juego de verdades, y

ningún juego

debería pretender acabar con el misterio de lo profundamente

oculto:

¿En qué consiste la Buena Vida?

El Sentido Común me dice, desde luego,

que no tome en serio a ninguno, pero cuando comparo sus

diferentes Mitos en torno al Ser,

el empelucado Descartes me parece aún más outré que un

hechicero pintarrajeado.  

 

Discurso a las bestias

 

Para nosotros, los que desde el momento

de ser arrojados al mundo

nos sumimos en la perplejidad,

 

los que apenas sabemos con exactitud

para qué estamos aquí,

y, como norma general, tampoco queremos saberlo,

 

para nosotros, qué alegría es saber,

aunque nunca podamos veros o escucharos,

que estéis ahí,

 

aunque muy pocos de vosotros

nos consideréis dignos de atención,

a menos que nos acerquemos demasiado.

 

Para vosotros son sagrados los olores,

excepto el nuestro y aquellos

que nosotros fabricamos.

 

Con qué rapidez y habilidad

ejecutáis los principios de la Naturaleza,

y nunca sois

 

tentado por la mala conducta

excepto por algún imprevisto

error en el guion.

 

Dotados al nacer de las buenas maneras,

no os empavonáis

ni miráis con desprecio

 

por encima del hombro

ni metéis las narices

en los asuntos de las otras criaturas.

 

Vuestras habitaciones

son cómodas y privadas

no templos pretenciosos.

 

Por supuesto, tenéis que sacrificar otras formas de vida

para conservar la vuestra, pero nunca

matáis por vanidad.

 

Incluso comparada con vuestra mayor codicia

qué plebeya resulta

la aristocracia cazadora.

 

Exentos del pago de impuestos,

nunca habéis sentido la necesidad

de llegar a ser cultos.

 

Pero vuestras culturas orales

han inspirado dulces versos

a nuestros poetas, 

 

y, aunque desconocéis a Dios

vuestros Cantos Eucarísticos

resultan más devotos que los nuestros.

 

Suele decirse que el instinto

es lo que os guía, pero yo diría mejor que se trata

del Sentido Común.

 

Si bien es cierto que no podéis engendrar

un genio como Mozart

también lo es que no

 

infestais la tierra

con tontos genialoides como Hegel

o con listillos repugnantes como Hobbes.

 

¿Llegaremos algunas vez a ser adulto,

tan pronto como vosotros?

No parece probable.

 

En realidad, cualquier hermoso día

podríamos llegar a convertirnos

no en fósiles, sino en vapor.

 

Ahora veo con claridad

que al final nos uniremos a vosotros

(con qué celeridad se asemejan los cadáveres),

 

pero vosotros no dais muestras

de saber que ya estáis sentenciados.

Ahora bien, ¿podría ser esa la razón

 

por la que los que estamos por encima de vosotros

sentimos con frecuencia celos de vuestra inocencia

pero no envidia de ella?

 

Arqueología

 

La pala del arqueólogo

excava las viviendas

abandonadas desde antiguo,

 

desenterrando pruebas

de unas formas de vida que ya nadie

daría como posibles,

 

sobre las cuales él no tiene nada

sólido que decir

¡qué afortunado!

 

La ciencia puede tener sus propios fines,

pero la suposición resulta siempre

más divertida que la certeza.

 

Sabemos que el Hombre,

por miedo o por respeto,

siempre enterró a su muertos.

 

Lo que destruyó una ciudad,

ya sea erupción volcánica,

fluvial inundación

 

u horda humana

deseosa de esclavos y de gloria,

deja siempre sus huellas.

 

Y estamos del todo seguros

de que, nada más erigir sus palacios,

los gobernantes,

 

a pesar del halago del sexo

y de la adulación,

debieron de pasarse la vida bostezando.

 

Pero, ¿indican los silos subterráneos

un mal año de hambre?

Cuando una emisión de moneda

 

deja de circular, ¿debemos deducir

de ello una gran catástrofe? Quizás, quizás.

 

En las estatuas y murales

vislumbramos

lo que reverenciaban los Antiguos,

 

pero no podemos sospechar

con motivo  de qué se amedrentaban

o se encogían de hombros.

 

Los poetas nos han transmitido sus mitos,

pero, ¿qué interpretación les daban ellos?

Una incógnita.

 

Cuando los normandos oían el trueno,

¿creían seriamente

que Thor martilleaba?

