CÁMARA
de
cristal
mi
lágrima.
Y
mar.
Y
alcoba pálida
mi
sollozo.
Mundo
de celofán.
Pecera
de hondo
movimiento
estelar.
Niebla
de otoño.
Y
algo más
que
naufraga en mi llanto misterioso.
NO,
LA TIERRA NO PODRÁ SER LA TIERRA,
ni,
la muerte podrá ser la muerte,
ni
la vida la vida,
hasta
que mi alma no haya conocido toda
la
espantosa pesadilla,
y
no se haya internado hasta la entraña
del
hondo, humano abismo.
¡Ah!
¿Qué valen aquí, sobre este mundo,
mi
espíritu y mi instinto,
si
aún tienen un temblor de ensueños claros
que
son claras mentiras?
No,
no, no puede ser, ni puedo
tampoco
ser yo misma,
hasta
que no haya saboreado toda,
toda
la hiél amarga y el acíbar.
ESTO
SOY TODAVÍA:
un
sosiego turbado por las lágrimas.
Esto
fui: una pupila
húmeda,
abierta y ávida.
Esto
he de ser: el llanto, mientras viva.
Un
erguido sollozo me levanta,
me
hace andar en las cumbres, me encamina
hacia
la azul montaña.
Y
allí está la sonrisa
como
una flor salvaje que me aguarda.
Veré
la blanca flor y será mía,
¡mía!,
y tendré, llorando, que arrancarla
del
fondo de mi ser, pequeña y tibia,
de
lo alto de la cumbre, pura y blanca.
¡Mía!
Y el llanto surca mis mejillas
para
que yo merezca su fragancia.
CARACOL,
EL HERMANO,
el
mismo yo, mas caracol. Concisa
su
forma sigue sin barniz ni estrago
para
que el hombre sufra un alma rica,
un
alma suya en el vellón y el gajo,
íntima,
inmensa, siempre en sed y ahora.
Así
construimos un lugar humano,
pero
tan lleno de él como de brisa.
Inventamos
una
pared de cal... ¡y tan diminuta!
Un
muro nuevo, ¿raro?
Sólo
en su fresca soledad lo solitario.
-¿Soledad,
otra vez lo solitario,
otra
vez la distancia? ¿Y la caricia?-
Cálmate,
amor; lo nuestro es lo lejano,
toca
el largo perfil, la piedra lisa
dice
por voz de su vigor: yo te amo.
La
forma singular es la infinita.
PRESUNTO
SORTILEGIO. Sólo alcance.
Belleza,
nada más,
abre
la boca y es un cráter
y
el umbral
y
ya todo lo abierto, semejante.
Paz,
ardiente paz, lógica paz.
Calma:
pasión que sabe su combate,
luchar
por
una rosa, pausa en el desastre,
por
el menos y el más.
Menos:
inmensa perspectiva de alguien.
Belleza,
para ti la eternidad,
ayer,
ahora y luego. No hay instante.
Sí,
para ti vivir sin terminar,
que
todo aquel que muere es un cobarde.
RECUÉRDATE,
PALABRA,
como
eres, como estás, pulcra y redonda,
no
el agua mas en agua y tras la agua
y
con el agua sin más pie ni alfombra.
CON
RAYAS ROJAS cambiaremos mundo
Con
una exactitud que nos desprende.
Con
tan alegre número
que
contamos, al fin: somos mil veces,
dos
mil, tres mil, siete mil veces.
Y
cada cifra siéntese en el uno
como
el uno también y con sus creces.
Con
palabras ausentes de conjuro
digamos:
¡sol! exacto, y amanece.
INÚTIL
YA LA MIES o mejorana,
innecesarios
trigo y amapola,
pasajera
y falaz esta genciana
pues
sólo olor expande su corola.
Yo
tengo aire azul, no filigrana
de
olor. Poseo una flor sola
de
luz inmensa, exacta y sobrehumana.
Sólo
lo Eterno aspiro y me acrisola.
