Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Poema: Cuando me hice rico de Bertolt Brecht

 

 


Bertolt Brecht (Alemani, 1898 - 1956)


Cuando me hice rico

 

 

Fui rico durante siete semanas de mi vida.

Con las ganancias de una obra de teatro me compré

una casa rodeada de un gran jardín. Dediqué

a inspeccionarla más semanas de las que viví en ella.

A distintas horas del día

y también de la noche pasaba a su lado para ver cómo

los viejos árboles se elevaban sobre las praderas

al romper el alba

o cómo caía la lluvia matinal sobre el estanque

con las carpas musgosas

para ver los setos a pleno sol de mediodía

y los rododendros blancos al atardecer, después del toque

de vísperas.

Más tarde me mudé a ella con mis amigos. Estacioné

el coche

bajo los abetos. Miramos a nuestro alrededor:

desde ningún lugar

se abarcaban los confines del jardín, los céspedes

en pendiente

y los grupos de árboles impedían que los setos se miraran

entre sí.

La casa también era hermosa. Las escaleras de madera

noble, sabiamente provistas

de peldaños bajos y bien proporcionadas barandillas.

Las habitaciones blanqueadas

tenían artesonados en el techo. Gigantescas estufas

de hierro

de elegantísimas formas ostentaban figuras repujadas:

campesinos trabajando.

Al fresco vestíbulo, con sus bancos y mesas de roble

se accedía por sólidas puertas, cuyas manijas de bronce

habían sido cuidadosamente escogidas, y las lajas que

rodeaban la casa ocre

estaban lisas y hundidas por las pisadas

de sus anteriores habitantes. ¡Qué proporciones tan

satisfactorias! ¡Cada habitación distinta de las otras

y a cada cual mejor! ¡Y cómo iban cambiado todas ellas

según el momento del día!

El cambio de las estaciones, sin duda exquisito, no

llegamos a apreciarlo, ya que

después de siete semanas viviendo como ricos

abandonamos la propiedad para en seguida

huir cruzando la frontera.

 

 

El placer de ser propietario lo sentí profundamente y me

alegro

de ello. Caminar por mi jardín, tener invitados

discutir proyectos de construcción, como otros de mi

profesión antes que yo

me gustaba, tengo que reconocerlo. Pero siete semanas

me parece suficiente.

Me fui sin una queja, o sin apenas quejarme. Y al escribir

esto

ya me costaba trabajo recordarlo. Cuando me pregunto

cuántas mentiras hubiera estado dispuesto a decir para

conservar esta propiedad

me doy cuenta de que no muchas. Así que espero

que no me haya hecho daño tenerla. No fue

poca cosa, pero

las hay más importantes.

 

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”