 

Yo creo que no, juraría

que los hombre han considerado siempre los mitos

como Grandes Historias,

 

que su única preocupación

era justificar

ritualmente sus acciones.

 

Sólo a través del rito

podemos renunciar a nuestras rarezas

y ser de verdad íntegros.

 

No significa esto que todos los ritos

deban ser igualmente apreciados:

algunos resultan abominables.

 

No hay nada que al Crucificado

le desagrade más

que una matanza para apaciguarle. 

 

Coda              

 

De la Arqueología

se ha de extraer, al menos, una enseñanza

a saber: todos

 

nuestros libros de textos nos engañan.

Lo que llaman Historia

no es algo de lo que podamos

precisamente envanecernos,

 

estando hecha, como está,

por el fondo criminal que alienta en nosotros

la bondad eterna.

 

¿Progreso?

 

Sésil, oculta,

la Planta está del todo satisfecha

con lo Adyacente.

 

Móvil, avisadora,

la Bestia puede distinguir el Aquí del Allá,

el Aún No del Ahora.

 

Hablador, ansioso,

el Hombre puede describir lo Ausente

y lo Inexistente.

 

Una Maldición

 

Fue un día negro aquel en el que Diesel

ideó la máquina siniestra

que te engendró, invento vil,

más dañino y criminal

que la cámara fotográfica incluso.

Monstruosidad metálica,

fardo y ruina de esta Civilización nuestra,

enfermedad principal de la Nación.

 

¿Con qué cinismo prohíbe la Ley

el hachís, la heroína, y sin embargo

autoriza tu uso, tú que halagas

los más bajos instintos de los hombres?

Los drogadictos sólo dañan

su propia vida. Tú envenenas

los pulmones de inocentes,

tu estruendo turba el sosiego,

y en las repletas carreteras la gente

muere a diario por las combinaciones del azar.

 

Vosotros, los brillantes técnicos,

deberíais moriros de vergüenza.

Vuestro ingenio concibe maravillas,

ha llevado a unos hombres a la Luna,

ha reemplazado con computadoras el cerebro,

y podéis forjar una bomba "limpia".

Clama al cielo el hecho escandaloso

de que no tengáis tiempo

o no queráis tomaros la molestia de construir para nosotros

lo que la sensatez nos hace comprender que necesitamos

un inodoro, silencioso,

pequeño y sobrio faetón eléctrico.

 

Oda al Diencéfalo

 

(según A.T.W. Simeons)

 

¿Cómo puedes ser tan grosero? Después de compartir

el mismo cráneo a lo largo de tantísimo milenios, es probable

que hayas descubierto que el Yo cortical no es más que un

compulsivo mentiroso.

 

El nada te ha enseñado, al parecer, sobre las hojas de la higuera,

sobre el fuego, el arado, los viñedos, o los agentes de la policía

ni que los movimientos convulsivos apenas pueden ocultar

los problemas del ciudadano.

 

Somos asaltados diariamente por complejos de culpabilidad,

por pesadillas de perder el autobús o de ser ridiculizados,

y la carne de gallina, la taquicardia y la colitis nada pueden

contra eso.

 

Cuando verdaderamente podrías ayudarnos, no lo haces. Si por

lo menos,

cuando la trompeta llamase a los hombres a combate,

transmitieras a sus músculos esta orden urgente

¡LUMBAGO AGUDO! 

 

Breves

 

A Pascal sus espacios infinitos no debieran haberle asustado,

sino tranquilizarle: Dios  hizo el Todo tan inmenso, que las

colisiones estelares son bastante infrecuentes.

 

Los accidentes de la Tierra no son fatales,

la oscuridad no apaga el Fuego,

una Brisa no puede ser embotellada

ni el roce desgasta el Agua.

 

El lenguaje de los pájaros

dice muy poca cosa,

pero qué gran significado encierra.

 

Las mariposas, ¡ay!,

nos ignoran, pero no así las moscas

por desgracia.

 

¿En qué momento descubrió la chinche

que éramos más sabrosos

que los murciélagos?

 

Son Mudas algunas bestias,

Otras son charlatanas, pero sólo

una especie es capaz de tartamudear.

 

De todos los mamíferos

sólo el Hombre tiene orejas

incapaces de manifestar una emoción.

 

Muchas criaturas emiten ruidos agradables,

pero parece ser que a ninguna de ellas

le conmueve la música.

 

Bestias, Aves, Peces y Flores

acatan lo que cada Estación les dicta,

pero el Hombre organiza los días

en los que Él haría lo que debería hacer.  

