Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

José "PEPE" Barroeta




 
José Barroeta (Trujillo, 1942 - 2006)
 
FLUVIAL

A. Ángel Eduardo Acevedo

I

Un río pasa por la colina.
Un río hombre
alternativamente afeminado,
escapa del centro de la rosa silvestre
hacia los oscuros,
legítimos círculos de la orfandad.

II

Dos mujeres tocando el cielo
cruzan silenciosas el convento verde del prado
y anuncian,
tomando el movimiento de las hojas del campo 
como oráculo,
la devastación del territorio de las doce
tribus.

Dos mujeres
miran y ven el rojo de la muerte triunfante 
sobre la corriente que pasa por el monte, 
que absorbe el flujo católico de la tierra 
sedienta.

III

Ha llegado la hora,
dice suplicante la mujer de la izquierda, 
en la cual la obra del señor volverá a su sitio.
No hay sitio, responden los ángeles desde una
piedra. Sólo el volar de las torcaces
y el aliento de las mujeres violadas sobre la
hojarasca,
harán iglesia y tendrán poderío en los ramajes 
de estas ensenadas.
Pero hay un país, dice la mujer que ora a la 
derecha,
donde el fulgor del vino lo beben los muertos.
Hace un momento tuve una visión:
un río pasa por la colina;
son pocos los hombres que ven el empuje
de la corriente blanca en la roca.
Veo también cómo los pobladores de un país
serán entregados a la diáspora.
Veo hermosas camelias
en el pecho de los sepultados,
y copas de metales nobles en los huecos
donde estaban los ojos.

IV

Un río pasa por la colina. Despierto. 
Una campana de iglesia de aldea anuncia que debo
llevar pasto a los rebaños y quedarme allá, 
eterno, en el corazón de octubre y de los bosques.

V

Las mujeres
abandonan mi vida y continúan sus viajes 
por las infernales regiones del campo. 
Duerme la rosa;
el cielo palidece en el costillar de las ovejas;
la oscuridad del reino es avivada apenas 
por la mirada de los siervos
crucificados a manera de frutos en el bosque cósmico. 
Las mujeres retornan.

VI

Todo ha cambiado.
Yo me pongo a mirar
cómo brotan los retoños
y no encuentro ruido en los pequeños
astros verdes
que parecen altivos en la vegetación de la mañana.
Es el espíritu,
el doble femenino del río
que ha regresado.
El agua de la infancia hirviendo y sin remedio, 
hundiendo átomos en la sutura de mi sangre 
y de mi
      corazón.

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”