Aspiro
lo infinito que me tiene
totalmente
absorbida en su dulzura
tan
distinta al almíbar cotidiano
porque
es intenso y nada lo detiene
cual
se detiene lo que el cuerpo apura
y
vuelve a repetir porque fue vano.
EL
POETA
POEMA
3
Te
rodean los ángeles guardianes,
el
diablo en la impudicia de las flores,
pero
tú, entre las frutas y los panes,
pides
a la efusión: no me valores.
POEMA
6
De
nuevo está la loba
tendiendo
en el umbral su ávido luto.
Brea
de contricción tiñe la alcoba
y
tú, de negro, evades el minuto
seguido
por tu nombre y su joroba
hasta
saciar con arabesco enjuto.
Y
hallas, comido al fin por quien te roba,
universos
de hollín en lo absoluto.
POEMA
12
Tú,
párvulo indefenso,
encuentras
cómo reventar el labio
para
vengar con testimonio intenso,
el
bello, el denso,
el
increíble agravio.
POEMA
14
Amor
invalidándonos reflejo
para
trocarlo en cómplice sumiso.
Estupor,
reto añejo,
humillación
en ámbitos de hechizo
donde
el tocado, el tímido, el perplejo
padece
culpa y huele paraíso.
SILENCIO
Cirio.
Cráneo
sobre
damasco rojo.
Viento
azotando
el recinto
callado,
solo.
Lluvia:
estertor de diamante,
metálico
sollozo.
Alguien:
poeta
melancólico
extiende
un pergamino amarillento,
borroso.
Cuando
se inclina, lívido, bebiendo
la
fuente de la vida, sorbo a sorbo,
su
cabeza es un cuervo
desmelenado
y lóbrego.
LA
BELLA DURMIENTE DEL BOSQUE
¿Desconoces
el
milagro de la Bella Durmiente?
Mira
tu corazón, íntimo bosque
donde
ella está dormida— ¿Para siempre?—
Hasta
que una manzana, un beso, un nombre
la
despierten.
—¡Ah,
párpado sin luz, puerta cerrada!
¿Dónde
quedan tus goznes?
¿En
la boca, en el alma
de
la que duerme? ¿Dónde
llamaré
para que abras
al
niño peregrino de la noche?
¿Es
tu llave una lágrima
glacial,
es una risa joven?
¿Es
de plata
o
de bronce?
Los
cánticos silvestres.
las
liras, los acordes
de
la lluvia en el césped,
los
mármoles insomnes,
los
lirios, los cipreses,
responden:
Llave
es la propia vida.
—Déjame
ver la cerradura entonces
para
hallar la pupila
que
se esconde.—
La
corola visual da, por sí misma,
pistilo
recto y luminoso brote,
y
sólo será flor cuando el enigma
o
la verdad, agobien.
Sólo
despertará con la caricia
de
la duda, el tormento, los reproches.
—Dime,
celeste amiga
de
la Bella, ¿qué voces,
cuáles
cantos inspiran
el
despertar del ágata en el cofre?.—
Yo
conozco las nubes
y
las fuentes,
las
tórtolas impúberes,
las
sierpes
verdosas,
y las ubres
rosadas,
y los peces
cuyos
velos azules,
rojos,
morados, verdes
se
agitan en los túneles
acuáticos
e inertes;
el
luminoso cuerno de los faunos,
las
alas incoloras de los duendes,
las
carrozas, los cascos
de
los raudos corceles
desde
que el sol advino por sus párpados
desangrando
la aurora por sus sienes.
Cuando,
otra vez, rendida por el sueño,
cayó
en el denso bosque,
me
estremecí de llanto y de silencio.
de
ternura y de goce.
¡Vuelve!
pedí en mi angustia
y
en el monte.
¡Vuelve,
belleza pura,
que
duermes en el cáliz de lo enorme!
Y
la vi ciega, muda,
entre
cojines, lámparas y flores.
Nunca
se
apagará su luz en mi horizonte.