 

Esclavos de nosotros mismos de por vida,

debemos aprender de qué manera

soportarnos los unos a los otros.

 

La conciencia debe ser un salón

en el que las palabras

estén atendidas y sean reticentes.

 

El Hombre debe enamorarse

de Alguien o de Algo

porque en caso contrario enfermará.

 

Nada puede ser amado en exceso,

pero todas las cosas pueden ser amadas

de un modo equivocado.

 

Desde la verdadera fraternidad,

los hombres no cantan al unísono,

sino armónicamente.

 

Cualquiera que sea su fe,

los poetas, como tales poetas,

son politeístas.

 

Envidiar debemos a aquellos bardos que componen en italiano o

alemán: las adecuadas rimas femeninas no les causan molestia.

Nosotros, sin embargo, gracias a una lengua privada de tantísimas

inflexiones, podemos convertir fácilmente, si queremos, los

Nombres en Verbos.

 

Cogidos de uno en uno, la mayoría de los hombres parecen

simpáticos y amables, pero, colectivamente, el Hombre

comúnmente actúa como un granuja.

 

La política debiera ajustarse a la Ley, la Libertad y la Compasión,

pero, como regla general, obedece al Egoísmo, la Vanidad y la

Jindama.               

 

¿Dónde se encuentran

más comúnmente los bribones?

Allí donde convergen las fronteras.

 

Donde quiera que haya

una gran desigualdad.

El Pobre corrompe al Rico.  

 

Economía 

 

En los Hambrientos Años Treinta

los chicos solían vender sus cuerpos

por una buena comida.

 

En los Opulentos Sesenta

aún lo hacía

para afrontar los pagos a plazos.

 

Carta Póstuma a Gilbert White

 

Resulta bastante triste que tan sólo podamos conocer

a aquellos cuyos tiempo coincide con el nuestro.

Es triste que usted y Thoreaun (sabemos que le leyó)

nunca pudieran darse la mano. Él era, según dicen, un fanático

 

anticlerical de genio chispeante y usted el más

tranquilo de los curas, aunque pienso que hubiera él encontrado

en usted al Amigo Ideal del que con tanto

entusiasmo escribió, pero no encontró nunca.

 

Sedentarios ambos, pero gustosos paseantes,

castos por naturaleza y, al parecer, inmunes

a la llamada del mundano poder, espíritus afines

que consideraban divertidas a las criaturas

 

- incluso a la tortuga, a pesar de sus torpes estupores -,

que contemplaban los caprichos cambiantes del Clima,

desde la insignificante conducta de las ranas

al bronco eructo del trueno o el arco

 

federal del arcoíris. Cuánto hubieran ustedes disfrutado

contemplando dos paisajes distintos, con sus respectivas

aves migratorias,

estudiando el ululante cantar de las lechuzas,

comparando las concordancias de dáctilos y espondeos.

 

También yo, gustosamente, hubiera hecho por conocerle a usted:

¡podría haber aprendido tanto! Yo tiendo a imaginarme

como un amante de la Naturaleza,

pero no tengo derecho a tal cosa, la verdad.

 

¿Cuántas flores o pájaros puedo yo distinguir? Como mucho dos

docenas.

Usted me habría considerado un pelmazo ignorante y aburrido.

El tiempo le libró de ello. Yo

tengo, al menos, gracias a Dios, el derecho a releerle.

 

Un contraste       

 

Qué tolerante fueron la Naturaleza y Mis Padres

al asignar a la Ciudad de Mí Mismo

exactamente la clase de Censor

que yo hubiera elegido.

 

Ese que prohíbe recordar cualquier imagen que me apene:

el comportamiento vil, tanto mío como ajeno;

los días de abatimiento, los descalabros y el cocinar de mala

manera

son cosas que de inmediato se disipan.

 

Cuánto hubiese querido, sin embargo, que Me hubiesen asignado

un Fiscal menos hostil que éste, que desde las primeras horas de

la mañana

me atosiga con preguntas concienzudamente odiosas

acerca del Futuro:

 

"¿Cómo diablos pagarás tus impuestos?" "¿Dónde

encontrarás un taxi?" ¿No será tu Conferencia un fracaso?", y recibe

Mis respuestas con un silencio sarcástico. En fin, en fin

a mal tiempo buena cara. 

 

La pregunta

 

Todos nos creemos

nacidos de una virgen

(porque, ¿quién puede

 

imaginar a sus padres copulando?,

y se conocen casos

de vírgenes preñadas.

