Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

¨Poemas: de Ida Gramcko





Ida Gramcko (Venezuela, 1924 - 1994)


CÁMARA                                                                                       
de cristal
mi lágrima.
Y mar.
Y alcoba pálida
mi sollozo.
Mundo de celofán.
Pecera de hondo
movimiento estelar.
Niebla de otoño.
Y algo más
que naufraga en mi llanto misterioso.


NO, LA TIERRA NO PODRÁ SER LA TIERRA,
ni, la muerte podrá ser la muerte,
ni la vida la vida,
hasta que mi alma no haya conocido toda
la espantosa pesadilla,
y no se haya internado hasta la entraña
del hondo, humano abismo.
¡Ah! ¿Qué valen aquí, sobre este mundo,
mi espíritu y mi instinto,
si aún tienen un temblor de ensueños claros
que son claras mentiras?
No, no, no puede ser, ni puedo
tampoco ser yo misma,
hasta que no haya saboreado toda,
toda la hiél amarga y el acíbar.


ESTO SOY TODAVÍA:
un sosiego turbado por las lágrimas.
Esto fui: una pupila
húmeda, abierta y ávida.
Esto he de ser: el llanto, mientras viva.
Un erguido sollozo me levanta,
me hace andar en las cumbres, me encamina
hacia la azul montaña.
Y allí está la sonrisa
como una flor salvaje que me aguarda.
Veré la blanca flor y será mía,
¡mía!, y tendré, llorando, que arrancarla
del fondo de mi ser, pequeña y tibia,
de lo alto de la cumbre, pura y blanca.
¡Mía! Y el llanto surca mis mejillas
para que yo merezca su fragancia.


CARACOL, EL HERMANO,
el mismo yo, mas caracol. Concisa
su forma sigue sin barniz ni estrago
para que el hombre sufra un alma rica,
un alma suya en el vellón y el gajo,
íntima, inmensa, siempre en sed y ahora.
Así construimos un lugar humano,
pero tan lleno de él como de brisa.
Inventamos
una pared de cal... ¡y tan diminuta!
Un muro nuevo, ¿raro?
Sólo en su fresca soledad lo solitario.
-¿Soledad, otra vez lo solitario,
otra vez la distancia? ¿Y la caricia?-
Cálmate, amor; lo nuestro es lo lejano,
toca el largo perfil, la piedra lisa
dice por voz de su vigor: yo te amo.
La forma singular es la infinita.


PRESUNTO SORTILEGIO. Sólo alcance.
Belleza, nada más,
abre la boca y es un cráter
y el umbral
y ya todo lo abierto, semejante.
Paz, ardiente paz, lógica paz.
Calma: pasión que sabe su combate,
luchar
por una rosa, pausa en el desastre,
por el menos y el más.
Menos: inmensa perspectiva de alguien.
Belleza, para ti la eternidad,
ayer, ahora y luego. No hay instante.
Sí, para ti vivir sin terminar,
que todo aquel que muere es un cobarde.


RECUÉRDATE, PALABRA,
como eres, como estás, pulcra y redonda,
no el agua mas en agua y tras la agua
y con el agua sin más pie ni alfombra.


CON RAYAS ROJAS cambiaremos mundo
Con una exactitud que nos desprende.
Con tan alegre número
que contamos, al fin: somos mil veces,
dos mil, tres mil, siete mil veces.
Y cada cifra siéntese en el uno
como el uno también y con sus creces.
Con palabras ausentes de conjuro
digamos: ¡sol! exacto, y amanece.


INÚTIL YA LA MIES o mejorana,
innecesarios trigo y amapola,
pasajera y falaz esta genciana
pues sólo olor expande su corola.

Yo tengo aire azul, no filigrana
de olor. Poseo una flor sola
de luz inmensa, exacta y sobrehumana.
Sólo lo Eterno aspiro y me acrisola.

Aspiro lo infinito que me tiene
totalmente absorbida en su dulzura
tan distinta al almíbar cotidiano

porque es intenso y nada lo detiene
cual se detiene lo que el cuerpo apura
y vuelve a repetir porque fue vano.

EL POETA

POEMA 3
Te rodean los ángeles guardianes,
el diablo en la impudicia de las flores,
pero tú, entre las frutas y los panes,
pides a la efusión: no me valores.

POEMA 6
De nuevo está la loba
tendiendo en el umbral su ávido luto.
Brea de contricción tiñe la alcoba
y tú, de negro, evades el minuto
seguido por tu nombre y su joroba
hasta saciar con arabesco enjuto.
Y hallas, comido al fin por quien te roba,
universos de hollín en lo absoluto.

POEMA 12
Tú, párvulo indefenso,
encuentras cómo reventar el labio
para vengar con testimonio intenso,
el bello, el denso,
el increíble agravio.

POEMA 14
Amor invalidándonos reflejo
para trocarlo en cómplice sumiso.
Estupor, reto añejo,
humillación en ámbitos de hechizo
donde el tocado, el tímido, el perplejo
padece culpa y huele paraíso.

SILENCIO

Cirio.
Cráneo
sobre damasco rojo.
Viento
azotando el recinto
callado,
solo.
Lluvia: estertor de diamante,
metálico sollozo.
Alguien:
poeta melancólico
extiende un pergamino amarillento,
borroso.
Cuando se inclina, lívido, bebiendo
la fuente de la vida, sorbo a sorbo,
su cabeza es un cuervo
desmelenado y lóbrego.