Riego
el rosal de sangre que perfuma
mi
soledad y aguardo que retorne.
PAISAJE
AL FONDO DE UN ESPEJO
Estaba
exhausta, del paisaje eterno:
el
mar, una cigarra, una columna,
yo,
asomada a las aguas del espejo
(La
cornucopia era una crencha rubia.)
Mirándome
la frente y el pañuelo
en
ascensión a las pupilas húmedas
por
la trémula escala de los dedos;
mirándome
en la luna,
en
el claro de luna del espejo.
A
su charco avancé, clara y desnuda.
Alrededor
hallé el paisaje eterno:
el
mar, una cigarra, una columna...
Oí
la voz del mar en el silencio;
la
voz de la cigarra en la penumbra;
enlacé
la columna con mi cuerpo
y
al fondo del espejo vi una ruta,
los
árboles y el cielo.
Era
un jardín no visitado nunca.
Vi
estatuas maceradas cuyos senos
caían
a la yerba como frutas,
vi
fugaces destellos
de
fuentes moribundas,
y
una flor columpiada por el viento
volaba
en el cristal ajada y mustia.
Oí
la voz del mar en el silencio:
El
jardín se derrumba...
Se
amarán las estatuas, los espectros
de
mármol que se ocultan
a
la sombra de un pino o en el denso
caracol
de una gruta.
Se
amarán las estatuas y sus besos
serán
huecos sonidos en la tumba
de
sus cuerpos sin vida, de los miembros
que
en lápida marmórea los sepultan.
Caerá
el amor sobre la piedra, muerto.—
Y
me habló la cigarra en la penumbra:
—La
salvación es el viviente gesto
que
se alza de tu ser como una lluvia.
¡Riegue
tu surtidor el campo yermo!
El
jardín se derrumba...
Te
preparan las hojas blando lecho.
¡Abandona
la rígida columna!
Cruza
el radiante y virginal sendero,
toca
la misteriosa cerradura.—
Me
encaminé al espejo,
llamé
a las puertas de cristal; rotunda
pronuncié
mi palabra de consuelo.
El
mar sonó a lo lejos... mas ninguna
voz
respondió a mi acento.
Volví
a tocar... llamé al amor de nuevo;
pero
las puertas continuaron mudas.
Ni
resonancia ni eco
callaron
mi pregunta.
Y
llamé largo tiempo...
Y
me enlacé al espejo con angustia.
Hubo
tormento
y
lucha
hasta
que un brusco y singular estruendo
llenó
la mansa alcoba de iracundia.
Vi
descender, agónico, el espejo
y
le tendí mis dedos como brújula.
Pero
el naufragio se cumplió. Fragmentos
de
paisajes clavados en mis uñas
miré
y aún miro en el temblor sangriento
de
mis manos convulsas:
un
hilo de agua, un pedestal desierto
en
que una estatua levantó su espuma,
y
una flor azotada por el viento
que
en una arista de cristal se mustia.
Mientras
el mar suspira en el silencio
y
llora la cigarra en la penumbra.
* * *
La
sangre en su raudísmo reflujo
satura
lo corpóreo y contingente.
El
perfil, como un pálido dibujo
ceniza
contenida y absorbente
aspira
un vaho gris de escaramujo,
pues
flor es polvo claro y elocuente
menos
la Flor de Luz que nos condujo
a
eterno paraíso permanente.
Si
el hueso se hace oír, siento que crujo
cual
madera fugaz y pereciente.
Lo
palpalbe ya es ráfaga o es flujo.
El
cielo no se toca. Se lo siente.
Sublime!
ResponderEliminarLa poesía de Ida Gramcko es una poesía reveladora y única en su estilo, con ciertos matices modernistas. Por supuesto que es sublime y contiene construcciones muy elaboradas y arriesgadas. Es muy bella su poesía sobre todo aquella dedicada a la naturaleza. Gracias por acercarte a esta tu casa, La Isla Inquieta.
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