 

Pero la Pregunta sigue en pie:

¿de dónde obtuvo Cristo

su cromosoma adicional?

 

No, Platón, No

 

No puedo imaginar cosa ninguna

que me gustase menos que ser yo

un descarnado Espíritu

incapaz de sorber o masticar,

de tocar lo palpable,

de aspirar los aromas del verano,

de comprender la música y el habla,

de contemplar aquello que más allá se expande.

No, me ha colocado Dios exactamente

en el lugar que hubiera yo elegido:

es tan divertido este mundo sublunar

donde el Hombre femenino o masculino

y otorga Nombres Propios a las cosas…

 

Pero puedo, con todo, concebir

que los órganos que la Naturaleza me dio,

mis glándulas de secreción interna, por ejemplo,

las veinticuatro horas esclavizadas

- sin por ello mostrar resentimiento -

para satisfacerme a Mí, su Dueño,

y mantenerme en buena forma

(si fuese yo quien tuviera que darles órdenes,

no sabría qué gritarles)

sueñen una existencia

distinta de la que hasta han conocido:

sí, bien pudiera ser que mi Carne

esté rezando para que "El" se muera

y así Ella verse libre para ser

Materia irresponsable.   

 

Nocturno

 

(para E.R. Dodds)

El pez escamoso y serpentino,

allá en su casa sombría,

¿siente el anochecer? Tal vez no.

Pero quien vive en tierra

y todo aquel al que el plumaje otorga

la libertad infinita del cielo

altera su conducta a la caída de la tarde,

acorde cada cual

con sus características de especie.

Los normales amansan sus movimientos

y adormecen sus sentidos, pero existen

algunos bichos raros: por ejemplo,

la lechuza y el gato,

que, en cuanto oscurece el día,

se espabilan y salen

para matar o engendrar.

 

Ni una sola pareja de congéneres nuestros

obedece a una idéntica sincronización física:

para una mayoría, la norma es desconectar

sus mentes antes de la medianoche,

pero siempre en la madrugada queda alguno

que, por amor o dinero,

desvelado trabaja.

Aquí, jóvenes radicales que conspiran

para volar un edificio; allá,

un poeta febril que se devana el seso

detrás de alguna frase afortunada;

por encima de nosotros, viajeros

que van de un sitio a otro

dentro de enormes

mosquitos de metal.

 

Sobre los océanos, las masas de tierra

y las copas de los árboles, la Luna

da ahora su parsimonioso paseo a través de la oscuridad,

para los telescopios un planeta en ruinas

que en su propia basura se revuelca,

aunque para el ojo desnudo

sea aún el Icono de todas las madres,

ya que nunca los segundos pensamientos

podrán desterrar nuestros sentimientos de primera mano,

nuestra única gracia redentora,

nuestro instinto pueril para asombrarnos:

las constelaciones y planetas,

desperdigados por el firmamento,

aún proclaman de manera oficiosa

la grandeza de Dios, aun siendo

cosa ya conocida su falta de influencia.

 

Aquella inocencia de la que, de algún modo,

somos hijos imperfectos, allí afuera perdura,

donde poder y deber significan lo mismo:

tan gratas a nuestra conciencia

- donde nada puede ocurrir más de una vez -

sus oportunas repeticiones;

tan distinto de nuestros modales

de chismosos deshonestos

el modo en que su fauna respeta

la intimidad de los demás.

¿De qué otro modo las mentes salvajes

Imaginarán, en su ignorancia,

la Mansión de la Dulce Alegría

que es nuestro destino buscar?

¿En qué otro sitio las voluntades débiles

encontrarán consuelo para afrontar  el Peligroso Empeño?        

 

Acción de gracia

 

Aún impúber sentí

que los bosques y páramos eran sagrados:

la gente resultaba demasiado profana.

 

Así, cuando empecé a versificar,

me sentaba yo entonces a los pies

de Hardy, Thomas y Frost.

 

Cuando llegó el amor, cambió las cosas:

entonces Alguien era importante al fin:

Yeats me sirvió de ayuda, igual que Graves.

 

Luego, sin previo aviso, la Economía toda

de repente se hundió:

allí para instruirme, estaba Brecht.

 

Finalmente, las escalofriantes cosas

que hacían Hitler y Stalin

me obligaron a pensar en Dios.

 

¿Por qué esa seguridad de que se equivocaban ellos?

El salvaje de Kierkegaard, Williams y Lewis

la fe me devolvieron.