LA BELLA DURMIENTE DEL BOSQUE

¿Desconoces
el milagro de la Bella Durmiente?
Mira tu corazón, íntimo bosque
donde ella está dormida— ¿Para siempre?—
Hasta que una manzana, un beso, un nombre
la despierten.
—¡Ah, párpado sin luz, puerta cerrada!
¿Dónde quedan tus goznes?
¿En la boca, en el alma
de la que duerme? ¿Dónde
llamaré para que abras
al niño peregrino de la noche?
¿Es tu llave una lágrima
glacial, es una risa joven?
¿Es de plata
o de bronce?
Los cánticos silvestres.
las liras, los acordes
de la lluvia en el césped,
los mármoles insomnes,
los lirios, los cipreses,
responden:
Llave es la propia vida.
—Déjame ver la cerradura entonces
para hallar la pupila
que se esconde.—
La corola visual da, por sí misma,
pistilo recto y luminoso brote,
y sólo será flor cuando el enigma
o la verdad, agobien.
Sólo despertará con la caricia
de la duda, el tormento, los reproches.
—Dime, celeste amiga
de la Bella, ¿qué voces,
cuáles cantos inspiran
el despertar del ágata en el cofre?.—
Yo conozco las nubes
y las fuentes,
las tórtolas impúberes,
las sierpes
verdosas, y las ubres
rosadas, y los peces
cuyos velos azules,
rojos, morados, verdes
se agitan en los túneles
acuáticos e inertes;
el luminoso cuerno de los faunos,
las alas incoloras de los duendes,
las carrozas, los cascos
de los raudos corceles
desde que el sol advino por sus párpados
desangrando la aurora por sus sienes.
Cuando, otra vez, rendida por el sueño,
cayó en el denso bosque,
me estremecí de llanto y de silencio.
de ternura y de goce.
¡Vuelve! pedí en mi angustia
y en el monte.
¡Vuelve, belleza pura,
que duermes en el cáliz de lo enorme!
Y la vi ciega, muda,
entre cojines, lámparas y flores.
Nunca
se apagará su luz en mi horizonte.
Riego el rosal de sangre que perfuma
mi soledad y aguardo que retorne.

PAISAJE AL FONDO DE UN ESPEJO

Estaba exhausta, del paisaje eterno:
el mar, una cigarra, una columna,
yo, asomada a las aguas del espejo
(La cornucopia era una crencha rubia.)
Mirándome la frente y el pañuelo
en ascensión a las pupilas húmedas
por la trémula escala de los dedos;
mirándome en la luna,
en el claro de luna del espejo.
A su charco avancé, clara y desnuda.
Alrededor hallé el paisaje eterno:
el mar, una cigarra, una columna...
Oí la voz del mar en el silencio;
la voz de la cigarra en la penumbra;
enlacé la columna con mi cuerpo
y al fondo del espejo vi una ruta,
los árboles y el cielo.
Era un jardín no visitado nunca.
Vi estatuas maceradas cuyos senos
caían a la yerba como frutas,
vi fugaces destellos
de fuentes moribundas,
y una flor columpiada por el viento
volaba en el cristal ajada y mustia.
Oí la voz del mar en el silencio:
El jardín se derrumba...
Se amarán las estatuas, los espectros
de mármol que se ocultan
a la sombra de un pino o en el denso
caracol de una gruta.
Se amarán las estatuas y sus besos
serán huecos sonidos en la tumba
de sus cuerpos sin vida, de los miembros
que en lápida marmórea los sepultan.
Caerá el amor sobre la piedra, muerto.—
Y me habló la cigarra en la penumbra:
—La salvación es el viviente gesto
que se alza de tu ser como una lluvia.
¡Riegue tu surtidor el campo yermo!
El jardín se derrumba...
Te preparan las hojas blando lecho.
¡Abandona la rígida columna!
Cruza el radiante y virginal sendero,
toca la misteriosa cerradura.—
Me encaminé al espejo,
llamé a las puertas de cristal; rotunda
pronuncié mi palabra de consuelo.
El mar sonó a lo lejos... mas ninguna
voz respondió a mi acento.
Volví a tocar... llamé al amor de nuevo;
pero las puertas continuaron mudas.
Ni resonancia ni eco
callaron mi pregunta.
Y llamé largo tiempo...
Y me enlacé al espejo con angustia.
Hubo tormento
y lucha
hasta que un brusco y singular estruendo
llenó la mansa alcoba de iracundia.
Vi descender, agónico, el espejo
y le tendí mis dedos como brújula.
Pero el naufragio se cumplió. Fragmentos
de paisajes clavados en mis uñas
miré y aún miro en el temblor sangriento
de mis manos convulsas:
un hilo de agua, un pedestal desierto
en que una estatua levantó su espuma,
y una flor azotada por el viento
que en una arista de cristal se mustia.
Mientras el mar suspira en el silencio
y llora la cigarra en la penumbra.


                                 *   *   *

La sangre en su raudísmo reflujo
satura lo corpóreo y contingente.
El perfil, como un pálido dibujo
ceniza contenida y absorbente
aspira un vaho gris de escaramujo,
pues flor es polvo claro y elocuente
menos la Flor de Luz que nos condujo
a eterno paraíso permanente.
Si el hueso se hace oír, siento que crujo
cual madera fugaz y pereciente.
Lo palpalbe ya es ráfaga o es flujo.
El cielo no se toca. Se lo siente.

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”