 

Ahora cuando maduro en años

y he vuelto a este paisaje exuberante,

la Naturaleza me tienta nuevamente.

 

Los maestros que necesito, ¿quiénes son?

Bien, Horacio, el creador más hábil,

disfrutando del clima cálido de Tivoli,

 

y Goethe, aficionado a las piedras,

que supuso que Newton - nunca pudo probarlo -

llevó la Ciencia por un mal camino.

 

Afectuosamente, a todos os tengo en cuenta:

sin Vosotros yo nunca hubiera escrito

ni mis versos más flojos.

    

Canción de cuna

 

Mitigado el estruendo del trabajo,

declina un nuevo día

y sobreviene la oculta oscuridad.

¡Paz! ¡Paz! Despoja tu retrato

de irritación. Descansa.

Tu rutina diaria está cumplida:

has sacado la basura,

has contestado algunas cartas engorrosas

y pagado el envío a reembolso,

todo frettolosamente.

Ahora tienes licencia para reposar

desnudo y ovillado,

y yacer en tu cama, disfrutando

de su grato microclima:

Canta, Bebé Grande, canta una nana.

 

Los antiguos griegos lo interpretaron mal:

Narciso es un vejestorio

amansado por el tiempo, liberado por fin

del ansia de otros cuerpos,

resignado y razonable.

Durante muchos años envidiaste

a los tipos hirsutos y viriles.

Ya no: ahora acaricias

tu carne casi femenina

con creciente satisfacción,

imaginándote auto suficiente

y falto de pecado,

a gusto en la guarida de ti mismo,

Madonna y Bambino:

Canta, Bebé Grande, canta una nana.

 

Que tus últimos pensamientos sean agradecidos:

alaba a tus padres, que te dieron

un Super - Ego de fortaleza

que de tantas molestias te libra,

enumera a tus amigos y salúdalos a todos,

paga luego un tributo equitativo

a tu edad, por haber nacido

cuando naciste. En tu juventud

te fue dado conocer

hermosos artilugios antiguos,

pronto proscritos de la tierra:

compuertas, cilindros

y ruedas hidráulicas que giraban

más de lo previsible.

Sí, amor mío, has sido afortunado:

Canta, Bebé Grande, canta una nana.

 

Y esto ahora para el olvido: deja

que la voluntad del vientre tome posesión

debajo del diafragma,

en el dominio de las Madres,

Ellas que vigilan las Puertas Sagradas,

sin cuyas advertencias mudas

el verboso Yo

se convierte en un déspota vicioso,

obsceno, incapaz de amar,

desdeñoso, de condición ambiciosa.

Si los sueños te rondasen, no les prestes atención,

porque todos, horribles o dulces,

son bromas de mal gusto

y su insignificancia no merece la  pena.

Duerme, Bebé Grande, duerme a pierna suelta.           

 

DOS CANCIONES DE DON QUIJOTE

 

La Edad de Oro

 

Los poetas nos hablan de una edad de felicidad pura:

la Edad de Oro. Una edad de amor, de plenitud y sencillez,

cuando el verano duraba todo el año y un verde perpetuo

en el césped, los bosques y los huertos creaba un escenario

deleitoso a la vista.

 

No había entonces dolor ni enfermedad, calamidad ni hambre,

y los hombres y bestias vivían en perfecta concordia y sin

temerse,

y cada noche, cuando los polluelos piaban en su nido,

de las chimeneas subía el olor de algunas deliciosa comida.

 

Brotaban las flores por entonces y, sin fertilizantes, maduraba

la fruta.

Las ninfas y pastores bailaban grácilmente todo el día.

Cada pastor entonces era amoroso y fiel a su pareja

y las ninfas setentonas - o aun mayores - aún eran hermosas y

atractivas.

 

¡Pero, ay!

Entonces sucedió:

llegaron Hechiceros,

gélidos y viejos,

que hicieron gris el día,

Y la edad de oro

se extinguió,

pues los hombres cayeron

bajo sus hechizos

condenándose a la oscuridad,

negando la alegría

y poniendo en su lugar

el dolor y el temor,

la mentira y la ira,

codicia y malicia,

astucia y suspicacia.

Los corazones se hicieron crueles,

invidentes las mentes,

sombrías y frías,

sin lontananza ni esperanza.

Hubo odio entre los países,

una vida aguerrida

de cárceles y lágrimas,

de negaciones, de no - quiero,

no - puedo y no - estoy - obligado.

Ningún rostro dichoso.

Nadie con alegría, todos con melancolía.

 

¡No dejaré que ocurra! ¡Encantadores, huid! ¡Os reto a que os

batáis conmigo!

Vuestros poderes los desafíos con desdén, vuestros hechizos

nunca me harán flaquear.

Don Quijote de la Mancha viene a dar cuenta de vosotros,

a haceros añicos y a acabar para siempre con vosotros.        

 

Recitativo de la Muerte

 

Señoras y señores, ustedes han logrado un enorme progreso,

y el progreso, de acuerdo, es estupendo.

Han fabricado más coches que coches pueden aparcarse,

han traspasado la barrera del sonido, y puede que muy pronto

las máquinas de discos se instalen en la Luna;

pero les ruego que tengan en cuenta, a pesar de todo eso,

que yo la Muerte, soy aún y seré la que gobierna el Mundo.

 

Todavía me ocupo de los osados y los jóvenes; a mi capricho,

el escalador se apoya en esa piedra desprendida,

arrastra la resaca a los niños que nadan,

el conductor veloz se precipita a la cuneta.

Con otros, espero a que envejezcan

antes de asignarles, con arreglo a mi humor,

a aquél un infarto, un tumor a aquel otro.

 

Soy liberal en cuanto a raza y religión.

La situación fiscal, los índices de crédito o la ambición social

me traen al fresco. Nos encontraremos cara a cara,

a pesar de los fármacos y las mentiras de sus médicos,

de los costosos eufemismos de los agentes funerarios.

La matrona de Westchester y el mendigo de Bowery

han de bailar conmigo cuando yo toque mi tambor.

 








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Inquietud

El eco débil de la lluvia

Cuerpo de lluvia de Judit Reigl (Hungría,1923 - 2020) Gilberto Aranguren Peraza    El eco débil de la lluvia recuerda, con espanto, la i...

Entradas Inquietantes

Poesía Inquietante

Itinerario. LIbro de Poesía. De: Gilberto Aranguren Peraza

Itinerario. LIbro de Poesía. De: Gilberto Aranguren Peraza
En nuestro día a día, perdemos de vista las cosas sencillas de la vida, el autor Gilberto Aranguren, a través del género poético, construye imágenes que conforman la interioridad de su mundo, le da importancia a cada aspecto de su vida y elige con cuidado aquello que le parece valioso y que pueda marcar totalmente la diferencia, él sabe que hay un mundo en su interior invisible para los demás y que cada evento exterior representa una ventana a su interior, ¡sus poemas son su reflejo!

LIBRO ITINERARIO

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Libro: Los ruidos de la Casa

Libro: Los ruidos de la Casa
La casa es un tejido de ruidos

Los ruidos de la casa

LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”

Libro de Cuentos: Un Ojo en la Luciérnaga

Libro de Cuentos: Un Ojo en la Luciérnaga
Autor: Gilberto Aranguren Peraza

Libro: Un Ojo en la Luciérnaga

“Un ojo en la luciérnaga” es un libro que reúne diez cuentos del escritor venezolano Gilberto Aranguren Pedraza, escritos desde su exquisito inconsciente colectivo popular y el folklore centroamericano y una pluma creativa que delata su talento, oficio y años de escritura, le permite desarrollar relatos enigmáticos bien armados, con toda la picardía, el misterio y la ironía que caracterizan a la actual narrativa latinoamericana y obviamente la suya. Los protagonistas en sus cuentos, escapan muchas veces al papel del héroe urbano, la opulencia del novio o la elite post colonial que disfrutan algunas familias republicanas en nuestras ciudades mestizas, sino más bien los enfoca en aquellos muchas veces relegados a un segundo nivel del hilo dramático de nuestra realidad cotidiana, a esa América morena del bullying, las crisis familiares, la pobreza escondida por el estado o las trifulcas sociales y políticas, que al final nos hablan de una realidad actual en el continente. Personajes entremezclados en lo más bajo del lumpen y/o las andanzas infantiles pueblerinas a veces inocentes y otras que rallan en el morbo de los mitos del campo o marginales, convierten a este libro en un entretenido encuentro con el pasado y presente latinoamericano, que además descansa en el rico lenguaje del autor, su vocabulario y acento caribeño y el aleteo de su luciérnaga bien domada. Los editores A quienes quieran adquirir un ejemplar de "Un ojo en la luciérnaga", escribir a editorialletraclara@gmail.com o enviar mensaje por interno. Valor $12.000.- más gastos de envíos o por pagar en destino vía Starken.